La niña de las estrellas (Novela) Capítulo 5.
Publicado en Jul 18, 2011
Al mediodía del 9 de enero de 1616, en una de las salas del Castillo de Fontainebleau, los nervios estaban destrozando la voluntad de los hermanos Facio di Milano y Ximo di Milano y, también, la de su tío Nito del Molinorum. Los tres se movian, inquietos, en sus sillones. Como si un sarpullido les estuviese corroyendo la piel. No dejaban, por eso, de rascarse continuamente sus anatomías físicas.
- ¿Queréis, por favor, dejar los nervios para otra ocasión?. ¡Vais a hacer que me enfade y yo cuando me enfado no miro hacia dónde doy!. - ¡Calma, Liano, calma!. Lo que nos ocurre es que estamos inquietos. - ¿Y cómo un hombre de tu avanzada edad se pone inquieto ante algo tan sencillo como conquistar a una dama, Nito del Molinorum?. ¡Os tenía que haber dejado allí, en tu Toscana natal!. - No discutamos ahora, Liano, pues lo importante es que el plan no se nos venga abajo. - ¿Acaso dudas de que yo esté lo suficientemente avezado como para salir bien librado de esta aventura?. - No os toméis, querido sobrino, este asunto como una simple y fácil aventura. - ¿Qué quieres decir con eso, tío?. - ¿Qué pasaría si otro espadachín os venciera?. - ¿Tú has visto alguna vez que yo haya sido vencido por cualquier otro espadachín europeo?. Con justa razón todos me conocen como El Espadachín Invencible. - No estés tan sobrado. Pudiera ser que un día te tengas que enfrentar a otro espadachín mayor que tú. - ¿Mayor que yo?. ¿Estás acaso intentando decir que no soy lo suficientemente alto?. - No estoy hablando de alturas. Si fuese por eso, tus dos hermanos aquí presentes serían mejores que tú. - ¡Que conste que yo no he dicho nada!. - No hace falta que te disculpes conmigo, Facio. ¿Y tú, Ximo, tienes algo que decir en ese sentido?. - ¡Yo tampoco he dicho nada, Liano!. - Entonces callaos un momento. Voy a explicar el plan una vez más y a ver si ahora ponéis más atención los tres porque no voy a decirlo más veces. - Espero que tengamos suerte, sobrino. - Escucha, Nito del Molinorum, lo más difícil es poder conseguir que una de las cuatro bellísimas hijas del Condestable Duguesclin, se quiera casar contigo. - Ya sabes que yo aspiro a picar muy alto. - Pues o confías en mí o seguirás picando muy alto, como siempre, en las canteras de mármol de Ferrara. ¿Crees que para mí es fácil convencer a alguna de ellas que se case contigo?. ¿Qué es para ti picar muy alto si se puede saber?. - Sé que siempre me he conformado con lo que nadie deseaba pero esta vez es distinto... - Gracias a mi. No lo olvides nunca, tío. Si no fuera por lo que voy a hacer tanto tú como mis dos hermanos sólo podríais aspirar a lo que pocos o nadie desea. ¿De acuerdo?. - De acuerdo sobrino. Vayamos al asunto. ¿Cuál es tu verdadero plan?. - Mi verdadero plan sólo me pertenece a mí... así que os daré unas cuántas aclaraciones nada más. - Espero que no nos hagas trampas como es muy normal en ti. - ¡Escucha, Nito del Molinorum, si no quieres seguir adelante puedes marcharte ya!. Serías un estorbo menos. Y si hablamos de trampas tú no te quedas a mi zaga. - Venga... dejad de discutir y vayamos al asunto. - No te pongas más nervioso de lo que estás, Facio... el plan es el siguiente. Los tres oyentes pusieron gran atención a las palabras de Liano di Milano. - Lo que tenemos que conseguir, a como de lugar, es entrar a formar parte de la familia del Condestable Armand Dugesclin. Y para eso es necesario que salga bien lo de mi pelea con cualquiera que quiera quitarme a Marianne. ¿Entendido?. - Eso es lo que me preocupa, Liano... que pueda llegar alguien y te derrote. - Te vuelvo a decir, Nito, que me estás hartando con tus dudas. ¿Sigo o no sigo explicando?. - Sigue. Ya no volveré a discutir contigo nunca más. - Pues a ver si es verdad; porque la boca del