A capella [29-Junio-2010]
Publicado en Nov 02, 2011
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Inspirado en una canción… una canción mía.
 
Erase una vez que “él niño” nació y con él, la necesidad primordial: amor.
 
Su familia lo quería, digamos que lo necesario para dejarle jugar en el jardín, y pagarle el jardín de niños, permitirle estudiar en la primaria, y por qué no, la secundaria, aunque ya se está tardando y debería ayudar al papá con su trabajo, pero bueno, que entre a la preparatoria, pero que se pague la universidad.
 
En sus juguetes cayó un libro azul claro, azul como el cielo, claro como… ese niño puede encontrar la combinación adecuada para esa palabra (claro…), no perfecta, pero la necesaria para sentir algo… en ese tiempo lo que sentía era que en sus en sus dedos había uñas con mucha mugre por tanto jugar en Tierra. Por tal motivo, él volaba a Marte con su inseparable libro azul, y no regresaba hasta después que su madre, con el hijo menor en brazos, le gritaba por tercera vez para la cena.
 
Nació y creció. Y desarrollo la habilidad de transmitir, a través de la escritura, sus sentimientos hacia el exterior. Pero su educación le obligaba a escribir de amor. Pero. Él jamás tuvo amor, él tuvo que imaginar lo que era "amor"; y al ver a sus compañeros de preparatoria besándose entre sí sin importar el sexo y a su vez importándoles el sexo primordialmente, se entusiasmó bastante. Creyó que eso era el amor que tanta falta le hacía.
 
Entonces las notas en tonos menores se le presentaron, sus amigos le ofrecieron un segundo de alegría de tercera mano a cambio de tres minutos de tristeza de primera calidad; porque la música ayuda, jamás se hace música con la intención de sufrir; no se tiene registrado en la memoria colectiva del ser humano, algún caso de un hombre que sufra por gusto con la música, los que lo hacen no merecen ser contados entre los humanos, por lo tanto, no se tiene registrado en la memoria colectiva…
 
Y así pasó, sus palabras que eran originales en todo aspecto, pasaron a ser imitación fiel de sus canciones tristes, de los insultos que recibía, de las burlas que él mismo se propinaba, hasta llegar a ser un estereotipo viviente del ser galante que es un habitante del estado presente donde el presidente dicta leyes renuentes. Que poco convincente.
 
Entonces su manera de pensar cambio horriblemente. Su definición de amor indefinida, paso a ser un conjunto de letras entre las que escondía el sexo; tanto, que llamarlo “hombre” es demasiado. Sus escritos decían a escondidas mensajes tan abominables hasta para la peor de las bestias; sus lectores, mierda de la mierda, pensaban lo mismo, pero era precisamente lo que a ellos cautivaba tanto. Ellos y él pensaban que el amor es la penetración bien realizada; sólo pocos razonaban que tal definición era en sí asquerosa, pero no podían salir de esa necesidad de amor, de amor ficticio, necesidad de besar a alguien, de estar con alguien para recibir cariño, de estar con alguien para tener seguridad, de tener amigos igual de estúpidos; beber hasta estar ebrio, para simular con el alcohol ese amor falso del que hablan todos esos hombres, hombres falsos.
 
Él se avergonzó de su tierra, porque él viajo, viajo a la ciudad, ciudad de edificios grises, donde la gente gris canta treinta serenatas sin comprender que la música se lleva siempre. Que sin mariachis ni mil quinientos pesos, canto al pie de tu ventana, pá que sepas qué te quiero.
 
La música es más que un falso amor erótico, pero “eso” es el amor que él tanto busca, y como no es un sentimiento puro, dura poco; por lo tanto, él tiene marcado para sí buscar por todas partes aquel sentimiento efímero para formar la palabra amor; pero amor no lleva ese y al sexo le falta la eme, eme de mamá, mamá que nunca tuvo él.
 
Y él se enamoro. De ella. Él no lo sabe, pero ella -aparte de ser fea- es una proyección de sus más profundas heridas sentimentales, de su falta de amor, de su poca personalidad, de su mediocre carácter, de su cobardía, de su escaso futuro. Con razón… con razón es tan fea.
 
Él se enamoró de su desgracia.
 
