De un tiempo a esta parte
Publicado en Feb 02, 2009
De un tiempo a esta parte
De un tiempo a esta parte, ya no soy el mismo y creánme me apena profundamente tener que reconocerlo. En realidad, más que pena es una sensación de pesadumbre en el alma. Lamentablemente mi afección no es de carácter espiritual (lo cual en estas instancias sería un alivio); es de carácter físico. Se me anuda la garganta cada vez que lo pienso; reacción que creo intenta representar esa absurda suficiencia que podemos pretender los hombres. Somos limitados, y eso es precisamente lo que nos hace tal cual somos. Me estoy quedando ciego. Mi visión fue degradándose poco a poco, primero me afecto a distancia y luego en la cotidianeidad de la lectura. Se me diagnóstico un fenómeno irreversible. No hay nada al alcance de mi dolencia, ni aquí ni en ninguna parte, por lo cual, como verán no tengo chance. Estoy perdiendo objetividad. Es imposible evitar que afloren los sentimientos y que ocupen un mayor grado de incidencia. El mundo tal cual viene aconteciendo para mí se termina. Me tocará experimentar como a todos los ciegos el desamparo de una sociedad "estándar", que lejos está de comprender y de integrar a personas con capacidades diferentes. Tengo miedo. Escribo estas líneas entre las sombras que empiezan a aparecerse, cada vez mas frecuentes. Prácticamente podría decirse que estoy en mi propia penumbra. Parece irónico, pero ni siquiera voy a percatarme cuando se acabe la tinta, o cuando finalice esta página. De lo único que podré disfrutar será del sonido de la pluma sobre papel, si es que tengo la suerte de que mis sentidos se agudicen pronto. Ya no veré pobreza ni dolor. Tendré que hacerme cargo de mi propia miseria, ya que de ningún modo le escaparé a mi propio yo. Esa promesa, esté donde esté, haga lo que haga la mantendré presente siempre: no me voy a traicionar nunca. Lucharé para que la ceguera no se lleve a cuestas mi esencia. Pido disculpas por si me vuelvo más cascarrabias que de costumbre, va a ser realmente inevitable. Quise dormir, pero hace tres días que la tensión me mantiene insomne. Aunque estuve hidratándome constantemente, tengo la boca seca y los labios a punto de cortarse. Recuerdo tantas tardes en las cuales me la pasé durmiendo tratando de ponerle pausa a la realidad. Y sin embargo, ahora pienso en ello y me lamento infinitamente. Las pequeñas cosas que nos parecen intrascendentes y hasta tediosas aún, de aquí en adelante me harían sumamente felices: la imagen del horizonte, la luna llena, en fin... El fútbol los domingos, pasará a ser una voz en la radio; únicamente un grito de gol. La imaginación hará el resto. Será mi mejor y única aliada. Acabo de prender la radio para habituarme, pero no hay más que noticias terribles: "...se ha cortado el suministro de gas en la zona cuyana...", "...se acentúa el conflicto en la franja de Ghaza...", "...atentado en el golfo pérsico, se cree que se ha tratado de un ...". Por fin tuve que apagarla, y me decidí a tomar un café. El recreo tuvo sus frutos, ya que además de tranquilizarme, sirvió para aliviar mi brazo cansado por el sermón de la escritura. Entré al baño, me enjuagué la cara, y miré el espejo. El rostro que divisé no se parecía mucho al mío. Tenía unas ojeras acentuadas, producto de la falta de sueño. La barba de un tiempo, no recordaba cuanto. El pelo desarreglado, sin remedio. Como corolario, miré mis ojos. Fue una mirada fugaz, pero con cierto desprecio. En ese instante pensé en cuánto me había preocupado por las apariencias, y realmente cuánto me preocuparían en adelante. La conclusión fue inevitable, lo que estaba viendo en forma absoluta y evidente, era la propia estupidez. Amargado, volví a esta carta. Espero haber respetado los detalles, que aunque mínimos, realmente importan. Veo luz que se filtra por un postigo entornado; son casi las siete. El sol se hace presente una vez más. Quizá sea mi última imagen. Hace un instante comprendí que la vida es un amanecer constante. Hoy pude ver un nuevo día; extraordinario, irrepetible. Se acaba de correr la tinta; una lágrima cayó sobre el papel. No pude evitarlo. Doy gracias a Dios que me ha permitido ver esta lágrima. Me he quedado ciego. No, me había quedado ciego hacía tiempo ya; recién hoy volví a abrir los ojos.
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ana reyes