Un fantasma para el rquiem (parte 1)
Publicado en Jul 07, 2011
Un fantasma para el réquiem
-I Le hablo de muchas cosas y no me contesta, se aferra a la silla y mira al vació, su rostro redondo y moreno delata nuestro origen común; sin embargo hay algo que nos hace diferentes pero no puedo definir bien que es. Él apenas me entiende no habla bien el español su acento es vago, evade cualquier conversación se sierra así mismo y simplemente dice cualquier estupidez que se le viene a la cabeza, ríe. Se pone nervioso con el trancito de la ciudad y siente nauseas en el transporte publico. También se llama José siempre que en su camino se cruza una imagen religiosa se persigna es entonces cuando yo me callo y no lo entiendo. Solo en aquel momento me pregunto por que somos tan diferentes. El me habla con emoción de la próxima fiesta del pueblo, sus ojos se ilumina su voz se exalta, sin embargo hace todo lo posible por borrar sus rasgos autóctonos se tiñe el pelo, se compra ropa barata, se pone unos adiadas que son tan piratas que las letras no se logran distinguir –yo alcanzo a leer jodidas- entonces me mato de la risa pero no le digo por que. Me asombra su idea de progreso, intenta emular lo que ha visto en la tv y lo que mira en los barrios populares de la ciudad, no tiene idea ni por que lo hace, sospecho que me oculta algo. Ambos somos citadinos de vida alegre, tenemos suficiente comida para no ser considerados pobres e ingresos tan inestables que no podemos llamarnos clase media, estamos en el limbo de la sociedad; nos alimentamos de lo que podemos cuando podemos, la cosa es buscarle. Andamos de un lado a otro ocultándonos en los recovecos de mercados, plazas publicas y en todo lugar donde haya gente, llevamos la capa de la clandestinidad. Estamos desquiciados nos sabemos inmunes y por eso hacemos lo que queremos, la ley niega nuestra existencia por tanto creemos tener el derecho –si no es que la obligación- de ignorar los derechos de los demás, es un convenio bastante cómodo. Vivimos al día, inclusive nos gusta pensar en el mañana a sabiendas de que puede no llegar. El vende baterías en los camiones, un paquete por diez pesos; yo doy vueltas en un camellón esperando que alguien compre mis mercancías, quizás esa es mi única ventaja, me da tiempo para pensar. A veces pienso que el mundo se olvido de nosotros, trabajamos sin descanso sin saber realmente a quién rayos le servimos. Por más que nos esforzamos seguimos igual, seguro alguien se lo lleva todo, como siempre en este país. Talvez no existimos… por momentos nos logran ver y cuando regresan la mirada ya no estamos ¿acaso somos fantasmas?.
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Crupier
Y no es poco.
Saludos!
Laura Alejandra Garca Tavera