Don Qujate de La Marcha y Pancho Panzapatos (3).
Publicado en Sep 22, 2011
"VENTURAS Y DESVENTURAS DE DON QUÉJATE DE LA MARCHA Y SU FIEL AMIGO PANCHO PANZAPATOS EN LA MUY NOBLE Y LEAL VILLA Y CORTE DE LA CIUDAD DE MADRID".
Capítulo III: Donde se narra la graciosa conversación que mantuvieron Don Quéjate de La Marcha y Pancho Panzapatos con la pareja de la Guardia Civil. En llegados al cuartelillo de Carabanchel Bajo, el guardia civil que llevaba la voz cantante comenzó a dialogar con Don Quéjate de La Marcha. - ¿Ustedes dos formáis pareja de hecho o ustedes dos formáis pareja de derecho?. - Eso de pareja de hecho paréceme a mí irremediable, pero en cuanto a lo de andar derechos lo veo más difícil que los milagros de Fátima; y es que si no produjérase un milagro no creo yo que tengamos forma o manera de enderezar nuestros cuerpos. - ¿Cómo es ese tal suceso?. ¡Explíqueme con detalles, por favor!. - Por favor no me haga en recordar demasiado esta aciaga noche. - Entonces explíqueme sin favor alguno pero ràpido. ¡¡Explíqueme ya que hacen ustedes dos por aquí!!. - ¡Cálmese mi cabo de primera!. - ¡¡Soy sargento!!. - ¿No es lo mesmo un cabo de primera que un sargento de segunda?. Yo entiendo y de entender sé bastante sobre ciertas cosas que no vienen al pelo citar, y vaya pelo que lleva usted que parece como cortado a tijera pero sin tijera sino con tenazas o cortado con máquina de esas de cortar el césped por lo descuajado que está, que lo de ser de primera, aunque sólo sea de cabo y empecemos a atar cabos sueltos que andan muy despendolados por ahí esta mesma noche, es más emportante y luce más ante las mujeres jovencitas que ser calificado de segunda aunque se sea sargento. El sargento de la Guardia Civil atusóse el pelo y se lo adecentó lo mejor que pudo antes de continuar. - ¿Usted me está tomando en serio o lo que me está tomando es el pelo?. - ¡No, por favor, no haga caso a mi maestro y mejor amigo Don Quéjate de La Marcha porque anda un poco aturdido, aturullado y hasta atarugado, de tanto ver sucesos extraordinarios en su todavía lozana edad!. - ¡Calla, amigo Pancho, que es bueno callar cuando nadie te ha mandado meter las narices, y bien grandes que las tienes por cierto que hasta Nasón te tendría envidia si pudierase que te viera, cuando dos hombres más ilustrados que la mesma Gaceta donde se entrevista a los pintores y otros artistas del mismo jaez, pues has de saber que al presente, y en el presente, nuestro sargento de segunda bien lustroso que lleva su brillante correaje; pues es de hombres lustrosos en llevarlos ansí!. - ¡¡Y bien que os han de brillar a vosotros dos en las espaldas esta noche si no me das una explicación convincente!!. - ¡No!. ¡Vicente no ha venido con nos en esta aventura porque bastante apaño tiene con cuidar del cochino de su suegro!. - ¿Qué tiene que ver el cochino del suegro de Vicente con todo esto?. - Pues no acierto a enjuiciarlo del todo pero algo tendrá que ver y deso estoy más seguro que el río Segura pasa por mi terruño. - ¡Dije convincente y no con Vicente, tipo raro!. - ¡Perdonadle otra vez a mi maestro y mejor amigo Don Quéjate de La Marcha, mi sargento de primera y ved que yo sí os trato de primera con tal de que mis espaldas se libren esta vez y por eso clamo al cielo!. - ¡No, amigo Pancho Panzapatos, está bien asegurarse el pan y soñar con tener buenos zapatos, pero no es bueno clamar al cielo una vez que tenemos que cantar de plano y ved, mi sargento de primera, que yo también le llamo de primera con tal de salvar mis partes traseras, que para poner plano del todo nuestros dos cuerpos es, esta noche al menos, del todo emposible!. Sólo hace falta, y si sobra algo que se lo echen al cerdo del suegro de Vicente, contemplarnos para daros cuenta de que no andamos bien de los huesos; y tales han sido