Comunicacin interpersonal en la pareja (Ensayo) -19-
Publicado en Nov 08, 2011
- claves para el entendimiento de un proyecto común.
TEMA IV: Los hijos e hijas en la sociedad. Capítulo 19: Hijos, hijas y sociedad actual. 19.1.- La socialización de los hijos. 19.2.- Formación del carácter individual.19.3.- Influencias externas. 19.4.- Elección de amistades. 19.5.- Hijos insociables y drogas. 19.1.- La socialización de los hijos.- Tanto para este asunto como para el resto de los tres primeros asuntos que componen el presente capítulo número 19 voy a tomar, como base fundamental, el libro de Gonzalo Musitu y María Jesús Cava titulado "La familia y la educación". Desde la página 115 a la 119 de dicho libro se dice: "En nuestros días, una de las funciones más significativas que desempeña la familia es la socialización de los hijos, puesto que en ella se aprenden los elementos distintivos de la cultura, qué es lo importante, qué es lo valioso, qué normas deben seguirse para ser un miembro de la sociedad y qué parámetros van a determinar el éxito social de una persona. La socialización suele definirse como el proceso mediante el cual las personas adquirimos los valores, creencias, normas y formas de conducta apropiadas a la sociedad a la que pertenecemos. Lógicamente, el período de la infancia, niñez y adolescencia es fundamental para este proceso y, en consecuencia, la familia es un lugar especialmente privilegiado para la transmisión de estos elementos culturales. Sin embargo, hay que tener presente que la socialización es un proceso que dura toda la vida y que, en cierto modo, también los padres son socializados por los hijos. Deducimos que es un aspecto fundamental de relaciones familiares, un aspecto que es bidireccional. Específicamente, dentro del análisis de la socialización familiar consideraremos las cuestiones que, de forma habitual, se separan para una mayor claridad, aunque, obviamente, son cuestiones inseparables. Así, distinguiremos entre qué se socializa y cómo se socializa. En este sentido comenzaremos, en primer lugar, por el análisis del "qué", esto es, que elementos sociales y culturales se aprenden en la familia y que valores tratan de transmitir los padres y las madres a sus hijos. Además, deberemos tener presentes que, de forma paralela a la adquisición de una imagen del mundo, el hijo o la hija adquiere también en la familia un concepto de sí mismo o de sí misma. La familia, y esto ha sido señalado de forma reiterativa, es trascendental en la construcción del autoconcepto y la autoestima de todos sus miembros. En segundo lugar, nos centraremos en el "cómo", es decir, describiremos las diferentes estrategias que los padres utilizan para inculcar a sus hijos e hijas unas normas y valores determinados y para conseguir un control de su conducta. En otras palabras, analizaremos los diferentes estilos de socialización. Por último, debemos aludir a la existencia de otros agentes de socialización, además de la familia. De hecho, las escuelas, los amigos y amigas, las pandillas, la televisión, internet, los vieojuegos y otros medios de comunicación de masas, son también importantes agentes socializadores. En consecuencia, y debido a su relevancia, hablaremos de estos medios de socialización y sus relaciones en la familia. Tradicionalmente, la socialización familiar se ha planteado como un proceso de una sola dirección. Esta dirección, lógicamente, era la que va desde los padres a los hijos. En este sentido, y si entendemos la socialización familiar como el proceso a través del cual el niño o la niña asimilan conocimientos, actitudes, valores, costumbres, sentimientos y demás patrones culturales, es indudable que el padre y la madre son las personas conocedoras de estos elementos culturales que el niño o la niña desconocen. Además, es evidente que los padres y las madres están más capacitados para influir en sus hijos e hijas por razones biológicas y sociales: los padres y las madres, como adultos que son, tienen un desarrrollo cognitivo, social y afectivo del cual carece el niño o la niña, a lo que debemos unir un alto grado de poder (poder físico, poder derivado de sus mayores conocimientos y experiencias, poder económico, etcétera). Ahora bien, esta mayor capacidad de influencia del padre y de la madre no significa que los hijos e hijas tengan un papel meramente pasivo en la socialización. De hecho, las relaciones familiares no las determinan únicamente el padre y la madre, sino que todos los miembros de la familia contribuyen a su desarrollo. En principio, todos los padres y madres inician su difícil labor de educar e inculcar unos determinados valores