La Condesa de Quito (Novela Corta) Captulo 9.
Publicado en Jun 16, 2011
Spanish Town, Jamaica: 12 de octubre de 1792.
A las 8 de la noche del 12 de octubre de 1792, El Español y Liliana de las Mercedes caminaban, agarrados de la mano, por las estrechas calles mal alumbradas con lámparas de acetie vegetal y peor adoquinadas todavía, en dirección a un sitio totalmente desconocido para ella que sentía una especie de nueva sensación en su cuerpo; algo así como una energía cálida proveniente de la mano izquierda del capitán pirata. La luna ya estaba sobre el cielo y se divisaba la playa. - Tengo miedo, Español. No estoy acostumbrada a estos paseos nocturnos por sitios tan peligrosos como este. - No existen sitios peligrosos si somos capaces de saber que los sitios peligrosos siempre son los más vigilados. - Eso no es cierto. - No me estoy refiriendo a los guardias y vigilantes nocturnos del virrey. Ellos ni se atreven asomar sus narices por aquí a no ser que vengan en gran grupo y armados hasta los dientes. - Entonces... ¿a quiénes te estás refiriendo?. - A los líderes de todo este laberinto de pasiones. - Pues yo quiero irme de aquí. No me interesan ciertas pasiones porque ya sé a cuáles te estás refiriendo. Ya sabía yo que, bajo tu capa de hombre honrado, lo único que estabas esperando era el lugar y la ocasión oportuna para venderme como si de un objeto de subasta fuese yo. ¿Cuánto esperas obtener por mí?. El Español no dijo nada y ella apretó un poco más su mano con la de él. A pesar de todo seguía intensamente molesta. - ¿No quieres decirme cuál es el precio que vas a poner de salida en la subasta?. ¿Quiénes son los que vienen a pujar?. ¿Peces gordos como los llamáis vosotros o gentuza de la peor especie?. - Gentuza de la peor especie. Ahora el terror se reflejó en el bellísimo rostro de ella. - ¿Asustada?. ¿No decías que no te daba miedo ni tan siquiera la muerte?. Esto es así. Y esto es lo que hay. Estamos en Spanish Town, el llamado "pueblo español", y no en el Palacio del Virrey de Nueva Granada. Aquí sólo vienen a pujar los más feroces animales de dos piernas que te puedas imaginar. ¿Quién te ha dado más miedo cuando estabas prisionera de La Cubana?. - Ni me lo recuerdes. No me recuerdes para nada a ese viejo gordinflón inglés. - Pues yo espero encontrarle... - ¿Esperas encontrar a ese animal?. - Sí. Quizás sea el que más puje por obtener lo que se merece. - ¿Qué estás diciendo, canalla?. ¿Me quieres hacer entender que Silverado es el que más merece poseerme?. - He dicho que quizás sea el que más puje para obtener lo que se merece. Está claro. - ¡Ya sabía yo que tú eres el mayor sabandija que existe en estos bajos mundos!. - Calla un momento. Hemos llegado a la Calle del Monje y nos metemos en la zona más oscura y peligrosa de la ciudad. Por aquí es mejor no levantar la voz. Si tienes algo que decirme hazlo en voz baja, como si estuvieses musitándome una canción al oido. - ¡Pero serás indeseable!. ¡No sólo me vas a subastar públicamente sino que además lo tomas a broma!. ¿Tú de verdad crees que yo te musitaría una canción al oído aunque fueses el único hombre sobre la tierra?. - Sobre la mar... condesita... preferiría que fuese sobre la mar... - ¡Te tenían que haber devorado los tiburones aquel día!. - Ya... pero resulta que yo no quería morir tan joven... - ¿Y se puede saber dónde va a ser la subasta?. - ¿De verdad quieres saber donde va a suceder la pelea por ti?. - ¡Ni te entiendo ni te enderés jamás!. - Pues por aquí cerca existe un monasterio... quizás te apetezca pasar el resto de la vida allí... a lo mejor así comprendes mejor los designios de Dios. - ¡Estás loco de remate!. ¿Tú crees que yo he nacido para ser monja?. - No... pero me pregunto si por el camino no te han dado ganas de serlo... - Pues para que te enteres no tengo miedo... - Claro. En esos momentos llegaron a la puerta de "Candelas". - ¿No me irás a hacer entrar en ese antro de mala muerte?. - Pero... ¿tienes miedo a morir o no tienes miedo a morir?. - Pero no de mala muerte. - Pues es lo que hay. Venga. Vamos para adentro. Realmente "Candelas" era un verdadero antro de mala muerte. La luz emanaba sólo de unas cuántas velas puestas en las paredes y, bajo esa escasa y amarilla luz, todo lo allí presente se veía sólo de forma difuminada. El olor a alcohol y sudores apestaba y más apestaba ver a tanto borracho, mujeriego y soez, hablando al mismo tiempo. Ella escuchaba palabras pero no podía entender por culpa del ruido que hacían todos a la vez. Unos se envalentonaban contra otros echando pulsos encima de las mesas y con un cuchillo con sus afiladas puntas a cada lado de cada brazo; las pocas mujeres que había en el local eran sólo las camareras porque ninguna mujer se atrevía jamás a entrar en "Candelas". Los patibularios rostros de aquellos hombres salvajes daban miedo hasta al más intrépido de los aventureros que osaban pasar dentro de aquel maloliente antro donde, además, el humo de las pipas de los viejos lobos de mar, que reían a carcajadas viendo a los más jóvenes intentando ser los que más aguantaban en pie bebiendo copas de ron tras copas de ron, desdibujaba aún más la escena. Al entrar ella estuvo a punto de sentirse mareada... pero la mano de El Español la agarraba firmemente... ¡hasta que ocurrió lo que ella tanto temía!. - ¡¡Hola, hola y hola!!. ¡¡Vaya, vaya y vaya!!. - Hola Silverado... ¿cómo tú por aquí?. - ¡Me cansé de La Cubana, odioso Español, y ahora sólo busco carne fresca... así que esa hembra que llevas contigo es para mí!. ¿Me has entendido bien?. - Así que te cansaste de La Cubana y aspiras a algo mejor... Está bien... Te he entendido perfectamente... siempre he dicho que tienes una forma de hablar más entendible que el mugido de una vaca. - ¿Cómo se te ocurre insultarle? -le rogó la hija de los Condes de Quito sin soltarse de su mano. - No le estoy insultando. Sólo le estoy diciendo la verdad. Y la verdad es que él te desea a ti. - ¡¡Parece que tú también hablas claro, Español!!. ¡¡Has acertado como siempre!!. ¡¡La deseo y es para mí!!. - ¿Esa es tu última palabra, Silverado?. - ¡¡Por supuesto que sí!!. ¡Y no pago nada por ella!. Cualquiera de todos estos animales estarían deseando estar en mi lugar... pero Silverado es el más grande, el más poderoso, el más capaz... y resulta que Silverado soy yo. Por eso juro por todos los diablos que esta noche yo montaré a esa hermosa jaca. La hija de los Condes de Quito pensó, para sí misma, que aquel bruto era verdaderamente un cerdo. - ¿De verdad la quieres para ti?. - No, por favor, Español, no me entregues a este bestia. - ¡Él te desea y como te desea se merece, como te dije por el camino, que yo cumpla como se merece!. - ¡¡Qué pasa!!. ¿La sueltas o no la sueltas?. - Escucha Silverado. Si la quieres ven a por ella. Yo no soy tu criado y tú eres lo suficientemente bravo y valiente para tomarla y hacerla tuya. Yo no digo nada. Silverado se acercó a ella y la sujetó del brazo izquierdo, justo en el mismo instante en que El Español la soltaba y lanzaba su puño izquierdo contra la boca del gordinflón inglés que, ante la sorpresa de todos los allí reunidos, perdió el equilibrio y cayó sobre una de las mesas donde se encontraba un viejo lobo de mar de esos que fumaban con pipa. Del labio inferior de Silverado salía un abundante reguero de sangre y dos de sus dientes habían caído por el suelo. - ¡Vamos, Silverado, dale lo que se merece! -gritó un jovenzuelo pirata con un arete en cada oreja. El viejo lobo de mar soreía mientras Silverado intentaba otra vez ponerse recto. - Ese jovenzuelo seguro que es un sarasa, condesita -bromeó El Español. - ¿Qué es un sarasa?. - Uno de esos que no se sabe si son de aquí o son de allá. Tú ya me entiendes, Liliana de las Mercedes... - ¿Quieres decir que ese jovenzuelo es marica?. - No hace falta nada más que verle para saber a qué viene aquí. Debe ser uno de los enamoramientos de Silverado. En ese momento el tal Silverado se lanzó, con la cabeza por delante, contra El Español quien, mucho más rápido de reflejos que nunca, le propinó un rodillazo con su pierna derecha en plena mandíbula. Silverado dio un giro de cuarenta y cinco grados sobre su eje mientras el Español le atizaba un directo al hígado con su puño izquierdo, luego Silverado se dobló apretándose