Bonka y Balugo (Cuento africano).
Publicado en Oct 30, 2011
Los ojos de Bonka eran tan hermosos y brillantes que Balugo nunca podía mirarlos más allá de unas décimas de segundo. Por eso desvió su mirada al horizonte.
- ¿Qué te sucede, Balugo? ¿En qué piensas? Balugo estaba intentando volver a la realidad pero la fuerza poderosa y misteriosa de Bonka hacía que se refugiase en sus recuerdos infantiles. Ahora rememoraba aquellos días en que era el más rápido y resistente de todos los chiquillos de la tribu cuando se trataba de pruebas de fondo y en cuanto a nadar, para él, sólo era cuestión de proponérselo. Pero nunca se preocupó de serlo. Le bastaba y le sobraba con saber que era el chiquillo de la tribu más resistente en las largas distancias sobre la tierra; esa tierra que hermoseaba los alrededores y los cargaba de frutos y vegetales. ¡Cuántas veces se había subido a los árboles de ricino para sacarles la sustancia que Wendy necesitaba cuando tenía extreñimiento agudo!. - En nada importante. Te pido que no me eches la bronca, Bonka. - Pues me estás desengañando. Yo creía que tú eras siempre un gran pensador y que en tu interior llevabas siempre algo importante que narrar. - Contar cuentos lo aprendí del viejo N'Arros y éste ya no se encuentra entre nosotros... así que si te he desengañado es mejor que lo pensemos. - Nada de pensarlo por más tiempo, Balugo. ¿Vas o no vas a hablar a mi padre Limpopo de lo nuestro?. - Yo iría, Bonka. - Pues entonces mírame directamente a los ojos y dime que lo harás por mí. Balugo la miró por otra décima de segundo y volvió a desviar la mirada. Ahora estaba absorto viendo la verde pradera en que se encontraba, al fin, sólo con ella y sin la molesta presencia de los demás amigos. Todo el ambiente olía a fragancias vegetales... - Estaba pensando que es inútil hacerlo. - ¿Por qué, Balugo?. Eres el más valiente de los chicos que he conocido y ahora me estás decepcionando grandemente. - Pero... ¿es que no te das cuenta de que no podré ser nunca como N'Todo?. ¡Él si que es el más valiente!. Yo no tengo nada que hacer ante un rival así. - Te equivocas. Es el más iracundo, el más bravo, el más pendenciero... pero no el más valiente. - Tampoco importa eso demasiado. Él es hijo del rey Kaká y eso le hace ser tan machón como para cazar leones en solitario. - Dejemos a N'Todo fuera de todo esto, Balugo. ¿Vas a hablar con mi padre o no vas a hablar con mi padre?. - Todos los chicos de la tribu sabemos que tu padre tiene un carácter de mil diablos cuando se trata de cortejar a su única hija... y resulta que su única hija eres tú, Bonka... así que no sé si será conveniente arriesgar la vida. - ¿Por qué dices eso?. Mi padre es muy bruto, lo sé, pero tiene un buen corazón. Él no pide nada que sea imposible. - Mírame bien, Bonka... ¿crees que estoy preparado físicamente como para cazar un león sin ayuda de nadie? - Te veo delgado... pero capaz de hacerlo... - No te engañes a ti misma, Bonka. Yo sé que soy incapaz de hacer lo que hace N'Todo. Él es un peso pesado comparado conmigo. - Has dicho una gran verdad. Es un peso pesado no sólo para ti sino para cualquier chica que se precie de ser hermosa, agradable, bonita... como yo... - Bien. Me has convencido. Mañana mismo, cuando salgo el sol por la cordillera oeste, iré a hablar con tu padre... pero estoy seguro de que me pedirá pasar la prueba y yo seré incapaz de cumplirla. ¿Crees que merece la pena hacerte pasar ese tan mal trago delante de toda la tribu? - Tienes algo que ninguno de los demás chicos, incluído el metomentodo N'Todo, poseen. - Pues yo me veo igual que los demás. - Me refiero a que eres superior en inteligencia y tu inteligencia hará que pases la prueba. - Que el Gran Dios te oiga, Bonka... pero yo sé que me pedirá un imposible. - ¿Cazar un