Déjà vu
Publicado en Jun 23, 2011
Tenía la sensación mientras estaba sentada en la baranda del balcón de su departamento a punto de lanzarse de estar viviendo nuevamente la experiencia. Se miraba los pies bajo el camisón de seda color rosa mosqueta que le encantaba, y la imagen se aparecía repetida en su mente, no podía distinguir lo real entre la imagen y el instante inmediato. La noche estaba agradable, las luces blanco amarillentas le daban un aspecto placentero a la urbe que se perdían en el horizonte oscuro que descansaba inerte en el lado sur. Del edificio de enfrente la mayoría de las ventanas se hallaban con sus cortinas cerradas y luces apagadas. Apagada era la mejor manera de describir como se sentía en ese momento, ella una mujer en extremo bonita ¿Quien pudiera siquiera pensarlo? ¿Qué había pasado que de pronto toda su vida se desmoronó, toda su existencia se volvió insulsa, toda su belleza se volvió basura? ¿Por qué la realidad se presentó frente a ese espejo y le escupió en la cara? Ese espejo donde tanta veces se contemplara, con el pelo corto, largo, liso u ondulado, donde permanecía desnuda gozando de la perfección del tamaño de sus pechos, de esa cintura contorneada, de sus caderas, de sus piernas, que sabía enloquecían a sus amantes…era precisamente ese espejo que hoy día le gritaba con desprecio ¡Mujer vacía! ¡Que no valía nada…! sí, ella la perfección hecha mujer, era de un segundo a otro, insultada como quien despierta de un largo sueño…no podía precisar con claridad ahora, sentada en la soledad de la noche, sin más testigo que la luna y las estrellas, que aquella sensación hubiese sido un tormento onírico o una bofetada de otra vida, lo cierto es que todo comenzó en el momento de sentarse frente al espejo luego del baño como lo hacía de costumbre, entonces ese rostro perfecto que le sonreía, comenzó a desfigurarse, los ojos celestes se encendieron de un purpúrea endemoniado, su boca comenzó a abrirse convirtiéndose en unas fauces enormes, su pelo rubio se tiñó de un verde ceniciento y toda esta imagen desfigurada se le vino encima, saliéndose del cristal para gritarle, ¡Para! ¿Hasta cuando vas a seguir con esta vida de mierda? ¿Acaso no te das cuenta que me estás matando? ¿Acaso no logras entender que necesito vivir? ¿Por qué te esfuerzas en sólo ser la muñeca perfecta para los demás? ¡NO QUIERO SER LA MUÑECA DE NADIE MÁS! ¡DEJAME SER YO; DEJAME SER MUJER AUNQUE SEA POR UNA SOLA VEZ EN LA VIDA! Lo último que dijo el reflejo de su imagen salió con un alarido ensordecedor que resbaló por los muros de su habitación, para luego volver al espejo donde terminó por disiparse.
Había sido precisamente esa belleza su peor enemiga, era esa la que ahora la empujaba a lanzarse del treceavo piso. Quería acabar con esa farsa, con esa que la acompañó de siempre y por más que trató de huir no pudo, siempre fue la que atraía las mirada, la elegida, la mimada, la preferida de papá, el orgullo de mamá, la pesadilla para su hermana mayor, que sabía que no podía competir con su belleza. Todo siempre giró en su entorno con extrema perfección, desde su llegada la vida le pareció sonreír. No conoció de fracasos, por lo que su tránsito por la vida fue en motas de algodón, bastaba que sonriera, que vistiera bien, que luciera sus atractivos para que el mundo se pusiera a sus pies. ¿Quién diría que a sus veintinueve años estaría sentada en la baranda de su departamento, ese departamento que le regalara su padre por haberse titulado de abogado, ese que finamente estaba alhajado con los regalos de familiares, amigos y de Alberto, ese hombre que decía estar perdidamente enamorado de ella, por que a pesar de tenerlo todo, estaba dispuesta a lanzarse? Que significaba ese episodio vivido ya días atrás. Desde entonces, no lograba sonreír, las miradas lascivas de los hombres le mortificaban, por vez primera parecía ver a su jefe y compañeros de trabajo, así como las miradas de sus colegas femeninas, todo era falso, desagradable. Quiso buscar en los ojos de Alberto un pequeño reflejo de luz que le indicara el camino correcto, pero no encontró nada. Le pareció más bien un extraño atractivo semejante al maniquí que ella necesitaba para continuar con esa vida plástica. Nada de pronto tenía sentido. Su vida se desplegaba frente a ella como las hojas de un calendario que sólo muestras fechas, meses, años, nada le parecía cierto. Se preguntó si alguna vez