las tripas con ambas manos y El Español culminó la faena golpeándole con los dos puños cerrados sobre ls espalda. Silverado lanzó un aullido infrahumano y cayó al suelo. Ella supo por fin lo que quiso decir cuando estaría dispuesto a darle lo que se merecía si se atrevía a pujar por ella y le admiró de nuevo en su fuero interno. - ¿Nos vamos o deseas pasar la noche conmigo?. - Deseo pasar la noche contigo pero sólo para aclarar ciertos asuntos. - Eso es lo que yo también estoy pensando. ¿Qué crees que quería decir?. - Perdona. Me estoy dando cuenta de que contigo a veces soy muy mal pensada. El Español dio un paso hacia adelante por encima de Silverado que, aunque totalmente aturdido por la paliza recibida, tuvo fuerzas para levantar medio cuerpo y sacar una daga dispuesto a clavarla en la espalda del pirata español... pero Liliana de las Mercedes fue más rápida que él, cogió uno de los taburetes que habían quedado libres porque casi todos los parroquianos estaban de pie observando atónitos la pelea... y le incrustó el citado taburete en la crisma. El taburete se rompió en dos pedazos; uno de ellos fue a caer a los pies del viejo lobo de mar que era el único que permanecía sentado mientras seguía sonriendo. El otro pedazo salió rebotado hasta darle en la cabeza al jovencito que tenía un arete en cada oreja. - ¡Uy, por la madre superiora, que me matas a mí también!. El viejo lobo de mar ahora soltó una profunda carcajada. - Está bien, granujas... ¡tomadle en brazos entre los que podáis todavía caminar si es que no estáis borrachos del todo y sacadle afuera!. Cuando se despierte decirle de parte mía que nunca jamás quiero verle, en la vida, cruzándose en mi camino. Un marinero de unos treinta años de edad, fuerte y sano, tomó el cuerpo de Silverado y, desde la puerta, lo lanzó al centro de la polvorienta calle. - ¿Ya sabes lo que ha dicho mi capitán, gordinflón?. No será él el que te mate si te vuelves a cruzar en su camino sino yo mismo. - Quien... eres tú... para decirme... tal cosa... - ¿Todavía tienes ganas de hablar?. Recuerda sólo lo siguiente: soy el amigo invisible del Español... ¿entendido?... tú sólo recuerda eso porque si te atreves a cruzarte en su camino será lo último que recuerdes antes de espicharla definitivamente. - ¿Qué quiere decir espicharla, Español?. - Nada interesante, condesita... nada interesante... ¿quieres seguir conmigo?. - Sólo por un tiempo nada más. - Suficiente. - Suficiente... ¿para qué?. - Para algo que verás con tus propios ojos y para algo que oirás con tus propios oídos. Nunca digas de mí lo que yo no he dicho de mí... ¿recuerdas?. - Ahora no me interesa hablar de ello. - A mí tampoco. Vamos. Él la volvió a tomar de su mano derecha y se dirigió hacia una mesa del fondo cuando dos hombres con la cara llena de cicatrices se levantaron camino de la puerta de salida. - ¿Estás viendo bien, condesita?. Ella estaba sorprendida pero seguía sin querer saberlo. - Eso es porque son dos de tus esbirros. - Te confundes de nuevo. Sólo me conocen nada más. - ¿Y te dejan el sitio?. - Te dije que verías cosas que, en principio, parece que no son lógicas. Y si me das un poco de tiempo más quizás te asombres de algo. - No me deslumbras... ¿lo sabes?... - Ni es esa mi intención. Me parece que sigues sin entender nada. - Bien. Dejemos ahora esa cuestión. - Sí. Las cuestiones no se pueden dejar pero se pueden olvidar... ¿no es cierto?... - ¿A qué te estás refiriendo?. - A que quizás estés olvidando algo... - Que yo sepa tengo buena memoria. - Entonces el equivocado seré yo... quien sabe... a lo mejor el tiempo me da la razón o me la quita para siempre... vamos a sentarnos... Nada más sentarse él llamó a alguien. - ¡Sombrita!. ¿Puedes atendernos un momento?. Al momento se acercó hasta ello una fantástica mulata jamaicana. - ¿Qué os sirvo?. - Dos cafés. - ¿Sólo o con leche?. - Lo que diga ella. - Puestas las cosas como están... que sean dos cafés tintos... - Bien. Eso quiere decir que quieres que charlemos un buen rato. - Espero que tengas que contarme algo interesante. - Quizás sea algo interesante o quizás sea algo sin sustancia pero espero que sea, al menos, esencial. - Como... ¿por ejemplo?... - Como, por ejemplo, que existen 78 países productores de café en el mundo y una tercera parte de ellos es de origen Arábica; la primera cafetería europea se inauguró en Venecia en el año de 1645 y, en España, la primera apertura de cafetería tuvo lugar en Madrid en 1764. Eso quiere decir que las cafeterías europeas comenzaron a existir hace 77 años y en España hace sólo 28. - Vaya. Parece que tienes bastante cultura para ser un vulgar pirata. Sombrita llegó con el pedido y lo puso todo sobre la mesa. - ¿Algo para comer?. - Lo que diga ella. Siempre lo que diga ella porque es de un escalón social mucho más alto que el mío. - Espera, Español, si vamos por ese camino me levanto y me voy de inmediato - Sólo que una mujer como tú no puede pasear sola por estas calles del diablo. Y no es un piropo sino una realidad. - Está bien. Pero que conste que me quedo en contra de mi voluntad. - Escucha. Si crees que es en contra de tu voluntad nos vamos los dos en estos momentos. Ella se quedó pensando. De verdad le interesaba seguir estando a su lado por algunas horas más. - ¿Me prometes que después me llevarás hasta mi padre?. - No lo prometo... - ¡Sabía que eras sólo un traidor!. - No lo prometo... sino que lo juro... y te pido que, por favor, aprendas a guardar silencio hasta que el otro o la otra termine de decir la frase. No sé jurar en falso por si dudas otra vez de mí y de mis intenciones. - Si no fuese porque te odio tanto no estaría contigo ni un minuto más. - Eso eso quiere decir que sí. - ¿Que sí?. - Que sí tengo yo que aprender a guardar silencio de vez en cuando. A ella comenzó a darle un ataque de risa. - Observa el café que nos han servido y escucha lo siguiente: negro como el demonio, caliente como el infierno, puro como un ángel, dulce como el amor. - ¡Sensacional frase!. - Pero no es mía... - Me decepcionas. - Pero... ¿no te gusta hablar con caballeros de gran cultura?. Ella ya no sabíá qué decir. - Esa frase la escribió un príncipe francés. - ¿Un príncipe francés?. No tengo ni idea... - Sí. ¿Quieres la historia completa?. - ¿De verdad que no es tuya sino de un principe francés?. - Es de un príncipe francés. Yo tengo otras diferentes pero quizás sean más interesantes para los lectores o por lo menos igual de interesantes. - Me interesaría conocer algo tuyo sobre el café. - Espera. Primero sepamos quién fue el príncipe francés. - ¿Por qué ese empeño?. - Porque quizás no deberías casarte con un marqués y merezcas casarte con un príncipe de verdad. Por tu físico, por tu corazón, por tu alma y por tu inteligencia lo mereces. - Gracias. - No es un piropo preparado. Me ha salido de repente y yo soy así. - Venga. Cuéntame la historia mientras se enfría el café. - Esa frase la escribió Talleyrand. Maurice Talleyrand y Perigord nació el 2 de febrero de 1751, como primogénito de una de las familias más poderosas y prestigiosas de Francia, familia que pretende ser descendiente de Adalberto, Conde de Périgord, vasallo de Hugo Capeto en el año de 990, algo que muchos coetáneos así como historiadores no respaldan, sin embargo sí es indiscutible que el linaje de esta dinastía provenía de la alta nobleza francesa, lo que es demostrado por patentes reales que datan de los años 1613 y 1735. Miembros de esta ilustre familia ocuparon cargos de elevada importancia durante el reinado de Luis XV y como cualquier familia típica de la aristocracia de aquella época disponían de diversas propiedades, méritos, títulos y conexiones políticas. El joven Talleyrand, en consecuencia, fue educado en las clásicas maneras de su estrato social, enseñándosele modales refinados, tradiciones y formalidades propias de la alta sociedad francesa y se le inculcó a siempre mostrar un altísimo nivel de sofisticación en cada cosa que hiciese o dijese, algo que el joven y por lo cual es célebre en Francia. Como es costumbre entre las familias de la aristocracia, la suya se plantea el futuro del joven heredero como una carrera militar, donde eventualmente podrá ascender hasta alcanzar altos méritos y reconocimientos. Sin embargo Charles Maurice padece el Síndrome