león a solas es imposible?. Si N'Todo, que es infinitamente más torpe que tú por muy guapo y machón que se crea, lo puede hacer... tú también podrás hacerlo mucho mejor. - No hablemos más. Mañana haré el ridículo ante tu padre... ¡pero iré a hablar con él!. A la mañana siguiente, cuando la luz del Sol apareció por encima de los montes de la cordillera oeste, Balugo se dirigíó hacia la casa del Señor Limpopo sabiendo, por aviso de la bellísima Bonka, que a esas horas su padre tomaba plácidamente sus desayunos en el piso de arriba de la casa familiar. Así que, haciendo de tripas corazón, comenzó a subir las escalerillas mientras sus piernas le temblaban de puro pavor. Una vez arriba tocó la puerta. - ¡¡Quién se atreve a molestarme a estas horas de la mañana!!. Balugo respondió desde el exterior, sin atreverse a abrir la puerta. - ¿Se puede hablar con usted un momento o mejor lo dejo para mañana?. Balugo estaba deseando que el Señor Limpopo le mandase a freír espárragos para no tener que enfrentarse cara a cara con él; sobre todo a aquellas horas de la mañana en que, al parecer, su carácter era más agrio que en el resto del día una vez ya desayunado abundantemente. - ¿Cómo que lo dejemos para mañana?. ¡¡No sé qué asunto será ese que tanta urgencia tienes pero ya que has osado agriarme el desayuno pasa y dime de qué se trata!!... pero espero, por tu bien, que sea algo de sumo interés. - Se trata de su hija Bonka. El Señor Limpopo se levantó, como movido por la caída de un rayo, se dirigió hasta la puerta y la abrió de un fuerte tirón hacia adentro haciendo sonar todas las campanillas colgadas del techo. - ¿Qué le ha sucedido a mi querida hija Bonka?. Cuando Balugo vio la imponente presencia del poderoso Señor Limpopo en el umbral de la puerta se tuvo que agarrar a la barandilla para no perder el equilibrio del tremendo susto que llevaba por dentro... pero acertó a decir palabras. - Señor Limpopo... ¿no sería mejor que entremos y hablemos como dos seres civilizados?. - ¡¡Espero que me traigas buenas noticias de mi bellísima hija o recordarás esta mañana por el resto de tus días, botarate!!. El Señor Limpopo se volvió a sentar en su cómodo sillón de mimbres e hizo ademán a Balugo de que se sentase en la silla de anea, frente a él, bien visible y al alcance de sus poderosas y grandes manos. - Y ahora... ¡¡qué le sucede a Bonka!!. - Nada... nada Señor Limpopo... pero mejor sería que terminase de desayunar tranquilamente. Repito que si es necesario vuelvo mañana. - ¡¡Nada de eso, mozuelo!!. ¡Si me has molestado por algo insignificante te advierto que te muelo a palos!. Mientras el Señor Limpopo continuaba su placentero desayuno, Balugo, con la mirada perdida en la ventana, comenzó a hablar ya sin entrecortarse pues había decidido que o salía vivo del asunto o moría con la dignidad de un verdadero hombre cafre. - ¡Vengo a pedir la mano de su bellísima hija Bonka!. - ¡¡¡Cómo has dicho!!!. ¿Puedes volver a decir lo que creo haber oído?. - ¡Que vengo a pedir la mano de su bellísima hija Bonka!. - ¿Estás borracho, estás loco o estás ambas cosas?. - Ni estoy borracho ni estoy loco pero preferiría, en estos momentos, estarlo. Al Señor Limpopo le entró un ataque de risa mezclada con una fuerte tos bronquial que hizo que, por un par de minutos, Balugo quedase mudo de terror. - ¡¡Así que un mequetrefe flacuchento como tú te atreves a tamaña injuria!!. Balugo se envalentonó aunque un nudo se le hizo en la garganta. - Soy bastante alto luego no soy un enclenque y, además, por si usted no se ha fijado bien, soy delgado pero no precisamente flacuchento. El Señor Limpopo, mirando de arriba a abajo a aquel valiente muchacho, se puso muy serio. - ¿Cómo te llamas?. - Me llamo, si es que no hay confusión alguna en mi nombre, Balugo. - ¿Sabes quién es