La nia de las estrellas (Novela) Captulo 3.
Publicado en Jul 12, 2011
- Está bien, señor Condestable... ¡pongo la última carta sobre la mesa!.
- Ya veo que siempre juega usted con un as escondido en la manga de la camisa. - En estas cuestiones de amores hay que ser más pícaros que cualquier otro rival. ¡Escuche!. ¡Escuche lo que tengo que decirle!. - Supongo que alguna otra barbaridad. - Genialidad. Quiere usted decir que es una genialidad. - O sea... ¿que estoy ante todo un genio en cuestión de damas?. - Puede usted estar seguro sin ninguna clase de equivocación. En el arte del juego de las damas soy el genio más grande que ha existido. - ¿Usted juega a las damas o juega con las damas?. - Da lo mismo. Pero... efectivamente...juego con las damas... y nunca me ha derrotado ninguna a mí. Escuche ahora mi última gran jugada. - Espero que seal legal. - Depende de lo que usted crea que es legal. Para mí es totalmente lícito pero para usted, como es tan cumplidor de las buenas artes, quizás lo considere una trampa. Con esto de las mujeres usted gusta de las buenas artes y yo gusto de las bellas artes. Je... je... je... - Sin ironías, don Liano di Milano, si ironías. - Está bien. Dejemos las ironías a un lado... ¿qué puede haber al otro lado?. - Ahora no sé ni de lo que me está usted hablando ni mucho menos de lo que me quiere dar a entender. - ¡Al otro lado está mi tío Nito del Molinum, pero yo soy mucho más conquistador que él y desde luego que mientras él es un tosco zafio con las mujeres de los arroyos yo soy un florentino fino con las damas de las cortes!. ¡Escuche!. ¡Escuche mi plan!. ¡Verá que corte le pego a mi tío!. - ¿Pero no son ustedes como la uña y la carne?. ¿No son amigos íntimos y verdaderos?. - Sólo cuando me interesa. La amistad, para mí es eso. Él me apoya a mi y yo surjo hacia la fama... pero él sabe que entre los dos hay un abismo... - Bien. Tengo toda la noche por delante para seguir escuchando locuras. - Mi tío Nito, al fin y al cabo, me importa menos que una merluza. - Ya veo que a los dos les gusta coger merluzas... de las que hacen que las camas den vueltas... - Sin ironías, don Armand Duguesclin, sin ironías hemos dicho. - Cierto. Dejemos las ironías y las puyas para el teatro y vayamos a lo concreto. - Usted lo acaba de decir. Amar a una mujer consiste en ser el mejor actor para la mejor actriz. Es el círculo amoroso, Condestable, el teatro de las vanidades convertido en sainete nada más. Al mejor actor siempre le corresponde la mejor actriz. Así que Marianne es mía. ¿Y qué ocurrirá con mis dos hermanos y mi tío?. Ni los tres juntos podrían jamás burlar a la centésima parte de las mujeres que he burlado yo. En otras palabras; mientras yo conquisto a cien ellos sólo son capaces de conquistar a una solamente y gracias a la casualidad. A mis hermanos sólo los considero marionetas nada más y yo sé como manejar a quienes sólo son marionetas de mis caprichos; y en cuanto a mi tío le tengo poreparado el plan perfecto. - Me está usted dando miedo. Yo no voy a dejar que ninguna de mis hijas sea parte de algo que me parece que debe ser hasta diabólico por la extraña mueca que veo en su rostro. Ni tan siquiera sabe usted sonreír con inocencia, don Liano di Milano. ¿Fue acaso el engañar a tantas mujeres lo que le hace que no sepa sonreir?. - ¿Está usted diciendo que vendí mi alma al diablo?. - Supongo que estoy diciendo eso... pero me aterroriza hasta sólo pensarlo... - ¡Déjese de remilgos ahora, Condestable!. Este es mi plan. Si conseguimos que una de sus hermosas hijas acepte a mi tío Nito del Molinum como esposo... escuche lo que sucederá después. - Espero que no sea una diabólica barbaridad. - No me corte en medio de mis expresiones, por favor, y escuche con admiración hacia mi persona. - Escucho, aunque creo que hago mal en escucharle. - Mire... si logramos que se cumpla la boda y que de la unión de ambos nazca un bebé, y me da lo mismo que sea varón o hembra, rápidamente introduzco a mi tío en los círculos del alcoholismo y la prostitución. Es muy fácil hacerlo. Los dos conocemos perfectamente ese mundo y a ese mundo pertenecemos en realidad. Pero lo que tengo que conseguir es encontrar testigos presenciales que puedan testificar ante un juez que ha engañado a su hija con prostitutas y que es alcohólico total ¿Qué viene después?. - Cualquier cosa, don Liano, cualquier cosa