necio siempre habla más que el silencio del prudente. - Ya no me insultes más, Liano, y sigue explicando, por favor. - Está bien. Una vez casados con las cuatro hijas del Condestable lo que tenemos que hacer, rápidamente, es entrar en el círculo de las amistades íntimas de María de Médicis. - ¿La esposa de Luis XIII El Justo?. - Eso es, Nito. Tenemos que conseguir que la actual Reina de Francia nos considere amigos sinceros y honestos. Tenemos que lograr que nos sitúe en un alto lugar entre la nobleza europea. - ¿Y después?. - Después será muy fácil entrar en las altas esferas de la corte de Cosme II de Médicis. - ¿Hasta dónde deseas llegar, Liano?. - Hasta donde tú no te lo puedes imaginar, Nito... porque te falta inteligencia para comprenderlo. - ¿Hasta cuándo he de seguir soportanto tus insultos?. - Si deseas terminar con esto estoy dispuesto a entablar un duelo contigo ahora mismo. En realidad no me eres tan importante como te crees. - No volvamos a discutir y no saquéis la espada pues tanto tus dos hermanos menores como yo sabemos que no tenemos nada que hacer contra ti en un duelo a muerte. ¿Hasta dónde deseas llegar?. - Si todo sale como pienso... dentro de muy pocos años la historia de Europa dará un giro total. Si consigo ser Condestable de Francia y Gran Duque de Toscana antes de 1620 lo demás será simplemente un paseo. - ¿Deseas ser el hombre que dirija los destinos de Europa?. - Sé que te suena a demasiado ambicioso pero es que resulta que yo sí he de picar demasiado alto y no sólo de palabrería como tú, Nito del Molinorum. Y ahora que me viene a la memoria, cuando estemos celebrando alguna comida o cena de importancia, haz el favor de no intentar conquistar a ninguna dama con esa pésima costumbre de tirarle los tapones de corcho de las botellas de champán por encima de la mesa. ¿Dónde has aprendido esa estúpida manera de intentar conquistar a una dama?. ¿No ves que es totalmente hacer el ridículo y dejar en ridículo a quienes están junto a ti?. ¡Que no vuelva yo a verte hacer otra vez eso o te rompo la botella de champán en la crisma!. Y ahora silencio que oigo pasos... Era cierto. Pocos segundos después el edecán del Condestable Duguesclin hacía acto de presencia en la pequeña sala. - Mi señor Armand Dusguesclin desea invitaros a almorzar con su familia. - ¡Vamos entonces hacia allá!. - ¡Esperad un momento, don Nito del Molinorum, el Condestable sólo desea invitar a la mesa al caballero don Eliano di Milano!. - ¡Eso es injusto!. - No tan injusto, tío, no tan injusto... pues en la realidad soy yo el que va a combatir por los cuatro. Y como yo soy el único que se ha presentado para hacerlo a vosotros tres os toca verlas solamente cuando se vayan a celebrar los duelos. ¿Es o no es justa la decisión del Condestable, tío?. - Visto de esa manera sí. - Pues es la única manera que habréis de aceptar. - Entonces... ¿aceptáis esta inusual invitación, caballero Liano?. - Por supuesto que sí. El Condestable cumple con su palabra y yo cumplo con la mía. Adelante. Siguiendo los pasos del edecán, Liano di Milano salió de la pequeña sala donde quedaron, aún más nerviosos todavía, los caballeros Facio, Ximo y Nito. Éste último tomó la palabra para distendir el ambiente. - Va demasiado lejos en su ambición. Cosme II de Médicis es el hijo mayor de Fernando I de Médicis, gran duque de Toscana y Cristina de Lorena. Débil y enfermizo, ha hecho cerrar el banco de los Médicis, fuente de riqueza de la familia. Protege sin embargo a Galileo Galilei, su antiguo maestro. Y esto es demasiado peligroso. Por otro lado está casado con María Magdalena de Austria, hija del archiduque austríaco Carlos II de Estiria y María Ana de Baviera, los cuales ya tienen una hija, llamada María, de tan sólo ocho años de edad. Me parece una barbaridad que en tan sólo cuatro años vaya a lograr