N'Todo?. - No me importa saberlo ni en todo ni en parte alguna. - ¡Pues debes de saber que también ha pedido la mano de mi hija Bonka y espero que sepas que es el joven más guapo y aguerrido de toda la tribu!. ¡Él está dispuesto a pasar la prueba para conseguir la mano de ella!. - ¿Qué prueba es esa?. - Has de saber que sólo admito novios para mi hija que pesen al menos los 90 kilos de peso, que tengan la musculatura de un tarzánida y que sean capaces de matar a un fiero león ellos solos y lo traigan hasta mi presencia. ¡Mírate a un espejo, muchacho!. Más que atleta pareces un rebelde que intenta romper todas nuestras tradiciones prematrimoniales... ¡¡y eso no se lo consiento a nadie!!. - Pero si yo... no... - ¡Nada de peros y nada de yo!. ¿Eres tú capaz de cazar a un león salvaje sin que nadie te acompañe? - Usted y yo sabemos que no. - ¿Eres tú capaz de cazar algo más valioso que a un león salvaje? - Usted y yo sabemos que no. - ¡Deja ya de repetir la misma frase porque me levantas dolor de cabeza!. Y ahora vete y no vuelvas más por mi casa con tales majaderías en la mente. ¿Casarte tú con mi bellísima hija Bonka? Si no estás bebido y no eres loco eres lo más parecido a ambas cosas que he visto en mi vida. Balugo se levantó de la silla de anea y recobró toda su valentía. - ¡Está bien! ¡Me voy y nunca más me verá usted volver a subir por esas escalerillas!. Sé que esta noche, en la reunión expresa para dar la mano de su hija al guapo y hercúleo N'Todo, usted dará a conocer a toda la tribu mi incapacidad física para matar a un león salvaje pero... ¿sabe lo que le digo?... que prefiero ser un perdedor antes que un bruto cafre. Eso es lo que es ese N'Todo, el que se cree muy machón porque es hijo del rey Kaká y porque es capaz de partir cinco ladrillos juntos de un solo cabezazo. Yo tengo la cabeza para otras cosas más importantes. ¿Cree usted que no puedo ofrecerle algo más importante que un león salvaje cazado por un solo hombre? Quizás el Gran Dios le haga ver lo contrario. Quédese a ese bruto de N'Todo como yerno aunque no tenga ni idea de cómo se debe enamorar a una mujer guapísima o no tan guapísima porque... ¿sabe lo que le digo?... ¡ese tipo es incapaz de amar algo que no sean sus músculos!... y, por cierto, hasta el cerebro lo tiene bien musculado. - ¡¡Insolente!!. ¡Sal de aquí y no vuelvas más por esta casa y te recomiendo que no aparezcas esta noche por la reunión porque serás el hazmerreír de toda la tribu! Balugo no esperó más. Abrió la puerta lentamente y, lentamente, aunque un poco cabizbajo, comenzó a bajar las escalerillas pensando que quizás se había sobrepasado un poco ante el Señor Limpopo. Regresó a su hogar. Allí salió a recibirle su perrita Wendy que comenzó a querer jugar con él. - No, Wendy, ahora no tengo ganas de jugar... Pero aquella perrita era sumamente inteligente y siguió insistiendo. Fue cuando él la miró a los ojos y vio que parecía querer decirle algo como "adelante, tú sí puedes lograrlo". - No, Wendy, no... es imposible... La perrita comenzó a tirarle de los bajos de su pantalón. - ¿Tienes hambre, verdad?. ¡Está bien!. ¿Te gusta la sopa de mijo?. Es lo único que me queda en la alacena para ti. La perrita de color negro en todo su cuerpo, comenzó a mover, contenta, el rabo. - Veo que sí. Balugo volvió a mirarla a los ojos mientas ella se esforzaba por hacerse entender. Parecía seguir diciéndole "no te rindas, no abandones, tú puedes conseguirlo". - Está bien. Lo imposible es imposible aunque tú seas tan testaruda que no te lo creas. Así que desayuna y no molestes más. Lo único que soy es un perdedor pero no del todo... ¡porque te tengo a ti!. La perrita comió la sopa de mijo y, una vez calmada su hambre, se recostó entre los pies de Balugo que estaba dormitando en su silla de madera de