de Marfan, enfermedad que supone para el joven un debilitamiento de múltiples estructuras del cuerpo (esqueleto, pulmones, vasos sanguíneos, ojos, entre otros), y por lo tanto frustra los intereses de su familia de que se desempeñe en el ámbito militar, quedando así relegado a su segunda opción, ser destinado a una carrera eclesiástica, algo que no le hace precisamente mucho entusiasmo pero que le permite disponer de un oficio acorde a su estatus y que también le significa el perder su posición como heredero de los títulos familiares, viéndose privado de sus derechos en favor de su hermano menor, no pudiendo así ostentar el título de conde y la mayor parte de los bienes familiares, así como la posibilidad de transmitir a sus futuros hijos el patrimonio ancestral. Esto es una herida de la que Charles Maurice nunca se recupera y que definirá muchas de sus acciones futuras. El padecimiento de este síndrome le provoca la deformidad en una pierna, lo que le produce una cojera que le vale el apodo, entre sus compatriotas, de le Diable Boiteux (el Diablo Cojo), resultado de combinar su increíble capacidad para engañar y manipular a los demás en beneficio propio, con su característica manera de andar. Pero indudablemente la mayor consecuencia que le trae su enfermedad es la ambición, dado que siempre busca consolidar su posición y recuperar aquello que considera le ha sido arrebatado. Con cierto rechazo, en 1769, a la edad de quince años, tras haber completado sus estudios básicos en el reconocido Colegio de Harcourt, ingresó en el seminario de San Sulpicio, para iniciar su carrera en la Iglesia, sin embargo su siempre presente "ligereza de costumbres" no se desvaneció por ello; de hecho, frecuenta a una reconocida actriz de la comedia francesa. Luego en 1774, después de haber recibido su ordenación, asiste a la coronación de Luis XVI, siendo un tío de Talleyrand coadjutor del obispo. Al cumplir los 25 años, en 1779, obtiene una licenciatura en teología de la Sorbona, adquirida gracias a su origen más que por su trabajo, lo que le permite ser ordenado como presbítero. Finalmente, en 1780, se hace Agente General del Clero de Francia y es encargado de defender y administrar los bienes de la Iglesia y de mantener los privilegios fiscales de la misma ante los intereses monetarios del Rey Luis XVI, siendo éste quizás un cargo más acorde con su personalidad y la misión que implica, cumpliéndola de la manera más efectiva imaginable, pero nada comparado con el nombramiento que le sigue, al ser elegido en 1789 Representante del clero a los Estados Generales. Talleyrand, aquí ha encontrado el lugar donde su maestría para las interacciones sociales, la manipulación, la sofisticación y elegancia casi arrogante que posee, son precisamente las llaves que le permitirán su ascenso. En su desempeño como diputado en los Estados Generales, Talleyrand comenzó a hacer alarde de su personalidad, al respaldar el sector revolucionario del tercer estado, sugiriendo y participando activamente en la confiscación de bienes de la Iglesia, al afirmar que "éstos no eran mas que muestra del despotismo con que la Iglesia se había imbuido", y con ello buscando la aceptación y el respaldo de la población y de los revolucionarios en la nueva etapa en la que está entrando Francia. En una muestra de las increíbles influencias de su familia sobre el clero, Talleyrand, por el momento un conocido diputado opuesto a los intereses de la Iglesia, no sólo conserva sus cargos sino que fue nombrado Obispo de Autun. Sin embargo con el apogeo de la Revolución Francesa, Talleyrand, ha cedido a sus ambiciones políticas y se ha separado definitivamente de la Iglesia. Para 1789, la Revolución francesa cobra cada vez más fuerza, el pueblo manifiesta su apoyo a la Asamblea Nacional de Francia a través de la Toma de la Bastilla el 14 de julio de 1789 y ese mismo día, en medio de la histeria, Talleyrand es nombrado miembro del Comité de Constitución de la Asamblea Nacional, donde ejerce un rol de extrema importancia. La Constitución presentada al rey y aceptada por él el 14 de septiembre de 1791 es firmada por Talleyrand, quien a su vez es autor del artículo VI de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano: "La ley es la expresión de la voluntad general y debe ser la misma para todos, sea quienes la protegen, sea quienes son castigados por ella". Con plenas intenciones de hacer referencia a su trágica exclusión de la línea sucesoria de su familia y deseoso de aprovechar la Revolución para sus fines, Talleyrand se pronunció gustoso en 1789, haciendo acto de presencia en la Asamblea para leer el discurso del difunto marqués de Mirabeau del año pasado de 1791, sobre el reparto a partes iguales de las herencias que implica la supresión del derecho de primogenitura. El 14 de julio de 1790, en el primer aniversario de la Toma de la Bastilla, Talleyrand celebra la misa que tiene lugar sobre el Campo de Marte durante la fiesta de la federación, con lo cual consagra una imagen para sí mismo de ser el "Sacerdote de la Revolución". Además en su desempeño político, que todavía sigue siendo Obispo y miembro de la jerarquía eclesiástica, sugiere y participa activamente en la confiscación de los bienes de la Iglesia por la Revolución durante 1790, al tildar a tal institución de "abusiva y corrupta", además ese mismo año ejerce la presidencia de la asamblea y el año siguiente jura la constitución civil y se separa definitivamente de la Iglesia, dedicándose exclusivamente a sus labores en la Asamblea Nacional, pero aún así, gustoso juramentó en febrero a los dos primeros Obispos Constitucionales, que fueron denominados popularmente como "Obispos Talleyrandistas". Finalmente, ahora, en 1792, se dispara su carrera diplomática, porque ha sido enviado en misión como Embajador de Francia a Londres, con el fin de informar a la monarquía inglesa sobre la política francesa. A pesar de la atmósfera hostil, obtiene la neutralidad de los ingleses. Vuelve a Francia en julio y, anticipándose al llamado Reinado del Terror, se va nuevamente aprovechando un pasaporte que le expidió Danton". - ¡Asombroso!. Pareces un universitario de verdad. - Hay algo mucho más importante que ser universitario o universitaria de verdad. - ¡No puede ser!. - Sí puede ser. - Dímelo... si te atreves... a convencerme... - Mucho más importante que ser universitario o ser universitaria de verdad es ser persona de verdad. Ella quedó sorprendida pero reaccionó dando un trago a su café. - ¿No querrás decir que mi familia es de esa clase de innobles?. - ¡Nunca jamás he dicho que lo sea tu familia!. En todas partes cuecen habas y hay de todo en las viñas del Señor. He visto grandes hombres ser pobres hombres y hombres pobres ser grandes hombres... pero espera un poco antes de contestar... también he visto grandes hombres ser hombres grandes y pobres hombres ser hombres pobres. - ¿No te gustaría haber sido relaciones públicas?. - No me hubiese importado... pero prefiero la libertad... Liiana de las Mercedes murmuró para sí mismo. - Se me escapa... definitivamente se me escapa... - ¿Qué has dicho?. - Que quiero saber algo de lo que has escrito tú sobre el café ya que la frase de Talleyrand no me interesa, ahora, para nada. - Cambiar de opinión también es signo de libertad o quizás el mayor signo de libertad que existe. - Está bien. Demuestra que has escrito algo importante sobre el café. - Espera que saque algo de mis ropas. El Español buscó entre sus bolsillos, sacó una hoja y leyó. - Miro la puerta abierta de la casa, por donde tú acabas de salir esta mañana, con tu cuerpo alado, hacia la frontera de aquello que está muy lejos de mi. Y mientras miro la puerta abierta de la casa bebo despacio, muy despacio, el café caliente preparado por tus amorosas manos. Pienso. Medito mientras te alejas más allá de la esquina de los árboles redondos... en este amor que, al querer definirlo, se queda detenido en las palabras. !Cómo se viven los secretos!. !Cómo se viven esos secretos ocultos entre tú y yo que nadie conoce salvo nuestros besos de menta y fresa!. El amor. Esa condición humana que nos precipita a la impaciencia. Y miro la puerta abierta de la casa y tu nombre se escribe en las páginas con letra impaciente, nerviosa, tratando de recordar