La nia de las estrellas (Novela) Captulo 4 (corregido).
Publicado en Jul 23, 2011
- ¡¡Rianha!!.
- No la llaméis así, Don Argimiro, pues su verdadero nombre es Paula. Nombradla Paulinha pero no Rianha. - Escuchad, Osé de Cervantes, nadie más que vos y yo sabemos eso... así que es mejor que los demás no lo sepan. A ella no le importan los rumores. - ¿Qué rumores son esos?.. - Toda esta gentuza que nos rodea dicen de ella que es prostituta pero, la verdad, es que jamás ha dormido con hombre alguno. Es valiente y valerosa. A pesar de que sólo tiene veinte años de edad ni caso hace a tanto malandrín suelto. No le importa eso de que la mujer del César tenga que aparentar serlo... ella sabe perfectamente quien es y los ineptos que la critican sin saber nada de ella no le importan ni un bledo. La despampanante brasileña Paula se acercó rápidamente hacia dónde se encontraban los dos. - ¿Ha cambiado de idea?. ¿Me voy con él a Brasil?. - No es eso, Paula, no es eso. Lo que quiero es que hagas el favor de servirnos una botella de buen vino. ¿Qué preferís, caballero Osés, un fino oporto o un fuerte rioja?. - Como buen español que soy... prefiero, si puede ser, un fuerte rioja. - Bien. Muy bien. ¡Claro que sí puede ser!. Paulinha... ¡por favor, pide una botella de un fuerte rioja y luego déjanos de nuevo a solas pues hay cosas que debo de tratar en privado con él!. - ¡Ahora mismo, Argimiro de Olite!. Una vez cumplida la orden, la brasileña Paula les dejó, nuevamente, solos a los dos caballeros españoles. - ¿Podemos tutearnos a pesar de las diferencias de edad, Osé de Cervantes?. - Por mí no hay impedimento alguno. - Tengo que decirte que no eres sobrino del mundialmente conocido soldado, novelista, poeta y dramaturgo español Don Miguel de Cervantes Saavedra. No. No eres sobrino de él. - Tengo que decirte que te equivocas. Soy hijo de Rodrigo de Cervantes Saavedra. - No, Osé de Cervantes. Don Miguel de Cervantes Saavedra no es tu tío sino que tú eres su hijo. - Eso es imposible. Don Miguel de Carvantes Saavedra no tuvo hijo alguno con su esposa Catalina de Salazar y Palacios. Eso está bien documentado en nuestra familia. - En efecto, tu padre Don Miguel de Cervantes Saavedra no tuvo hijos con su esposa pero pocos son los que saben que antes de casarse, el 12 de septiembre de 1584 con Catalina, tras publicar su primera gran obra llamada La Galatea, había tenido relaciones sexuales con Ana Villafranca de Rojas, que era la esposa de un tabernero llamado Alonso Rodríguez. De esa relación nació tu hermana Isabel de Cervantes Saavedra. - Pero yo nací el 8 de enero de 1593; bastantes años después. - Efectivamente, hubo unos años, después de su ruptura matrimonial, durante los cuales Don Miguel de Cervantes Saavedra no tuvo relaciones sexuales con nadie pero seguía viéndose algunas veces, a escondidas del tabernero Alonso Rodriguez, con Ana. Muchas veces iba a la taberna de éste sólo por ver a su amante. Y en 1593, de resultas de esas esporádicas y ocultas relaciones, naciste tú. - ¿Cómo sabes todo eso?. - Porque siempre tuve amistad con Don Miguel de Cervantes, por correo o personalmente cuando coincidiamos en Madrid. Fue en una noche madrileña, hace cinco años, donde tuve el encuentro más importante con él. Bebimos mucho vino juntos y nos dio por confesarnos el uno con el otro. Allí supe la verdad. Eres hijo de Miguel de Cervantes Saavedra pero, para evitar los rumores y las amenazas en aquella época en que la Inquisición buscaba atraparle, se decidió que te criase Rodrido de Cervantes Saavedra para evitar dichas persecuciones. Pero él siempre estuvo atento a ti y, pasando como tío tuyo, no dejó de tener contacto contigo, su verdadero hijo. Siempre te ha protegido desde la sombra. - ¿Y que sucedió con mi hermana Isabel?. - Sólo sé de ella que en 1608 se casó con un caballero llamado Don Diego Sanz y en 1609 tuvo otra hija a la que también llamó Isabel. Poco después quedó viuda y se casó con otro caballero llamado Don Luis de Molina. Desde entonces no he