caoba. - Ahora tendré que aguantarte a que duermas todo lo que quieras. ¿Qué le vamos a hacer?. Son cosas de la vida de los perros y hay que aceptarlo así. Wendy se quedó profundamente dormida y Balugo, que no había podido dormir durante toda la noche, acompañó en el sueño a su perrita. Hasta que se encontró con un verdadero sueño. - ¿Qué quieres de mí, Gran Dios? - Que no te apartes del camino... - ¿De qué camino me hablas, Gran Dios? - Confía en mí. Yo te haré encontrar la salida... - ¿Qué salida, Gran Dios? ¡Yo no puedo cazar a un león si no me acompaña alguno o algunos de los fieros cazadores cafres! - ¿Quieres a Wendy? - Sí. Es mi perrita y la quiero a morir. - Pues entonces deja que ella te enseñe el camino. Balugo despertó sobresaltado cuando sintió que alguien acariciaba su cara. No. No era ninguna mujer. Era su perrita de color negro que le lamía amorosamente. Él miró hacia la ventana. La Luna ya había aparecido en el cielo. - Está bien, Wendy... he dormido demasiado tiempo... Miró a los ojos de Wendy. Parecían decirle "nunca es demasiado tarde". Y la perrita tiró fuertemente de los bajos del pantalón de Balugo. - ¿Qué quiers de mí, Wendy? ¿Me estás indicando que debo hacer algo? Eso era lo que le estaba pidiendo la perrita de color negro. Así que Balugo se levantó de la silla de madera y la siguió. Wendy se dirigió hacia la puerta que se encontraba semiabierta, la abríó con su pata derecha delantera y, saliendo al exterior, comenzó a caminar. - Está bien. No tengo ganas de ir a jugar al bosque pero si quieres jugaremos un rato aquí mismo, sobre la verde y fresca hierba del jardín. Pero no era eso lo que quería Wendy. La perrita comenzó a caminar en dirección a las montañas cercanas a la población. - ¡Wendy! ¡No tengo deseo alguno, en estos momentos, de ir a las montañas! ¡Sólo tengo ganas de seguir durmiendo y, si es posible, no despertar jamás!. ¡Todo lo que me está sucediendo es imposible de evitar y por eso quiero desaparecer para siempre para poder olvidarla! Pero Wendy siguió su camino... - ¡No, Wendy! ¡Por ahí no! ¿No te das cuenta de que hemos entrado en el Pinar del Gitano y esto es tierra prohibida? La parrita de color negro lo sabía pero comenzó a olfatear el viento y, tras unos momentos de pausa, dirigió su camino hacia el centro del Pinar del Gitano. Buscaba algo y era evidente. - ¡Escucha, Wendy! ¡Tengo comida suficiente para alimentarnos tú y yo hasta un mes entero... así que no entiendo por qué tenemos que salir ahora de caza! Además, no tengo ni un mísero cuchillo como arma. Wendy siguió adentrándose en el Pinar del Gitano y continuó olfateando cada vez con mayor ansiedad. - ¡Wendy! ¡Déjalo ya! ¡No tengo ningún instrumento de caza y, además, cazar aquí está terminantemente prohibido por el rey Kaká! Si alguien nos está viendo o nos ha visto pasar por aquí, el rey Kaká ordenará que nos corten la cabeza a los dos y serán expuestas en la plaza mayor en la picota de dos palos. ¿Te enteras ya de que no podemos seguir adelante? Wendy aceleró el paso y, por algo que no sabía cómo explicarlo, Balugo la siguió... hasta que llegaron ante el sagrado Árbol Cortés y la perrita de color negro comenzó la ardua tarea de escarbar junto al tronco. - ¡¡Wendy!! ¡¡Deja de escarbar la tierra que sostiene al gran Árbol Cortés!! ¡¡Estamos metidos en un verdadero lío!! ¡¡Esta es tierra sagrada y nos va a costar la vida por culpa de tus caprichos!! Pero Wendy siguió escarbando cada vez con mayor rapidez mientras la noche avanzaba... - Está bien, Wendy... tú has ganado. ¡Que sea lo que el Gran Dios quiera! Era ya la medianoche cuando toda la tribu de cafres, incluídos mujeres, niños y ancianos, se encontraba reunida en la plaza mayor de la aldea. En dicha plaza se había instalado una tarima de madera de roble y, sobre