y normas de conducta en sus hijos e hijas con una serie de ideas preconcebidas, y más o menos conscientes, acerca de cómo deben ser los niños y niñas (obedientes, independientes, alegres, egoístas, confiados, desconfiados, rebeldes, traviesos...) y acerca de cómo hay que educarlos (con cariño, con firmeza, con respeto, con paciencia, con intransigencia...). Sin embargo, cuando el niño o la niña nacen, el padre y la madre se pueden encontrar con que sus creencias y expectativas no se han cumplido o, simplemente, que las deben modificar. Una razón fundamental para modificar estas creencias y expectativas iniciales es que la mayoría de los hijos e hijas no son, normalmente, como sus padres desean. Además, los padres y las madres aprenden con la experiencia que no hay dos niños ni dos niñas iguales: algunos y algunas son más sociables, otros y otras son más nerviosos o nerviosas y, sin duda, algunos y algunas tienen un carácter más difícil. De esta forma, los niños y las niñas, aunque nacen indefensos y desconocedores de las pautas sociales, ejercen desde un principio cierto grado de influencias en el modo concreto en que se desarrollará su proceso de socialización. También los hijos y las hijas pueden influir en los propios valores del padre y de la madre. El nacimiento de un hijo puede hacer que sus padres se replanteen todo sus sistema de valores y que se impliquen, incluso, en formas de vida diferentes a las mantenidas hasta ese momento. Un hijo o una hija puede llegar a ser un importante elemento motivador para que el padre y la madre dejen, por ejemplo, hábitos de vida poco saludables como el consumo de alcohol y tabaco o, en algunas casos más extremos, el consumo de sustancias adictivas (las conocidas como drogas). Los hijos y las hijas, en cualquier caso, influyen también en el padre y la madre a través de los elementos que asimilan de estos agentes de socialización. Así, a través de los hijos y las hijas, algunos valores de la escuela, de los medios de comunicación (incluyendo la publicidad), de las modas y del mundo del internet entran, con frecuencia, en el interior de la familia. Los hijos y las hijas descubren a los padres desde determinados estilos de vida, desde qué grupo de música está de moda, cómo deben llevarse las perneras de los pantalones o "la increíble necesidad de tener un teléfono móvil". En definitiva, el proceso de socialización es, cuanto menos, un proceso de doble dirección y, por supuesto, mucho más dinámico y complejo de lo que se ha sugerido habitualmente. Además, es probable que este proceso sea, en cierto modo, circular y cada vez más acentuado conforme los hijos e hijas cumplen años. Es obvio que las personas aprendemos muchos de nuestros comportamientos, creencias y hábitos en nuestra familia de origen. Aprendemos cómo es el mundo en el que vivimos y cómo son las relaciones entre las personas, y comenzamos a configurar un sistema de valores personal y una identidad propia. Evidentemente, los valores concretos que adquirimos, y el hecho de que éstos coinciden o no con los paternos, difieren de unas familias a otras, al tiempo que existen también importantes diferencias culturales. No obstante, y a pesar de esta diversidad, la mayoría de las sociedades confieren a la familia un papel clave en la preparación de los individuos para que puedan integrarse en la sociedad. De hecho, se han señalado tres objetivos fundamentales que la sociedad espera que la familia sea capaz de lograr y, aunque no delega esta función únicamente en ella, sí la convierte en el principal responsable de su ejecución. Así, en primer lugar, se espera que la familia sea capaz de enseñar a los hijos y a las hijas a controlar sus impulsos para poder vivir en sociedad con otros seres humanos. Todos los niños y niñas deben aprender que no pueden tomar todo lo que encuentran atractivo, o de lo contrario sufrirán las consecuencias sociales o físicas de los demás. De esta forma, sea la socialización más tolerante o más restrictiva, todos los niños y niñas deben aprender a controlar sus impulsos y a demorar la gratificación de las recompensas. En segundo lugar, la sociedad también espera que la familia sea capaz de preparar a los hijos e hijas para desempeñar determinados roles sociales, incluyendo roles ocupacionales, roles de género y roles en las instituciones, tales como el matrimonio, la paternidad y la maternidad. Es decir, los hijos e hijas deben aprender de la familia qué conductas son las que se esperan de un padre, de una madre, de un trabajador o de una mujer. Además, éste es un proceso que dura toda la vida y que se centra, de forma específica, en el