los espeluznantes sucesos acontecidos que no sabemos bien del todo, como no sabemos mal del todo la cartilla de gramática parda que se usa por estos madriles, si la clavícula derecha se nos ha quedado clavada en el esternón o el esternón se nos ha extraviado por alguno de estos lugares por donde acontecieron nuestras tales desventuras... y eso solo y solamente por hacerle caso, una vez más, a mi amigo Pancho aquí presente aunque por lo que se le puede observar parece más bien ausente, pues tiene nostalgias de las tierras que ha dejado de faenar y que en cuanto volvamos las va a tener que en resembrar de nuevo si es que quiere hacer una buen cosecha de cebolletas en vez de cardos borriqueros. - Don Quéjate, que yo sepa y tales sucesos están aconteciendo que yo ya no né lo que sé de tan atarugada como tengo la ensesera que hasta el cerebelo se me rebela cuando quiero enpensar lo aprendido y aun lo no aprendido, fuese invención suya la de elegir a esta muy noble y leal villa y corte de Madrid para ver si enpudiéramos en buenahora ligar con alguna moza lugareña de estos dichos y dichosos madriles porque hasta ahora solo hemos conseguido ligar palo tras palo, golpe tras golpe y corte tras corte, que con razón aquí residen las Cortes de España, y lo único que cupiera echárseme a mí la culpa, y bien arrepentido que lo estoy, es haber elegido el lugar menos apropiado o, mejor dicho, más inapropiado porque en esto de lo apropiado y lo no apropiado ni los mesmos más elustres doctores del mundo se ponen de acuerdo, para llevar a cabo nuestros sanos y razonables deseos de ligar chavalas de edades en merecerlo porque digo yo que también los de las pedanías, aunque aquí les da por llamarlas aldeas porque es palabra que suena más fina, tenemos derecho a platicar con alguna con intenciones, eso sí, de llegar a preacuerdos que, en después, se formalizarían en acuerdos y, más endespués... - ¡¡¡Cállese, por favor!!!. ¡¡Me está crispando los nervios!!. Hizóse en esos instantes un silencio sepulcral que cortó, con voz muy tímida y timorata, el mismo Pancho. - Perdón, mi estimado sargento de primera, pero es que se ha de tener muy en cuenta y ya estamos contando cuentas si usted mesmo lo desea, que los hombres que somos hombres y no los hombres que sólo parecen hombres somos muy diferentes y que por eso es por lo que nos en venimos a dar unas vueltejas por la capital de los españoles ya que todos los españoles en tener tenemos los mesmos derechos y por lo tanto y voy a ver si me apunto un buen tanto en lo que voy a decir a continuación... - ¡¡¡Que se calle de una vez por todas!!!. - ¿Es que he sido inapropiado?. Intervino, vuelto a la realidad, Don Quéjate de La Marcha. - ¿Inapropiado has dicho?. ¡Claro qua ha sido inapropiado traerte a ti, en lugar del Venancio que está ya más bien muy pasado de edad, porque roza los cincuenta, pero al menos tiene más moral que tú, que eres más flojo cuando te enfrentas a una chavala que la defensa del Bala Azul frente al Real Madrid Club de Fútbol y que sepas, de una vez por en todas, questo es la capital de España y tú lo único que has en aprendido en la escuela de Don Fulgencio es que es capital carpetovetónica y eso gracias a mis enseñanzas complementarias!. - ¡¡No sigan, por favor!!. ¡Calmen sus ánimos los dos!. Vamos a ver... vamos a ver... a ver si podemos ver algo claro y no precisamente porque falte luz eléctrica porque tenemos los recibos al día y como nos la corten, y me refiero a la luz y no a una oreja para no pensar mal porque aquí nadie es ni Van Gogh ni Orígenes, se van a enterar los de Hiberdrola de quién es una pareja de la Guardia Civil aguantando el tabarrón de dos chiflados que no saben ni a donde van a parar sus huesos. ¿Se puede saber, hombres de Dios, quién o quiénes les han metido en el cerebro esto