4.- El relato de la cueva
Publicado en Sep 09, 2011
"Estaba muy oscuro allí dentro y el aire era irrespirable. Tropecé varias veces en la entrada a pesar de que llevaba la linterna. Tratando de ubicar por donde debía caminar me detuve un poco y empecé a explorar a mi alrededor.
Eugene parecía tener mucha prisa. Cuando vio que me detuve, no tardó en llamarme. Su voz se deformaba en aquel enorme hueco. •- ¡Apresúrate, no tenemos toda la noche! •- Ya voy... Acababa de ver algo que me perturbaba. En las paredes de la cueva había toda clase de dibujos y signos extraños, algunos intimidantes. Luego observé que en algunas partes de la cueva pendían extraños muñecos de diferentes materiales. Empezaba a asustarme realmente ¿Qué le sucedía a Eugene? ¿Cómo se le había metido la idea de venir a este lugar? Era horrible. Le busqué hacia adelante con la luz de la linterna. El suelo estaba húmedo y resbaloso, y había un hedor insoportable que exacerbaba los nervios. No lograba encontrar a Eugene. Caminé aturdido por el sendero que podría haber tomado, pero en eso, resbalé con el barro y caí ruidosamente. •- ¿Qué diantres sucede?- se escuchó la voz lejana de Eugene. •- ¿Dónde estás?- pregunté confundido. Estaba por incorporarme pero en eso sentí cómo me aferraban el brazo en la oscuridad. La sorpresa me hizo tirar la linterna, cuando me di cuenta de que era una mano lo que me impedía levantarme. Estaba tan aterrado que ni siquiera podía gritar. Un ser se movía en aquel helado sitio, podía oler su transpiración y escucharle respirar con agitación. La mano que me sujetaba parecía sucia en lo poco que veían mis ojos, quizá hasta ensangrentada. Lo hacía con fuerza, tanto que me lastimaba. Estuve a punto de pedirle socorro a Eugene, pero entonces escuché un angustioso susurro: •- ¡No...! No lo llame, por lo que más quiera... •- ¿Quién... es usted?- me atreví a preguntarle, la voz apenas me salía. Ahora le podía ver más claramente. Era una mujer joven, de hermoso rostro y cabello revuelto. Llevaba andrajos sucios y apenas la cubrían. Estaba visiblemente golpeada y tenía heridas graves por todas partes. Me sujetaba con desesperación. •- ¡Ayúdame!- exclamó -¡Me quieren matar! Volteé a todos lados, temiendo que alguien más con malas intenciones estuviera cerca. •- Debo llamar a mi compañero... •- ¡No...! •- Sin él no puedo ayudarle realmente. Conoce mejor el lugar que yo... no se preocupe, la llevaremos a un sitio seguro... •- ¡No!- gemía la joven descontrolada -¡Él es uno de ‘ellos...'! •- ¿Eugene...?- quise decirle algo más, pero en eso se escucharon pasos cerca de nosotros. En un arranque de valentía, tomé la linterna y me puse de pie tan pronto como pude. •- ¿Por qué no me haces caso?- rezongó Eugene que volvía para buscarme. Fue hasta entonces que comprendí por qué había logrado levantarme. La mano ya no me sujetaba. Dirigí la luz de la linterna hacia donde debía haber estado la mujer. Pero no había nadie allí, la tierra se la había tragado. •- ¿Qué te pasa?- reclamó mi compañero molesto -no pensé que el miedo te volviera tan idiota. •- Aquí... había alguien...- le dije con titubeos. La verdad es que ya no estaba seguro de que la joven hubiera sido real. •- ¿Alguien aquí?- me interrumpió Eugene -¡Estamos sólo tú y yo! Empecé a entrar en razón. •- Tú dijiste que aquí había alguien- le recordé -¿Cómo es que sólo estamos tú y yo? •- No me refería a que fueran personas- me explicó Eugene, que ya se veía desesperado -hay algo, sí, pero no es humano. Lo miré perplejo. Hasta poco antes, pensaba que quizá hubiera algo de coherencia en lo que Eugene hacía. Pero ahora, me daba cuenta de que había enloquecido por completo. Visiblemente molesto, salí de la cueva como pude. •- ¿A dónde vas? •- Al convento- le dije -ya me harté de tus misterios. Quiso detenerme pero no lo consiguió. Ya fuera de la cueva, me alcanzó nuevamente. •- Debí explicarte primero, te estoy asustando. •- Yo creo que sí, Eugene ¿Por qué me has traído a este lugar? ¡Parece el mismo infierno! •- Te explicaré de regreso- me dijo Eugene, como disculpándose -de cualquier forma no queda mucho que hacer aquí. Apenas lo escuché durante el camino, estaba congelado hasta los huesos y la imagen de aquella mujer aterrorizada no dejaba de martillearme el cerebro".
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Antonio JImenez Villa
Traes la historia con un narrador en tercera persona, pero El Relato de La Cueva se inicia y termina con una evocacion de Ben, da la imparesion qe cambiaras de narrador a primera persona. consideralo.
ABRAZOS.
ANTOIO J.
jorge andres franco arias
florencio
MAVAL
es un gusto volver a leerte...de a poco recomnezaré con esta historia
lo que leí de ella me gustó
como siempre tienes esa agilidad en el relato
y la intriga...
te dejo un gran abrazo!