Un sacrificio más valdrá la pena
Publicado en Jun 25, 2011
¿Qué foráneo no ha hecho esto? ¿Qué no ha obtenido? ¿Con qué esperanza lo ha hecho? Muchos estudiantes de diferentes lugares llegan a la universidad con sueños y metas por cumplir. Y tienen que vencer tantos obstáculos durante el tiempo. Se pelean con el cansancio para que se marche de su cuerpo, pues la rutina no es alentadora: pasan casi un día entero en la universidad para ver las asignaturas correspondientes, y terminan cuando el día les avisa, con su oscuridad, que ha llegado la noche.
Yo soy una de tantos estudiantes que experimenta, todos los martes, esta situación: desde las 10:00 de la mañana espero, con ansias, las 3:55 de la tarde para ver Periodismo de Opinión, cátedra que dura tres horas con veinticinco minutos, y cuando se acerca ese tiempo, siento que debo volar para llegar a casa, no queda a la vuelta de la esquina, sino de "polo a polo", Cabimas. Acepté este reto cuando supe, el 6 de abril de 2011, a través del horario maestro, que sólo había una sección (V-01). No tenía otra salida. Este es mi séptimo semestre y, por supuesto, me correspondía inscribirla. ¿Cuántos sacrificios no he hecho para estar aquí?, me pregunté en ese momento. Sin embargo, no imaginé qué se podía sentir al vivirlo. Pero, conservaba la esperanza de salir antes de que culminara la clase, pues había planeado hablar con el profesor (Orlando Villalobos). El 26 de abril correspondía la primera clase. Ese día, llegué decidida a plantearle mi situación al profesor y le dije: "Profe, yo soy de Cabimas y necesito saber si usted me permite salir antes de la 7:00 de la noche". "No, así no vas a poder", respondió con firmeza. En ese instante, miré, con resignación, la cara de una compañera que estaba en la misma situación, y entendí el enorme sacrificio que debía hacer todos los martes. Al entrar al salón (101), estaba un poco angustiada porque no sabía cómo irme a casa, y el profe se acercó para decirme: "Haz el sacrificio una vez a la semana". "Sí, así lo haré", respondí entristecida. Mi cabeza se congestionaba al pensar en la siguiente clase (10 de abril de 2011), no por la cátedra porque sé que obtendré conocimientos valiosos, sino por el agotador día. Ese martes, esperé la hora de la clase, y cuando me dirigía hacia el aula, vi una muchedumbre de estudiantes que corrían desesperadamente. No entendía lo que allí sucedía, sólo escuchaba voces que repetían insistentemente: "Corran, corran". Obedecí a esas palabras, y cuando salí del desastre, me encontré a Zunnis Morales, quien es mi compañera de la clase. Ella estaba nerviosa y a punto de desmayarse. Traté de tranquilizarla y me fui a casa. No pensé que irme, me restaría dos asistencias, pero no podía quedarme porque sentía que arriesgaba mi vida. Martes, 24 de abril de 2011 Sinceramente, no imaginé que este día sería horrible, puesto que viví una experiencia desagradable. La clase duró el tiempo correspondiente mientras miraba, a través de los vidrios empañados del salón, que ya había oscurecido. Tan pronto, el profesor vociferó: "Nos vemos el próximo martes", corrí hasta salir de los pasillos de la universidad. Cada vez, mi corazón se aceleraba, el frío de la noche me hacía temblar y la soledad de las adyacencias de la Facultad de Humanidades y Educación (FHE) hacía que el miedo me asechara. Rápidamente, el tiempo me desfavorecía. No había un taxi para salir. Decidí caminar en medio de la oscuridad de Ruta Interna hasta tomar un taxi para llegar al Terminal de Maracaibo. Allí tomé un carrito de la Cooperativa Cabimas-Maracaibo, el cual me dejó, a las 9:00 de la noche, en el Terminal de Cabimas. Desde ese lugar, caminé. Las calles estaban solas y oscuras, los borrachos deambulando con su acostumbrada botella en mano y dos huelepegas discutían. Uff, tenía razones para correr. En ese momento, me subí en un carro de la línea Corito, el cual me dejó en el sector Nuevo Juan, municipio Cabimas. Aún debía caminar, pues no estaban trabajando los choferes de la línea Nuevas Cabimas a esta hora (9:30 pm). Caminé tanto, pero tanto que no veía el final. Mis pies pedían auxilio, mi cuerpo no resistía, mi boca estaba seca, ya estaba deshidratada, es decir, seguir caminando sin descansar era en vano. Cada vez, un claro objetivo se apoderaba de mi mente: llegar temprano a casa. Sin embargo, los minutos avanzaban con la misma rapidez de los segundos. No tenía otra alternativa más que continuar caminando, pues la falta de electricidad de la avenida Intercomunal de Cabimas impidió el trabajo de los choferes de la línea de taxis Milenio. Si me preguntan: "¿Cuánto caminaste?", buscaría un sinónimo del adverbio de cantidad (mucho) o lo usaría como superlativo. En fin, alguien caminó en algún lugar durante algún tiempo, sí, esa fui yo. No sé exactamente cuánto tiempo, pero sí puedo asegurar que, por primera vez, llegué tarde a casa. ¿A qué hora? 11:00 de la noche. No me quejo, sólo cuento lo vivido y busco el lado positivo de las circunstancias. Periodismo de Opinión es una gran oportunidad para aprender.
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|