de venir a vivir aventuras de ligues con chavalas en el barrio de Malasaña de Madrid?. - En realidad, mi sargento de primera, que mi amigo Pancho y yo creíamos que era cierto lo visto y requetevisto y por eso vestimos de la manera que nos véis, que era en cierto lo que enseña la tele en visión de que haciendo el hipyloya se podía ligar mejor en esta época de la movida madrileña. Y... ya ve... ¡aquí estamos buscando pareja pero no para ser guardias civiles por cierto!. - ¡Un poco de respeto a mi autoridad!. - Señor sargento de primera... ¿no ve que no le rige bien el encerebelo por culpa del mal riego sanguíneo en después de haber visto tantas y tantas y tantas telenovelas de caballeros ligando con las más guapas señoritas de la alta sociedad y que, por ello mesmo, él se cree uno dellos?. - ¡Sigo parlamentando yo, amigo Pancho y dejad que yo explique mejor el asunto pues veo que tú te explayas en circunstancias ajenas a mi persona y haz el favor de no meterte en tres cuartos porque en metiéndose uno o se mete del todo o no se mete en nada!. Y digo yo y aclaro y declaro que tales cosas nos han sucedido en los madriles, hasta agora, que ya no sabemos si tirar hacia adelante o tirar hacia detrás. - ¿Qué queréis decir con tirar hacia adelante o tirar hacia detrás?. - No enpiense mal, mi señor sargento de primera o como quiera que cualesquiera título honorífico desee que le declare pues están tan malos los asuntos que soy capaz de nombrarle hasta emperador si fuera o fuese, que de las dos formas está bien dicho, necesario, que lo que intento, e intentar es sano y no como empiensan algunos y algunas, es aclarar que tanto mi amigo Pancho Panzapatos, tan endiscreto como le veis cuando abre su boca, y yo, el muy elustrado Don Quéjate de La Marcha y que soy tan elustrado que todo lo veo en colores, nos encontramos en un punto muerto ya que, enverdad os digo y en diciendo todo se aclara y no como mi amigo que todo lo embrolla en diciendo, ya parecemos más bien muertos que más bien vivos. ¿Qué le parece a vos?. - A mí me parece que se han juntado el hambre con las ganas de comer. Citar el sargento de la Guardia Civil las palabras hambre y comer y abrírseles a los dos amigos los sus cuatro ojos fue una misma cosa. Don Quéjate de La Marcha fue, una vez mas, más ràpido en el hablar. - ¡Por cierto que vos decís la verdad, porque aunque lo parezca o no lo parezca, llevamos mucha hambre en el día de hoy y además tenemos, y tener ya es algo pues en no teniendo nada pues nada seríamos, muchas ganas de comer!. ¿No tendríais, autoridad madrileña que ya es eso muy importante hablando verdades, alguna loncha de algo aunque sea más bien rancia o no rancia pues lo mesmo nos da a los dos?. - ¡Aquí no se regala nada!. ¡Si pagáis tengo y si no pagáis no tengo!. - Que os repito, y repitiendo se quedan las cosas de los caballeros más claras que el clarete del Tío Benito de mi querido terruño, que ganas es lo que tenemos y que a fuerza de tener tantas ganas ya desfallecemos de un momento a otro que hasta paréceme a mí que nos falla el pulso a los dos... pero ganas de comer algo pues ganas de conocer mozas todavía es lo que nos da aliento tanto a él como a mí... mas las tripas nos suenan como fanfarrias dentro de los nuestros vientres. ¿A cuánto asciende la suma o la renta a devolver?. - ¿La renta?. ¿Cómo te atreves a pedir lonchas y además recibir dinero por ello?. ¿Queréis cobrar de lo lindo por todo, incluida la renta si es posible?. A Pancho Panzapatos no le cupo otra cosa más que hacer que sacar un billete de cien pesetas que el sargento cogió ràpidamente al vuelo. - ¡Esto está mejor!. ¡Siéntensen junto a la mesa y tú, número, sírveles una loncha de jamón pero bien fina ya que no están los tiempos para regalar nada, dentro de un buen mendrugo de pan de esos que ya