Hace ya un buen tiempo, específicamente dos años y medio, que Amenábar presentó esta producción que costó alrededor de 50 millones de pesos y generó muchas expectativas en su tiempo, fenómeno que acontece actualmente con la accidentada y continua postergación de la producción "El Hobbit".
Luego de su estreno, se eclipsó notablemente, y en este país tercermundista (donde los líderes poco entendidos en cultura le dicen al resto de la gente cómo debe pensar), no llegó más que a las salas de dos o tres ciudades importantes. En el resto del país brilló por su ausencia.
No sé si se debió al bajo rating (los espectadores esperaban una épica tipo "Gladiator" o "Alexander"), o al hecho de que la religión oficial del país (aún en pleno siglo XXI) es claramente expuesta con sus excesos durante la cinta. Lo que sí es verdad es que obviamente mucha gente no se declarará a favor de ella.
Las críticas resultan encontradas. Tiene varios premios Goya, pero no es bien recibida en el resto de los festivales. La película tiene un tema fuerte qué presentar: el asesinato de Hipatia de Alejandría a manos de la nueva y naciente religión cristiana, que empieza a dominar en las altas esferas de Roma.
Es de destacar la notable actuación de Rachel Weisz, quien ya se ha catapultado en el medio artístico por sus dotes artísticas (qué es lo que realmente importa de una actriz), habiendo caracterizado un papel a la perfección y a la altura que requería el personaje. No es el personaje al que Hollywood nos ha acostumbrado desde luego. Hipatia es una filósofa neoplatónica, matemática y astrónoma, y a muchas personas les cuesta trabajo creer que su vida no gire alrededor de las costumbres propias de su género: amores, maternidad y vanidad femenina.
La película pudo prescindir de los efectos especiales y la ambientación, si bien es uno de sus mayores logros, pues la temática tiene más connotación social y política y aunque el contexto es importante, no hay necesidad de perfeccionar la escena. Amenábar logra una dirección creativa y deja de lado, clichés pasados de moda. Sin embargo, de pronto se antoja fría y lejana, aunque no por eso pierde un indiscutible valor dentro del cine independiente.
Se le reconoce su mérito en el hecho de abordar una situación que aún hoy no ha sido erradicada en la mayoría de los países; en los intereses de los grupos de poder y en el rechazo de aquellas ideas innovadoras y "espiritualmente peligrosas".
Lógico será que mucho cinéfilos, poco acostumbrados a usar la cabeza en el cine, se sientan poco atraídos hacia este tipo de cintas. Aquí sólo se ven personas atormentadas por la doble moral que sus predicadores enseñan (el esclavo Davos), gobernantes presionados por los grupos de poder (el prefecto Orestes). No hay héroes ni hay santos, basta ver la forma cómo el obispo Cirilo pretende crear a los santos para cuestionar seriamente a "esos ejemplos" que la iglesia cristiana (católica y ortodoxa) pretende encumbrarnos.
Tampoco verá a una diva, seductora y deslumbrante filósofa que domina a los hombres y caen bajo sus pies. Verá una mujer común y corriente, obsesionada con su trabajo y con el universo. Tal vez, eso sí, verá una mujer valiente, que no renuncia a sus ideales ni se traiciona así misma aún a costa de su vida misma, y ése es un ejemplo que vale la pena recordar.
Lw