Donde habita el duende.
Publicado en Jul 01, 2011
En los sinuosos alrededores de un bosque,
al pie de una alta serranía que lo ensombrece al amanecer, dejé sola a una niña para que se criara en la mas limpia pureza. Con la compañía de mi voz para guiarla, mezclada con la naturaleza salvaje, jugando entre cardos y hormigueros. Ella... tan inocente. Por el intenso verde de la arboleda se vio deslumbrada mi niña, por el reflejo plata de sus hojas que incide directamente sobre su iris. Descubrí su tentación y la invite a entrar. Adéntrate en el bosque por ese caminillo estrecho, deja tu sombra fuera para el próximo reencuentro, aquí el interior cuece oscuridad y silencio. No marques el camino, aunque temas no saber volver, las piedras blancas se pierden bajo la hojarasca; donde la putrefacción te devora si te quedas dormida. Camina y mira, sobre todo observa que a pesar de la opacidad todo se torna encantador; el crujir de las ramas y hojas secas a cada paso, el perceptible sonido de tu respiración, el parpadeo de los ojos que te observan entre la maleza... Pero que extraño, creo escuchar algo mas, algo muy inquietante. ¡Niña, quédate quieta! Uno de ellos esta cerca de ti, ¿Lo sientes? No esta detrás de los matorrales, tampoco en la copa de los arboles. No se revuelca en el fangoso charco que tienes a tu derecha, ni levita sobre tu cabeza. Se encuentra esperando detrás de ti. Es un curioso duende, de esos que tienen un simpático rostro como mascara para ocultar su vulgaridad. Ellos son los piojos del bosque, la lacra de la burla. Tan solo peones de algún diablillo malvado. la culpa de esta desgracia y me haré pagar, pero ahora tendrás que defenderte sola, porque yo... Yo no te puedo salvar. El duende, con actos patéticos intentara cortarte para sorber tu dolor. Restregara con alevosía ortigas por tu piel, rascara hasta bañar con tu sangre sus uñas, echara tierra en tus heridas y reirá ante ti con descaro salpicándote con su saliva. No te sumas en profundo desconcierto, libérate de esa tonta inocencia que te impide fruncir el ceño. Saca rabia, cría malicia y pisotéalo. Mata al duende que te fustiga y devuelve la paz al bosque enterrando sus huesos bajo la hojarasca, donde pasa el tiempo y prolifera el olvido.
Página 1 / 1
|
Camilo Henao