no pueden mascar los sin dentadura!. - Menos dá una piedra... - ¡Es que no tenéis, Don Quéjate de La Marcha, bastante con eso o estáis esperando, acaso, huevos de esturión y bacalo al pilpil!. - ¡Oiga usted, sargento de primera o de primera especial si es necesario nombraros así, que en cuanto a huevos, y salvando los presentes si es que los hay, sólo aceptaríamos si fuera tan grande nuestra necesidad, los de gallina joven o gallina vieja siempre que sean gallinas y lo del pilpil paréceme a mí comida de señoritas ansí que sí, estamos conformes con el mendrugo de pan y la fina loncha de jamón pero, por Dios, que no sean tan finas que se vea el alborear a trávés dellas!. El guardia civil silencioso y mudote comenzó a la tarea de elaborar los bocadillos. - ¡Muchas gracias, señor número!. - No le des tanto las gracias pues no te ha de contestar ya que, en ocasiones como la presente, es más bien mudote. En recibidos los dos mendrugos de pan con las finas lonchas de jamón que, efectivamente, dejaban ver la luz a través de ellas, los dos amigos comieron con tal voracidad que asemejábanse dos buitres hambrientos devorando alguna especie de gallinácea y olvidándose de cualquiera otro tema. - Esta noche podéis dormir aquí... pero mañana será otro el cantar... Ante el asombro de todos los presentes, Don Quéjate de La Marcha cantó con su cavernosa voz que aparecía que le saliese del mesmísimo páncreas. - ¡Venimos de vendimiar de casa de Don Antón y no nos quieren pagar porque hemos roto el botijo, porque hemos roto el botijo y no nos quieren pagar!. - ¡¡Pare usted de cantar que parece que los tímpanos de todos los aquí presentes nos van a estallar de un mal momento a otro!!. - No, mi sargento de primera, sargento de segunda, cabo de primera o cabo de segunda, que ya está mi ánimo tan confuso que no sé bien diferenciar la graduación de su titularísima distinción que hasta podríamos pensar todos los aquí en reunidos que es usted alférez de academia y no de secretariado y banca por cierto, como he visto que hay en la Puerta del Sol y las calles Mayor y Arenal, pues en todavía no ha terminado mi canto. - Canta lo que te falta, pero espera un momento a que mi compañero y yo nos tapemos los oídos con algodón. Una vez que la pareja de la Guardia Civil se taparon los oídos con algodón Don Quéjate de La Marcha siguió, todo envalentonado y embalado ya, con su estrambótica manera de cantar que hasta los ratones del cuartelillo huían a esconderse en lo más profundo de la oscuridad. - ¡Todas las que se casan en la vendimia lo primero que tienen es niño o niña, es niño o niña lo primero que tienen en la vendimia!. En viendo que los guardias civiles estaban atónitos y sin decir esta boca es mía, Don Quéjate de La Marcha se envalentonó todavía un poco más. - ¡Triquitriquití, ya parió la Justa!. ¡Triquitriquitrí, un niño que asusta!. ¡Triquitiquitrí, ya volvió a parir!. ¡Truquitriquití, un guardia civil!. El sargento destapóse rápidamente los oídos. - ¿Ya estamos nuevamente de guasa?. - ¡De guasa nada, mi sargento de primera pues acabo la tonadilla con aquesto de la va a detener porque no puede ser y los de Aragón rediez no tenemos la culpa de que la Justa sea tan bruta, sea tan bruta rediez sea tan bruta!. - ¡¡Silencio!!. ¡¡Se acabó el cante!!. - ¿Os ha ofendido acaso, mi estimada autoridad, mi timbre de voz de barítono alto y ved que soy bien alto a pesar de que ahora mesmo esté un poco encogido por los golpes y las magulladuras?. Preguntadle si no os lo creeéis a mi buen amigo Pancho Panzapatos aquí presente aunque parezca que está más ausente que un vasco de Portugalete en época de pesca del bacalao y no confundáis Portugal con Portugalete porque si es necesario canto lo de la lavandera de Portugal para especificar bien lo que bien ha de especificarse. - Alto