Muuuu De: Abraham Arreola
Publicado en Nov 05, 2011
No pienso forzar nada… si no pasa algo interesante, la tecla suprimir hará un buen trabajo. El palacio del reino S había permanecido en oscuridad durante los últimos doscientos años, la igualdad y el respeto se habían acabado y ahora sólo habia un reino de sufrimiento y dolor. Vaya épocas, hace mas de mil años que viví en ese lugar: comencé como un sujeto que juntaba la paja para los caballos… termine siendo el Caballero Dorado. Amigo intimo de la realeza, gozaba de todos los privilegios y mi privilegio favorito era aprender y enseñar. Por más de mil años… ayude a que la paz fuera el lema principal del reino, puesto que mi valor y fortaleza física siempre me daba ventaja por sobre todo ser que habitara dentro del territorio a gobernar. Pequeño, tal vez… de aquí pueden salir novecientas paginas, pero igual, valdría pena leer únicamente las dos primeras. Duré más de siete gobernantes reales: pues todos ellos querían eliminarme, en el intento morían y sus almas se aparecían ante mí para reverenciarme y proporcionarme de brisa fresca. Los tiempos cambian, me enteré que había tierras más allá que eran aun más salvajes que el mismísimo reino de S; todas mis expectativas se fueron a un lugar más lejano que las siempre eternas montañas azules en el horizonte, se fueron. Me fui. Cientos de mujeres hermosas querían disfrutar una noche más con el único hombre de verdad en aquel reino; ardían al verme sin la armadura y se poseían en lujuria al imaginarme totalmente desnudo, pero su tiempo se había acabado: quedaban testimonios de mujeres llenas de gozo en todo su cuerpo, marcadas de por vida, pues siempre serian vistas con envidia, incluso sus esposos veían eso como un honor. Me fui. Obviamente, abrí la puerta intencionalmente y el tiempo pasó. Un año, dos, tres… cuarenta, cincuenta: cien años y mis vivencias se hicieron leyenda. Doscientos años y los nietos de mis enemigos cambiaban las historias, aumentando sin querer mi fama: que hombre no quería ser mi discípulo y que mujer no ansiaba conocerme. Trescientos años y los hijos de los nietos de mis enemigos comenzaron a tomar fuerza, después de tanto y mi retrato varonil cambio al de un hombre cuya maldad y perversión no tiene fin. Cuatrocientos años y los descendientes de mis enemigos tomaron el poder del reino de S. Cuatrocientos años y las historias de que había tomado más de cuatro reinos más grandes que el de S llegaban con tal fuerza que el reino se hizo más malvado, todo para evitar una invasión y la decapitación por la alta traición. Quinientos años y tenía algo de nauseas, sentí un nudo en mi garganta: era la hora de volver. Tome mi caballo, el relinchido metalico se retumbó, retumbó: oh… Los centinelas aturdidos iban con la puerta, no, iban con las paredes, no, no, no sabían porque su cabeza reventaba y se cubrían los oídos para evitar que sus sesos no volaran demasiado lejos. El caballo ha dado marcha Prepárense seres impuros Que la justicia les llegará Del hombre sin mancha El festival anual del reino de S era el más codiciado en el continente, retumban, el mejor vino y la mejor comida se unen para brindar a la población la mejor fiesta del año, retumban, se anuncian las parejas que se casaran ese año y se proclaman señoritas listas para la vida adulta otras tantas… Los vasos tiemblan, pero la gente ya dejo de bailar. Los primeros en enterarse, los primeros en morir. Hombres que ciegamente siguen al actual Caballero Real se amontonan en destruir mi dorada armadura, esperando obtener gloria, riquezas: besan el suelo sin dientes, sin vida. Lo que más me extraña no es la sangre en mi espada, más bien la ambición que los conduce a saltar directamente al filo de una navaja de acero sólido; no me han golpeado pero ya caen fulminados. Las puertas abiertas, como quien se entretiene viendo la televisión y dejan el refrigerador: el reino de S esta a mi merced, lo único que me hace falta es querer a ese reino. Un hombre se me acerca, flaco y de piel oscura, me saluda haciéndome reverencia: mi viejo y leal amigo de siempre, que se quedó para continuar con el periodo de paz pero fue vencido porque el peleó sin la ayuda de los que se decían mis amigos. Como el viejo y leal amigo que es, me cuenta sus problemas y los que aquejan al reino; amigo de años y siglos, amigo de verdad, delgado por tanto pelear y tan poco comer: merece un banquete frente a los que mueren por vernos muertos. No es irónico, es normal. Ahí está, sentado frente a sus enemigos, el único hombre que busco la paz sin que yo le dijera; los villanos masticaban hasta los huesos del pollo por tanto coraje, pues mi viejo amigo ha sobrevivido a todos ellos. A todos ustedes. Me siento, feliz, y me siento, a la mesa; el banquete es grandioso y las mujeres, descendientes de las que fueron mis amantes, observan la actitud incuestionable de ese que dirige la fiesta, ese que ha llegado de lejos a traer la magia y la esperanza. Por cierto, nadie ha invitado al Rey: pero el reino de S es muy práctico en la comunicación a voces. El Rey entra al lugar, me sonríe, me bendice y se va. Me levanto, sonrio a la concurrencia, vuelvo a mis apetencias gastronómicas. La gente no deja de hacer rumores sobre aquel viejo amigo que se marcha a descansar a un lugar mejor, casi parecido al cielo, pero aquí en la tierra. Y el pueblo lo despide, agradeciéndome por haberlo exiliado a su descanso gozoso; aquella caravana se pierde y mis ojos también: en aquel Caballero Real que ha usurpado el trono mientras el Rey no está. El oro no es valioso porque brilla, sino porque es más duro que el metal. Mi armadura se queda en el camino: por aquel camino el caballo va: pues no va a parar la malicia del Caballero Real: y si para es porque yo dije alto. Alto: trono milenario. Mil escalones para poder sentarse en aquella piedra tallada por los primeros Caballeros. No hace falta escalar algo para destruirlo, todo lo contrario: destruir y escalar: el Caballero Real en la mañana estaba sobre una montaña y en el atardecer dentro de un pozo. Todas las leyendas de aquel Caballero tenían sólo cien años. Al estar frente a frente reconocí el rostro de un niño que antes de partir la primera vez reprendí por su estupidez: desde ahí que me guarda rencor. Un minuto de reflexión se comprimió en un segundo: todos los que murieron por su ambición fueron en su tiempo niños que aplaudían mi valentía, que entre ellos contaban mis historias, mis frases y mis romances; solté al Caballero Real ya muerto, con la armadura destrozada, hacía falta un descanso: mi ejemplo de honor lo entendieron como un mal liderazgo individualista que los lleno de odio. Para cuando salí del castillo principal, niños jugando estorbaban mi camino: no les importa mi presencia ni que hunda en la tierra sus juguetes, al contrario, descubren una nueva forma de jugar… Detrás de esos niños traviesos, padres y Caballeros: sus miradas, señal de agradecimiento y alivio. Digo adiós al reino de S, pues debo conquistar al mundo entero. Mi caballo ya llegó a mi hogar, me iré caminando como un misionero de paz y espada… a grosso modo, así fueron mis vacaciones. … ¿y las tuyas?
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