¡Venid y vamos todos! (Diario).
Publicado en Oct 05, 2011
La cancioncilla completa decía así: "Venid y vamos todos con flores a porfía, con flores a María, que madre nuestra es. Venid y vamos todos con flores a porfía, con flores a María, que madre nuestra es. De nuevo aquí nos tienes, purísima doncella más que la luna bella postrados a tus pies. De nuevo aquí nos tienes purísima doncella más que la luna bella postrados a tus pies. Venimos a ofrecerte las flores de este suelo con cuánto amor y anhelo, señora, tú lo ves. Venimos a ofrecerte las flores de este suelo con cuánto amor y anhelo, señora, tú lo ves". Era cuando llegaba el mes de mayo de cada año de escolaridad y a nosotros tres (Máximo, Bonifacio y yo) nos daba un "corte" tremendo ir con el ramo de flores en la mano camino del colegio; así que, nada más salir del portal de nuestra casa en la madrileña calle de Alcalde Sáinz de Baranda número 56, metíamos rápidamente, y a como diese lugar, los ramos de flores dentro de las carteras, arrebujadas junto a los cuadernos, los libros escolares y el bocadillo de pan con chocolate. Todo el trayecto de la Sáinz de Baranda y la Narváez, hasta la esquina con Doctor Esquerdo, íbamos más callados que tres conejos oliendo galgos o podencos. Cuando yo entregaba el ramo de flores a Don Florencio, el aroma del chocolate se expandía a varios metros de distancia mientras las flores parecían lechugas escalfadas. Y luego de ponerlas en un tarro de cristal llegaba la hora de cantar. A mí me volvía a dar "corte" y apenas cantaba la estrofa primera pero algunos, como por ejemplo Gabriel, se entusiasmaban con la canción y se les veía hasta traspuestos de felicidad. Era el mes de mayo del curso escolar (tres años en total: ingreso, primero y segundo de Bachillerato) en el aula del Colegio Lope de Rueda. y yo guardaba silencio mientras Gamarra me invitaba a dibujar escenas de campos de fútbol, con muñequitos pintados a la manera "naif" y los epítetos "explosivos" de los espectadores cantando "¡gol, gol y gol!". Eran las primaveras escolares y había que pasar "la prueba de las flores". Al final superé la vergüenza y comencé a jugar al fútbol en el mini patio de los vecinos mientras las flores dejaban de estar apachurradas y, con el frescor del agua, renacían en todo su esplendor. Pero... ¡que corte era llevar ramos de flores en las manos!. ¡Menos mal que el fútbol entró dentro de mis venas para superarlo!.
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