ella, alguien había colocado tres sillones de la misma clase de madera. En el sillón central se encontraba sentado, y presidiendo el acontecimiento, el Señor Limpopo. A su lado derecho estaba sentada su bellísima hija Bonka. El sillón de la izquierda se encontraba preparado para que sentara en él quien fuera elegido, aquella misma noche, como esposo de la hermosa hija de Limpopo quien, en aquel momento, golpeó por tres veces seguidas con el bastón de mando. - ¡¡Se abre la sesión!! ¿Quién se presenta como candidato a ser el esposo de mi bellísima hija Bonka? - ¡¡Yo!! ¡¡Yo soy el único que ha cumplido con la prueba!! Ante el asombro de todos y todas los allí reunidos y reunidas, hombres y mujeres por igual, surgió de entre la oscuridad de la noche la figura esbelta del guapo y forzudo N'Todo que traía, sobre sus anchas espaldas, el cadáver de un hermoso león. - ¿Lo has matado tú solo? - Yo solo. Lo he matado de un certero lanzazo en el corazón. Después, con las fuerzas hercúleas de mis fuertes manos, lo he asfixiado hasta que ha dejado de respirar. - ¿Tú estás de acuerdo en que la prueba ha resultado positiva, Bonka? - Papá... yo no amo a N'Todo. Ni me deslumbra su belleza ni me atrae su fortaleza. Es solamente un bruto cafre nada más. - Pero la Tradición no puede dejar de cumplirse. - Entonces que sea lo que diga la Tradición pero que conste, en la memoria de todos los aquí presentes, que es en contra de mi voluntad. - Tu voluntad no es tan importante, Bonka. Lo que importa es que N'Todo me dé sanos y fuertes nietos. Así que si nadie, excepto tú, tiene algo que decir en contra en estos momentos te nombro, N'Kono, como saturnino, Hijo de Saturno, y te concedo la mano de... - ¡¡Espere!! ¡¡Espere un momento, Señor Limpopo!! De la oscuridad de la noche surgió ahora la figura bien formada del joven Balugo que traía, sobre sus bien proporcionadas espaldas, una especie de talego con algo desconocido en su interior. - ¿Qué tienes tú que decir, alfeñique? -rugió N'Todo- ¿qué nos traes dentro de ese mugriento talego?, ¿todo un mercadillo de baratijas compradas a algún carretero de esos que sólo saben vender aretes y collares de ínfima calidad y falsos jarabes milagrosos? ¡¡Sigamos con la ceremonia nupcial y que todos observen y se mofen de este chaval que es incapaz de matar con sus manos a una simple gacela!! Balugo no hizo caso a la provocación verbal de N'Todo. - ¡Espere un momento, Señor Limpopo! ¡Espere un momento! - ¿Qué sucede, Balugo? ¿Qué es lo que quieres demostrarme? - Esta mañana le dije que, si el Gran Dios lo quería, yo cazaría algo mejor que un león salvaje. N'Todo volvió a provocarle. - ¿Y qué has cazado? ¿Una manada de topos? ¡Siempre he sabido que todos creían que era el más inteligente de la tribu pero ahora eres la risión de toda la tribu! Solamente N'Todo era quien reía porque todos los demás, absolutamente todos y todas, guardaban un sepulcral silencio. - Para de insultar por un momento, N'Todo, y deja de reír como un simple. Si alguien me ofrece algo mejor que el cadáver de un león salvaje es necesario que se le dé una oportunidad necesaria para demostrarlo. Entiendo que tú eres mi preferido pero si él quiere hacer el ridículo que lo haga. Al final la ridiculez sirve para desengañar a los ilusos. Solamente N'Todo soltó una profunda carcajada. Todos los demás y todas las demás seguían guardando un sepulcral silencio cuando Balugo se atrevió a subir a la tarima de madera y, ante el mismísimo y malhumorado Señor Limpopo, abrió aquella especie de talego mugriento que traía sobre sus bien proporcionadas espaldas. - ¿Oro? ¿Es de oro lo que estoy viendo? - De oro puro y macizo, Señor Limpopo. ¡Este es el bastón de mando del tatarabuelo Bolón y, como dice la Tradición, quien lo consiga poseer destronará al rey de los cafres