todo lo que se propone y, es cierto, que si lo consigue el destino de Europa será tan distinto como él desee que sea. Me da miedo. De verdad que me da miedo su ambicioso plan. Yo creía que sólo se conformaría con la fortuna de los Duguesclin pero lleva mucho más allá sus ambiciones. Demasiado ambicioso pienso yo. Demasiado ambicioso. Y ya se sabe que la avaricia rompe el saco y se nos puede volver en contra si algo falla. Tiene demasiado estudiado el plan, luego sé que algo nos oculta y no desea decirlo. Me preocupa. Me está preocupando que todo esto sea como entrar en una ratonera y nosotros tres ser precisamente los ratones. - ¿De dónde surgió esa sabia frase de la avaricia rompe el saco?. - Como eres el más inocente de todos, Ximo, te lo contaré para ver si así se nos rebajan los nervios. Es un refrán o dicho español de esos que tanto le gusta escribir a Don Miguel de Cervantes Saavedra. Todos sabemos que la avaricia es el afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas según dice el diccionario de la Real Academia de la Lengua; es decir, querer tener más y más cosas con el fin de guardarlas para uno mismo, en un lenguaje un poco menos técnico. Pues bien, imaginad que tenéis un saco en el que vais guardando todas esas cosas que vais consiguiendo y que nunca sacáis nada de él. Cada vez metéis más y más cosas y nunca sacáis nada. Llegará un momento que el saco ya no tendrá más capacidad y aunque sea de tela, ésta cede y al final se romperá. Pues bien, esta es la forma gráfica que explica la frase. Sus aplicaciones prácticas son que a veces hay que saber cuándo tenemos que parar de querer seguir queriendo más y más ya que si no sabemos cuándo parar se termina perdiendo. Por ejemplo, en un casino. Podemos estar en una racha de suerte y ganar algunas apuestas, pero si seguimos apostando y no sabemos retirarnos a tiempo, podemos perder todo lo que habíamos ganado. Y ¿por qué?. Porque la avaricia rompe el saco. Otro ejemplo pasa con muchos políticos, alguaciles de pueblos, etcétera. Utilizan su poder o influencia para ganar algo de dinero para ellos, y en lugar de conformarse con un poco, pues no, cada vez quieren más y más hasta que les descubren y muchos de ellos terminan en la cárcel o destituidos de su cargo. Es bueno ser ambicioso en la vida y querer cosas, pero siempre hay que saber el límite y conocer el momento de parar. - ¿De dónder habéis sacado ese conocimiento, tío Nito?. - No, Facio, nada de lo que os he dicho es mío. Yo soy casi analfabeto. Lo he leído por ahí en alguna de las veces que me he puesto a leer que, confieso, han sido muy pocas. Así que no son palabras mías sino citadas de memoria. En realidad ni sé cuál es su origen. El edecán y Liano di Milano entraban, en esos momentos, en el gran comedor del Castillo de Fontainebleau. Este castillo había sido cedido por el rey Luis XIII El Justo para aquella fiesta de las bodas de las hijas del Condestable Duguesclin. - ¡Pasad!. ¡Pasad, caballlero Liano!. Y vos, edecán, ya podéis dejarnos a solas. Liano di Milano, ante tantas bellezas allí reunidas no sabía qué hacer ni hacia dónde mirar y, todavía menos, donde sentarse... - Si estáis dispuesto a luchar por Marianne sentaos junto a ella. Eso hizo Eliano di Milano mucho más nervioso y asusado de lo que en principio quería dar a parecer. - Bien. Ya conocéis a mis hijas. ¿Estáis dispuesto a combatir por ellas como hasta ahora habéis ido publicando por todas partes como un pavo real?. Eliano di Milano observó a todas las mujeres allí presentes. - Veo a vuestra esposa que es muy bella por cierto. - Llamadla simplemente Madame Duguesclin. Es como le gusta a ella ser conocida. - Si... pero vos habéis estado publicando por todas partes que sólo teníais cuatro hijas y aquí veo una más. ¡Por cierto!. ¡Es la más bella de todas aunque las demás