y retener cada centímetro de tu boca prendida en mi corazón. Escribo mientras un silencio terrible me azota este túnel incrustado en mi mirada. Nadie puede entender por qué el amor avanza entre la impaciente sensación de trazar bosques de sílabas en la página blanca. Y me desbordo en el café caliente y recuerdo, una vez más, a tus ojos arrojándome al vacío de este universo de palabras. - ¡Realmente sensacional si lo has escrito de un solo tirón!. - Así ha sido... - ¿Y quién es la afortunada?. El Español ya no respondió proque en esos momentos acabó de acercarse a ellos una increíblemente hermosa joven. Liliana de las Mercedes pensó que, como todo aquello parecía producto de la magia, aquella chica era la verdadera amante del Español. El nuevo monumento de mujer se sentó en uno de los dos taburetes libres, al lado izquierdo del Español, sin pedir permiso. - Hola. Soy periodista y me llamo Lara Álvarez de Cienfuegos -dijo mirándole a él. - Menos mal que tampoco es ella -pensó Liliana de las Mercedes. - ¿Algo que ver con el escritor, periodista, poeta y dramaturgo madrileño Nicasio Álvarez de Cienfuegos?. - Precisamente sí. Soy sobrina de él... y cómo he oído tanto hablar de ti por la ciudad de Madrid he decidio venir a buscarte. - ¿Para conquistarle? -preguntó, ansiosa, la hija de los Condes de Quito. - Sí. Para conquistarle unas cuantas palabras para el periódico donde trabajo. - ¿Qué periódico es ese?. - ¿Estás muy interesada en saberlo?. - Ni lo más mínimo. Sólo lo hago porque soy una mujer educada y antes de sentarme ante dos desconocidos suelo pedir permiso y preguntar por sus noombres. Ya estaban las dos dispuestas a enfrentarse verbalmente cuando El Español cortó la posible discusión. - Déjame adivinarlo Lara... ¡escribes para La Gaceta de Madrid!. - ¿Cómo lo has sabido?. - Quizás porque la vida me enseñó a fijarme en ciertos detalles. - ¿Cómo cuáles?. - Cómo saber en qué lado de la mesa te has querido sentar... para disimular... - ¡Dios mío!. ¡He sido descubierta!. - Bueno... pero no te vayas todavía... no te vayas por favor... que hasta la guitarra mía... está suspirando amor... A la hija de los Condes de Quito le hizo tanta gracia aquello que comenzó a reír de buena gana. - Vaya. Parece que a tu amiguita le ha hecho mucha gracia. - No es precisamente mi amiguita y no permito que le llames eso. - Perdona, Español, le presento mis excusas a tu amiga. - Eso ya está mejor -terminó de decir El Español. - Entonces... ¿quieres decir algo para La Caceta de Madrid?. - ¿Quieres un texto que hable de la sinceridad?. - Me estás poniendo verde... - No es esa mi intención... ¿quieres o no quieres un texto que hable de la sinceridad?. - Sí, quiero. - Eso es lo mismo que comprometerse a casarse con un hombre para toda la vida. - ¿Puede ser?. - No lo sé. Cómo voy a saber eso. - Intentándolo. - Espere, espere señorita periodista de derechas sentada en la izquierda... ahora está conmigo... - Bien. No quiero salir malparada. Venga ese texto. - Voy a ver si encuentro algo... - ¿Qué hace este hombre?. - Saca textos de sus bolsillos, señorita periodista. - Está bien... siempre que sean publicabes por eso de la censura y otras cosas que suceden en España. - Mira, Lara... ¡he encontrado uno!. - ¿Me lo dejas leer?. - Sí. Pero en voz alta. Lara Álvarez de Cienfuego cogió el papel escrito y comenzó a leer. - Quiero dejar mi huella con profunda sinceridad. Yo también quiero dejar mi huella con esa sinceridad profunda con la que Jesucristo habla cada día para quienes desean escucharle. Los otros bastante trabajo tienen con hacerse los sordos, los mudos y los ciegos. Yo quiero dejar una huella que cruce las barreras de todas las fronteras y que pueda ser escuchada o leída por todos los seres humanos para quedar como recuerdo de la humanidad. Jesucristo nos habla de lo que es la Verdad de este mundo... y hay quienes sabiendo que están metidos hasta lo más hondo del fango intentan hacernos creer que esa es su sensibilidad. ¿Y dónde queda nuestra sensibilidad?. Sí. ¿Dónde queda la sensibilidad de los que queremos un mundo sano?. ¿Qué les ocurre a tanto farsante que publican tantas porquerías y no se acuerdan de la sensibilidad de quienes, como ocurre con Jesucristo, aborrecemos esa porquería?. ¿Qué sucede?. ¿Hay una doble medida para medir la sensibilidad?. ¿Es que tenemos que guardar silencio?. ¿No saben que Jesucristo dijo que cuando su Voz no quisiera ser escuchada hasta las piedras de los caminos la gritarían?. !Basta ya de tanto embudo: ancho para quienes escriben porquerías y estrecho para quienes decimos que eso son porquerías!. - Madre mía... no sé si me van a dejar publicarlo. - Tú inténtalo. - Pongo en juego mi puesto de trabajo. - Pero ganarás en dignidad si te sucede eso. - Parece que hablas con experiencia propia. - Pudiera ser... pudiera ser que lo sepa por experiencia en mí mismo... Ahora Liliana de las Mercedes estaba más perpleja todavía. - ¿Tú has hecho eso?. - Sí. Por alguien. Lo he hecho por alguien. - ¿Otra mujer?. - No. Por otro tipo de humanidad diferente. Las dos guardaron silencio. - ¿Qué me dices ahora, Lara Álvarez de Cienfuegos?. ¿Quieres que te entregue otro texto que hable, ahora, de la dignidad?. - ¿Lo tienes aquí?. - También. También llevo la dignidad en todos mis bolsillos. - Adelante. Lee tú ahora porque yo ya no puedo... - ¿Se te ha encogido la voz o se te ha congelado el alma?. - No puedo responder. - No respondas. Ahí va lo siguiente reflexión para finalizar esta noche. ¿Quiénes son los que se esconden para murmurar y pegar puñaladas traseras a los que antes les llamaban más que amigos verdaderos hermanos?. Sólo los impotentes, envidiosos y rufianes de mil calañas. Quien murmura no dando la cara sino escondido en las sombras cuando te llaman más que amigo un verdadero hermano son los hombres que menos valor tienen en la vida. Son los que terminan yendo de cantina en cantina para beber su impotencia balanceándose en la barra, trastabilleando con la sillas y las mesas y perdiendo salud y dinero con las prostitutas porque son incapaces de saber amar. Si no aman al amigo a quien le meten una puñalada por las espalda ¿cómo van a saber lo que es el amor salvo eso de gastarse el dinero en prostitutas porque no sirven nada más que para comprar unos inútiles minutos de placer mientras se olvidan y traicionan hasta de quienes les dedicaron poemas de amistad salidos del corazón de la nobleza?. ¿Pero qué pueden saber de Poesía Amorosa quienen no saben tan siquiera lo que es la amistad verdadera?. Imposible pedir a un bellotero que produzca algo que no sean bellotas que, ya se sabe, es el alimento de los cerdos. Para irnos a la cama a meditar un poco... y quienes sufran de insomnio por ello que aprendan a ser honestos. No seré yo quien me deje bajar los pantalones por ellos. Que la dignidad o se tiene o se conquista pero nunca se debe perder ni dejar que se te pierda. Quien no tiene dignidad no merece la pena ser considerado un hombre. - ¡¡Ostras!!. ¿Lo dices por alguien en particular?. - Sí. Lo digo por alguien en particular. - ¿Puedo saber quién es ese indigno personaje?. - No es un personaje. - Entonces... ¿es una imaginación tuya nada más?... - Pues no. Es real pero no es un personaje. - Pues no lo entiendo, colega. - Pues escucha algo importante, colega también tú... en la vida hay damas y caballeros que no son personajes sino personajillos... ¿me entiendes ahora?. - Pero... ¿por quién lo dices?. - Lee bien el texto y graba lo de las bellotas. ¿Quiénes comen bellotas?. - Los cerdos y las cerdas. - Pues ya está. Tú lo has dicho, colega. Y algún día podrás escribir sobre él. - Pero quiero la primicia... ¿por qué no me lo dices ahora?. - Porque hay otra persona en medio y mientras esa persona esté en medio no pienso decir ni media palabra sobre él... pero si esa persona que hay en medio es capaz de abrir los ojos... entonces sus ojos y los tuyos y los ojos de quienes lean con la mente abierta y sin prejuicio alguno sabrán a quién estoy buscando... - Sólo algo inédito para finalizar por favor. - Escribe. Lara Álvarez de Cienfuegos sacó papel y pluma. - Más allá de la dignidad de un ser humano... ¿qué es lo que hay?... Algunos creen que nada porque han definido a la dignidad como la consecueción de sus ideales. Y eso es