sabido nada más acerca de tu hermana. - ¿Y por qué me pusieron de nombre Osé?. ¿De quién fue la idea?. - De tu padre Don Miguel de Cervantes. Ya sabes que nunca ha estado en paz con la iglesia católica pues era muy independiente. Me contó en aquel encuentro personal que había pensado ponerte de nombre José o llamarte Oseas. Él sabía muy bien la Sagrada Biblia de memoria. Así que decidió provocar a los curas y obligó que en la pila bautismal y en los documentos que hablan de tu nacimiento apareciese el nombre de Osé. Su hermano Rodrigo de Cervantes Saavedra, que había estado luchando en Argel y en la Batalla de Lepanto a su lado, le hizo el favor de criarte como si fueras su hijo. - ¿Algo más?. ¿Algo más que yo no sepa?. - Escucha. Llevas las Letras y la Literatura en tus genes nada más nacer. Don Miguel de Cervantes tenía momentos de éxtasis y por eso escribió grandes obras como "Don Quijote de la Mancha" y siempre supo que su propio hijo le superaría como genial escritor aunque el mundo no lo conociese o no lo reconociese. A tu padre le basta saber que su hijo, Osé de Cervantes, es superior a él y lo que diga el mundo le importa menos que un grano de alpiste. - ¿Soy yo el que está llamado a superar a mi padre Don Miguel de Cervante Savedra?. - ¿No has escrito tú la novela "Greta"?. - ¿Cómo sabes eso?. - Porque tu tío Rodrigo le enseñó el original a Don Miguel. Cuando vio aquello Miguel de Cervantes se dio cuenta de que era verdad que su hijo sería mejor que él escribiendo una larga novela de aventuras. No. No es igual que "El Quijote" ni es novela de caballerías pero es mucho más original, mucho más interesante y mucho menos aburrida. La novela "Greta" sólo un genio como tú ha podido escribirla. Pero Don Miguel de Cervantes no le dio mayor importancia a eso de haber sido batido por su propio hijo. Entonces fue cuando yo mismo, también influido por el vino, le conté mi gran secreto a él. Confesión por confesión. - ¿Tienes un gran secreto, Argimiro?. - Lo tengo. Y muy grande. Así que se lo conté a tu padre. Yo también tuve una relación pecaminosa. Fue en los primeros días del mes de abril, cuando ya la primavera anunciaba un tórrido verano. Sucedió en mi Castillo de Olite y mi amante... y te pido que por favor guardes absoluto silencio sobre esto... fue una dama muy importante. - ¿Puedo saber quién fue esa dama?. - Sólo si me prometes, como caballero que eres, cumplir la palabra de no decírselo a nadie. - Eso está prometido, Argimiro de Olite. Os doy mi palabra de caballero. - ¿Sabes quién es la actual reina de Francia?. - Lo sé. Se llama María de Médicis y está casada con el rey Enrique III de Navarra y IV de Francia. - Pues esa fue mi amante antes de que se casara con él. Estuvo residiento desde abril de aquel año de 1599 hasta principios de enero del año de 1600. Ambos pensábamos que no habría ninguna secuela de aquello pero, por un descuido de los dos, quedó embarazada. Ella deseaba abortar para impedir que se enterara su futuro esposo, el monarca francés, pero yo le rogué que no lo hiciera. Así que dio a luz a una niña de la cual me hice yo responsable. A María de Médicis nunca más la volví a ver y, en realidad, no sabía cómo explicar a nadie de dónde procedía aquella niña; así que a los pocos días de haber nacido la dejé en las escaleras de entrada a la abadía de los monjes benedictinos de Saint Denis con una nota escrita que decía "Me llamo Luna y tratadme como una reina pues en verdad soy una princesa". - ¿Y qué fue de ella?. - Esperad. Todavía queda algo por confesar. Antes de dejarla con los monjes se la presenté a tu padre Don Miguel de Cervantes Saavedra, el cual quedó sorprendido de su gran belleza. Entonces, uniendo ambas historias, Don Miguel, que tenía a un amigo en el oficio de los metales preciosos le pidió, con toda urgencia, que hiciera dos collares a manera de rosarios. Las cuentas debían ser 59 pequeñas estrellas de plata y el crucifijo debía ser de oro macizo. La única diferencia existente entre ambos collares es que