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Bajo la luz del alumbrado público Estefanía sueña. Con el cabello enmarañado y los ojos medio abiertos, mira a través de sus añoranzas y olvida por un momento las imágenes tumultuosas de su vida, el momento en que sus padres se divorciaron, los constantes cambios de domicilio. Tal pareciera que en su regocijo nada le preocupa, sin embargo teme, intenta huir, escapar de aquella soledad y sigilo, se aferra a la imagen de un padre amoroso pero no puede alejar de su mente la verdad. Era mentira, tras la máscara que solía proyectar y los títulos que ocultaban la realidad, estaba el hombre perverso entregado a las delicias del deseo.
¿En qué soñara, en sus recuerdos de infancia? donde la insensatez no había marchitado su morada, en el amor que encuentra cuando duerme.
No sabe que es lo que quiere ni adónde va, vive por que no conoce otra opción, hombres, solo un juego un pretexto para divertirse y acabar con el tiempo que tanto la atormenta, la han llamado fácil, pero nunca ha entregado el corazón, tras las bambalinas de su jocoso carácter aun sueña con un príncipe azul.
¿En qué soñara Beatriz? desconfía de sí misma, de vez en cuando derrama letras sobre el papel que dejan al descubierto su sensibilidad, le gusta ser el centro de atención y estar rodeada de personas que la hagan reír, no soporta la soledad, para evitar el silencio presume hasta de lo que no tiene, pero están mala fingiendo que todo mundo se da cuenta pero no dicen nada.
Ella no sueña hacerlo la llena de pavor, prefiere huir de su cabeza y toma sueños ajenos como propios. Historias que emergen de la isla de Japón y atraviesan el mar para deleitar a los chicos occidentales que se han cansado de escuchar los sueños de su tierra; prefiere las historias de comedia y romance donde la protagonista se impone a su enamorado, lo salva, es fuerte y siempre tiene la solución a la mano, el hombre simplemente se encoje de hombres y se deja llevar por sus caprichos.
En sueños ve reflejado sus anhelos. En algún tiempo de su vida fue motivo de burlas y desprecios una vez hubo bajado unos kilos los hombres comenzaron a rondarla; aun carga con los estigmas de aquellos días, arrastra la vergüenza, se siente poco atractiva, esconde su cuerpo en ropajes guangos y se aferra a su carácter infantil. Jamás las he comprendido.
A veces se encuentran durante el día y platican fugazmente, nunca se han llevado del todo bien. Guardan tan cautelosamente sus secretos que jamás se han detenido a pensar cuanto tienen en común.  (parte X de Un réquiem para el fantasma)