precisamente lo que estamos haciendo continuamente. Confundir la dignidad con los ideales del poder. ¿Qué dignidad respalda el hecho de que en estas partes de la Tierra, existan hombres y mujeres que sufren de esclavitud?. Hay quienes creen que gozan porque cantan canciones en las barracas donde duermen hacinados después de haber sido explotados desde que sale el sol hasta que se oculta. Pero ellos no cantan por eso. Ellos cantan para no morir. Quizás los caballeros procedentes de Jerez, sepan muy bien de lo que hablo. Quizás haya todavía látigos restallando sobre las espaldas de alguno o alguna que ha aprendido a cantar a las conciencias humanas. ¿Es la dignidad pasear a caballo?. ¿O es dignidad trabajar a pie?. Quien sabe si detrás de un caballero adinerado y proveniente de Jerez de los Caballeros, curiosa paradoja sí señor esa del jerez y los caballeros de atildadas vestimentas, existe todo un reguero de sangre que algún día germine para declarar algo más importante que el silencio cómplice de los que visten de negro, con un rosario en la mano, dando sermones de caridad mientras ellos sólo cantan para no morir o para no irse de esta vida sin saber lo que es poder comunicar que son personas... aunque sólo les escuchen los animales del campo que, al parecer, saben explicar mejor qué es la dignidad. Ser libres. Ese es el verdadero poema que necesitan los esclavos. - Adelante... ¿por qué te paras?. - No. No voy a seguir ahora, Lara, no voy a seguir porque soy libre hasta para callar cuando quiero callar... ¿has entendido ya lo que es el periodismo?. ¿Sabes ya lo que es la libertad de expresión?. Pues mi expresión es tan libre que hasta calla cuando deseo callar... y eso es la dignidad, Lara, eso es la dignidad. A veces es mejor esperar tal como yo he tenido que aprender a hacerlo hasta que llegue el día que diga la verdad cuando esa persona abra bien los ojos para poder entender lo que digo... lo que estoy diciendo... y lo que tendré que decir... y sí... pon ahora que es terreno personal y privado y habrás acertado... - Me dejas de piedra, Español. - Espera. ¿Quieres algo sobre la conciencia?. También llevo muchas conciencias en mis bolsillos. - Si puede ser. Es para completar mis artículos. - Pues hasta lo puedes considerar como si fuera un artículo de fe... ¿entiendes lo que estoy diciendo?. - No del todo. - Entonces... espera... Tras unos segundos de búsqueda serena, El Español encontró el papel que buscaba y lo leyó en voz alta para que lo escuchasen bien unos cuantos patibularios que estaban muy interesados en escuchar conversaciones ajenas. - ¡Va por ustedes, señores cotillas!. Reflexionen si tienen tiempo para hacerlo. Y ante el silencio de todos los presentes habló bien firme, sincero y profundo. - El peregrino no es un viajero por el espacio, sino un viajero por el tiempo. El peregrino es un desterrado voluntario que se siente siempre a disgusto con su tiempo presente y busca un instante atemporal. Busca. igualmente, un lugar donde se produzca el éxtasis físico y químico para que él pueda convertirse en una especie de topografía de cualquier cronología nueva, una cronología sin presente que vaya más allá de todo lo conocido; porque el tiempo del peregrino pone todas las cosas en su sitio salvo a las agujas del reloj... un reloj que no es para él más que una deconstrucción de su tiempo. El ritmo de vida palpitante del peregrino es una banda sonora que intenta buscar lo humano de las ciudades y los pueblos por donde discurre; unos sonidos reales y reconocibles, de tono sutil y penetrante a la vez, que van más allá del presente cambiable. El peregrino siempre se dibuja en la concienciación social, que es la manera más eficaz de comparar la vida anterior con lo posterior de esa misma vida. Es un personaje tomado de la realidad filosófica de las preguntas y convertido en una pulsación decididamente humana. Es pronto para decir, mientras vive el peregrino, si su vida será inolvidable o no; mas el mundo siempre podrá ser explicado por la forma en que lo entiende el peregrino. El atractivo vital de todo ello va directamente ligado a la libertad de movimientos del peregrino. Los expertos en analizar la condición social de la humanidad no saben bien donde ubicar y catalogar la vida del peregrino... porque ésta es un caso único de pronunciación de la palabra libertad. Y esta vida no es autista, como creen muchos falsamente, sino una clara y profunda voz en medio de la sociedad manifiesta y uniformemente alienada por el consumismo de las modas etarias. La pregunta del peregrino siempre es paradójica e imposible de atrapar; puesto que sus respuestas a la vida son siempre una forma diáfana de vivir el yo y de acabar, de una vez por todas, con este absurdo e intolerable relativismo en que vivimos actualmente. ¿Por qué digo ésto último acerca del peregrino?. Porque la vida de éste huye tanto del absolutismo como del relativismo y es, simple y llanamente, una llama candente, una antorcha encendida en mitad del camino que aspira siempre el aire para crecer hacia adentro. Esa es la cuestiön: crecer siempre hacia adentro como lo hace el peregrino. - ¡Sensacional!. ¡También lo voy a publicar!. Y ahora me tengo que marchar pero... ¿puedo darte un beso en la cara?. - Si mi invitada no tiene inconveniente. Ella decide. - Bien. Que sea sólo en la cara no me ofende. - Entonces... si a ella no le importa... adelante... Lara Álvarez de Cienfuegos dio un pequeño beso en la mejilla izquierda del Español y se marchó rápidamente de allí con toda una compañía de hombres fornidos que la acompañaban para que nadie la pudiese daño alguno y que la escoltaban fielmente. - ¿Has sentido algo, Español? -dijo, preocupada, Liliana de las Mercedes. - Sólo un beso de amistad nada más. Ella respiró profundamente. - Escucha, condesita, hoy hace exactamente 300 años que un grupo de españoles, enteramente españoles y solamente españoles, descubrieron estas tierras americanas para el resto del mundo. Fueron ellos, por orden de relevancia, Ramón de Triana, Cristóbal Colón, los valientes hermanos Martín Alonso, Vicente Yáñez y Francisco Martín Pinzón y, después, Américo Vespuccio. - ¿Dices que todos eran españoles?. - Efectivamente. La Historia demuestra que cuando Cristóbal Colón y Américo Vespuccio llegaron a las Américas ya eran españoles y habían dejado de ser italianos. Luego el Descubrimiento de América para el mundo fue obra de los españoles. Y no lo digo porque yo sea español sino porque es verdad, una verdad tan absoluta que por eso despierta envidias en otros europeos que no pueden soportarlo... ¿sabes lo que es la envidia, condesita?. Hasta hay hombres por las Américas que se apellidan Muro o Jara por ejemplo y niegan la honra de haber sido los españoles los descubridores de este continente a pesar de que sus apellidos y sus etnias demuestran que si no hubiese sido por los españoles ellos jamás hubiesen nacido y, por lo tanto, jamás hubiesen existido para decir tantas imbecilidades juntas. - ¡Bravo Español!. ¡Yo me siento digna de ser ecuatoriana y española al mismo tiempo!. Sé lo que es la envidia pero me gustaría escucharlo de tus labios. - Bien. A mí me gusta también ver tus labios rojos... y como hablas sinceramente a través de ellos y tus ojos... y perdona pero no quise hacer un pareado. - No me importa que me piropees si no eres maleducado. - ¿Acaso he sido maleducado alguna vez contigo?. Me dijiste que no hablarías conmigo durante todo el tiempo que estuvieses como invitada especial en "El Jabato" y jamás te coaccioné para que no cumplieses con tus deseos. Sé que si ahora me hablas es porque deseas ya obtener la libertad. Algunos me envidian por tenerte a mi lado pero no saben la verdad de por qué lo hago. - Yo tampoco lo sé... pero siempre cumples con lo que deseo... - Para ser caballero es necesario haber nacido caballero... - ¿Cuál es tu origen?. - El origen de los hombres de verdad... y eso no tiene nada que ver con títulos de nobleza en algunas ocasiones pero en otras sí... ¿ves cómo lo de ser conde, ser marqués o incluso ser duque sólo es relativo nada más?. - ¿Tú tienes envidia de él?. - No. No tengo envidia de él aunque desee casarse con la mujer más bonita que he visto en el mundo. Ella guardó silencio. De verdad que no sabía qué responder... así