mucho peor de lo que yo deseo seguir escuchando. - ¡Déjese de gazmoñerías, Condestable, y no me sea como Felipe el Hermoso!. Después entro yo en acción... porque alegando que soy el cuñado que está casado con la hermana mayor de la esposa de mi tío, obligo a que se celebre un juicio de divorcio por engaño y traición sexual, con lo cual el divorcio se le concede de manera inmediata y yo paso a ser tutor del pequeño bebé y de su bonita madre. ¿Y qué significa eso?. - Demasiado lío, don Liano, demasiado lío... propio sólo de liantes. - Calle. Guarde silencio hasta que yo le diga que puede opinar. Cuando ella consiga el divorcio y obtenya yo la tutoría del niño o la niña y la protección de su hija, pediré la mitad de todas las grandes posesiones que tiene Nito del Molinum y la mitad de todas sus pertenencias tanto en sus cuentas bancarias como en cualquier otra condición. La mitad de todo lo que posee mi tío Nito, que es una inmensa fortuna... ¡¡pasará a mis manos!!. ¿Qué le parece el plan?. - Me parece una verdadera chapuza y, sobre todo, una bellaquería impropia de un caballero como usted. - ¡No me haga reír, Condestable!. Todavía queda la parte final. Cuando se me antoje obtener todas las propiedades y pertenencias completas al cien por cien... ¡¡o sea toda la inmensa riqueza de mi tío Nito del Molinum!!... lo conseguiré fácilmente haciéndole pasar pruebas ante los jueves civiles y del Estado para demostrar que se ha vuelto loco... y lo encerrarán de por vida... ¡¡y yo me quedaré con todo!!. ¿Y ahora qué me dice, Condestable?. - Es imposible que todo un caballero como usted al cual no le falta de nada y, además, es el mejor espadachín de Europa y el que más corazones femeninos arrebata, se porte de esta manera tan propia de la clase más baja que uno pueda imaginarse. - ¿Y si le propongo que vayamos a medias en el negocio?. - Escuche, caballero infernal, será usted un fino florentino pero a mí no me interesa acumular riquezas sin sentido. Tengo tanto dinero que puedo vivir sin ninguna clase de privación y también las generaciones posteriores de mi apellido... pero soy de los que creen que cuanto más se tiene más hay que repartir entre las personas necesitadas... claro que eso usted, por lo que veo, no lo puede comprender. Liano di Milano se sentía ya muy molesto y, de repente, se le hincharon las venas del cuello y se mostró tan enormemente agresivo como cuando le sucedían tales extrañas hinchazones. - ¡¡Dejáos ya de pavadas, Don Armand, y pensarlo sólo en lo positivo de mi plan!!. ¡¡No he venido yo desde tan lejos a perder el tiempo con conversaciones vanas!!. - Vos lo habéis dicho. Vanas son sus propuestas tan perfectamente planeadas pues estáis lleno de vanidad. - ¡¡No me tentéis la paciencia, Condestable, o no respondo de mis actos!!. Liano di Milano llevó su mano a la empuñadura de su espada para asustar al Condestable. - Calma, caballero Liano, calma o quien no responderá de sus actos seré yo mismo. - ¿Usted?. ¿Qué puede hacer un viejo como usted ante un joven como yo?.. - Con sólo una orden mía los mosqueteros que guardan este palacio os harían simplemente picadillo. Liano di Milano quitó la mano diestra de la empuñadura de su espada, apretó los puños sobre la mesa y quedó atragantado. Tras el susto de ver que se asfixiaba, pudo recobrar la calma no sin antes haber estado tosiendo fuertemente durante un par de minutos... hasta que se le pasó la ira. - Veo que os encontráis bastante mal de salud, caballero Liano. Pero... ¿usted ama o no ama a mi hija Marianne?. - Por supuesto que amo tanto a su bellisima hija Marianne como a lo que representa. Es muy hermosa y tendrá tanto poder económico que es imposible no amarla. ¿Usted cree que si no fuera por lo que representa económicamente hablando me molestaría en jugarme la vida combatiendo con la espada contra cualquier peligroso rival que quisiera arrebatármela?. - Entonces... ¿es cierto que va en serio lo de que lucharéis por ella para conseguir su mano?. - Su mano y su dote. No olvidéis su dote. Eso es tan cierto como que también combatiré con la espada en lugar de mis hermanos Facio di Milano y Ximo di Milano así como en el lugar de mi achacoso y desmejorado tío Nito del Molinerum. - Entonces... ¿le importaría si le hago un pequeño test de preguntas?. - ¿Acaso creéis que soy un alcohólico o un demente quizás?. - Eso intento descubrir y no