para convertirse en emperador de los cafres! Bonka miraba, anodadada, aquella hazaña de Balugo y admiró, aún más que nunca, la inteligencia y valentía de aquel muchacho del cual siempre había estado enamorada. - ¿Estás de acuerdo, hija mía, en que es Balugo quien merece ser tu esposo? - Yo solo le amó a él. No solamente estoy de acuerdo sino que es lo que deseo. El Señor Limpopo dejó su bastón de avellano y, tomando el bastón de oro macizo del tatarabuelo Bolón, golpeó por tres veces la tarima de madera. - Si nadie dice lo contrario yo, en estos momentos, le otorgo la mano de mi bellísima hija Bonka al joven Balugo porque me ha demostrado que supo cazar algo muchísimo más importante que un simple cadáver de león cazado con una lanza. - ¡Estoy de acuerdo, papá!. ¡Me quiero casar con Balugo porque siempre, desde que tengo uso de razón, he estado enamorada de él! - ¡Pues hazla feliz, Balugo! - ¡¡Hazla feliz esta noche porque mañana mismo yo acabaré contigo!! Ya se marchaba, iracundo y rabioso tras pronunciar esta amenaza verbal, cuando un par de manos se posaron sobre su pecho din dejar que N'Todo se perdiera en la penumbra de la noche. - ¡Quieto parado! ¡Espera, N'Todo, espera! ¡Todavía hay algo más que deben conocer el Señor Limpopo y toda la tribu que conforma esta aldea! Todos y todas quedaron atónitos y atónitas cuando vieron surgir, desde la ocuridad de la noche, y gracias a las antorchas siempre encendidas, al abuelo N'Arros, el viejo narrador de historias, al cual todos creían muerto. - ¡¡Eres sólo un fantasma!! ¡¡Tú no eres N'Arros sino el fantasma viviente de N'Arros que has venido a mortificarnos por el sacrilegio cometido en el Pinar del Gitano contra las raíces del Árbol Cortés, el árbol sagrado de los cafres!! - Te equivocas, N'Todo. Puedes tocarme si quieres y verás que estoy vivo y soy una persona de carne y hueso. Nunca estuve muerto sino esondido en la selva para no morir como los demás que se oponían a tus antojos. - ¿Qué está diciendo este loco? ¡¡La soledad le ha debido destruir el cerebro!! - En primer lugar deseo decir, a todos y todas los aquí reunidos y reunidas, que no has sido tú el que has matado a ese león sino que fuí yo. Tú lo encontraste muerto porque sabías dónde se en contraba el Cementerio de los Leones. - ¿Vais a hacer caso a un viejo y demente charlatán contador de narraciones falsas?. - Ni tan viejo ni tan demente como tú crees, N'Todo. - ¿Es cierto todo lo que dices, abuelo N'Arros? - Todo es verdad. - Entonces... ¡Tú, N'Todo, quedarás esta noche arrestado y guardado por mi guardia personal para que no intentes escapar hasta que llegue el día y la hora en que serás juzgado! - Hay mucho más, Señor Limpopo, hay mucho más que deseo contar. - ¡Deje de decir sandeces, anciano estúpido! - Ni tan anciano ni tan estúpido como tú crees, N'Todo. - ¿Qué es lo que deseas añadir, N'Arros?. - Gracias por la oportunidad que me das, Señor Limpopo, de decir muchas verdades que tuve tanto tiempo guardadas dentro de mí. Todos y todas los aquí reunidos y reunidas deben saber que quien mató a la famila de Balugo, fue N'Todo. Mató a su abuela, mató a su padre y mató a su madre. Por dos cosas. - ¡Los maté porque era necesario para la supervivencia de los cafres! ¡Y lo que es necesario nunca es un crimen! - ¿Por qué era necesario, N'Todo? - Es cierto, Señor Limpopo, que tanto la familia de Balugo como él mismo eran extranjeros pero nunca vinieron aquí para acabar con las viejas tradiciones de los cafres sino todo lo contrario. - ¿Otra vez diciendo sandeces, viejo achacoso? - Ni tan viejo ni tan achacoso y tampoco digo sandeces. Es cierto que eran extranjeros pero vinieron a respetar las viejas tradiciones que tu padre, el rey Kaká, no ha querido cumplir casi nunca. Tu padre es un déspota pero, al menos, tiene