La nia de las estrellas (Novela). Introduccin. (Corregida).
Publicado en Jul 10, 2011
INTRODUCCIÓN
El 30 de junio del año 1600 después de Jesucristo, la abadía de Saint Denis, situada al noroeste de París, muy cerca de la capital francesa, se iluminó con la presencia de un deslumbrante sol al amanecer. Era ya pasada el alba cuando Fray Portero bajó para abrir la puerta principal. Fue entonces cuando escuchó un pequeño ruido proveniente del exterior. - ¡Otra vez ese bendito Micifuz!. Un día escaldo a ese gato en cuanto le ponga las manos encima. ¡Se va a enterar de lo que es cocerse vivo en agua caliente!. Como le pille aprenderá a dejar de maullar sin ton ni son. Parece tonto pero es más listo que el hambre... ¡pero yo le voy a enseñar lo que es ser listo de verdad!. Y Fray Portero, con mucho más malhumor del que era característico en él, descorrió el cerrojo de la pesada puerta y se asomó al exterior. - ¡¡Dios mío!!. ¿Qué es esto?. - ¿Qué sucede, Fray Portero?. ¿Por qué dáis esos gritos tan espeluznantes que a todos váis a despertar sobresaltados?. ¿No nos tiene dicho Fray Prior que no hagamos ruidos hasta las diez de la mañana?. ¿O es que es necesario recordaros que esta abadía es lugar de recogimiento, paz y silencio, para poder meditar en los misterios de la vida?. - ¡¡Precisamente por eso grito, Fray Cocina!!. ¡¡Porque cuestión de misterio de la vida es lo que estoy viendo con estos ojos que algún día habrán de comérselos los gusanos!!. - Dejad las filosofías negativistas para otra ocasión, Fray Portero... ¿o es que ya habéis bebido tanto vino a escondidas que no sabéis lo que decís?. ¿A qué misterio de la vida os podéis estar refiriendo si ya sabemos todos aquí, en esta plácida abadía, que el misterio que existe es saber de qué cuna, en realidad, venimos a este mundo?. - ¡¡Eso es lo que estoy intentando deciro, Fray Cocina!!. ¡¡Pero como en sacándoos del pan con tomate y de las sopas al ajo arriero, no entendéis de misterio alguno más... pues resulta que no tenéis ni idea de donde venimos, ni a donde vamos a ir a parar tal como están de locas las presentes generaciones!!. - ¿Podéis dejar de dar tantas vueltas al cerebro para decirme, con total claridad, qué es lo que estáis viendo?. - ¡¡Venid a la puerta!!. ¡¡Lo veréis con vuestros propios ojos porque si os lo cuento me llamáis embustero o que estoy bajo los efectos del vino de Montmartre!!. - ¿Es que no podéis decírmelo desde donde estáis o estáis dispuestos a molestarme todo el santo día?. Mirad que si seguís por este camino de las bromas pesadas soy capaz de decirle a Fray Prior, esta misma tarde, durante los responsos, la verdad de vuestras escapadas hacia esas calles oscuras de vuestro querido Montmartre donde ya me han dicho algunas pías informantes de las que acuden a misa que rondáis a una mujer casada. - !!Mejor es que vengáis a verlo vos, Fray Cocina, y dejáos ya de amenazarme no sea que se entere Fray Prior de quién es el que come hasta tres veces más de lo normal y cinco veces más que el resto de todos nosotros y a dónde van a parar esas monedas de plata que un día están a la vista de todos y al día siguiente nadie las ve!!. El reumático Fray Cocina, rezongando por el dolor de su pìerna derecha que sufría por culpa de la gota, se acercó, lentamente, hasta la puerta. - ¿Se puede ya saber qué habéis descubierto?. - Mirad aquí. En las mismas escaleras de la entrada. - ¡¡Dios mío!!. ¿Esto qué es?. - ¿Pues no decís que estáis tan despierto?. ¿No véis que es una criatura?. Ambos se acercaron al pequeño bulto envuelto entre gruesos paños de lana. - ¡Dios mío!. ¡¡Es un bebé!!. - Dejáos de exclamaciones inoportunas, Fray Portero, y cogedlo en brazos. - ¿Y qué hacemos con él?. En esos momentos en que Fray Portero cogía al bebé, este comenzó a llorar a todo pulmón. - ¡Vamos, Fray Portero!. Entremos de prisa a la cocina. En esos momentos Fray Prior apareció en escena. - ¿Se puede saber qué diantres pasa y quién está llorando de esa manera tan escandalosa?. Fray Portero no tuvo más remedio que enseñar lo que quería ocultar a la vista de Fray Prior. - ¡Es un bebé, Fray Prior!. ¡Un bebé de muy pocos días de vida que alguien ha dejado en las escaleras de la puerta principal de nuestra abadía!. Fray Prior lo cogío entre sus brazos y el bebé dejó inmediatamente de llorar. - Si no fuese porque es un decir maléfico pareciera que vos sois su verdadero padre y por eso os ha reconocido. Fray Prior se encendió de ira. - ¿Cómo habéis dicho, Fray Cocina?. ¡Esta misma tarde hablaremos más despacio vos y yo tras los responsos!. Fray Portero se puso nervioso. - Pero mirad bien, mi señor Fray Prior, que yo no he dicho nada ni he insinuado nada. - ¡Con vos tambié tendré yo alguna que otra palabra... pero... ¡mirad!... ¡mirad bien!... ¡no es un bebé sino una bebé!. ¡¡Es una niña!!. ¿Y qué contiene esta bolsita que lleva escondida entra las ropas?. - Veamos que es, Fray Prior. - Esos es, Fray Cocina... ¡id preparando un poco de leche!. Fray Prior abrió la bolsita de cuero. De su interior extrajo primero un papel y leyó en voz alta lo escrito. - Me llamo Luna y cuidadme como una reina pues en verdad soy una princesa. - ¡Dios mío!. ¿Es posible que una princesa tan bella y tan linda haya podido ser abandonada?. ¡Jamás se puede entender tal cosa!. - ¡Ved, Fray Portero, ved lo que contiene también la bolsita!. Fray Prior sacó del interior de la bolsita de cuero un collar compuesto de estrellas de plata con un crucifijo cristiano de oro macizo en cuyo centro se encontraba incrustada, una amatista de color violeta moderado y en forma de luna llena.
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