Pandemia
Publicado en Jul 15, 2009
La lluvia no necesariamente porteña amenazaba detrás de una luna casi llena quizás para, inconcientemente, cerrar un terrible primer fin del fin de semana de pandemia gripal. La paranoia se apodera de Buenos Aires. Nadie se cruza con nadie y hasta en las compras indispensables, casi como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, nunca había más de tres personas por supermercado chino. Los chinos trabajando y tosiendo; el resto huyendo.
Mi fin de semana estaba planeado desde el mismísimo viernes pandémico. Plan hipocondríaco que debía indefectiblemente huir del tema gripal, huir de casa, dejar de lustrar picaportes con alcohol y actuar como cocainómano que ya había dejado de ser a comienzos de los 90 como lo marcó la moda. Paranoia sin merca, todo un hallazgo porteño. El sábado, me fui a lo de Mariela, a comer una lasagna hecha por su abuela. Ella, su marido, su hijito - sin gripe aunque con tos y nebulizaciones - y su hermana que cumplía años pero ante la no conveniencia de conglomerar gentes lo pasó como si fuera el día de la bandera. Comimos y tomamos vino tinto, desde temprano, con sol y acompañándolo hasta que tempranamente cayó tan paranoico como todos nosotros. Tomamos un té inadvertido y a las ocho ya estábamos cenando nuevamente, con vino tinto para a las nueve ya estar tranquilos despidiendo el día sin infección alguna. Todo un logro. Para el domingo tenía plan familiar también previamente concertado. Nunca es un gran plan la familia, o a veces sí, miento. Ocurre que ante semejante psicosis uno intentaba olvidar que tiene un mundo afectivo en riego sanitario. Con sobrinitos y todo, me fui a almorzar a lo de mi hermano. Abracé a mi mamá con todas mis fuerzas; necesitaba sentirla cerca como cuando de chiquito me agarraba fiebre y ella la combatía con Sprite en cucharaditas. Necesitaba esa caricia física y mental. Mi papá, conocedor y derribador de mi hipocondría, tan poco afecto a la psicología me recordó - por si hacía falta - "algún día te vas a morir". Estuve todo el día con sueño, seguro por el Alprazolam, o por lo gris del día, para evitar la realidad. Mis sobrinos, abrazados por mis manos llenas de alcohol en gel no tenían conciencia de la psicosis, aunque la mas grande me dijo que quería ver la tele, que le gustaban los noticieros...a lo que yo le pregunté qué le gustaba de ellos y, obviamente, ella me contestó algo sobre la gripe...la puta madre!!!....en que puto pecado nos regocijamos los porteños para que todos los dioses de nuestra cosmopolita religiosidad no asesten semejante tortura como castigo!!!... Me volvía casa, angustiado o cansado, todo asimilable a gripe. Pasé por el supermercado chino donde había solo tres personas, y todos, al ritmo de la precaución, hacíamos tiempo entre góndolas distintas para no encontrarnos en la caja. Me compré un pack de cervezas mejicanas para bajar un poco la ansiedad y rememorar la última fiesta a la que había asistido, hace una semana, donde nadie hablaba aún de gripe. Me tomé una caminando a mi casa, a la que no entré. Me pareció oportuno ir a alquilar una peli por las dudas. Una de amor fácil, por si me daban ganas de llorar; porque necesitaba quizás llorar la puta sociedad temporaria e higiénica que de un día para el otro se había estructurado en Buenos Aires. Entro al video con los ojos un poco vidriosos. Había bastantes personas para tamaño lugar. Tres chicas y yo, demasiado para una esquina minúscula a la vuelta de la cancha de Ferrocarril Oeste. Una de ellas sale sin película y se cruza con una mujer que entra con un bebé totalmente envuelto, como esos que se usan en el teatro y que no son bebés, quien desde la distancia y excusándose con el chico del video le devuelve dos películas y sale. Cierra la puerta y quedamos solo las dos chicas y yo. Una de ellas, flaca, vestida de domingo de lluvia - jogging y el resto es anecdótico - se pone a hablar con el dueño del video sobre no se que cosa de Passolini. Yo sigo buscando comedia romántica y la otra, del otro lado de un aparador lleno de comedias de los ochenta, tose sobre la manga de su saco. Me alejo de ella, pero la miro. La veo. Ver en la Buenos Aires pandémica era un lujo de pocos. Rulos pequeños, rulos de verdad, negros casi azulados, piel blanca con pecas, una bufanda de hilo medio hippie, chinas muy