Catalepcia
Publicado en Aug 31, 2011
Su calída piel repentinamente se enfrio por completo cubriendose de un manto blanquesino.
En la mañana cuando su dulce madre fue a despertarla sus ojos tremulos esparcieron lagrimas saladas, mientras su boca exclamaba en gritos de horror y dolor ante la joven que yacia muerta sobre su cama de rosadas sabanas. No se hizo esperar el clamor entre la familia, las llamadas entrecortadas por la pena de avisar tan triste e inesperado noticia. El jovial cuerpo fue ataviado con el vestido preferido de la joven, puesto en un sensillo pero bello ataud mientras las personas que le amaban lloraban, rezaban o murmuraban recuerdos y sueños que se escapaban. La sala de su pequeña casa se cubrio de flores que la acompañaron hasta la iglesia donde no solo la habían bautizado años tras, sino donde comulgo por primera vez y donde hacia un par de años tambien había celebrado sus quince primaveras. Las viejas campanas del templo sonaron para recibirla y luego nuevamente para despedirla, mientras un viejo carruaje fue lento hasta el campo santo. Su madre no pudo evitar soltar más gritos de desesperación cuando los sepultureros comenzaron a bajar el ataud con su dulce princesa durmiente dentro de ella. La tierra sello su futuro, el llanto se alejo mientras la oscuridad dentro del ataud reino. El manto de la inconciencia la abandono, dejandole paso abierto a la calides de su piel, al color vivas en medio de una larga y fuerte expiración. Abrio sus ojos recibiendo solo la espesa negrura de su alrrededor, grande fue su terror cuando tratando de incorporarse golpeo fuertemente su cabeza contra un vidrio. La joven presa de la desesperación grito con todas sus fuerzas a su madre, a su padre, a sus hermanos que tanto le lloraban desde su casa. Un golpe, dos, tres, contra la madra, y solo recibia por respuesta el retumbar de sus huesos contra la madera. El vidrio cedio cayendo contra su cara probocandole mas dolor y asfixia. ¿¡cuánto habia permanecido ahi?!¿¡cuánto más debia de sufrir?! Entre llanto y desesperación; entre la oscuridad y su propio silencio, la joven abrazó la frialdad de la tierra. Su piel rojiza por los golpes se oscurecio junto con el brillo jovial de sus ojos almendrados. La bella durmiente exhaló. La campana sonó. La despidio.
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