sí que lo eres pero o das el alto a tu manera de cantar o canto yo a mi manera. El sargento de la Guardia Civil acarició su porrra con ganas de hacerla entrar en función. - ¿Preferís acaso el Cantar de los Cantares que se hace muy llevadero para estar todos despiertos hasta el amanecer?. - ¡No lo permitáis, buen hombre!. ¡Mi maestro y amigo, a pesar de ser mi maestro y amigo y de eso no en cabe duda alguna, canta peor que todo un regimiento de caballería junto y desafinado!. - Olvidaos de cantar el Cantar de los Cantares hasta el amanecer porque mi paciencia ha llegado ya a sus límites y pasemos a otro canto mas prosaico pero más preciso. ¡Cuéntame que hacéis por aquí vosotros dos!. Don Quéjate de la Marcha se arrancó con el pop... - ¡Cuéntame como te ha ido y si has conocido la felicidad!. - ¡¡Que no quiero más cante de ese tipo por esta noche y a ver si tenemos más conciencia porque mayorcitos ya sois los dos para saber en dónde os habéis metido y de qué mejor manera podéis salir de esta ciudad!!. ¡Al cuento!. ¡Al cuento!. ¡Contadme ya!. Don Quéjate de La Marcha siguió llevando la primacía ante la desesperación de su amigo Pancho Panzapatos que cada vez veía más oscura la manera de salir sanos y vivos de allí. - Cuentos completos no me sé nenguno pero sí que os podría deleitar con uno que me se viene ahora mesmo a la sesera. Por cierto... ¿cómo os llamási vos, mi respetada autoridad?. - Yo soy Miguel y este otro también es Miguel. - ¿Es por eso, acaso, y si no os lo tomáis a mal sino con un buen vaso de cazalla, por los que os llaman los gitanos los migueletes?. No debióle hacer mucha gracia tal asunto al mayor de la pareja de la Guardia Civil, quien, poniendo una cara como de juicio final, cortó el discurso de Don Quéjate de La Marcha y acabóse de esta manera la conversa. - Los dos somos migueletes en verdad como nos llaman los gitanos; pero también es verdad que somos hermanos gemelos y sólo nos distingue el que yo tengo un mostacho más grueso que el de Groucho Marx y él sólo tiene una especie de hilera de hormigas bajo la nariz; pero o cambias de tercio para toda la noche o te canto a ti y a tu inseparable amigo las cuarenta en bastos que me parece a mí que van a ser necesario ser cantadas. Pancho Panzapatos comenzó a sentir que se le aflojaban las piernas y, junto con ellas, todo su abultado vientre. - ¿Podriáis, señor mostacho, decidme qué camino he de tomar para ir todo lo más derecho que pueda al water, a ser posible en línea lo más recta posible puesto que es la más corta según el maestro de Los Ventoriilos nos explicó hace años, para poder mejor aguantarme las ganas?. - Toma el camino del pasillo muy derecho o te endrezco yo para siempre. A Pancho Panzapatos, mientras corría hacia el water, le venían a la memoria los guantazos recibidos de su maestro y amigo Don Quéjate de La Marcha, el atropello sufrido en La Vaquería y los golpes recibidos al caer por al escalera del 42?. - Mire usted, estimado guardia civil, que de tantos golpes que ha recibido en esta mala noche, tiene derecho a resarcirse evacuando sus iras por donde no le queda otro remedio. - ¿Habéis comido tortas en algún lugar esta noche?. - No. Comer tortas no precisamente pero probarlas sí. Lo que os quiero decir es que, mi amigo Pancho Panzapatos, señor mostacho, ha aprendido que donde hay tortas haylas para recibirlas. Ya estamos bien alimentados esta noche y no deseamos probar jarabe puesto que en todavía no tenemos tos. - ¿Te refieres a que ya no deseáis mas jarabe de palo?. - ¡Eso mesmo, señor mostacho, y perdonad que sea tan confuso a la hora de definir las causas y los efectos que ya sabéis que a toda causa corresponde un efecto y a todo efecto corresponde una causa y... - ¡Por favor!. ¿Puede usted callarse aunque sólo sea por un momento?. O dejas de llamarme