LA PREPARATORIA
Publicado en Sep 09, 2011
Los acordes de "La canción de Solveig" en la alarma del móvil, por más que sean exquisitos, terminan por despertarme en este esperado viernes 9 del nueve. Son las 6:45, debo llevar a mi sobrina Pao al Colegio; jeans, tenis, playera, chaleco y gorra, pues inusualmente desde hace un par de días se ha dejado sentir frio como si fuese ya pleno otoño, y soy bastante friolento.
Paso por ella a las 7:40, vamos charlando en el auto durante el breve trayecto de no más de 15 minutos; esta extraordinaria jovencita, de la cual estoy sumamente orgulloso, es todo un privilegio, un regalo inigualable para nuestra familia: bonita ella, excepcionalmente talentosa, perseverante, sencilla, amorosa, con clase, y poseedora de la mayor virtud en una mujer: DECENCIA. Sí, así con letras mayúsculas. Llegamos, en tanto es la hora de entrada a las 8:00, platicamos usualmente de sus condiscípulos que van llegando al campus: "Mira, tío, ella es mi amiga Gaby y la otra Daniela, aquel es el Ajos, aquellos son Lalito y Pedrito, aquella la señorita P, aquel señor de traje negro es el profesor de Matemáticas", y de ésta manera, somos afortunados espectadores en primera fila de tan maravilloso espectáculo de la vida. La Juventud en su punto más sublime, ese tesoro divino, como ya lo describió el poeta nicaraguense, tesoro único que se va y nunca jamás volverá, aunque se llore y se intente pagar ridícula e ingenuamente por ello. Me lleno el alma y los sentidos en esa juventud plena, hombres y mujeres irrepetibles, cada uno con sueños y anhelos diferentes, con emociones inmensas, con tanta energía que se les desborda en el corazón y en los ojos a la mayoría de ellos y ellas, ojos y corazones grafiteados por el amor. En los jóvenes, el verbo atrever se conjuga las 24 horas del día los 365 días del año, permitiéndose en el tiempo y espacio acertar o no, eso es lo de menos, lo trascendental es precisamente atreverse, volar hacia sus sueños sin importar cuán lejanos pareciesen; volar y volar, lejos igual que las gaviotas o las golondrinas en el verano, así viven estos muchachos de la preparatoria. Todo lo razonan. Para ellos, para esa edad nada es absoluto, nada es un dogma, nada una ley y nada un principio; todo lo cuestionan, lo confrontan, pues ésa es la maravillosa edad del hombre en la cual estar siempre de acuerdo con todo y todos sería la mayor de las tragedias, una enfermedad terminal para la creatividad, la libertad, una tumba gris para el espíritu y los anhelos. El tiempo es preciso en la manifestaciòn perfecta de sus cuerpos hermosos, son como Venus y Apolo: ellas, morenas, blancas, trigueñas, alguna rubia incluso; altas, bajitas, de complexiòn mediana, delgada, sensuales, pero todas excelsas cual demostraciòn inconmensurable de la naturaleza, de la grandeza de Dios; y ellos, atrevidos en la galanura, en la frescura, en la fuerza, en el coqueteo tremendo de sus talentos en el aquì y ahora. La decoración de su savia es tan sublime, que bien la puede firmar Picasso, Dalí, Van Gogh, Rivera o la mismísima Frida; prevalecen los jeans de cualquier marca o sin ella, los tenis Converse y los Vans, los sweaters de cualquier tipo y color, y en los peinados la diversidad es amplia, cabello corto, largo, erizado, relamido, casual, formal, con toneladas de gel o sin él, al fin y al cabo cuando se tienen 16, 17 o 18 años, ellos son los que legitimizan la vida, y es que ellos son la vida misma. ¡Ah, las profesiones! Todas son opciones, por ejemplo: Óscar quiere ser Presidente de la República y que Pao sea su ministra de Economía. Pao quiere ser economista por el ITAM, Tania anhela convertirse en Chef, Kelly incursionará en la Ingeniería Mecatrònica, Daniela en la Contaduría Pública, La chica P sueña con ser Médico forense, Richie ya se ve en el Diseño industrial, Pedro insiste en ser Abogado, en tanto Luis estudia muy duro para ser Físico- Matemático; todo un crisol de sueños y realidades. Hoy la realidad, es que acaba de sonar el timbre de la prepa anunciando que las 8 de la mañana están presentes y que cerrarán la puerta en un par de minutos; nos despedimos de beso mi Pao y yo , le insisto en el "cuídate, por favor", que Dios te bendiga; la miro ingresar al plantel, en tanto yo y mis nostalgias de estudiante nos vamos raudos de regreso a la casa, debo prepararme para atender un desayuno de negocios a las 10 de la mañana, ésos que no existían ni me mortificaban a mis 17 años, cuando todo mi tiempo estaba complementado en soñar, volar, soñar, volar. Autor: Benjamín Torres Uballe; prohibida la reproducción total o parcial a través de cualquier medio con fines de lucro sin la autorización por escrito del autor.
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