solo
Publicado en Jun 17, 2011
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La escenografía es simple, un sillón donde virtualmente se ubica la doctora, un sencillo escritorio de madera, donde se apoya una lámpara que simula iluminar el escenario, y una silla en la cual al comenzar la obra, esta ubicado el paciente.
A oscuras, mientras se ubica el actor, se escucha una música, que es "Aún te amo" del conjunto Scorpions. La letra se escucha en off, y dice: No sé si te valoré mucho, o quizás nada, tal vez en mi confusión nunca encontré el punto medio. Ese equilibrio necesario que nos exige" el cada día que vivimos", para que sea como" el último, para que no haya arrepentimientos cuando llegue la despedida inevitable," de la cual" no se nos avisó cuando nacimos, ni nos pide permiso ahora, y ese ahora se prolonga en un ¿ahora qué?, como sigue esta comedia de la vida " a la que" me trajeron sin invitación.
Hay un montón de no sé..., que posiblemente sigan estando para siempre, mudos testigos de mi pena y mi impotencia, cuantas preguntas sin respuesta quedarán en mi alma ingrata, cuántas te habrás llevado vos que tampoco te animaste, hay mamá, mamá, que lástima que en este juego no hay revanchas, si las hubiera, aunque fueran cortas, solo de un minuto, te diría tantas cosas, y te irías mejor, y tantas otras me dirías vos," y me quedaría mejor yo", sin sentir este golpe tan injusto, tan irremediablemente injusto, que me "debilita" tanto, que me deja tan solo.
Juan pasa de la tranquilidad a la efusión en un instante, por momentos es dulce y por momentos una locomotora que arrasa con todo, cada frase que expresa la vive con pasión, en esos extremos.
 