La besa y acaricia todas las noches, y se pasea por el mundo tangiblemente imaginario presumiendo su vil destino para escuchar o leer como los demás se compadecen de él, para que él diga que está a gusto, sufriendo al decir palabras que no gusta decir.
 
Sonríe al final de cada latigazo.
 
Líder nato. Se perdió entre un mundo de líderes agresivos y decididos, no pudo demostrar su objetivo, no sabe para lo que nació. No comprende que existen sin él, que aquel perro seguirá ladrando al ritmo del mejor son, que no son de Europa, “son cubano”.
 
Y él muere minuto a segundo por saber que su muerte ni siquiera para él tendrá importancia.
 
Entonces, me conoció. No soy malo, tampoco me gusta el mole, prefiero el pozole. Poco entendía. Son rimas absurdas para él. Me hablaba, me preguntaba, me admiraba, me seguía. Diario era un nuevo reto, pero entre cada reto dejaba un poco de su identidad, hasta mimetizarse con la mía; pero la mía es mía, la de él, es mía también, yo no la quiero, yo no la quise; y le dejé el destino otra vez en sus manos, manos negras por tanta mugre que traía dentro de él.
 
Nació, y ahora crece, pero el muy ingenuo quiere reproducirse, se quiere saltar un paso.
 
Entonces. Se volvió a enamorar de ella. Aunque cambio la chica, su desgracia es la misma, su proyecto es decadente y rimar su miseria no lo ayuda con su histeria.
 
Él piensa en grande. Espera que cuando él sea mayor su vida mejorará, ella lo amara, ellos lo envidiarán. Futuro bien pensado, presente desorientado.
 
Él ya está enamorado, pero es ese amor efímero el que le hace buscar desaprobaciones de todas las señoritas que encuentra a su lado para sufrir; eso lo excita, beber lo mata y escribir… escribir era su vocación, no el estar enamorado, pero nunca entendió lo que le dije y enamorarse es lo que hace.
 
Mis palabras fueron tan directas con él que lo traspasaron; él gozo y su pensamiento chorreaba ideales desechos; algo asqueroso pensó él, pero no puede dejarlo, lo necesita. Y con las sobras de mi personalidad y las de otras personas que me rodean se fue creando de nuevo él, esperando renovarse, mejorar, cambiar.
 
Se volvió a hacer de sobras a la sombra de mi majestuosidad.
 
Pero lo que se hace de sobras no es más que basura. Para que sea basura sólo se necesita la unión de lo que ya no sirve más.
 
Él da el ejemplo perfecto: la basura, disfruta siendo llamada así. Basura.
 
Él se perdió entre el amor que nunca le dieron y el afecto ficticio que jamás podrá dar. Quiso que su vida hablara de amor, porque creía que eso era romántico, tierno y dulce; porque creía que las chicas le hablarían por eso, pero las chicas ven en él un ejemplo de hombre fracaso antes de partir a su primera misión. Las chicas son inteligentes; él, en contraste, no existe.
 
Actualmente, él está siendo aplaudido todos los fines del mundo en la plaza de los desesperados ubicada en la colonia de los idiotas en el estado más lamentable que puedan imaginarse.
 
Él, cuya ignorancia es dogmatica. Él, que llora por no poder llorar y que gime con los ojos. Él, ese cretino vulgar, tan importante para dedicarle un texto, un texto en señal de advertencia: mírenlo… así van a acabar todos ustedes.
 
Lo vi, me reí, le dije su importancia en la vida, en mi vida, porque le he dedicado un pensamiento vivo, que es totalmente para él.
 
Pero él se quedó, quedo.
 
"Tome mi gabardina, encendí un habano, recogí mi sombrero, encogió los hombros; le solté al aire la única moneda de mi pantalón, destinada para mi transporte. Prefiero caminar: escuchando el dócil metal envuelto en cuero industrial cantar el acorde final de esa bella canción…"
 
Canción mía.
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Foto del autor Abraham Arreola
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Miembro desde: Oct 31, 2011
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Descripción

Cancin solitaria.

Palabras Clave: a capella cancin amor locura sociedad terrorismo

Categoría: Poesa

Subcategoría: Gtica


Creditos: Abraham Arreola

Derechos de Autor: reservados, los izquierdos son libres.

Enlace: abrahamarreola.com


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