el honor de respetar la vida de los demás reyes. Tú no respetas la vida de los reyes de la selva y no tienes ni tan siquiera el honor de matarlos cara a cara sino que violas su Cementerio. ¡Tú eres mucho más déspota que tu padre!. ¡Tú mataste a la familia de Balugo por dos razones: la primera porque guardaban celosamente el bastón de mando de oro macizo del tatarabuelo Bolón y la segunda porque tienes envidia de que él es más inteligente que tú! ¡Bien que te ocupaste, después de los crímenes cometidos, de enterrar el bastón de Bolón a los pies del sagrado Árbol Cortés porque pensarías que nadie se atrevería a encontrarlo hasta que tu lo usaras para derrocar a tu propio padre! ¡Te preocupaste de matar a sus familiares pero se te olvidó matar a Wendy! ¡Una simple perrita ha demostrado ser más astuta que tú!. ¡Yo mismo he visto cómo ha conducido a su amado amo Balugo hasta el lugar donde enterraste el bastón de oro macizo y ahora no podrás evitar que el emperador sea el Señor Limpopo y no tú!. - ¿Todo eso es verdad, N'Todo? El aludido se dejó caer de rodillas al suelo. - ¡Piedad! ¡No me matéis, por el Gran Dios no me matéis! - ¿Tuviste tú piedad de la familia de Balugo? - ¡Sólo os pido clemencia, que olvidéis lo sucedido y me perdonéis! - ¡Levántate como un hombre ya que actuaste como una raposa! Pero N'Todo siguió arrodillado a los pies del Señor Limpopo. - ¿Lo olvidas tú, Balugo? - Me da lo mismo. Yo tengo el premio que el Gran Dios ha guardado para mí: ser el esposo de vuestra bellísima hija Bonka. - Ya no es mía sino enteramente tuya. - Pues todo lo demás no me importa en absoluto. No puedo olvidarlo ni podré olvidarlo jamás pero lo tengo superado y eso es lo importante para ser feliz. - ¡Escucha bien, Balugo! ¡Tú me perdonas la vida y cumpliré toda la sentencia de cárcel que me impongan pero cuando salga libre acabaré contigo!. - ¡¡Si sigues amenazando de esa manera te mando matar ahora mismo!! - ¡No, por el Gran Dios, no me matéis!. - No hace falta que le mates, papá. Nunca podrá saber dónde estamos porque tanto Balugo como yo nos iremos a vivir lejos de aquí. - ¿Quieres eso, Balugo?. Te quiero hacer saber que la condena para N'Todo es la cárcel perpetua. - No me importa para nada N'Todo ni me dan miedo sus amenazas. Todos y todas saben que jamás le tuve temor alguno. Sí. Quiero alejarme de aquí para siempre. Deseo encontrar la verdadera patria de la paz y del olvido de muchas cosas que he sufrido entre los cafres. - Te llevas lo que más amo en la vida pero, a cambio, me das lo más valioso que siempre he deseado: ser el emperador de todos los cafres. Así que le ruego al Gran Dios que siempre os acompañe y siempre os bendiga allá donde querráis ir. Y mientras N'Todo era conducido a la cárcel de la aldea y vigilado por doce feroces guardias personales del Señor Limpopo, el nuevo emperador de los cafres... Balugo y Bonka caminaban hacia la orilla del río. - ¿A dónde quieres ir, Bonka?. - A la desembocadura del río. Montemos en una de las barcas y naveguemos hasta la desembocadura, en Xai-Xai. Con el dinero que mi padre me ha regalado como dote de boda compraremos un barco, contrataremos marineros y tendremos suficiente para vivir nuestra vida entera y para que vivan todos nuestros descendientes. - Pero... ¿a dónde quieres ir en concreto?. - Más allá de los horizontes marinos están las islas de los papúes. Los papúes no son como los cafres. Allí nos recibirán como hermanos suyos. Quiero ir a vivir a una de las llamadas Islas Les Louisiades. - Entonces... ¡vamos para allá, Bonka!. Y no mires para atrás porque el Gran Dios permitirá que siempre sigas siendo bella. Y los dos, subidos en la barca, marcharon rio abajo y se perdieron en el silencio y la oscuridad de la noche.
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