El amor de M.O. pág 9. autor: alberto carranza Fontanini
Publicado en Jul 22, 2011
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Ese día lunes en que la llevó con su auto hasta el trabajo en la Av. Carlos Pellegrini, ambos advirtieron de que no lograrían despedirse así como así. El proseguía maravillado con la apreciación visual de su amada cordobesa que se había vestido con mucho esmero, maquillándose para disimular sus ojeras ( él le había visto hacer el íntimo trabajo como si estuviese admirando una obra de arte), y ella, avasallada y vulnerable ante aquella suavidad de su voz afectuosa susurrándole frases que nunca olvidaría, tenía  sus ojos aún apasionados y embebidos de amor por él.
Ninguno de los dos tuvo en cuenta que esa despedida duraba simplemente hasta la noche. Sumamente ansiosos deseaban prolongar el momento, hacerlo eterno de ser posible, fijarlo como se fija una bella foto de una pareja de enamorados; por eso hubiesen preferido seguir juntos cada instante de ese día que acompañaría el sol y el calor.
Cuando Ludiana lamentó descender del auto y se alejó indecisamente hacia la entrada de la Cia. Aseguradora, llevaba como una reliquia, esos besos ciegos y suaves en el alma; en el alma eufórica e impaciente que en todo momento del día laboral se manifestaría pleno de felicidad. Y al atravesar la puerta vidriada del edificio enorme observó con extraña curiosidad el montón de gente apurada, todos corriendo detrás de las comunes preocupaciones,  y tuvo la impresión de ser ajena, de no compartir las mismas finalidades, pues su ánimo aligerado e inquieto había aceptado el más hermoso presente de la vida.
 Sentía una desbordante inquietud oprimiéndole el pecho, inquietud que se concretaría en la extrema necesidad que se alzaba en su garganta para gritar a los cuatro vientos que por primera vez amaba y era amada.
En su oficina, posó sus ojos oscuros , dilatados y chispeantes ( la asiduidad de esa mirada remitiría  siempre a M.O. a la contemplación de una Diosa pagana),en el montículo irresuelto
 de folios que acechaban desde el escritorio y que, aún sin quererlo, pasarían a un segundo plano cuando las ganas de afrontar de nuevo la tarea habitualmente agobiadora retornasen. A su pesar, esos primeros meses del idilio, sería falible, por primera vez desecharía cualquier otra cosa que la distrajese de la obsesión amorosa.
Y de repente, sentada allí, mirando el ventanal por donde entrevía el cielo azul de la hermosa mañana fuertemente soleada, jugueteó pensativa con el auricular y el cable telefónico, aún desbordante de dicha al percibir todavía el aroma de la colonia de hombre cuando se había preguntado: ¿ Con quién hablaré de esta extraña y loca felicidad?
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Foto del autor alberto carranza
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Descripción

Idilio

Palabras Clave: Primeros momentos.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficción


Creditos: alberto carranza Fontanini

Derechos de Autor: E/T Reservados.


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