había sido amada de verdad, los encuentros amorosos que lograba recordar eran todos con hombres bellos que presumían de su físico ante de sus sentimientos, rememoraba como le gustaba ser fotografiada desnuda para que le dijeran lo bella que era. Esta mañana, la mujer del espejo se presentó de nuevo, esta vez su rostro no se desfiguró, se mantuvo serena, inmutable, distante, pero con una desolación en los ojos que traspasaba el cristal, acongojándola aún más, su pelo parecía raído y lucía sucio, unas ojeras de tanto llorar se escondían bajo sus parpados hundidos. Esta vez, quiso hablarle desde el abandono de su ser, le contó como tantas veces soñó conque la viera, que pasara algo para que despertara, quizás el beso de un hombre le provocara una sensación distinta, que permitiera que la pasión corriera por sus venas, y no sólo que el deseo sexual entibiara, porque sabía que nunca hubo entrega verdadera, aún en la cama solía contemplarse, ver sus movimientos estudiados, sus quejidos teatrales que enloquecían a sus amantes, pero que nunca llegaron siquiera a pertenecerle. No sabía dar, estaba acostumbrada sólo a recibir, recibir halagos, adoración, elogios, que nunca se permitió siquiera cuestionarse el dar. Le confesó estar cansada, desanimada y que venía a despedirse, que ya no tenía intención en que cambiara, que siguiera con su vida perfecta, que la perdonara por haberse dejado llevar y gritarle todas esas cosas. Ella no tenía derecho, volvería a su lóbrego rincón de la inconsciencia y allí se quedaría sin molestar. Dominique le suplicó se quedara, pero la figura se diluyó como un vaho incoloro. La brisa nocturna rozó su camisón como un suave beso, y eso le soltó el llanto. Tantos hombres de plástico habían quitado ese camisón, pero ninguno había dejado huellas en él, no tenía el olor de ninguno de ellos, ni menos el recuerdo de una pasión. Sentíase una muñeca de carne y hueso y quería terminar con ella. Apoyó sus pies en la baranda, tensó los brazos y se disponía a levantar sus posaderas para dejarse caer, cuando un enorme gato le saltó a su rostro haciéndola caer en la terraza. El felino parecía fuera de sí, le aplicaba sus garras con furia desmedida, podía sentir como le desgarraba la carne, incluso veía saltar mechones de pelo, trataba de defenderse de esa sádica fiera, pero ésta continuaba con sus zarpados y horribles maullidos y sonidos maquiavélicos que erizaban los pelos. De pronto, el felino satisfecho con su acción dio un salto y desapareció. Sangrante y adolorida, se arrastró hasta su habitación desfalleciente, en la oscuridad nocturna no lograba verse, pero percibía los trozos de carne que colgaban de su rostro, la vista le fallaba, no creía poder sobrevivir a tamaño ataque. Como pudo se incorporó frente al espejo y lo que vio era un rostro totalmente desfigurado, todo ensangrentado, se había transformado en un monstruo. Cerró los ojos, deseando que aquello fuera una pesadilla, pero cada vez que los abría, la imagen horrible permanecía frente a ella. Soltó un llanto desgarrador que brotó de sus entrañas provocándole espasmos de dolor. Mantuvo los ojos cerrados mientras el llanto seguía desgarrándole internamente hasta pensó que la muerte le abrazaba y cuando los abrió contempló sus pies descalzos bajo el camisón de seda color rosa mosqueta que le encantaba, mientras seguía sentada en la baranda del balcón de su departamento. ********
Página 1 / 1
|
Daniel Florentino Lpez
Especialmente la escena
del ataque del felino
Un final para pensar
Un abrazo
Daniel
Esteban Valenzuela Harrington
Diste en el clavo con tu comentario.Por naturaleza, se tiende a buscar el camino más fácil, cuando la respuesta está en uno mismo.
Un gran abrazo y gracias por leerme,
Esteban
Laura Alejandra Garca Tavera
Esteban Valenzuela Harrington
El gato representa la introspección que hace que ella vea lo que hay detrás de la cara bonita, por eso el llanto es tan desgarrador, porque la hace encontrarse con su verdadero yo. Si la hubiese dejado caer hubiera sido tomar el camino más fácil, por eso al dejarla de nuevo sentada en la baranda le estoy entregando una segunda oportunidad, que es la de replantearse su vida, recuerda que sólo tiene 29 años.
Gracias por leerlo y darme tu comentario,
Un fuerte abrazo,
Esteban
Maria dels ngels
Un cordial saludo, eres muy buen narrador y buscas en la introspección de tus personajes sentimientos por debajo de la piel.