-Tiene razón doctora esa es la palabra, fui tratado por mi madre, injustamente.
¿Cómo? ¿Qué usted no dijo injustamente?, ¿Qué lo dije yo?... ¿Qué usted es un espejo mío?
Mire doctora, vamos a ponernos de acuerdo desde un principio; la palabra injustamente la dijo usted porque yo no encontraba una adecuada para definir la formación que había tenido; y por otro lado, no vengo acá para mirarme en un espejo sino a buscar una solución a este problema que no me deja vivir feliz. (Juan alza el tono de voz y agita mucho los brazos) Quiero soluciones doctora, so-lu-cio-nes; vengo acá y pago por ellas; usted me debe las respuestas; sino fuera así, me quedo en mi casa, me miro en el espejo, y me ahorro la consulta.
Esta bien, esta bien. Ya me tranquilizo, y comienzo el relato desde mi infancia.
De chico, no noté nada diferente en mi relación con mamá de la que tenían mis amigos con las suyas; cosas normales, yo que sé,... era más exigente para algunas cosas; retos por no saber el teorema de Pitágoras, o por confundir los Mayas con los Aztecas, para mí eran todos indios, ¿vio?, y para ella eran esa cultura.
Realmente, donde empecé a notar la diferencia con los demás fue entrando a la adolescencia, a los catorce, quince años. Ahí sí, por ejemplo, al regresar los sábados de salir, casi siempre se levantaba para preguntarme como me había ido, dónde había estado y todo eso; al principio me parecía normal que lo hiciera, pero después me di cuenta que hacía hincapié en si había ido a bailar, si había conocido a alguna chica; creo que por ahí estaba la cosa, que eso le molestaba, lo del baile, porque lo asociaba con la conquista. Fue así como poco a poco le empecé a retacear información, o, directamente, le mentía; aunque esto último casi nada porque en el fondo me sentía mal al hacerlo; sentía mucha culpa,.... y miedo de que me descubriera,... sobre todo cuando me miraba fijo con esos penetrantes ojazos negros.
Siempre encontraba la forma para decirme que la chica que había conocido la noche anterior no era para mí. Tenía mil argumentos para justificar lo que decía. Empezaba lentamente, con el famoso: -"fijate bien lo que hacés; vos sos un chico que tenés que prepararte bien en la vida, tenés que estudiar mucho porque el mundo cada vez está más difícil, no podés estar perdiendo el tiempo por ahí, y menos con cualquiera que no te merece". Como si fuera adivina, sin saber siquiera su nombre ya sabía que en mi vida esa chica, iba a ser una pérdida de tiempo.
En realidad, doctora, le tengo que confesar que tuve una sola novia, y eso fue hace muchos años. A ella si la traje a casa, se la presenté, incluso casi le diría que en algún momento hicieron buenas migas. Fue un noviazgo bastante largo pero terminó, así, ¿vio?, de repente terminó,.... Aunque ahora que lo digo en voz alta, y lo pienso.... No sé si fue tan de repente. Pero esto merece una explicación especial. A esta relación me refiero; y comenzó así:
Solíamos juntarnos con los muchachos en la esquina de Boyacá y Rivadavia, donde está el café La Copla de Flores. Nos gustaba esa esquina porque hay un buzón que nos venía bien para apoyarnos, y de ahí semblanteábamos a todos los que pasaban por cualquiera de las dos calles.
El barrio de Flores en esa época, era el barrio de moda; todas las chicas y los muchachos de otros barrios, no pasaban un sábado sin ir por allá; durante el día a caminar o ver vidrieras, y a la noche a bailar o a dar una vuelta y tomar algo en Lorena, Sinatra, o cualquier otra confitería de onda. Eso nos permitía jugarla de anfitriones, sentirnos importantes; un poco como ser los dueños de la pelota cuando entrábamos en diálogo con alguna piba, inflando el pecho decíamos: "nosotros somos de acá". Y ese "acá" encerraba el orgullo de ser locales, de conocer el barrio de memoria, baldosa por baldosa. Podíamos copar la parada si alguna barra quería ser banca en algún boliche. ¡Que linda época esa...!
Los días de semana a las 18 horas, estábamos puntuales en el lugar de reunión; los primeros en llegar éramos el Baboso. (le decíamos así porque apoyaba los brazos cruzados sobre el techo del buzón, y sobre los brazos apoyaba el mentón (Juan hace todo el movimiento mientras habla) y a cada mina que pasaba, casi en un susurro inaudible, aún para el buzón, la empezaba a piropear mientras un hilo de saliva corría por sus comisuras). Jamás pudimos dilucidar si por esto último, lo cual era naturalmente antiestético por no decir repulsivo, o porque no lo escuchaban, pero la realidad es que nunca engancho nada. El otro integrante que no fallaba era Quique Remache, en realidad el sobrenombre primigenio era Quique, lo de Remache vino con el tiempo. Cuando salíamos de bailar mientras volvíamos a casa pateando tachos, y nos pasábamos el informe de lo que nos había pasado a cada uno, Quique, hasta ahí sin remache, decía algo así como: "loco le di un chamuyo bárbaro, mañana cuando salgo viene el remache, viene el remache loco". (Juan hace el ademán como si estuviera hachando un árbol con una mano). Y yo doctora, el loco Juan. Mi sobrenombre les surgió espontáneamente a los muchachos una fría tarde de agosto en la que me encontraba apoyado en el buzón, y desde allí, tirábamos a embocar monedas en un macetero que había en la ventana de La Copla, con Carlitos Funeraria, y Jorge Motoneta; el que embocaba primero se llevaba las que habían caído al piso. Quiso el destino que pasara una pareja de veteranos, y, sin querer, le pegué un monedazo al chabón; se puso de la cabeza, me empezó a gritar de todo; se acordó de toda mi familia. La gorda que lo acompañaba también se puso a gritar mientras agitaba los brazos; como tenía puesto un tapado rojo, parecía que el buzón había tomado vida. Cuando me cansé de tanto espectáculo Fellinesco, le pegué un sopapo al "quìa" que le hizo volar el sombrerito con pluma que llevaba puesto. El buzón con vida, (es decir la gorda), revoleó un carterazo que le pegó a Carlitos Funeraria en plena oreja, como la gente se empezó a juntar decidimos, tácitamente, salir corriendo para las vías del ferrocarril; previo sopapo a la gorda que ya me tenía cansado con sus alaridos. Así nació lo de loco......