que él cambió el tema y volvió al origen de la conversación. - ¿Quieres que te lea algo sobre lo que puede ser la envidia?. - Adelante... - Uno de los problemas emocionales más frecuentes es la envidia que suele definirse como la tristeza por el bien ajeno; un sentimiento desagradable que se produce al percibir en otro u otros algo que se desea y que dificulta el desarrollo del que lo sufre y sus relaciones con los demás. Se mezclan emociones de naturaleza contradictoria, como por ejemplo, el deseo de tener lo que otro u otros tienen, la admiración por lo que otro u otros han conseguido, el dolor por no tenerlo, la indignación por considerar injusta la diferencia que se observa o la incertidumbre por no entender a qué se deben las diferencias que producen la envidia. La envidia se produce como consecuencia de dos tendencias que llevan al envidioso a desear lo que no tiene y a compararse con los demás. La naturaleza destructiva de la envidia, que permite diferenciarla de la envidia sana, se refleja en que la primera origina malestar emocional, sentimiento que en lugar de ayudar a superarla dificulta tremendamente esa superación. El envidioso es incapaz de ponerse en el lugar del envidiado o los envidiados, para poder comprender su situación. El envidioso no sabe lo que es la empatía. ¿Qué significa sentir empatía hacia alguien?. Significa sentir lo que siente el otro o los otros. Y es la base de la comprensión y la solidaridad. La envidia origina una serie de reacciones negativas y unos trastornos mentales que pueden hacer que el envidioso se aísle de los demás y tenga serias dificultades para relacionarse adecuadamente. Entre los valores más envidiados suelen encontrarse el prestigio, el reconocimiento público, el estatus ocupacional, el éxito, el dinero, el poder o los símbolos espirituales y las posesiones materiales. La envidia es una grave enfermedad psicológica que no deja vivir al envidioso que intenta no dejar, por eso, vivir a los demás. Para lograr desprenderse de la envidia, sobre todo a ciertas edades ya avanzadas, es necesario acudir a la asesoría de los psicólogos o a centros de prevención de salud especializados en trastornos mentales. ¿Quieres que siga o me he vuelto demasiado serio?. - Quiero que sigas. - Termino con lo siguiente: La envidia es consecuencia de dos procesos psicológicos necesarios para el desarrollo de los seres humanos: el deseo y la comparación. Para prevenir la envidia no se pueden suprimir dichos procesos, sino que deben controlarse sus efectos. El envidioso es un enfermo mental que no consigue mantener ese equilibrio. Para que los dos procesos mencionados produzcan una lucidez sana, es necesario desarrollar habilidades que ayuden a comprender lo que se siente y por qué se siente, convertir el malestar emocional producido por la envidia en un motor para conseguir lo que uno desea tener, y controlar la hostilidad que dicha situación de envidia puede generar, evitando que se deterioren las relaciones con los demás. El envidioso que quiere curarse de esa enfermedad, como ocurre con todas las enfermedades mentales, debe ser consciente, primeramente, de que es una enfermedad que puede curarse sólo cuando él asume que la padece. El problema inicial, por tanto, es que el envidioso quiera dejar de serlo. La envidia es incompatible con la empatía, que desempeña un papel importante en el desarrollo sano de la personalidad humana para la comprensión de uno mismo y de los demás. Para prevenir la envidia es importante tratar de estimular la empatía y, a través de ella, la capacidad para ponerse en el lugar del otro o de los otros. La envidia se produce siempre en situaciones vividas como una amenaza. El envidioso cree que todos los demás son sus enemigos. Por eso, para prevenir la envidia es preciso favorecer la confianza básica en uno mismo. El envidioso siempre es un ser con baja autoestima y con complejo de inferioridad ante los demás. El envidioso nunca acepta los éxitos de los otros. Es necesario, para curarse de la envidia, desarrollar expectativas y modelos positivos sobre las relaciones sociales ya que el envidioso siempre está dispuesto a rechazar dichas buenas relaciones y suele recurrir a los insultos porque carece de fundamentos para entender que los demás no tienen la culpa de su enfermedad. Por eso, una de las terapias que usan los psicólogos para curar al envidioso, es trabajar con él para que pueda adquirir habilidades con las que poder responder beneficiosamente a su tensión emocional porque el envidioso no puede vivir en paz ya que siempre está en alteración nerviosa y eso afecta a su espíritu y le hace un ser amargado. La envidia es incluso más dañina que los celos. Envidiosos y celosos están incluidos en cuadros psiquiátricos muy parecidos. Uno de los mejores remedios contra la envidia es aprender a afrontar las situaciones de éxito y de fracaso siempre con optimismo, centrando la atención en los aspectos positivos de la realidad. La envidia se produce casi siempre hacia personas que ocupan posiciones superiores dentro de una relativa cercanía porque el envidioso se enferma al querer competir contra los demás. Cuando se establecen relaciones de cierta igualdad los envidiosos, al no tener éxito en sus ansiedades, convierten esa igualdad en una desigualdad asimétrica y pasan a ocupar una posición de inferioridad y de ahí sus complejos que no aceptan aunque sea evidente. Por eso, para prevenir la envidia es preciso establecer desde la infancia relaciones adecuadas con los iguales. El problema de la envidia es que si no se la vence en la infancia después amarga la existencia de quien la sufre y cuando más avanza la edad más daña la mente y el cerebro. Por eso es una enfermedad del alma y de la mente. Para prevenir la envidia se debe aprender a relativizar las diferencias sociales. Los envidiosos sólo absolutizan todo y no saben relativizar la vida y adquirir habilidades para elegir adecuadamente con quién, cómo y cuándo compararse, para evitar que dicha comparación tenga efectos destructivos y evitar convertirse en un humano con sentimiento de inferioridad. Insisto en que cuando la envidia ya está muy desarrollada, por ejemplo en hombres que han superado los 50 años de edad, es necesario ponerse en manos de expertos psicólogos o acudir a centros especializados en salud mental. La envidia es curable pero sólo cuando el envidioso es consciente de que padece de esa enfermedad. ¿Qué te ha parecido?. - Que eres el capitán pirata más lúcido y lucido que he conocido jamás. - No es casi nada mío. Tiene mucho de investigación periodística. - ¿De verdad has estudiado periodismo?. - En Madrid. - Déjame que te diga algo, Español... admiro a los periodistas que saben investigar y considero que lo que investigan es su verdad; luego no están plagiando nada... sino dando a conocer que entienden lo que saben y saben lo que entienden. - Te has merecido una exclusiva. Apunta lo siguiente en tu memoria: Vivir siempre envidiando es vivir siempre muriendo... - Eso... ¿seguro que es enteramente tuyo?. - Seguro. Y apunta esto otro en tu memoria: Es la envidia la que destruye el alma de los seres humanos... - ¿También enteramente tuyo seguramente?. - Seguro. Y para que nunca me olvides del todo ahí va mi tercera exclusiva para ti: Es la envidia la que hunde al envidioso cuando desea lo que está fuera de su alcance. Ya está. ¿Nos vamos?. - Espera. Sólo quiero que me digas la verdad. ¿Sientes envidia de él?. - Jamás... porque quizás tenga yo en mis recuerdos algo que él nunca podrá tener aunque tenga lo que yo no pueda tener. A veces tener algo es más que tenerlo todo. - ¿Te estás refiriendo a alguna mujer de tu pasado?. - Escucha, condesita, ¿quién te ha hablado del pasado?. - Tú lo acabas de hacer... - Pero no estoy hablando de un pasado como lo entiende la mayoría de la gente. - Ahora sí que no entiendo nada de nada. Me hablas de algún recuerdo y que yo sepa todos los recuerdos forman parte del pasado. - Pues te equivocas. Todos los recuerdos forman parte de una vida entera sin principio y sin final. Por eso él no podrá tener lo que tengo yo... quizás hasta se lea en mi mirada. Ella no se atrevió a mirarle... - Está bien. Hablemos del presente, Liliana de las Mercedes. En esos momentos se acercó un pirata de etnia gitana. - ¡Español!. ¡Dichosos los ojos que te vuelven a ver por aquí!. - Precisamente algo de eso estaba yo pensando. - Es que los gitanos sabemos leer e interpretar. - También te equivocas tú en algo muy importante. - La sabiduría gitana nunca se equivoca. Una mujer importante entrará dentro de poco a formar parte de tu existencia. - Eso no es nada extraordinario. Cualquier mujer puede formar parte de la existencia de cualquier hombre. - Te estoy hablando de La Cubana... - Y yo te estoy hablando de algo más que La Cubana... - Me voy. No se puede razonar contigo. - Perdone, caballero, pero estoy hablando yo con él. - ¡Cielos!. ¡Vaya mujer más bella!. ¡Es la mejor estrella!. - No te preocupes, Liliana de las Mercedes... los gitanos siempre hablan de las estrellas. - Pues no me ha hecho gracia. - A veces hasta los gitanos nacen estrellados. Ella no pudo nada más que sonreír... - Entonces no es La Cubana... ¿no es verdad?. - No, Mejías. No es La Cubana. El gitano Mejías se marchó todo apesadumbrado. No era, como él creía, La Cubana. - ¡Español!.