también lo sean!. ¿Quién es ésta?. - Veo que además de pavonearos sois orgulloso y más patán de lo que aparentáis, don Liano di Milano. Yo no soy esta. Yo tengo nombre y me llamo Elianne. Y vos sólo sois un grosero. - ¡Pues sois la más hermosa de todas y por vos quiero combatir!. ¡Dejo de combatir por ninguna otra salvo por vos, porque sóis tan brava como hermosa!. - ¡Caballero Liano!. Podeís combatir por cuántas damas deseéís pero por Elianne no podréis hacerlo. - ¿Cuál es la razón que me lo impide, don Armand?. - Primero tened más prudencia y humildad cuando os dirijáis a mí y llamadme señor Condestable en lugar de don Armand pues que yo sepa todavía no sois parte de mi familia. Y en segundo lugar ni vos ni nadie podrá luchar por la mano de Elianne pues sólo tiene dieciséis años de edad y es norma y ley mía que mis hijas sólo se casarán cuando ya hayan cumplido los veinte. En este caso se encuentran Marianne, de veintitrés años; Maurice, de veintidós años; Rose, de veintiún años; y Monique, que ya ha cumplido los veinte. Entre ellas cuatro debéis escoger. - Si no puedo elegir a Elianne ya que es fruta prohibida veo que la más interesante es Marianne, pues además de bellísima, tiene veintitrés años de edad y yo ya he cumplido los veinticinco. ¿De verdad Elianne está prohibida para cualquier caballero hasta que tenga veinte años de edad?. - Totalmente cierto. Nadie pondrá su mano en ella salvo que pase por encima de mi cadáver. Eliano tragó saliva, pues se dio cuenta de que estaba quedando en pésimo lugar en cuanto a educación. - Perdona Marianne, no quise haceros de menos. - Está bien, don Eliano. Vos a mí me gustáis bastante y, aunque sea un matrimonio impuesto, al menos me queda el gusto de casarme con el más guapo aunque... - ¿Qué sucede, Mariannne?. - Que si sois siempre así de descortés y vanidoso me temo que no voy a ser demasiado feliz a vuestro lado. - No os preocupéis por eso. La costumbre os hará aceptarme con gusto. - Dudo yo que Marianne sea feliz con el tiempo si se casa con vos. - ¿Otra vez altanera, Elianne?. - Contra vos no soy altanera sino justiciera. Estos duelos no deberían hacerse nunca más, ni ahora tampoco, porque no es el amor el que se pone en juego sino el interés planificado con malas artes. Las mujeres hermosas no somos cosas. Somos, antes que nada, personas y, después, somos también sujetos activos y no objetos pasivos para caprichos de gente desalmada que mata a los demás para conquistarnos como si fuésemos animales de compra y venta. - ¡Por favor, Elianne!. ¡Callaos o tendré que pediros que abandonéis la mesa!. - Si no puedo expresar libremente mis opiniones, padre, es mejor que me vaya por mi misma de esta ceremonia de la confusión. Mis hermanas están confundidas y esto sólo servirá para hacerlas desgraciadas. - ¡Yo os pido que os quedéis!. ¡Nunca vi mujer tan hermosa y a la vez tan valiente!. ¡Pardiez que sería un enorme placer tomaros por esposa!. ¡Hasta ganas me dan de esperar cuatro años más y abandonar este compromiso!. - ¡Sois tan hablador y tan patán que ni os dáis cuenta de que estáis hiriendo en el alma a Marianne. Si eso hacéis ahora que no es todavía ni vuestra esposa ni vuestra novia no sé qué será de ella cuando se haya casado con vos. - ¡Elianne!. ¡Haced el favor de iros a comer a otra sala!. - ¡Con mucho gusto, padre!. ¡Así no seré por más tiempo espectadora de esta ridícula manera de entender el amor!. Y os hago saber, caballero Liano, aunque dudo que seáis de verdad caballero, que somos las mujeres las que debemos conquistar y no como lo entendéis vos. Sería mejor que en vez de conquistar a Marianne fuéseis capaz de enamorarla!.¡Adiós!. ¡Es un placer para mí abandonar esta mesa!. Liano di Milano se quedó mirándola anodadado según se retiraba de la sala.
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