uno tenía, en medio de la cruz, un cuarzo de color amarillo figurando la figura de un sol y el otro tenía, en medio de la cruz, una amatista de color violeta moderado y figurando una luna llena. - ¿Quieres decirme que yo tengo algo que ver con esos misteriosos asuntos?. - Espera y te lo creerás. El caballero Argimiro de Olite sacó una bolsita de cuero de entre sus ropajes y extrajo el collar que llevaba engarzado el cuarzo. - ¡Este es tu collar, Osé de Cervantes!. ¡Tómalo!. Ahora que estoy seguro de que eras tú el hombre que estaba yo buscando es tuyo. ¿Qué dices ahora?. - Que me parece una historia casi increíble pero como lo dices tan en serio tengo que contarte que no voy a cambiar mi destino. Marcho ahora mismo para Fontainebleau. - ¡No!. ¡No puedes hacer eso sin pasar antes por la Abadía de Saint Denis!. - Yo no tengo nada que ganar en esa aventura y mi decisión es participar en el Torneo que se va a celebrar dentro de unos días en el Castillo de Fontainebleau para quienes desean casarse con alguna de las hijas del Condestable Armand Duguesclin. Ese es mi destino y no lo voy a cambiar por nada del mundo. Osé de Cervantes tomó el collar que le ofrecía Argimiro de Olite y se levantó dispuesto a marcharse. - ¡Espera, espera un momento, Osé!. - ¿Qé quiere ahora usted de mí?. - Séntate de nuevo, por favor. - El caballero Osé de Cervantes Saavedra volvió a sentarse. - Quiero que sepas algo muy interesante y que nadie más que yo lo sabe. Don Miguel de Cervantes escribió "El Quijote" pensando en vos y en ella. Vos sois "Don Quijote" hecho realidad y ella es "Dulcinea" convertida también en mujer real. Tanto es lo que os ama a los dos que os ha convertido en figuras de su mejor obra jamás escrita. Vos representáis todo lo que tiene él de aventurero y Luna representa todo lo que tiene él de amador. ¿Comprendes ahora por qué quiero que pases por la Abadía de Saint Denis antes de ir a Fontanebleau?. ¡No lo hagáis por mí, puesto que me quedan pocos días de vida, pocas semanas de vida o pocos meses de vida, según me han dictaminado los doctores, pero hazlo por tu padre. Por favor, llegáos a la abadía e indagar sobre el paradero de Luna. Nunca jamás volví a saber nada de ella. Y si tenéis la suerte de encontrarla estoy seguro de que os conquistará y vos la enamoraréis porque formáis la pareja del sueño de Don Miguel. Quiera Dios que la encuentres antes de que tu padre muera pues se sabe que también le quedan pocos meses de vida. - ¿Y qué voy a encontrar en Saint Denis?. - A unos monjes que, al menos, os dirán algo sobre ella. Estoy seguro de que por muy pequeña pista que os den, vos seréis capaz de encontrarla antes de que se case con algún otro hombre. - ¿Y creéis que yo puedo saber algo de ella cuando siendo vos su propio padre no tenéis ni idea de qué pasó con ella?. - Estoy seguro de que sí. Sé leer en las miradas de las personas y he visto en la tuya que eres valiente, decidido y noble, que amáis la aventura pero no maligna y que sois la solución a vuestro propio enigma y al propio enigma de ella. ¿Me prometéis que vais a pasar por la abadía de Saint Denis antes de ir al Castillo de Fontainebleau?. - Lo siento... pero el Torneo es mañana. - Y si os diera una buena bolsa de monedas de oro a cambio ello... ¿lo haríais?. Osé de Cervantes se quedó mirando fijamente a los ojos de Argimiro de Olite. - No necesito vuestro dinero. Dejadlo para vuestros herederos. Os prometo que visitaré la abadía de Saint Denis y espero llegar a tiempo al Torneo. Creo que puedo hacer ambas cosas. - Eso es. ¡Sabía que diríais que sí!. ¿De verdad no queréis el oro?. - No. Para enamorar a una doncella no es necesario el oro sino el corazón y el alma. Osé de Cervantes Saavedra se levantó, le dio la mano a Argimiro de Olite y al pasar junto a Paula se despidió de ella con leve gesto de caballero quitándose el sombrero. Ella le vio partir sin decir nada pero era como haber perdido a un fiel, noble y verdadero amante.
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