DEL OTRO LADO DEL RIO
Publicado en Oct 30, 2011
Del otro lado del río
Un silencio atrapante en lo vasto del paisaje agreste y natural, el escenario donde viven los Batista, el campo abierto y en el horizonte la conjunción del cielo plomizo. El amanecer trae el vuelo de pájaros y un concierto de ranas que encanta como una gigante flauta mágica; que a veces aturde, otras entretiene y cuando no embarga un poco la melancolía, en el rancho elemental luchando en forma despareja con los elementos, se alberga aquella familia; el alba trae consigo el cotidiano trajín: - ¡Arriba gurisada, a levantarse para ir a la Escuela! - Es difícil a veces ir a la escuela, cuando la inundación hace que muchos chicos como Julio, Irene, José, Andrés y Violeta Batista deben vadear a pie el río desbordado: piecitos descalzos, ropa raída, sin embargo llenos de esperanza van hacia la Escuela. Al llegar a la Escuela la maestra le reprocha la tardanza - Está crecido el río señorita. - Estoy cansada de los pretextos de ustedes, porque los Martínez también viven del otro lado del río y llegan a horario. - Pero los Martínez; Señorita tienen el zulqui y canoa y nosotros no tenemos nada. - El Director Babi interviene y les invita a pasar cerca del fogón; para que se sequen y les da tareas en una improvisada pizarra. - La Maestra irrumpe y le dice: - ¡así es como se les hace todo fácil,- el Director se calla y sigue su trabajo. Cuando el sol quiere empezar a esconderse detrás de un horizonte mojado y brillante por la inundación; la campana, un aro de rueda de carro, anuncia con el tañir lastimero el final de la jornada. Se forman los chicos, unos cuarenta, alumnos; con un bostezo de fatiga se cierra la página escolar del día. Los Batista alegres rumbean para su casa guardando en sus bolsillos un maravilloso tesoro dos galletas cada uno para menguar los arañones del hambre en sus pancitas. Luego el Director y la Maestra se sientan al amparo de la baranda del rancho-Escuela, (que no es muy diferente a los ranchos de la zona), y Babi dice a la Maestra: - Señorita, Usted recién empieza sus labores docente; esta escuela está lejos, muy lejos de todo y de todos, pero en ella anida la esperanza de un mañana mejor y esos chicos esperan de nosotros el alfabeto, los números, los libros, la historia y la geografía; pero sobre todo esperan que los acojan; los comprendan; que los respeten... Cuatro meses después la Maestra, para el día de la primavera, organiza un picnic. Los que mejores nadan son los Batista, que contentos, con los demás chicos invitan a la Maestra que entre al agua, que les enseñarán a nadar. - Vení Señorita, te enseñamos a nadar, después vamos a comer chicharrón y torta frita. El sol le guiña el ojo a una paloma y sonríe alegre al conjuro de un amor profundo e intenso entre la Maestra y sus alumnos. Aquellos que aparentemente no sabían nada podían enseñar a la maestra, a nadar, a hacer chicharrones, tortas fritas y cien cosas más; con esta imagen la patria se reconforta y en algún lugar Dios también sonríe.
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