os molestéis por ello, don Liano. - ¡Nada de pequeño test!. ¡Sométame, si es que puede, a un test tan grande como vos deséis pues quiero y deseo demostrarle mis enormes capacidades intelectuales, viejo Condestable. Y tampoco os molestéis vos ahora por decir esto. - Está bien, señor florentino. Empecemos por ver si es usted un verdadero señor o un vulgar donjuanesco que se hace pasar por señor. - Adelante pues. No tengo miedo ni lo conozco. - Pues debería usted ser más normal y tener miedo de vez en cuando; pues ha de saber que la valentía no está reñida con la prudencia. Todos los hombres tenemos miedo alguna vez en la vida pero lo superamos con el valor... ahora bien, si un hombre no tiene miedo jamás es que jamás es un hombre... - Entonces... ¿qué es el hombre que no tiene miedo jamás como me sucede a mí?. - Un monstruo. Sólo un monstruo sin corazón. - Escuche bien, hombre valiente, prefiero no hacer caso a lo que ha dicho. Así que sigamos adelante con el test. - Sigamos si tanto deseáis a mi bella hija Marianne. Si tuviérais que elegir una manzana... ¿la elegirías de color rojo, verde o amarillo?. - Sin lugar a dudas elegiría la verde. No me citéis más colores pues no lo necesito. La elegiría verde porque quiero que sepáis que yo soy la esperanza de Marianne y de todos ustedes lo Duguesclin. - Eso demuestra que sois un caballero muy inmaduro todavía... y que estáis muy verde en cuestión de mujeres. - ¿Sólo por decir que elijo la manzana verde?. - Se lo plantearé de otra manera. Supongamos que tiene que elegir solamente entre la manzana de color rojo y la manzana de color amarillo. - La de color amarillo sin duda alguna. - Ya veo que, además de pícaro sin escrúpulos, señor florentino, sois más de derechas de lo que yo pensaba, don Liano di Milano. Por cierto... ¿qué aspiraciones políticas tenéis?. - Las más altas posibles. Estoy hablando de alcanzar a ser nombrado duque de Florencia y quizás, a través de mi enlace con su bellísima hija Marianne, podría llegar a ser primer ministro de Francia en un futuro muy cercano; lo cual me daria la oportunidad de manejar a Europa entera según mis antojos. Ya veis, don Armand Duguesclin, que soy un verdadero tesoro para usted y todos sus familiares. Soy el maná que les ha caído del cielo. - ¡Cuidado, don Liano!. ¡No mezcléis lo divino con lo mundano!. - ¿De verdad sois tan cristiano como se cuenta de vos?. - La Guerra de los Cien Años hace ya ciento sesenta y tres años que se terminó, don Liano di Milano, pero al parecer todavía hay mucha gente en esta vieja Europa que no lo saben o no lo desean saber. - No conozco lo sucedido en esa Guerra de los Cien Años ni me importa no saberlo. - Entonces os haré otra pregunta si no os importa, - Lo importante para mí es casarme con Marianne. A las preguntas de Historia no las doy ningún valor. Ni tengo cultura histórica ni deseo tenerla. - No seáis tan prepotente, don Liano, puesto que hay preguntas que son necesarias saber responder si queréis casaros con ella. - Entonces, preguntad. - ¿Sabéis cómo se llamaba mi antepasado más ilustre y que participó precisamente en la Guerra de los Cien Años?. - No tengo ni la menor idea. - ¿Y pretendéis formar parte de la familia Dugesclin sin saber eso?. - ¿Tiene alguna importancia no saberlo?. - Tiene tanta importancia que si no lo sabéis nunca podréis enamorar a la bella Marianne. - Yo no vengo a enamorar a Marianne sino a conquistarla... y ahora... si tan importante es... ¿podríais ayudarme diciendo a quién os estáis refiriendo?. - Si sólo sabéis su nombre nada más os resultará imposible enamorarla. - ¡Decidme ya ese nombre!. ¡Y os repito, una vez más, que no voy a combatir con la espada para enamorar a la bella Marianne sino para conquistarla!. - Por eso no entendéis de mujeres. Podéis saber muchísimo de mujeres pero no entendéis nada de mujeres. Y menos aun comprenderlas. Es la diferencia entre conquistar y enamorar. Liano di Milano volvió a sufrir un ataque de ira y las venas del cuello se le hincharon nuevamente hasta que al fin explotó. - ¡¡Decidme ya quién fue ese ilustre y odioso antepasado de Marianne!!. - Os repito que no volváis a dejaros llevar ni por la ira ni por el odio u os hago expulsar del palacio a la fuerza avisando a mis mosqueteros franceses que buenas ganas tienen de darle a usted su merecido. Pero... en fin... mantengamos la calma al menos por