Mi maestro de la vida
Publicado en Jun 14, 2011
Cuando era niño mi madre solía contarme diferentes historias de su vida, yo me sentaba a escucharlas con atención, observando sus expresiones y su forma de demostrar lo mucho que sentía al narrarlas. Su sonrisa me encantaba, y sobre todo los mensajes de esos brillantes e intrigantes cuentos. Me acordaba de aquella leyenda que me había contado el día de mi cumpleaños. Sentados sobre el pastizal que rodeaba la plaza de la avenida principal y con los perros ladrando, los bebés llorando en el regazo de sus madres y los abuelos riendo y alimentando a los patos de la laguna, me dijo al oído que era hora de que me contara una increíble historia basada en un hecho real, llamada” el verdadero maestro de mi vida”. Comencé a oírla atentamente sin perder en el horizonte el brillante sol que sonreía con júbilo a mi madre que relataba con perspicacia y lentitud las primeras oraciones del cuento… “era ya todo un hombre, las personas lo miraban con aire de superioridad escupiendo en silencio el malestar que sentían al observarlo. Él caminaba encorvado, con miedo a topar con la mirada de otro soldado, otro guerrero embustero, patán, matón y violento. Había salido con sus ropas rotas, los cordones desatados y el aliento a leche rancia del desayuno que le habían servido en la cama después de levantarse. Las calles apestaban a sangre y la población de la ciudad se resguardaba en los callejones oscuros, las casas destruidas y los restos de los cuerpos masacrados de los “subversivos”, es decir, las personas que pensaban, que eran un peligro para el gobierno. El país se había convertido en una distopía donde las armas, la injusticia, la discriminación y la violencia era la realidad misma. Todos marchábamos con miedo de ser secuestrados, torturados o asesinados por nuestro acento o por nuestra mirada tierna, dulce, familia que podía ser un peligro para los “sin alma”. Una vez, cuando mi madre me había pedido ir a comprar pan, topé con una mujer embarazada que era fuertemente golpeada por un policía robusto y alto que gozaba de su deber. A pesar del miedo, salté sobre él y lo golpeé fuertemente en la cara dándole tiempo a la dama a huir. Me di vuelta para señalarle la salida y en ese momento, los “sin alma” me tomaron de los brazos y me golpearon en el estómago sin compasión, lo último que recordé de aquello fue una luz de increíble belleza que se asomaba de un lugar, a lo lejos de la montaña y luego me desmayé. Desperté en una cárcel húmeda, llena de excremento y orina de aquellas personas que parecían estar sin vida, colmados sobre el piso apenas respirando el aire del lugar con esfuerzo. Demacrados, flacos y desgarbados aún tenían la esperanza de salir de allí, pero yo sabía que sería su final, mi final, en algún momento nos irían a buscar. Visualicé el lugar en el que me encontraba y entre todos los cadáveres putrefactos sobresalía un hombre de cabello blanco con tez pálida que parecía estar vivo. Me sonrió lentamente sin ni siquiera mirarme, pero había captado mis movimientos desde que había llegado a ese calabozo consumido. Movió los cuerpos que lo tapaban suavemente y se acercó arrastrándose a duras cuentas sobre todo el pasillo que nos separaba. Se sentó frente de mí y me miró con entusiasmo, captando en sus brillantes ojos, que nunca había visto antes, los contornos de mi rostro. Me tendió un trozo de pan ya podrido, el cual acepté con gana ya que no sabía desde cuando me encontraba allí y tampoco si en algún momento habría de comer. Lo mastiqué rápidamente y luego le agradecí con la mano, la cual extendí para estrecharla con la suya. El hombre, antes de que yo decidiera aquello, ya me la había tendido y sonreía nuevamente con aquellos pocos dientes que le quedaban en su boca. .-me llamo Eliasan. Y tú debes ser, Tiley, ¿verdad? Por un momento me sorprendió su poder psíquico al descubrir todos mis pensamientos, pero luego del shock, volvió la ignorancia y le respondí. .- me ha sorprendido vuestro poder mental, si es así querido Eliasan, pues así he de llamarme. No quiero ser grotesco pero debo saber como un hombre que no he visto nunca en mi vida, ha de saber mi nombre, ¿pues he de ser famoso en este horripilante lugar? Este rió con satisfacción como si nunca lo hubiera hecho antes. .- pues usted a pesar de ser un hombre de caridad, que aparenta ser humilde, no tiene nada de tonto señor Tiley, pero debo decirle que en verdad no sabe nada. Me sorprendió su respuesta pero continué entablando la conversación ya más seguro de que aquel anciano no era más que un psicópata enfermo de la cabeza la cual había perdido a falta de comida y de la peste que rodeaba el lugar. .