¡Español!. ¡Dos tipos preguntan por ti!. Yo les he pedido sus nombres y he dicho que no sabía si estabas o no estabas... hasta que tú me digas qué debo hacer... - Muy bien hecho, Sombrita... ¿cómo dicen que se llaman?. - Uno es alto, delgado y moreno y dice llamarse José Contreras Donoso "El Chileno" y el otro es bajo, gordo y pelirrojo y dice llamarse Mariano Helguera Salinas "Panocho". - Diles que vengan y hazlo sin miedo alguno. Forman parte de mi tripulación. - Está bien... pero noto algo extraño en ti, Sombrita... - Yo también noto algo extraño en tu mirada... - No te preocupes. Está todo calculado, condesita. Es quizás sólo un poco de nostalgia pasajera nada más. - ¿Alguien a quien echas en falta?. - Alguien a quien podré echar mucho en falta... - ¿Otra mujer acaso?. ¿Pero cuántas mujeres hay en tu vida?. - Y si te dijera que solamente una... ¿me creerías?... - Pues no. - Pues quizás lleves razón o quizás te estás equivocando. Les interrumpió el tenso diálogo la llegada de los dos piratas. - ¿Podemos sentarnos, Capitán?. - Sin miedo, Panocho. El nombrado Panocho se sentó a la derecha del Español y el silencioso Chileno se sentó a su izquierda. - Perdona, Capitán... pero acabo de recordar que tengo algo que hacer y es muy urgente. - Lo que tengas que hacer, Panocho, hazlo pronto... - Bueno... en realidad no tengo tanta prisa... puedo esperar un poco... - No. Lo que tengas que hacer, Panocho, hazlo pronto. - ¿Por qué tanta prisa, mi querido Capitán?. - Porque dentro de muy pocos minutos tenemos que llevar a este precioso bombón de mujer hasta donde está su padre. Ella quedó boquiabierta. El Español arriesgaba su vida por ella. - No, Español, no a ese precio... - Silencio, condesita, yo soy quien pone el precio de mi vida. ¿Vale la pena morir por culpa de algo tan precioso como los ojos de la mujer más bella que muchos han conocido?. - Vale la pena, Capitán. - Gracias, Chileno... ¿y tú a qué estás esperando, Panocho, no te he dicho que tenemos que llevar a la condesita hasta la presencia de su amado padre o no conoces lo que es la palabra de un caballero?. El gordo pirata pelirrojo se encontraba muy nervioso y medio sentado en su taburete. - Espera, Capitán, espera sólo una hora. ¿Puedes esperar una hora, Capitán?. - Puedo esperar una hora. Una hora son sólo sesenta minutos. Si te das cuenta los minutos pasan muy rápidos pero no olvides llamarme, a partir de ahora, Español. Deja lo de Capitán para cuando estemos en el barco. - Espera sólo diez minutos entonces, Español. - Eso está mucho mejor para no hacerle esperar a ella. - Yo puedo esperar una hora más. - Pero tu padre no... y si dije que te devolvería hoy mismo es que es hoy mismo cuando te devuelva a él. Sólo son las doce menos veinte de la noche y en el momento en que salgamos a la calle se habrá cumplido tu ansias de libertad. Después depende de ti si quieres que te acompañe. - Yo prefiero que me acompañes. - Con una condición. - ¿Cuál?. - Que ninguno de mis hombres sea perseguido por ello. - Te lo juro. - Sé que también sabes cumplir lo que juras. En ese sentido somos iguales, condesita. - ¿Me puedes llamar Liliana de las Mercedes solamente, por favor?. - De acuerdo. Te llamaré como prefieres. Lo de condesita y marquesita será para el estimado caballero Don Fernando Alfonso. - Yo me marcho ya. Vuelvo en diez minutos, Español. - Si puedes volver en cinco minutos todavía será mejor, Panocho. - De acuerdo, Español, sólo tardaré cinco minutos. - Y tú, Chileno, márchate ya. "El Jabato" ya no volverá a navegar y prefiero quedarme a solas con ella... ¿me has comprendido, amigo?. - Del todo, mi Capitán. Hasta siempre. - Hasta siempre si Dios lo quiere... El Chileno le dio un emotivo abrazo y se levantó dispuesto a perderse por el laberinto de las calles de la oscura ciudad. - El mar te va a echar de menos, Español... - Yo no, Chileno. Yo no voy a echar de menos al mar... porque lo llevo dentro de mí aunque me toque acabar en la tierra... al fin y al cabo nací en una porción de tierra sin mar a mi alrededor. Panocho se levantó una vez que desapareció El Chileno y de lo nervioso que estaba tropezó con el taburete del Español y cayó al suelo... - No te pongas nervioso, pelirrojo... hay cosas que o se hacen bien o no se hacen bien... pero se deben hacer lo mejor posible... aunque nos estemos equivocando... Una vez solos ella tomó la palabra. - Tú lo has dicho. Te estás equivocando. - Tengo también derecho a equivocarme. En realidad me he equivocado muy a menudo. - Pero no de esta manera... - ¿Es que hay maneras distintas de equivocarse?. - Maneras distintas no... pero yo creo que hay muchas maneras diferentes de equivocarse... - Entonces... ¿crees que me equivoco al dejarte completamente libre?. ¿No es la libertad el don más preciado de un ser humano sea varón o sea mujer?. - No de la manera en que lo estás haciendo. - Escucha, Liliana de las Mercedes... para darte a ti la libertad es necesario que quien te la dé pierda la suya... - Pero... ¿se puede saber por qué te sacrificas tanto por mí?. - Un día sabrás algo más sobre ello y entonces quizás sepas por qué lo hago. - ¿Y por qué no me lo dices ahora?. Estamos completamente solos tú y yo y nadie más lo sabrá. - Es que no deseo que lo sepas precisamente tú. - Si no fuese porque sé que tienes las que quieras diría que estás enamorado... - ¿De verdad crees que estoy enamorado?. ¿Se puede uno enamorar de un imposible?. - Pero... ¿puedo ya saber quién es ella?. - Alguien que no recuerda nada del pasado... - O sea... un amor perdido... ¿es eso?. - Quizás un amor perdido pero un amor vivido de verdad... - Pues no lo entiendo... - ¿Y para qué quiere una futura condesa y futura marquesa entender a un simple pirata que acaba de arriar su bandera para siempre?. - Porque eres otra cosa... - Eso es, Liliana de las Mercedes... soy solamente una cosa... - Perdón. Me equivoqué. Quise decir otro hombre. - Y yo que creía que siempre he sido igual... - Ni sé qué es lo que está pasando por tu interior. Todavía puedes marcharte y escapar. - ¿Escapar?. ¿De qué tengo que escapar?. - De las iras de mi padre. - ¿Por qué tengo que tener miedo de tu padre?. - Porque por mí es capaz de cortarte la cabeza... así que sácame de esta ciudad y vete a un lugar donde no te encuentre jamás. - Te equivocas. Si eso hiciese no merecería la pena haber hecho todo lo que hice. - ¿Por La Cubana?. - Tienes obsesión por La Cubana sin darte cuenta que es inferior a ti. - ¿Entonces dime quién ocupa tu corazón?. - Solamente hay una. Un día, teniendo sólo siete años de edad, miré a la Luna... - ¿Ya vuelves a ser poeta?. - Es que no puedo evitarlo... - Dime al menos cual es su nombre. - Depende... - ¿De qué depende?. No te entiendo. - Depende de si quieres saber cual es su nombre de día y cual es su nombre de noche. - ¿Es que tiene dos nombres diferentes?. - Sí. Tiene dos nombres diferentes. - ¿Y de verdad no estás loco?. - ¿De verdad?. ¿Quieres que te diga yo lo que creo de la verdad?. - ¿Llevas en tus bolsillos algo sobre la verdad?. - Pues sí. Es el último que te leo... - Venga. Es el último que quiero escucharte. - Liliana de las Mercedes, el presente texto es un pequeñísimo fragmento de un relato enteramente mío... pero