House of Cards. No quiero ser tu amigo, solo tu amante. Miento. Lo dije antes. Solo quiero olvidarme de que tu y yo estamos aquí he irnos para poder afirmarlo en otro sitio. Y asentir. Ir, venir, llegar, volver, doblegar al segundo y aparecer. Cuánto lo siento. Lo siento tanto, es tan fuerte, tan doloroso no saber que una de mis afirmaciones seguras es incorrecta. No sé qué es lo que me pasa últimamente, que prefiero ser quién no soy para no arrentirme mañana de lo que no fui. Quiero vivir al máximo, con la mayor gana, uses vestido o gorra plana yo quiero conocerte más.
 
No me dejes a las puertas de la casa de las cartas. No me dejes disimulando, como si fuera el cartero, no quiero un final, no quiero un pero, quiero un diez, no solo el tímido cero, te quiero aquí, antes, ahora y después pero solo hoy.
 
Tacos de carne pasan por mi cabeza. Quito el animal y me quedan insultos. Solo son bultos para mi autoestima, tengo ya encima, víspera, bienvenida será la nueva vida que me espera.
 
Poemas. Poemas. Llena blancos. Solapa hojas blancas. Venditas santas dichosas tantas alergias a tus ingredientes. Quedaron aún pendientes las recetas para combatir el frío en verano, y el calor del invierno. Lo tierno es malo, y lo malo, malo es, no lo ves, pero la hierva es tan roja como el alambre o la libertad. El infierno es tan blanco y azul como la nuca de una mujer o el propio viento. Siento haberme metido en este asunto llamado vida, ahora que he entrado quitármela sería aún más objeto de la memoria de la querida, cuidada y soñada savia del suicida. Por tanto, y tras decir cosas cuyo sentido nació amorfo y no curaron, mejor fomento el poco mensaje que me queda a través de…
 
House of cards. Otra vez. Radiohead sabe lo que me pasa hoy, lo que he sentido al sentarme en el autobús, lo que pueden llegar a haber sentido todas las mieles en labios de un degustador. ¿Qué es el amor?
 
No quiero es tu amigo.
 
¿Qué podría decir? Solo podemos creer en lo que hay, en lo que sucede, en lo que hasta ahora ha ocurrido. Las facetas son alucinantes. ¿Qué mejor manera de ignorar el azar y su casualidad que agradeciendo a un tipo el transcurso, a él ajeno, de nuestras buenas y malas suertes?