señor mostacho o a fe mía y de todo el cuerpo de la Guardia Civil madrileña que te eslomo más que a un gitano pillado mientras roba melones por la noche. - Pues ya que habláis de melones... ¿no tendríais por ahí alguna rodaja ya que según entiendo yo el melón acompaña muy bien al jamón en el muy noble arte del yantar a culesquiera hora y que las rodajas de melón son las más adecuadas según las artes culinarias y no os ofendáis por lo que escucháis pero a las artes de cocina se las llama culinarias según la muy real Real Academia de la Lengua Española y yo no tengo nenguna culpa deso. - ¿Me estás pidiendo dos rodajas de melón?. - Si pudierase o pudiésese ser o al menos se pudiera o se pudiese... ¡pues sí!. - Aquí todo lo que se come se paga. - Entonces esperemos a que mi fiel amigo Sancho Panzapatos vuelva del servicio de urgencias y es que, en verdad os digo, está el pobre como para entrar internado a la Unidad de Cuidado Intensivos de alguno de los muy famosos hospitales de esta muy noble y leal villa y corte. - Mucha paciencia me estáis haciendo tener esta noche y ya son las dos de la madrugada así que arreglaos el cuerpo como Dios os dé a entender, pero las rodajas de melón no han de ser muy gruesas por cierto. - No digáis groserías pues se dice grueserías... La voz del silencioso guardia civil sonó como un disparo en medio de la noche. - ¡Se dice como nosotros digamos!. ¿Entendido?. - En tendido está muy claro pero... ¡qué más quisera yo entenderme en disquisiciones con vos que para una vez que habláis es para intentar meterme miedo cuando el miedo ya lo llevo bien dentro!. Y por cierto, ya que habláis por vez primera y espero que habléis por vez segunda e incluso por vez tercera... ¿es cierto que en los madriles existen dos carabancheles denominados, si mi enmemoria no me enfalla, Carabanchel Alto y Carabanchel Bajo según he podido comprobar en el plano de transportes de Madrid, gratis por cierto pues si no fuese por eso no había manera de entenderlo pues para planos no estamos y tampoco para oblicuos que más quisiera yo que mis pensamientos fuesen, sin embargo, redondos en esta manera de haceros entender?. - ¡¡Déjate ya de enredarte con tanto enredo nocturnal!!. Tan cierto es que hay dos Carabancheles como que me llamo Miguel al igual que mi hermano gemelo superior de mando pero no tanto de inteligencia malgastada con vosotros dos, y dejemos ahora mismo lo de migueletes en paz no sea que la fiesta termine como el rosario de la aurora. - ¿A qué Rosario os estáis refiriendo pues no conozco a la tal señorita o señora?. - Verás que yo no tengo tanto aguante como el sargento. - Bueno. Claro, conciso y contundente. Entiendo que no es poco en esta velada y que ya estamos mi amigo y yo hasta el velo de la citada Rosario que nos vamos a pasar la noche en vela. Por mi parte, y espero que por parte de Pancho, está todo olvidado en cuanto a lo de los migueletes como lo de los juanetes que me están saliendo de tanto rodar y rodar, rodar y rodar, que hasta me lo dijo la voz de un arriero años há. - ¡¡Deja ya de cantar otra vez porque no hay oídos capaces de poder soportarlo!!. - ¡Perdón, mi sargento de caballería... esto... quise decir de primera pero me vinieron a las mentes los caballos de los troyanos y digo bien pues son los hermanso Troya de mi terruño los que tienen tales caballos que son una delicia verlos trotar pero que dan dolor de estómago verlos comer tanto y bien gordos que están. Bueno, pues bien está la cosa y no enturbiemos más el ambiente que hasta el Canal de Isabel II va a tener que drenarse de tanto y tanto y tanto papelucho y otras porquerías que echan en su caudal... y... ¿qué estaba yo diciendo?... perdonad un par de segundo o tres minutos y medio acaso para poder retomar el hilo de la conversa... ¡ah!... ¡sí!... que digo