Muerte en inquisicion par2
Publicado en Sep 25, 2011
Su estomago gruño cuando lo que le dieron por alimento cayó de sus labios maltrechos a causa del dolor de perder otra parte de sus dientes o lo que quedaba de ellos. Como pudo tanteo dentro de la oscuridad para recoger aquella masa biscosa y llevarla nuevamente hacia su boca en otro intento por llenar el vacio de sus intestinos.
Apenas creía llevar un cuarto de su ración cuando la puerta de su celda fue abierta con un gran estruendo. Dejo caer el resipiente de sus manos con gran facilidad culpando a su pequeña mente de no ponerla alerta del peligro inminente. No tardo nada en sentir un par de brazos a cada extremo sostenerla fuertemente por la parte inferior de sus brazos para levantarla de un solo golpe. No pudo evitar soltar un chillido de dolor al ser levantada abriendo las heridas que la habían mantenido totalmente inclinada sobre si misma. La luz y el calor que desprendían las antorchas por su paso eran como llamas rosas que clamaban su nombre. Ya no quizo ni pudo gritar. Atrajo vehementemente el recuerdo de su hija, el sabor de los ladios de su esposo en el momento en que la volvieron a montar en el potro. Cada que sus brazos y piernas eran sarandeados para amarrarla evocaba una a una las palabras de sus botos matrimoniales. -Perdonenme.- dijo lastimeramente en un grito de agonía -Perdonenme...- repetia con cada aliendo que se le escapaba de vida Pero esa palabra no hiba dirigida a ninguno de sus verdugos que la azotaban con preguntas e injurias. Esa palabra de arrepentimiento era por no ser ya lo suficientemente fuerte como para seguir luchando por su vida, por aferrarse a la esperanza de salir de ahi y abrazar a su amada familia. Solo una carta, solo una palabra malintencionada bastaron para que una joven mujer acabara en las masmorras de la carcel de un viejo monasterio. Y cuando el último suspiro regalo a la vida, lo hizo evocando su más feliz recuerdo, ese donde ella acostada en su cama le dan a sostener a su pequeña niña, esa donde su marido entro a abrazarlas y besarlas. Así en medio de tanta sangre y dolor ella murio en una memoria grandiosa.
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