ahora... Ese ilustre antepasado de Marianne se llamó Bertrand. Bertrand du Guesclin. Y de él me viene el título de Condestable de Francia. Fue, en realidad, un héroe bretón. - ¿Inglés acaso?. - Veo que en esto de la cultura sois un completo cero a la izquierda. Habéis de saber que los bretones son de Bretaña y no de Gran Bretaña. - ¿Y qué importancia tiene todo eso para mi boda con su agraciada hija Marianne?. - El abismo que existe entre ser culto o ser patán. Bretaña es una región que forma parte de Francia desde el año 1532. Sóis más inculto... pero mucho más inculto... de lo que dáis a parecer. - ¿Y vos sabéis lo que quiere decir somatén?. - Mucho mejor que vos. La palabra somatén se deriva del catalán somatent, cosa que vos ni tan siquiera sabíais; y, además conozco hasta cuatro voces distintas para definir a esa palabra: primeramente es un cuerpo de gente armada, que no pertenece al Ejército, que se reúne a toque de campana para perseguir a los criminales o defenderse del enemigo. Es propio de Cataluña. En segundo lugar, en Cataluña, significa rebato hecho al vecindario en un peligro. Coloquialmente significa bulla, alarma, alboroto. Y, por último, puede ser también una interjección a manera de grito de guerra de las antiguas milicias de Cataluña. ¿Sabíais todo esto, don Liano?. - Reconozco que sólo sabía que es un grupo de gente armada pero con eso tengo más que suficiente. - Más que suficiente como para conquistar a mujeres ignorantes pero no para hablar con verdaderas damas de alta clase social y conste que no tengo nada en contra de las mujeres ignorantes sino que, aunque no debería decírselo, gasto mucho dinero en sacarlas de esos arroyos en donde se encuentran. - Repito que paso de largo de la Historia General y de las historias personales. Eso sólo son cosas del pasado y a mí lo único que me interesa es el futuro junto a la hermosa Marianne. Sólo soy un hombre de futuro. Ni me interesa el pasado ni el presente. ¡Llegaré a dominar Europa!. - Tenéis otro grave error, don Liano, y os confundís totalmente y tontamente. No os ofendáis ahora vos por lo que os he dicho. - No me ofende un viejo cascarrabias. - Yo díriá que el viejo cascarrabias sois vos por la forma de mostrar vuestro carácter y por ser de temperamento tan reaccionario. Entre nosotros dos quizás yo sea mucho más joven aunque no lo parezca a primera vista. - Pues lo único que importa es la primera vista. - ¡Otro error!. Para aprender a ser hombre de talento, figura en Europa o buen esposo es necesario dar dos vistas a los asuntos. La primera vista sólo funciona cunado estamos ya acostunmbrados a ver mnuy bien las cosas. Antes de enamorar a una mujer a primera vista hay que haber pasado por el calvario de haber tenido que ver dos, tres, cuatro... situaciones anteriores. No se puede ser persona para el futuro si antes no se ha sido persona en el pasado. El futuro es el pasado convertido en presente. Pero veo que vos no sabéis ni de lo que os estoy hablando. - ¡Mirad, señor Condestable, no me interesan sus filosofías!. ¡Yo sólo he venido a conquistar a la bella Marianne para mí y a sus tres otras hermosas hijas para mis dos hermanos y mi tío!. - Eso último es imposible. Si alguien desea casarse con alguna de ellas tiene que combatir él personslmete. - ¡Perdonad que os contradiga!. ¡Ahora no quiero injuriaros pero en las octavillas repartidas por toda Europa no existe ninguna norma que impida que un caballero combata por cuantas desee siempre que una sola sea para él y el resto para sus representados. ¿Pone algo en contra de esto en los pasquines?. - Es cierto. Es verdad que se me olvidó poner dicha prohibición. - Entonces... ¿podemos ya ver a vuestras hijas en persona?. - Os repito que es imposible porque están ya dormidas. Mañana empieza el Torneo después del almuerzo y, aunque no lo hago con nadie porque prefiero que nadie las conozca antes de tiempo, con vos haré una excepción y os onvito a que comáis en mi mesa junto a ellas. - ¡Perfecto, Condestable, parece que empieza a darse cuenta de que soy El Espadachín Invencible!. - Dios quiera que alguien le derrote, jactancioso. Por el bien de las personas nobles y por el bien de mis hijas. Y ambos se retiraron a sus aposentos mientras las velas del palacio quedaron apagadas salvo las que servían de guía para los vigilantes.
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