- seguramente estará pensando maestro que soy un loco psicópata que no habla mas que tonterías ¿verdad? Nuevamente lo miré de forma fugaz sin entender como lo hacía, donde estaba la magia en aquel hombre cadavérico a causa de la edad y la enfermedad. .- ¿por qué me llama maestro señor? .- querido joven, ¿aún no te das cuenta que no sabes nada? Rió nuevamente. .- te llamo por lo que eres, porque eso eres. .- disculpe anciano, pero yo no me he empeñado en la tarea de profesor de nadie, yo soy un empleado de la fábrica de armas y mi vida siempre ha girado en ese entorno, las armas. .- pues entonces déjame decirle, que vida miserable a tenido usted señor, ahora entiendo porque se encuentra aquí. La mayoría de la gente que ves sobre este piso, no ha sabido vivir la vida, siquiera se ha preguntado que era, si podían cambiarla o si en verdad esa era su realidad. .- pues si yo he de desperdiciar mi vida, ¿no cree que es mi problema? No le concierne en absoluto las decisiones que he tomado. Pues si usted sabe tanto ¿por qué se encuentra en este lugar?¿ También es un pobre diablo que, no ha sabido vivir como usted dice? .- si, lo soy y ese ha venido a enseñarte algo que jamás en tu vida has aprendido pero que muy en el fondo sabes y que no recuerdas, si llamas a un maestro pobre diablo, entonces no quiero imaginarte lo que pensarás cuando te diga que todo esto es parte de una cruda ilusión y que tú eres el protagonista de la misma. .- puff..., patrañas, eso de pensar, viejo hombre de la vida, ¿qué sabe usted de ella para decir lo que esta diciendo? .- pues, puedo decirle señor que yo se todo y también se que usted esta aquí porque el miedo lo llevó a este lugar, el miedo a vivir, a ser diferente y a mostrarse como lo que es. De una forma u otra debía aprender maestro, y ha optado la manera difícil. .- y a ver querido sabio, ¿como puedo salir de este miserable lugar? ¿Como puedo entender que si usted esta aquí es porque es uno mas de todo los que lo acompañamos? .- yo no soy de ningún lugar, no soy nadie que tu no reconozcas, soy tu propio interior que ha venido a avisarte por donde debes seguir, se te ve muy perdido. .- yo no tengo la capacidad de crear gente señor, y menos ancianos locos como usted, vuelva a su lugar y espere que lo saquen de aquí porque yo no haré nada de lo que usted me diga, ¿le queda claro? .- por supuesto maestro, haga lo que usted le parece correcto como siempre lo ha hecho… Movió su frágil cuerpo a su anterior lugar y cogió los cuerpos de las personas que para mi entender se encontraban muertas y les acarició el pelo, por un instante aluciné que les cantaba y que ellos habrían los ojos, pero luego golpee mi cabeza y todo volvió a la normalidad. No pude dormir en toda la noche, la voz del anciano y sus palabras no sabía por qué razón pero se movían en el fondo de mi cuerpo , como algo que quisiera salir a la luz, pero no le dí importancia ya que la panza me sonaba como una campanilla del hambre que sentía en esos momentos. Nuevamente, el anciano se acercó a mí con un pequeño pedazo de pan ahora más limpio y sabroso. No entendía como a pesar de mi repugnancia hacia el, mi ignorancia y mi maltrato todavía, con aquella sonrisa luminosa de esperanza, me brindaba comida que ni yo entendía de donde salía. .- para que nutras tus ideas. .- gracias anciano, pero, ¿qué ha querido decir con eso? .- que el alimento no va a nutrir lo que te falta en tu corazón, solo eso. Calló de nuevo y se acomodó en su lugar, volviendo a la misma rutina de antes. .- pues auque usted no lo sepa, no me falta nada dentro mió, tengo todo lo que quiero, no necesito más. .- ¿ah, sí? ¿Usted tiene amor, conoce lo que es el amor incondicional? ¿El respeto? ¿El amor hacia si mismo? ¿Conoce las bases de la vida? ¿Su don? ¿Conoce a la gente? ¿Se ha parado a observar la naturaleza? ¿La causa de las cosas? ¿La causa de la creación? ¿Ha vivido sin miedo, sin odio, sin inseguridad, sin violencia? ¿Ha sido usted a lo largo de su vida? ¿A podido comprender y entender la opinión de otras personas? ¿Sabe lo que usted es señor? Un ignorante incrédulo egocéntrico que no sabe hacer nada mas que vivir por sus necesidad que no cumple, vive alimentando algo que solamente cuando se de cuenta y acepte su verdad, podrá alimentar. A vivido en la soledad, sin saber que está con usted mismo, ha vivido sin