Amor & Más Alla (Capítulo 2)
Publicado en Jul 09, 2011
Capitulo 2: "Justo antes de morir una estrella, se observa la imagen mas hermosa del universo un tremendo crepúsculo ilumina por unos segundos destruyendo así a un pobre sol moribundo. Sabemos que morir no es estar muertos; Sabemos al morir que nuestros pasos cansados no llegarán muy lejos"
Un momento... ¿Cuándo me quede dormido? La verdad no importaba mucho eso, sino saber qué pasaba: ¿por qué estaba en una habitación blanca desnudo? ¿Y cómo era eso de que podía ver a mi abuela fallecida hace unos años? Recordaba haber salvado al bebe, pero ¿es qué sucedía? -Jared, vístete. Es incomodo hablar contigo desnudo - decía mi abuela en tono estricto. -Abuela, ¿Qué hago aquí? ¿Qué es este lugar? -Pues me llamaron para venir a recogerte. -Pero abuela si tu estas muerta - susurré para mi mismo mientras me alejaba de ella y contemplaba su rostro. - ¡Claro! - Dijo feliz - y tu también... ¡Bienvenido al cielo!- agregó. Tomé los pantalones y me los puse rápidamente mientras ella arreglaba la camisa entre sus mano y la sacudía una y otra vez. - ¡Pero yo salí del río! - dije en voz baja con un tono desesperado. - Claro que no. Estás muerto - contestó la suave voz de mi abuela. - ¡No me ahogue! - insistí mientras ella negaba con la cabeza y susurraba mi nombre. - ¡Jared! Tranquilízate... - ¡Que no me he ahogado! - seguía insistiendo furioso. - ¡Jared! Por favor, no me hagas pasar un disgusto - Me regañó aun de espaldas a mí - Soy tu única pariente aquí arriba, por eso he venido - me regañó aun de espaldas a mí. Me sentía confuso, ¿puedo decir desesperado? Si, desesperadamente confuso. Todo me daba vueltas y buscaba en mi mente una explicación lógica. Hurgaba en mis recuerdos tratando de encontrar aquel momento en el que salía del río... pero no encontré esa imagen. - ¡No! No, no, no... - repetía demasiado molesto - ¡quiero hablar con el encargado ahora mismo! - supliqué. Y vi una gran puerta detrás de mí salir de la nada. Me dirigí hacia ella y mi abuela comenzó a seguirme. - No Jared, ahora no puedes hablar con el. Hazme caso, no acostumbra hablar con los recién llegados, lo detesta -. Me puse la chaqueta que mi abuela me había entregado en un momento que ya había olvidado ya que estaba furioso. - Me niego a creer lo que me dices, yo no estoy muerto ¡Eso es mentira! Yo si salí del río... salvé al niño y salí del río...- - No, eso no es verdad y tú lo sabes. Jared, estiraste la pata, colgaste los tenis, etc. etc. Estás muerto - decía mi abuela con toda la naturalidad del mundo... o mejor dicho: del cielo. Llevé las manos a mi rostro y me escondí entre ellas. Deseaba llorar con toda la rabia y tristeza que sentía... y lo hice. Mi abuela me estrechó entre sus brazos con mucha ternura. - Jared, calma... ¡El cielo es algo maravilloso! - Intentaba animarme - Ni te imaginas lo que encontrarás -. ¿Y que iba a encontrar yo aquí? ¡Vamos! Seguramente no encontraría nada bueno, nada. Lloré como jamás lo había hecho en vida mientras escondía mi cara en su hombro y ella acariciaba mi espalda. - No, no, no Jared - canturreaba para calmarme. - No abuela, no quiero estar muerto - insistí nuevamente. Me miró molesta y abrió los ojos como platos. - En serio Jared, el cielo es una aventura maravillosa - me tomó de la mano y continuamos caminando hasta la puerta. Esta se abrió de golpe y la cegadora luz irradió con más fuerza que el sol mismo ante mis ojos. Poco a poco estos se acostumbraron y pude observar como millones de luces de colores bailoteaban entre las nubes que me rodeaban al caminar entre ese sendero invisible. - ¿Y tu madre? ¿Tu padre? ¿Cómo están todos? - quiso saber mi abuela mientras mi cabeza volteaba de un lado a otro observando con detalle cada insignificante nube que había allí. - Están bien, bueno... lo estaban cuando me marché de casa -. Miré hacia arriba. ¿Cómo era posible que en el cielo, hubiera un cielo azul? Esto se parecía muchísimo a la tierra, aunque aun no conocía sus ventajas... digo, las demás a parte de que aquí no podrías morir, pues ya estabas muerto. De pronto todo a mí alrededor se volvió borroso y la mano de mi abuela descansaba en mi hombro. Aparecimos, de la nada, en una pequeña casa llena de pinturas al óleo y cerámica de colores chillantes. Las paredes tenían unas grandes ventanas con unas cortinas delgadas, casi transparentes por las que podía ver claramente... la ¿torre Eiffel?, si, quizá era una copia o que iba a saber yo. Pero a través de los cristales había millones de casas y monumentos preciosos. - Esta es mi forma favorita de viajar - dijo mi abuela cuando al fin todo se volvió claro - piensas a donde quieres ir... ¡y ya estás ahí! -. Oh bueno, una ventaja más. - También se puede volar, y a algunas personas les gustan los coches y cosas parecidas, pero yo prefiero transportarme -. - ¿Coches? ¿Qué son coches? ¿Volar...como? - al parecer aquí tenían una forma de hablar muy extraña. O quizá eran cosas nuevas que yo no conocía. ¿Pero como? - Ha, lo entenderás después -. De pronto el cansancio se apoderó de mí fuertemente y solté un suspiro muy ruidoso. -Oh, lo siento, se que estás cansado. Ven, te mostraré tu habitación -. Me tomó de la mano y me arrastró hacia un cuarto de paredes blancas que tenia muchos de esos cuadros por todos lados. - Puedes quedártela todo el tiempo que quieras, y ahora procura descansar. Cuando yo llegué, estuve días enteros durmiendo - agregó mientras su risa hacia eco en la gran habitación que tenia una grande cama en el centro. - ¿De quien son estos cuadros? - la curiosidad me había ganado y pregunté al apuntar algunos sobre la cama. - Son míos - parecía muy orgullosa de decirlo - ¿Te gustan? Aquí tienen mucho éxito -. - Si, si. Me gustan mucho. No sabía que pintaras -. - No, no lo hacia pero cuando llegué aquí, un día tomé un pincel y no pude evitar comenzar a pintar, desde entonces no he parado. Puede que sea mi recompensa por haber tenido tan poco talento en la tierra -. Me recosté sobre la cama, mi abuela salió de la habitación pero uno segundos después volví a ver su rostro asomarse por la puerta. - Te costará un poco, pero en unos días te darás cuenta de donde estás -. Le sonreí y me sumí en la inconsciencia.
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