aprendizaje de unos roles concretos y diferentes en cada etapa evolutiva de la persona. Así, en el caso de los niños y niñas, este proceso significa el aprendizaje de su papel en la familia, el aprendizaje de las conductas y funciones que corresponden a cada género. En los adolescentes significa el aprendizaje de los comportamientos que se esperan en las relaciones heterosexuales y una intensa preparación para su papel de adultos en la sociedad. Finalmente, en los adultos incluyen la preparación y ejecución de funciones y conductas en el matrimonio y en relación con la paternidad y maternidad, así como también en el trabajo. Por último, un tercer objetivo que se espera de la socialización familiar es que, a través de la misma, las personas adquieran un significado global acerca de qué es lo importante, qué es lo que se valora en su sociedad y en su cultura, y para qué se tiene que vivir. Este objetivo, con frecuencia, incluye creencias religiosas que explican el origen de la vida humana, las razones del sufrimiento, lo que nos sucede cuando morimos y el significado de la vida humana y su mortalidad. Así mismo, en muchas culturas se incluye un significado para la relaciones familiares, los vínculos a un grupo comunitario o étnico, o a un grupo racial o nación, y el logro individual. Evidentemente, la tendencia humana es descubrir fuentes de significado es más variable. Sin embargo, todas las personas acostumbran a desarrollar, de alguna manera, este significado para darle algún tipo de estructura y sentido a la vida. La familia, en resumen, contribuye a que los hijos y las hijas aprendan a desarrollar un cierto autocontrol para poder desenvolverse en la sociedad y para poder relacionarse con otros individuos, contribuye a que aprendan las conductas asociadas a su género y a determinadas posiciones sociales y, además, posibilita y propicia que adquieran un conjunto de significados acerca de los valores que son predominantes en su contexto cultural y social. Ahora bien, cada familia también transmite, y trata de transmitir, a sus hijos e hijas unos valores concretos acerca de la vida y acerca de qué tipo de comportamientos son los adecuados. La familia contribuye a la creación del sistema de creencias de sus hijos e hijas y, también, a la configuración de su identidad". También me parece importante el siguiente texto escrito por la Licenciada costarricense Nathalia Calderón Astorga titulado La socialización como elemento fundamental en la vida: "Recordando que la socialización es un proceso mediante el cual el individuo adopta los elementos socioculturales de su medio ambiente y los integra a su personalidad para adaptarse a la sociedad, socializar es el proceso por el cual el niño aprende a diferenciar lo aceptable de lo inaceptable en su comportamiento. Socializar es un proceso muy importante que debe fomentarse en los niños y niñas desde muy corta edad. La primera infancia es el periodo en el que tiene lugar el proceso de socialización más intenso, cuando el ser humano es más apto para aprender. Desde que se nace se está aprendiendo y se continúa haciéndolo hasta la muerte. Así como no todos los niños gatean, caminan o hablan a la misma edad, tampoco para aprender hay una edad fija. Los niños difieren unos de otros en cuanto a su ritmo de aprendizaje, de ahí la importancia de ofrecer estímulos, experiencias o materiales que contribuyan en el aprendizaje, ya que el proceso mismo lo realizan los propios niños. Este proceso mediante el cual los niños aprenden a diferenciar lo aceptable (positivo) de lo inaceptable (negativo) en su comportamiento se llama socialización. Se espera que los niños aprendan, por ejemplo, que las agresiones físicas, el robo y el engaño son negativos, y que la cooperación, la honestidad y el compartir son positivos. Algunas teorías sugieren que la socialización sólo se aprende a través de la imitación o a través de un proceso de premios y castigos. Sin embargo, las teorías más recientes destacan el papel de las variables cognitivas y perceptivas, del pensamiento y el conocimiento, y sostienen que la madurez social exige la comprensión explícita o implícita de las reglas del comportamiento social aplicadas en las diferentes situaciones. Sin embargo, la socialización del niño durante la infancia no constituye en sí una preparación suficiente y perfecta, sino que a medida que crece y se desarrolla su medio ambiente podrá variar exigiéndole nuevos tipos de comportamiento. Por lo tanto es fundamental ir enfrentando a nuestros niños y niñas a diversos ambientes: familiar, escolar, comunal y otros... Los diversos aspectos del desarrollo del niño abarcan