tolerar a los demás porque no se tolera a si mismo, y tiene miedo de descubrir su verdad porque sabe que en el fondo la única verdad es la que lo va a llevar a conocer lo que realmente es y como son las cosas. Es usted parte de toda esta porquería que se llama ignorancia e hipocresía y si quiere cambiar algo pues acepte mi ayuda, ¿no se ha dado cuenta que desde que se encuentra en este lugar, a pesar de que le he dado comida, no ha sido capaz de ver si los demás cuerpos que lo acompañan siguen con vida? Si necesitan un poco de alimento o contención? No, porque lo único que pensó desde que llegó a este lugar fue en lo mugroso, detestable que éramos todos nosotros sin saber que el sucio y aborrecible hombre es usted señor Tiley. Tenía razón, sabía que la tenía pero no podía aceptar que un hombre viejo que no me conocía y que, supuestamente, era parte de mi mismo me conociera y pudiera decirme en tan solo dos días de habernos visto, en pocas palabras, como había vivido todo este tiempo y como lo seguía haciendo. Si era parte de mí, como podríamos ser tan diferentes? El era mi contradicción en persona, y si existía la posibilidad que sea ese anciano yo mismo, entonces dentro mío tenía que haber algo más, algo que yo siempre sentí que existía pero nunca me animé a comprobarlo, a entender esa sensación, ese sentimiento tan fuerte de libertad, una libertar que no comprendía. Bajé la viste y suspiré hondo, no conjeturé palabra alguna porque no tenía como defenderme ante tal verdad. El hombre sonrió victorioso y se pegó un poco más a mí. .- ¿me dejarás enseñarte a ser tu mismo? si confías en mi y haces lo que te digo entonces podremos salir de este lugar. .- esta bien anciano. Pero,-¿cómo podremos hacer eso? .- simplemente confía, visualiza el exterior, el mundo, la naturaleza que nos espera, nos iremos lejos y te enseñaré lo que eres realmente. Pero la única forma de que pueda hacer esto es que tú confíes en ti mismo y sientas en lo más ínfimo de tu corazón que saldrás de este lugar. .- ¿tan fácil como pensarlo? ¿No cree que sea un poco más complicado? .- nada es complicado si lo analizas desde lo que tu eres, un real creador, con el pensamiento has creado y descreado muchas realidades en tu vida, esta es una mas de ellas si lo tienen también puedes sacártelo de encima, solo confía en ti y en lo que sientes, lo que piensas hazlo real. .- muy bien anciano, haré lo que usted dice, pero si no funciona entonces no le creeré mas una palabra que salga de su boca. .- no va por creerme o no a mí, si no en creer en ti solamente saldremos de aquí cuando tu lo quieras y lo desees en verdad. .- pero lo he estado deseando todo este tiempo! .- no, lo que usted ha querido este tiempo es entender el porqué, y eso no sirve de nada, para vivir se necesita la acción, para pensar se necesita meditar, y para poder poner en práctica la sabiduría se necesita experimentar, así que no pierda mas tiempo y empiece ahora. Los días transcurrían y solamente el aire del lugar me daba la inspiración para seguir contemplando la salida, la nueva vida. Comí lo que el anciano me daba y escuché todas sus charlas sin reclamar ni protestar por ninguna de sus palabras ya que sabía que tenía razón y que tocaba en mí algo que decía que aquello era verdad. A la semana, uno de los guardias con un semblante serio se nos acercó y nos informó que la guerra había acabado, y que por aquello, ya no estábamos en manos de los militares, éramos libres de vivir y decidir por nosotros mismos. Al tirar de la cerradura del calabozo entró una ventisca de aire frío que respiré con impaciencia, atormentado por la luz, me abalancé a ella en muestra de reverencia, y me besé las manos al darme cuenta que había creado mi salida, que el anciano tenía razón. Lo besé a el también y lo tomé del brazo, a pesar de que nuestro caminar era torpe. no me interesaba donde ir, que comer o como actuar, solamente quería observar una vez mas la luminosa noche, el aire de la vida, los árboles moverse a la par del maravilloso e intrigante viento que volaba nuestras barbas y el pelaje que nos recubría a causa de los días encerrados allí. El anciano me sonrió nuevamente y me llevó a una choza que se encontraba frente a un pueblo humilde de la ciudad. .- aquí es donde aprenderás todo lo que te voy a enseñar querido maestro, espero que estés preparado. Mañana temprano comenzaremos. .- muy bien anciano, estoy preparado para usted, no necesito nada mas. .