yo y en diciendo yo todo el mundo se calla aunque no tenga galones de sargento pero sí que tengo como galones de gasolina en mi motor cerebral... que esto del cuerpo de la Guardia Civil es lo más aparecido a la Liga del fútbol español con tanto primera, segunda y tercera... pero que me se parte el corazón, y perdonad si me se escapa alguna que otra lágrima de cocodrilo o lagrimilla sincera, es que no entiendo como ustedes dos, teniendo tanta altura, que yo a ojo de buen cubero y es que mi ojo de buen cubero nunca se enquivoca, que ustedes, por lo menos, miden de uno noventa y uno a uno noventa y dos entre ambos... esto... perdón... quise decir cada uno por separado... estén destinado en Carabanchel Bajo y no en Carabanchel Alto como bien les ocrrespondería. ¡No es justo tal agravio!. ¡Y si de hacer justicia hablamos al amanecer deberiamos los cuatro, en pandilla amistosa y no belicosa, a hablar con el respectivo responsable de la Alcaldía de Madrid y poner una querella criminal por tal felonía porque ustedes son bien altos y no bien bajos!. ¡He dicho!. - ¿Estás loco o te lo estás haciendo?. En esos tensos momentos llegóse Pancho Panzapatos, con la faz más blanca que un papel de fumar como si hubiera visto al fantasma de Rasputín, para volver a pedir disculpas. - ¡Ea, mi sargento de primerísima categoría y graduación, no os ofendáis por lo que dice mi maestro y mejor amigo Don Quéjate de La Marcha y ahí va otro billete de a cien pesetas por las dos rodajas de melón, pues tan alto hablábais que lo he escuchado todo tal como si lo estuviese viviendo en realidad y que me han vuelto las ganas de comer!. El sargento de la Guardia Civil volvió a coger, raudo y presto, el billete que acabó, nuevamente, en el bolsillo trasero de su pantalón. - ¡Vamos, número, haz el favor de darles, como bien gustan y de gustos no se ha escrito todo todavía, un par de rodajas de melón a estos dos caballeros que tanto saben de caballos aunque confunden los de jerez con los arábigos, y que, al fin y al cabo, caballeros son aunque tenga el uno los cabellos ralos y el otro los cabellos más alargados que los de Dalila. - Se enconfunde usted, mi sargento de primerísima condición y categoría como muy bien dice mi amigo Pancho, que quizás quiso usted decir Sansón y dijo Dalila por uno de esos descuidos que todos tenemos alguna vez en la vida y que, en caso de examen de bachillerato, y válgame Dios que no quisiera volver a repetirlos por nada de este mundo, os serviría para recoger una buena calabaza pero que aquí, entre nos, todo es perdonable y yo soy testigo y puedo atestiguar que se os extravió la memoria y dijisteis Dalila donde debísteis decir Sansón que es lo mismo que aquello que se escribe de donde dije Diego digo digo o algo ansí. Y tú, amigo Pancho, no te lo tomes a mal tal descuido que todos alguna vez cometemos y no te me hagas el mártir porque no te va a servir de nada, que ya te advertí con amonestaciones incluídas, que no nos llegásemos a esta capital sin haber aprendido antes que Madrid es ciudad de mucho provecho cuando tenemos algo de provecho que aprender y no mezclándonos en estas movidas nocturnas de Malasaña, que para eso más nos valiera habernos quedado en el terruño deshojando las margaritas con el me quiere... no me quiere... me quiere... no me quiere... me quiere... no me quiere... El sargento de la Guardia Civil no pudo aguantar más. - ¡¡Basta ya!!. Y acabóse la madrugada con nuestros dos amigos cenando aquellas dos rodajas de melón que más parecían láminas de transparentar de esas que usan los alumnos y las alumnas para copiar los dibujos que le mandan en los colegios, y quedándose, repentinamente, dormidos allí mismo, con las sus cabezas sobre la mesa y las rodajas de melón a medio comer.
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