Con el tiempo nos fuimos deschavando cual era el motivo de tanta puntualidad. A esa hora siempre pasaba la princesa, (Juan dice este párrafo como soñando, con añoranza) bautizada por nosotros de esa forma porque tenía un andar tan elegante, tan fino que la destacaba de cualquier otra mujer; su pelo rubio volando al viento, sus ojos grandes como dos almendras que se habían robado el color del mar caribe, de pómulos marcados y nariz perfecta, sus labios delicados con un tinte rosa destacaban en esa piel blanca y cálida, como la arena de una playa que besa el mar.
Quisiera detenerme un instante en su cuerpo. Un busto redondo como una nuez, hombros bien marcados, brazos frágiles que terminaban en tiernas manos con dedos alargados.¡ Que cintura, ¡por favor!, ¡qué cinturita!, era un anillo perfecto, para que le voy a hablar de las piernas; un "choreo", un dibujo hecho por la mano asociada de los mejores pintores, doctora, no sé... como si Degás, Gauguin, Renoir y muchos mas se hubieran puesto de acuerdo para hacerlas así. Como verá ,dejé para el final de la descripción lo todavía mejor de su anatomía, la cola. Qué le puedo decir de esa cola que ya no hayan dicho los populares poetas que abundan en las ventanas de los cafés, o que expresan su sabiduría romántica desde algún camión; qué adjetivo podría yo agregar para describir objetivamente ese reverendo elemento, lo mejor de su "patrimonio", doctora; haga de cuenta que usted está acostada boca arriba en la llanura que precede a la sierra maestra. (Juan hace toda la mímica y se acuesta, va dibujando con su mano derecha toda la forma de lo que describe). Luego, gire su cuello hacia la izquierda; y ahí la ve... se yergue inmaculada, preciosa, altiva, sin dudas, dueña, inmensamente dueña de los ojos que la miran ; en un paisaje perfecto donde nada sobra, todo es estético; no confundir con estático querida doctora,(Juan se levanta de un salto y camina moviéndose como una mujer) porque lo movía ¡y cómo lo movía!. Con la candidez de un ciervito alado; con la displicencia del que no le importa, sin culpa por los infartos que provocaba a cada paso.¡ Ay! doctora, esa fue mi novia; y no se lo toqué. Y, si, doctora ;no se lo toqué. Me imagino lo que debe estar pensando; pero eran otras épocas ¿vio?. El respeto, una chica del barrio; yo la quería para casarme. Y por sobre todo: ¡la boludez!. (Juan exagera con gestos y ademanes) ¡Reverendo boludo!. ¡Cómo no se lo toqué!. Amagaba ¿vio?, pero me quedaba siempre en el amague y nunca tiraba el centro. Ahora, a la distancia, pienso que había días en que ella lo esperaba, (Juan mira a la doctora)
¡cómo! ¿qué esperaba ? ¡que le metiera un manotazo! ( Juan hace el ademán ) ¡así! bien apretadito doctora; llenando mis dos manos con esa mochila obligatoria. ¡Pecado imperdonable el de no haberla palpado!
Así fue como logré ser la envidia de toda la barra y el odio absoluto y para siempre, no bien disimulado, del Baboso y Quique remache. Les había ganado de mano.
Pero, en ese momento, nada me importaba; solo ella y nuestros tiempos; solo ella y nuestras calles, solo ella y nuestro mundo. Casi me olvidé del café y los amigos, de esas noches de billar y discusiones de fútbol.
Hasta que un sábado a la noche, de esos tantos en que nos quedábamos a cenar con mamá, la acompañe hasta su casa y ya en la puerta me dijo: Juan, no va más. -¿Qué no va mas? (le pregunté medio incrédulo)-. Lo nuestro Juan, ya no resisto más. -Pero, ¿qué pasó?; y ella en un hilo de voz me dijo: Todo Juan; ya casi ni salimos; estamos siempre en el comedor de tu casa; a veces no se si estoy de novia con vos o con tu mamá; siempre tiene una excusa para interrumpirnos, para meterse en nuestra conversación, para opinar; parece un noviazgo de tres. Hoy sin ir mas lejos, cuando sacaron esos horribles álbumes de fotos para verlos por enésima vez,... estaban los dos tan contentos y tan ensimismados, que me sentí una intrusa Juan, sentí que estaba de más; y esa sensación que hasta hoy no me podía explicar se me presentó patente. Vos no necesitas una novia Juan, vos necesitas a tu mamá.
Deambulé un rato por esas viejas y queridas veredas de Flores, y lloré doctora, lloré; la quería y sentía que era injusta conmigo, y también con mamá. Sabía yo, bien de sobra, que mamá tenía sus cosas; pero de ahí a que la culpara de entrometerse con nosotros había un abismo. Por momentos sentí el deseo de volver a La Copla, a pararme al lado del buzón y a abrazarme con Quique y el Baboso, pero tenía vergüenza, vergüenza de haberme abierto de la barra y vergüenza de confesar mi fracaso.
