Amor & Más Alla (Capítulo 4)
Publicado en Jul 09, 2011
CAPITULO 4: "Me gustas. Te lo digo con el viento, con todo el sentimiento. Me gustas como no me ha gustado nadie... simplemente me gustas, te lo digo con la lluvia, con los suspiros que emanan de mi pecho. Te lo digo con el sol, te lo digo con el miedo, te lo digo con el pensamiento... Incluso creo que ya te quiero".
- ¿Martin Gaddison? - repitió Jane mientras me miraba directamente a los ojos. - Si, el y yo éramos los mejores amigos cuando pequeños... la pasábamos siempre juntos -. Sus ojos caramelo eran los más preciosos ojos que había visto en toda mi vida... y muerte. Cuando la vi por primera vez hubiera jurado que el corazón se había salido de mi pecho. - Solo concéntrate y lo encontrarás... Jared-. Escuchar su voz decir mi nombre me hacia estallar de emoción. Su tierna mirada me llenaba de una gran sensación de paz, tranquilidad... miles de emociones inexplicables. Asentí levemente. - ¡Encantado de conocerte! - dijo Rodrigo interrumpiendo el momento; me dio una palmada en el brazo y se alejó de nuevo hacia el sofá donde se había encontrado cuando irrumpí en su casa. Jane se levantó del piano. Un ligero vestido color rosa pastel caía hasta sus tobillos. Su esbelta figura me llamaba claramente en cada centímetro. Se acercó a mí bailoteando como si fuese una bailarina. Llevaba unos extraños zapatos. Parecían como unas simples zapatillas para hacer senderismo. Antes de llegar a mí, se detuvo. - En alguna parte estará, ¡eso le pasa a cualquiera! - dijo la madre de Jane mientras se alejaba hacia la cocina. Jane sonrió. - Concéntrate y le encontrarás - decía mientras llegaba conmigo. - A lo mejor yo puedo ayudarte - sonrió y fijó su mirada hacia el suelo, un suave rubor se extendió por sus mejillas. Sonreí, si ella pudiera ayudarme...si quisiera acompañarme a donde me fuera a llevar este camino. - Soy Jane - sonrió y me miró a los ojos nuevamente. Cada que me miraba era como si ya nada importara, solo ella era la luz que iluminaba el lugar donde yo me encontrara, Jane... - Claro - susurré atónito y alargué mi mano para saludarla, ella hizo lo mismo y cuando nuestras manos se estrecharon sentí como si una corriente eléctrica subiese por mi mano hasta recorrer todo mi cuerpo, al parecer ella también lo sintió puesto que su mirada voló de mis ojos a nuestras manos y sonrió para si misma. Después de unos segundos suspiró. - Y ahora... piensa en tu amigo - giró su rostro para buscar a su familia - ¡Adiós! - les dijo y volvió su sonrisa a mi rostro. - ¿Listo? - preguntó y yo asentí felizmente, me tomó de la otra mano y desaparecimos de ese lugar, lo único que podía ver eran sus ojos y su sonrisa... Aparecimos por un camino empedrado frente a unas grandes casas blancas y amarillentas, caminamos por este lugar y mi vista viajaba de un lugar a otro. Las personas caminaban, otras volaban y muchas más desaparecían ante nosotros. Unas personas viajaban en unas maquinas extrañas que tenían ruedas... unas eran amarillas, verdes y sobre ellas la palabra "Taxi". - ¿Qué es eso? - le pregunté a Jane extrañado, todo era tan diferente a la tierra. - Todo lo que imaginas existe aquí... y todo lo que existe en el cielo en su momento volverá a la tierra; Nada se pierde ¿Entiendes?-. - Claro - Hablar con ella me resultaba... difícil, usualmente yo hablaba mucho pero junto a ella mis palabras eran pocas, solo me detenía a observar su dulce rostro. Sus cabellos color cereza caer en cascada sobre sus hombros y sus ojos... aquellos color caramelo que con cada mirada me embriagaban cada vez más. Me tomó de la mano y desaparecimos de nuevo, no sabía como era que viajábamos pero lo hacíamos. Esta vez aparecimos frente a una escuela, demasiado grande a decir verdad. En la tierra las escuelas no eran de esa proporción, a veces ni siquiera había. Una pareja volaba feliz sobre una pequeña casa llena de ventanas por las que el sol entraba de lleno mostrando una acogedora sala de color azul en diferentes tonos combinando a la perfección con el blanco de los muebles. La escuela tenía unos grandes barrotes alrededor de la misma, pero a su vez, una grandísima puerta se extendía en el centro de la entrada. Los árboles, el césped, flores y mariposas estaban por doquier en ese lugar. La naturaleza envolvía cada centímetro del gran jardín en el patio delantero donde miles de pequeños jugaban