gastadas en los pies. La veo y me ve. La miro y me mira. Juro, y juro sin dudar, que ante semejante psicosis social aquello significó más que una charla de hora y media en el bar más cool de la ciudad. Me acerqué a ella. Ella volvió a toser sobre la manga de su abrigo, me miró y se sonrió como diciendo hijo de puta si te gusta mi culo tomá gérmenes. Eligió una película de Nanni Moretti, creo que Caro Diario, y se fue hasta el mostrador. Yo, bien pelotudo, me acerco detrás de ella y le pregunto al chico del video: no tenés Bianca, de Nanni Moretti?....y el pibe me miró como contestándome No, no la tengo, pero tengo un frasco lleno de virus H1 V1 A recién sacadito de un paladar podrido. Por suerte la chica se dio vuelta y como si quisiera salvarme de semejante excentricidad al pedo me dijo: no está traducida, yo la vi en italiano, bajada de Taringa. Se dio vuelta, pagó y salió tosiendo sobre la manga de su abrigo. Yo salgo detrás de ella pero, confieso, agarrando el picaporte con el puño de lana de mi camperita Levi´s. La sigo y a metros se mete en la Dietética del barrio y salé en seguida. Al salir yo estaba a la altura de la puerta. La miro y me mira, tose, me sonríe y me dice "ciao". La puta madre que me parió a mí, a las pandemias, a los gérmenes y toda la mierda humana. Por un momento detengo mi mente y conecto con el cuerpo: nada de síntomas gripales: se me paró. La sigo y al ponerme a la par le pregunto de donde bajó Bianca (una boludez...ya me había dicho que de Taringa). Como si me conociera del secundario me dice que de Taringa, que si quería subir a su departamento me daba una copia que tenía en CD...Yo me toqué la frente para ver si era todo parte de un delirio febril, y no, estaba frío y con ganas de besarla. No de cogerla; a ver si me entienden, besarla. En una ciudad donde sin barbijos la gente caminaba envolviendo sus labios con bufandas besar era un acto de extrema insurrección morbosa. Quiero meterle mi lengua en la boca, acariciar su paladar y sus muelas, que nos cuelgues hilos de saliva tibia de invierno. Decido subir con ella. Hablamos algo de Moretti y de su actuación cuasi porno en una película que no dirigió. Llegamos al tercero B y entramos. Tosió como si su vida dependiera de escupir los pulmones por la boca. Tosió y tosió. Me miró y se rió. La miré y la besé. La besé como me lo habría prohibido no solo la autoridad sanitaria sino también mi madre y la Santa Iglesia Católica. La bese y le acaricié los seños calientes a través de la camiseta. Nos desparramamos saliva por todo el cuerpo. Desnudos. Sin frío. Envueltos en sábanas de su cama sin siquiera saber de que color era la pared de su cocina. Beso, saliva y cama. Cogimos un largo rato. Con forro. Comimos unos panes de oliva con queso crema. Tomamos vino tinto y seguimos cogiendo. Hace falta que les diga que la hija de puta tosió mas que de lo que gimió?...tosió al coger, tosió al pararse para ir al baño, tosió al comer y siguió tosiendo al seguir cogiendo. Vimos un rato de fútbol para saber quien era el campeón del pandémico campeonato nacional pero no llegamos. Nos dormimos. Nos quedamos dormidos, desnudos, abrazados, llenos de saliva seca por todo el cuerpo. A eso de las tres de la mañana el sonido del televisor aún prendido me despierta. Salgo de la cama semidormido y con mucha sed me dirijo a la cocina. Estaba pintada de verde manzana. Me sirvo agua en un vaso que desaparece en mi garganta lastimada. Dejo el vaso y me toco la frente. Estaba caliente. Desde la cocina la oigo toser. Tosía como una militante de la bronquitis aguda. Tosía pero no se despertaba. Siento frío en mi baja espalda. Me toco y estoy húmedo. Miro por la ventanita de la cocina y todo el edificio de enfrente, apagado, sin tos, se preguntaba como sería el amanecer en los telediarios luego de aquel fin de semana de crisis sanitaria. Tomo otro baso de agua y me vuelvo a la cama. Me tapo con sábana y frazada. Toso. Toso con ganas. Toso como un hijo de puta al que lo encerraron en un frigorífico y le vendaron la boca durante ocho horas. Toso ladrando, como el mejor Polaco Goyeneche ladrador. Toso y la abrazo. Tosemos. Tosemos. Y nos dormimos.
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Romina
Muy buenooo!!!!!!!!! Realmente me has sacado un par de carcajadas!!!!!
Nos mantenemos en sintonia pandémica!!!!
Saludoss!!!!