Así, casi sin darme cuenta, me encontré de golpe con el frío mármol del frente de mi casa; sin brújula, sin saber que hacer ni que decirle a mamá. No la quería hacer pasar por el mal momento de explicarle los motivos de nuestra ruptura, pero tampoco podía ocultarla.(Juan de a poco se va recostando frente al público) En un instante estaba boca abajo llorando contra mi almohada, y en otro instante estaba ella consolándome. La amargura de mis lágrimas se mezclaban con la dulzura de sus palabras. Nunca la sentí a mamá así, tan cariñosa, comprensiva; con esas caricias deliciosas, que me hacían regresar a su vientre, donde todo era paz , calor, bienestar, tranquilidad. Entre en un sopor tan agradable que no quería volver atrás. Toda la noche se quedo mamá (Juan, todavía acostado hace el ademán de un abrazo) abrazada a mí.
(Juan se sienta en el escenario). A la mañana siguiente, como todas las mañanas, me trajo el desayuno, y mientras le relataba el motivo de la ruptura, me contestó: ¡Ya me lo imaginaba!
Nunca quise herirte, pero sabía que no era una chica para vos.
A partir de ahí, nada fue igual para mí (Juan se levanta); me dediqué a estudiar, hice nuevos amigos en la facultad, me olvidé de la Copla, de Flores, y del buzón; y en ese olvido cayeron los amigos de antes, las risas de antes, y todo lo de antes, incluyendo a esa princesa hermosa que se escapó de mi cuento por la puerta de atrás. (Juan entra como en un letargo, muy ensimismado) Hubo intentos sabe, en algunos bailes; no de Flores, por supuesto. Hubo compañeras a las que llegaba a hablarles, un café, un paseo y nada mas; no las podía tocar.
Era una fuerza interior que me superaba, no la podía dominar, sentía una mezcla de pudor, de, ¿como le podría explicar?, de..., de...¡Como que estaba haciendo algo mal!. Que le estaba fallando a mamá. Todo marchaba bien hasta el momento que se imponía tomarlas de la mano o darles un beso; ahí empezaba a flaquear y, con alguna excusa, no salía mas.
Para el verso era el mejor, por lo menos así lo sentía; y eso me daba una seguridad absoluta.
Aparte del ejercicio de pasar varias horas al día siguiendo chicas por Rivadavia, desde Boyacá por la vereda impar hasta Artigas, y de vuelta por la vereda de los pares. Sin olvidarme, por supuesto, de persignarme frente a la iglesia de San José, ja...ja.
Era muy dúctil para la conversa. La base era siempre la misma, una especie de rimador para cholulas de barrio; robaba algunas frases de las muchas poesías que sabía de memoria, y ahí arrancaba; pero si la diosa circunstancial ponía cara de ¡ que plomazo ! giraba ciento ochenta grados el discurso hasta encontrarle la vuelta. ¿Y si no se la encontraba?; bueno..., la vuelta la pegaba yo e iba a buscar otra. Claro, no era lo mismo una chica que estudiaba en el Sarmiento, que otra que trabajaba en una casa de familia. No, para nada...; toparse con estas últimas simplificaba las cosas. Fíjese que decirles algo así como: "yo creía que solamente de noche salían las estrellas", era arrancarles una sonrisa y ganarse el cielo para siempre ; o este otro para chicas católicas: "que distraído está Dios, que dejo caer un ángel".
Pero los años han pasado, terribles malvados, como dice el tango. Y mamá murió.
(Juan entra en un estado de tristeza grave) De esto hace ya tres meses...., tres largos y malditos meses que llevo casi sin dormir, no se fue sólo un gran afecto, ni sólo su figura; también se fue el cariñoso despertar de la mañana, el arrumaco dulce de la última hora, el oído que escuchaba una poesía y la sonrisa cómplice que implicitaba la promesa de compartir todo. Un final demasiado prematuro para...........¿Cómo dijo? ( Juan se vuelve agresivo ) ¿cómo dijo doctora? que tengo que pasar el período de duelo para poder aceptar y olvidar, ja...ja..ja..(risa histérica de Juan) usted no entendió nada ¡qué personaje lamentable que es!
¡NO ENTENDIÓ NADA! ¿Quién le dijo que quiero olvidar? (Juan se deprime nuevamente) Sólo quiero que vuelva, que no sea una historia ni un pasado, que no se vaya sin más ni más, y yo me quede vacío, triste, desnudo, solo y sin fuerzas, sin amor, sin armonía; sólo quiero a mi mamá... mamá.
Telón
 
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Textos Publicados: 23
Miembro desde: May 22, 2009
3 Comentarios 862 Lecturas Favorito 1 veces
Descripción

un muchacho que no pudo vencer el Edipo y viendo su vida arruinada va en busqueda de ayuda a una psicologa.

Palabras Clave: amor pena vida olvidare solo

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



Comentarios (3)add comment
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Ana Layordi

Muy buena narración! Además de la historia central, pinta con simpatía la relación entre amigos de una época fácil de reconocer para quien la vivió. Y el cuento en sí, aún abiendo de qué se trata y presintiendo casi con certeza el final, es imposible parar de leerlo. Se lee de un tirón. Te atrapa, te integra, te hace partícipe de su dolor. De veras me anudó la garganta. Me gustó muchísimo!!!
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June 26, 2011
 

jorge giordani

gracias Marìa por tu comentario
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June 17, 2011
 

Maria dels ngels

El complejo de Edipo narradoo de modo convencido y sin culpas, aún cuando éstas revoloteen a su alrededor. Relato ágil y con subidas y bajadas de ritmos muy logradas.
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June 17, 2011
 

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busy