felices. - Y esto... ¿es la escuela? - pregunté algo tímido, quizá ni siquiera lo era y yo ya había sacado conclusiones, cosa que no debería hacer puesto que el cielo no era nada parecido a lo que había sido mi mundo hacia unos días. Dos niños pasaron a nuestro lado revoloteando y bailando entre ellos. Jane los miró y se sonrieron con gran alegría. Ella era feliz al parecer, un dulce brillo embargaba sus ojos cada que sonreía... y eso me hacia sonreír. - Si - contestó aún viendo hacia los pequeños que jugueteaban detrás de nosotros. Entramos por la gran puerta. Me giré a verlos también. - Eso quiere decir que esos pequeños niños están... - no terminé, entramos a el pasillo que conllevaba a los salones. Había cientos de puertas que se extendían a cada lado de ese gran pasillo. Las paredes de este eran color melón con tonalidades de café. Hacia el techo, el pasillo era un gran arco de vidrio que dejaba ver a las aves sobrevolando el cielo azul. Comenzamos a pasar por los primeros salones. Un grupo de niñas caminaba hacia la salida junto con una señora de vestido rojo; ellas vestían uno igual pero el color era más desteñido. - ¡Vamos a ver al rey y a la reina! - dijo la señora. - Yo quiero ver a la princesa... ¡Quiero ser una princesa! - agregó una niña y todas comenzaron a reír y a avanzar felizmente. La primera aula a mi derecha, era de música. Un niño de cabellos oscuros tocaba la flauta muy armoniosamente. Había guitarras, trompetas, clarinetes, tambores y... un gran piano. Me detuve a contemplarlo unos segundos. Deseaba tanto poder acariciar las teclas de aquel piano de cola negro que se posicionaba en la esquina norte del aula. Una niña tocaba el arpa, sus cabellos dorados estaban sujetados al lado izquierdo de su cara y sus ojos color castaño brillaban intensamente con cada nota que inundaba el espacio. Otro grupo de niños, todos de diferente raza, pasaron junto a nosotros con miles de dulces entre sus manos. - ¡Hola! - dijo Jane a los pequeños y estos le contestaron felices al unísono. Un niño con un violín pasó a mi derecha tocando muy quedo y se dirigió al aula de música. Una niña con un chelo lo seguía. Jane se detuvo y yo lo hice también. En esa parte, el pasillo pasaba a sumarse con otro que estaba perpendicular al primero y ahora eran cuatro los caminos posibles a recorrer. Un león dorado estaba en el centro de los pasillos al que fácilmente podría llamársele glorieta. Me giré hacia todos los lados posibles. Estaba maravillado, el aura de felicidad era demasiada que me sentía muy emocionado... extasiado. Jane sonrió al verme observando cada detalle de la escuela. Me giré para mirarla y sonreí de una manera que jamás lo había hecho. Mi sonrisa era torcida pero feliz, divertida... autentica. Ella se sonrojó y agachó la mirada. Segundos después volvió a mirarme. - Bueno... - comenzó con un tono un poco triste - Tengo que irme ya- concluyó. - ¿Qué? ¿Por qué? - pregunté de pronto sintiendo como la felicidad se alejaba un poco de mi. - Pues... tú no eres el único recién llegado - musitó y después sonrió encogiéndose de hombros. Comenzó a caminar y pasó a mi lado, me giré para verla caminar y avanzar con la alegría rondándola y estando presente como si fuese algo sólido. - Jane... - comencé a llamarla sin pensarlo si quiera. Ella se giró rápidamente pero no dije más. Me limité a pensar en lo linda que era, en cuanto me gustaba... - Lo se - Sonreí. "Tu también me gustas mucho" escuché su voz dentro de mi cabeza mientras ella me miraba seria. Puse los ojos en blanco. Ella sonrió y las comisuras de sus labios llegaron hasta sus ojos. Supongo que las mías también. "Lees el pensamiento, me di cuenta, pocos lo hacen" pensó y volví a sonreír. Después se giró hacia la salida y sus cabellos volaron con el viento que entró detrás de ella. El olor a fresias me inundó y aspiré feliz. Ese seria mi aroma preferido de ahora en adelante. La contemplé bajar unos pequeños escalones que yo ni siquiera había visto al entrar y se desvaneció hacia la nada. - y ahora... ¿A dónde vamos? - preguntó un niño a otra chica. - A clase de poesía - comentó feliz. - ¡Genial! - inquirió el niño. Se tomaron de la mano y corrieron por el pasillo opuesto en el que yo caminaba. Recordé la voz de Jane en mi cabeza "Tú también me gustas mucho" y sonreí nuevamente, como jamás lo había hecho.
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