Partes de diario 22 De: Abraham Arreola
Publicado en Nov 05, 2011
Les contaré un chisme interesante… Era hoy, es decir, que ya paso del verbo se fue lejos. Mi garganta, desde hacia un tiempo, estaba resentida conmigo; y como la garganta es femenino y yo soy masculino, hubo un problema de comunicación de tal gravedad que no pude hablar por un rato sin toser de fea manera. Un movimiento de mano, como esas “manas”. ¡Ay! Esa tos que no deja en paz a la humanidad. Obvio, de aquí no sale un ensayo de esos de: “La tos y su impacto en la sociedad: los decibeles de la infección en la incomodidad personal. Por Abraham Arreola El motivo principal de esta tesis doctoral, es para aclarar la importancia de la música disco en el contexto de la imagen audiovisual y su relación con la extirpación del hígado derecho del cochino, sin dejar a un lado el zapato parlanchín de axiomas dialecticos de indefinidas dicotomías. Sin más, abordaré, de manera etnometodologica…” Pues era de tarde, seis de la tarde y había jugado un poquito basquetbol; yo no sé jugar eso, y en el partido hice más faltas al reglamento que pases completos; y ya era más tarde: dos partidos perdidos y faltaban dos más, los contrarios ni nos miraban, se veían ya en la siguiente fase… unas ganas de jugar invadió mis zapatos metálicos. Ahora que dije metalicos, o escribí mejor dicho, o mejor escrito… recordé una vez que fui a comprar zapatos de casquillo, y encontré unas botas enormes de tipo darketo asegún muy malas, pero los maldadosos diseñadores le pusieron picos en la plataforma: para que algun niño vestido de negro y pintado de los ojos, aparte de sentirse el más maldito, tuviera ganas de comprarse las botas para que esté dando patadas a cualquier cristiano que tenga enfrente. No podia evitar la curiosidad, me puse una bota: parecían botas de hombre malo, pero necesitaban ser usadas como zapatillas: se resbalaban a cada paso: ¡a qué ser humano (que no sea faquir) se le ocurre hacer una plataforma de picos! Con esas botas, en vez de chico dark, sería un bailarín en busca de hielo: patinar para un lado, patinar para el otro: si te doy una patada, me caigo primero y te doy risa… pues como que no. Después de que termine de jugar, me fui a los baños para ducharme; tome mi toalla, mi champú, mis calcetines, mi traje; no recordaba que solo hay urinales en esos baños, así que sólo hice una cosa de varias que tenia en mente. Justo cuando salía, un polvillo en mi garganta. La carraspera comenzó, y la única manera de calmar la molestia era tosiendo; pero al toser se lastima la garganta, y al lastimar la garganta la tos, tos, tos: llega. Entonces me dio tos, gripe, fiebre, cuerpo cortado; no podía comer sin sentir la piel de cocodrilo que en mi garganta estaba. Es que ya se me olvido el final… Pero la moraleja es que, si tienes tos, mucha muchísima: no hables. Recuerdo que una compañerita, más alta que yo, me dijo “salivar es bueno, si no hablas es peor para ti, malo, malo”. Sin embargo, la experiencia es la poderosa. El lunes, tenia una tos progresiva; tosía para calmarme, pero tosía más porque a cada calmante (una tosida, cof, cof) se dañaba mi garganta; a pesar de que según “ya me estaba recuperando”. Pero hablaba, cotorreaba, preguntaba, participaba en clase, mi voz de trueno hacia llover admiración en clase, pero se esfumaba al toser después de cada enunciado. Me di cuenta el martes: la tos no se iba, y tosía más fuerte; así que decidí: aplicar la ley de hielo a todo el mundo. Fue divertido, por un día no use mi voz: claro, me daban ganas de cantar al ver a algún bolerista borracho con guitarra tocando canciones amorosas baratas: “chale, mi reina, te odio, por ser tan cu…ando me haras caso, vieja gacha”, ya ven que esos universitarios presumen de todo menos sus calificaciones. Ahora que dicen universitarios: recordé a una niña de prepa. Para ella, yo era, sí, era. La era en la que era yo todo para ella; éramos amigos y con curiosidad me preguntaba por lo que en la universidad sucedía, me prometía noche a noche que comeríamos juntos en la cafetería de ingeniería; pero, entro a psicología. Y ya no me habla. No me habla porque ya es universitaria, y yó, pues… ya voy a salir. Hablando de eso: no sé porque se afanan en pertenecer tanto a la universidad, esta es sólo una etapa bonita que pasará: vivirla a tope, pero no aferrarse hasta el grado de rondar por ahí con bigote y siete niños con hambre en casa… que buena es la filosofía y la sociología, cúlpalas de hacerte pensar bajo un esquema respetable, pero no de volverte perezoso, criticón, mugroso y fachoso. Sin hablar, por un día completo. Pero. Se ve que “pero” es famoso, me acordé de un cuento ya de antaño… Sentí, gracias a no decir ni una palabra, como mi garganta tenía menos ese polvillo panteonero; cómo mi tos se esfumaba, a pesar de que no tenía una chamarra y hacia frio. Ya no tengo tanta tos, un poco de resequedad, pero con agua purificada se rellenan mis labios. Así que, aunque les cueste: un día sin hablar no les hace daño, guárdense las palabras, sus cuerdas vocales descansaran, su garganta cicatrizara con calma; aprenderá mímica, aprenderá a coordinar más su cuerpo, a revisar su caligrafía, su ortografía, la paciencia de sus compañeros, a cuidar más su vida sin recurrir de inmediato al médico. Dice el refrán: “Aunque tu puedas, deja que el perro defienda su hueso”; que el cuerpo se haga resistente a la naturaleza, más no a los antibióticos. Por cierto, ese refrán es mío; por si quieren adaptarlo a otra especie, no se apuren: sólo cambia el animal. Este pequeño diario, es porque no he hablado en un día completo. Pero. Mis manos no tienen tos.
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