- si, necesitas saber que esto llevará de práctica, pero me gusta tu entusiasmo. A partir de aquel día, todo comenzó a cambiar. Nos levantábamos en los amaneceres y escalábamos la montaña, a pesar de que nevara, lloviera o hiciera mucho calor reanudábamos la marcha y muchas veces me dejaba allí sentado con frío y hambre por días para que pudiera contemplar en el horizonte la brillantez del sol y de la luna. Cuando le preguntaba por qué lo hacíamos, el respondía que dentro de poco me daría cuenta del propósito de esa actividad. Una noche, la temperatura llegó a las 25 grados bajo cero, mis pies y mis manos, helados por el frío, apenas se movían, sentí el miedo dentro de mi cuerpo, el miedo a la muerte a perderlo a causa de la congelación, mi maestro me pidió que me concentrara, que pensara en el calor y no en el temor, que me concentrara de una forma increíble y que solamente viera en todo ello la calidez del sol y sus rayos atravesando mi piel. Lo vi de forma tan clara que luego comencé a sentirlo en el cuerpo, no había miedo, ni tampoco frio, solamente un calor maravilloso que no comprendía de donde salía pero que lo sentía en el fondo de mi pecho. De repente, todo se aclaró, algo en mis ojos comenzó a brillar de forma intensa, mi maestro me ordenó que los abriera y pude divisar el sol en aquel horizonte donde antes abundaba la bruma y el frío sonriéndome, y que ahora mostraba el poder que emanaba dentro de mí ser. Desde aquella vez no sentí mas miedo a la muerte, lo había superado, entendí la infinidad de la vida, la creación a partir del pensamiento y sobre todo la emoción y el amor de mi propio dios, un dios que solamente era yo y que a la vez lo era todo, todo lo que era el amor. Rutinariamente íbamos al pueblo, sanábamos a la gente, la ayudábamos, le brindábamos nuestro alimento, nuestra sabiduría, jugábamos con los niños, les enseñábamos a leer, a amar, entendí la clave del amor incondicional, de la humildad, entendí que solamente cuando comencé amarme a mí mismo de una forma increíble y a entender lo que realmente era, pude amar a los demás de la misma forma sabiendo que ellos también eran parte del dios, del dios del amor, que todo lo es y que todos nosotros somos en verdad. Una tarde, cuando un ocaso implacable me miraba atentamente por la ventana de mi hogar, entendí, como último aprendizaje que había surgido dentro de mí, cual maravillosa puede ser la vida cuando uno se da cuenta que la única realidad que existe es la que hay dentro de uno mismo, cuanta verdad hay en el misterio de la vida, porque solamente el que decide vivir es el que empieza a descubrir, solamente el que decide ver la verdad, es el que comienza a entender que la única verdad que existe es la que uno mismo puede darse en su vida, cuanta verdad hay en que somos infinitos y que la vida, nuestra vida jamás podrá acabar cuando comenzamos a comprender lo que somos en verdad, y cuanta verdad hay en que cuando superamos el miedo a la vida, comenzamos a vivir de verdad, cuando creemos en nosotros mismos y nos amamos de una forma indescriptible, amamos a los demás de forma incondicional entendiendo que son parte de lo que nosotros somos, cuanta verdad hay en la vida misma y cuanta mentira nos han metido en la cabeza aquellos que con su realidad han inculcado y les han hecho creer que solamente eso han de vivir. A pesar de que mi maestro desapareció una tarde, recordé todos los días de mi inmensa e infinita vida su sonrisa, la sonrisa de mi propia alma, el dios que yo soy dentro de mí” La historia concluyó con un dulce beso de parte de mi madre, me quedé pensando en ella todo la tarde y analizando las posibles verdades que la misma relataba. Solamente pude comprender que era cierto el día que vi su fotografía, la imagen de mi padre que jamás había conocido pero que era exuberante a la vista de cualquier persona, nunca lo había llegado a conocer pero sabía que dentro de mí el estaba presente. Seguí los pasos de él y acepté mi reto en la vida, porque para mi no hay mejor aventura que la de enfrentarse a su propia verdad, la verdad que yace dentro de cada ser y que esta lista para ser descubierta. Ese fiel compañero que fue un aprendiz de su propio maestro y un maestro de su propia vida, ahora era el maestro de su hijo, el hijo que leía sus historias todas las noches cuando el sol caía en el horizonte y la luna brillaba por aquella ventana que él, antes de iluminarse, observaba con amor. Ese hombre, ese maestro no era nada mas ni nada menos que mi querido padre. FIN
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florencio