es importante porque es el fragmento final de dicho relato... luego piensa que es lo último que te leo ya. Ella asintió, entristecida, con la cabeza antes de musitar. - No lo hagas... - Si. Lo voy a hacer no sólo por ti sino sobre todo por mí mismo. Escucha y guarda silencio. El relato entero se llama la última frontera. Su final dice así: Estamos solos. Es hermoso que el tren corra, definitivamente liberado, hacia esa ilusión que pervive entre las algas asustadas por tanta y tan desesperada espera. Es hermoso entrar, desapercibido por los demás, en el envoltorio "azul-verdad" de las mayeúticas y socráticas preguntas. - ¿Qué buscas? -interrogan los labios de ella. - Gorriones de mar... -responden los míos. - !No me equivoqué! -sonríen sus labios. E, inesperadamente, toda ella se convierte en cristal. Quizás al emitir por fin la voz (al igual que el viento rastrea el perfume de las rosas), nuestros acentos no duerman jamás mientras, a lo lejos y cercano al maquillaje de los campos, se escuche el minúsculo murmullo. ooo "Si siempre va hacia adelante ¿qué hace el tren cuando llega al final del mundo...?". ooo "El tren siempre vuelve, Juan... ". Tal vez ella y yo volvamos en algún momento porque tal vez sea cierto el regreso, pero sabemos que sólo será cuando el final del mundo haya terminado de verdad y vuelvan a nacer todos los universos de este planeta llamado Aire, todos los universos de este planeta llamado Tierra y todos los universos de este planeta llamado Mar. Mientras tanto seguimos buscando la última frontera de nuestra sensación. "En el ecuador de nosotros mismos está la última frontera" - Debe estar muy bien escrito ese relato. - Para escribir bien lo importante es escribir bien para tí mismo o para ti misma. Si lo consigues... si haces que lo que escribas te guste a ti... el resto ya es menos importante. - Pues yo diría que muchos escriben sólo para lucirse ante los demás. - No importa. Cada cual escribe como lo que es. El humilde escribe con humildad y el vanidoso lo hace con vanidad. - Gracias, Español. - ¿Por qué?. ¿Por haber dicho algo tan lógico me das las gracias?. - No es por eso. Te doy las gracias por haber respetado mi virginidad. - No fue por falta de deseos... así que no tiene tanto valor lo que hice... ¿si supieras las veces que pensé?. - Pensar no es pecado, Español, así que gracias por eso mismo... por la de veces que no quisiste hacerlo a pesar de que lo pensabas. - Luego soy como los demás. - Nada de eso. Para mí eres distinto a los demás. - Supongo que pasa con el resto de los mortales. - Te equivocas. Pocos serían los que no hubiesen abusado sexualmente de mí de haberme tenido en su poder. - Tú nunca has estado en mi poder. - ¿Te has preguntado alguna vez si yo deseaba o no deseaba hacer el amor contigo?. - No tiene la menor importancia lo que deseamos sino solamente lo que hacemos. - Por eso te doy mil veces gracias. Les interrumpió la llegada del Panocho quien, rápidamente, le tendió la mano derecha al Español. - ¡Hola, Español!. ¿He tardado mucho?. El Español le dio la mano. - Hola, judas... has sido puntual... En esos momentos se presentó el Alguacil Mayor de Jamaica acompañado de un total de veinte soldados armados hasta los dientes. - ¡En el nombre de la Ley quedas detenido, Español!. Gracias, Panocho, por haberme señalado quien era... - ¿Cuánto te han pagado por esto?. ¿Unas cuántas monedas de plata como pasó con jesucristo?. - La vida es así, Español. - Lo sabía y lo sé. - Espera, Español... ¿sabías que Mariano Helguera Salinas era un judas traidor?. - Sí, Liliana de las Mercedes, lo supe desde el primer momento que subiste al "Jabato". - ¿Cómo pudiste descubrirme, Español?. - Muy sencillo, judas pelirrojo. Eras el único de toda mi tripulación que la mirabas con lascivia y deseo de poseerla. - ¡Ya está bien de charla!. - ¿Cómo se llama usted, señor Alguacil Mayor?. - No me importa decirlo, señorita Ordóñez y Sánchez Garre; mi nombre completo es Don Antonio David Muro y Jara, nacido en Loja y siempre a su servicio y al servicio de las gentes del bien. - Entonces... ¿usted es español de Granada?. - No, señorita. Yo soy ecuatoriano de Loja. No español de Loja sino ecuatoriano de Loja. - Y entonces... ¿por qué detiene a este hombre si estamos en Jamaica?. - Le detengo porque se le acusa de haberla raptado y violado en contra de su voluntad, señorita Ordóñez y Sánchez Garre. Ya sabe que estoy a su entera disposición para todo cuanto guste. - Déjese ya de tantas ceremonias y zalemas señor Alguacil Mayor... ¿también usted me propondría cosas indecedentes si estuviese en su poder?. - Me abochornáis, señorita Liliana de las Mercedes. - Porque es quizás que esté acertando... pero no me importa lo que usted esté pensando de mí... yo le juro que este hombre ni me ha raptado ni me ha violado jamás... luego déjele en libertad porque no hay cargo alguno contra él. - Perdone señorita... pero eso lo tendrá que decididr el virrey José Manuel Ignacio Timoteo de Ezpeleta Galdeano Dicastillo y del Prado. - ¿Nacho "El Tacho?". - Por favor, señorita, un poco de respeto al virrey o tendré que detenerla a usted también. - Eso es lo que le estoy pidiendo. Yo quiero ser detenida junto con él. - ¿Usted está loca?. ¿Cree que me voy a arriesgar a perder mi alto cargo de Alguacil Mayor por el capricho de una mujer aunque sea la más hermosa del mundo?. ¡No voy a cometer esa tontería!. - Pues entonces deje que le acompañe a donde le lleven. - Le advierto que el viaje es bastante largo y pesado. Durará, entre unas y otras cosas y debido a que debemos ir reposando para arreglar varios asuntos pendientes pero de poca monta, una semana entera. - No me importa si dura una semana entera o un año entero... quiero ir con él... - ¿Y si se entera el Señor Marqués de Cataluña?. Le repito que no quiero perder ni mi trabajo ni mi condición social. - Si no lo hace le acusaré de acoso sexual a usted y entonces si que perderá ambas cosas. - ¿Pero yo no la he acosado sexualmetne a usted?. - Será porque no se está mirando en un espejo. Será mi palabra contra la suya. Será que mi padre hasta el virrey me dará a mí la razón. - Bueno... bueno... pare... pare... no quiero jaleos... si me da la palabra de que no se acercará a él en todo el viaje puede acompañarnos. - Hacia donde nos vamos. - Hasta el Palacio de San Carlos de Bogotá. Nos esperan el virrey Ezpeleta, sus padres los Condes de Quito y su futuro esposo el Marqués de Cataluña. - Motivos más que suficientes para que yo acompañe al Español. Y en cuanto a tí... ¿lo sabías de verdad?. - Sabía de verdad que el pelirrojo Panocho me iba a traicionar y, es más, lo tenía todo preparado para que fuese así. - ¿Por qué estás tan loco?. ¿Por qué no escapaste cuanto te lo dije?. ¿Sabes lo que te espera en Bogotá?. - Yo sí lo sé, señorita Ordóñez y Sánchez-Guerra... le espera lo mismo que a La Cubana. El Español sintió como si le hubiesen clavado una daga. - ¿Tienen a La Cubana detenida?. Liliana de las Mercedes se puso terriblement triste. - Yo también sabía que era ella la que ocupa tu corazón. - No es por eso, Liliana de las Mercedes, no es por eso. - Pues no entiendo tanto interés que pones por ella. - Porque merece la oportunidad que nunca jamás tuvo. - ¡Vámonos ya todos!. Se hace tarde y tardaremos una semana en llegar. - ¿Y yo?. ¿Cuándo me van a pagar lo prometido?. - Te pagaríamos los justo si tú no te hubieses apoderado de lo injusto. Serás también sentenciado Mariano Helguera Salinas, alias Panocho... - ¡¡Me ha engañado, señor Alguacil!!. ¡¡Me ha engañado como a un vil conejo!!. - Apunta lo siguiente en tu cerebro: A conejo sin madriguera la muerte es lo que le espera. Ella sonrió con ganas. - Buen chiste, señor Alguacil Mayor, buen chiste. - Pero no es un chiste, bellísima señorita. - Perdona si lo consideras un piropo más... pero para mí, desde esta noche, serás siempre La Flor de Jamaica. - Gracias, Español... muchas gracias otra vez por considerarme una rosa... - Roja, Liliana de las Mercedes... roja como mi sangre y la tuya... - Sí. Roja como las abandonadas amapolas. - También. Y atrás quedó la silueta de "Candelas" cuando, ya en plena madrugada, el grupo abandonó la ciudad camino de la capital del Virreynato de Nueva Granada.
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