el crecimiento físico, los cambios psicológicos y emocionales, y la adaptación social. Es válido propiciar la adaptación social, como la fuente de SOCIALIZACIÓN en los niños (as). Motivar a nuestros hijos a relacionar y socializar, redundará en beneficio de una sana personalidad. Ya que esto permitirá a los niños aprender a evitar conflictos y a manejarlos cuando inevitablemente ocurren. Los padres excesivamente estrictos o permisivos limitan las posibilidades de los niños al evitar o controlar esos conflictos. Numerosas investigaciones han llegado a la conclusión de que el comportamiento y actitudes de los padres hacia los hijos es muy variada, y abarca desde la educación más estricta hasta la extrema permisividad, de la calidez a la hostilidad, o de la implicación ansiosa a la más serena despreocupación. Estas variaciones en las actitudes originan muy distintos tipos de relaciones familiares. La hostilidad paterna o la total permisividad, por ejemplo, suelen relacionarse con niños muy agresivos y rebeldes, mientras que una actitud cálida y restrictiva por parte de los padres suele motivar en los hijos un comportamiento educado y obediente. Los sistemas de castigo también influyen en el comportamiento. Por ejemplo, los padres que abusan del castigo físico tienden a generar hijos que se exceden en el uso de la agresión física, ya que precisamente uno de los modos más frecuentes de adquisición de pautas de comportamiento es por imitación de las pautas paternas (aprendizaje por modelado). Las relaciones sociales infantiles suponen interacción y coordinación de los intereses mutuos, en las que el niño adquiere pautas de comportamiento social a través de los juegos, especialmente dentro de lo que se conoce como su 'grupo de pares' (niños de la misma edad y aproximadamente el mismo estatus social, con los que comparte tiempo, espacio físico y actividades comunes). De esta manera pasan, desde los años previos a su escolarización (desde la etapa preescolar) hasta su adolescencia, por sistemas sociales progresivamente más sofisticados que influirán en sus valores y en su comportamiento futuro. La transición hacia el mundo social adulto es apoyada por los fenómenos de liderazgo dentro del grupo de iguales, donde se atribuyen roles distintos a los diferentes miembros en función de su fuerza o debilidad. Además, el niño aprende a sentir la necesidad de comportarse de forma cooperativa, a conseguir objetivos colectivos y a resolver conflictos entre individuos. La conformidad (acatamiento de las normas del grupo social) con este grupo de pares alcanzará su cuota máxima cuando el niño llegue a la pubertad, a los 12 años aproximadamente, y nunca desaparecerá del comportamiento social del individuo, aunque sus manifestaciones entre los adultos sean menos obvias. Los miembros de los grupos de pares cambian con la edad, tendiendo a ser homogéneos (del mismo sexo, de la misma zona) antes de la adolescencia. Después pasan a depender más de las relaciones de intereses y valores compartidos, formándose grupos más heterogéneos. Por otro lado, entre mayor interacción, relaciones sociales o socialización tengan nuestros hijos (as), con sus grupos pares; se convertirán en personas más seguras y extrovertidas. Ayudando por tanto la SOCIALIZACIÓN a contrarrestar la TIMIDEZ o limitación o defecto del carácter que impide el desarrollo armónico del yo y que en las personas que la padecen se manifiesta por una inseguridad ante los demás, una torpeza o incapacidad para afrontar y resolver las relaciones sociales. Lo que caracteriza a la timidez es la perturbación afectiva refleja a la presencia de los demás como un mecanismo de defensa del yo. Sus orígenes son complejos; puede provenir de una actitud hereditaria, pero en la mayor parte de los casos es la consecuencia de un defecto de socialización (carencia de socialización o de interacción) debido a un medio insuficiente o excesivamente protector. Pese a que la timidez y el complejo o sentimiento de inferioridad suelen aparecer asociados, se trata de fenómenos independientes, aunque ambos surgen por las mismas causas. La timidez se manifiesta en todos los campos de la actividad: física, intelectual y sentimental. El niño tímido, en general, se presenta con un aire de cortedad, con una actitud vacilante y un carácter nervioso no activo (palpitaciones, temblores, enrojecimiento repentino). Con frecuencia desarrolla un comportamiento autoritario como modo de compensar sus propios miedos. De lo anterior desprendemos que la socialización va muy ligada a establecer buenas y sanas relaciones interpersonales; así que la timidez en muchos casos podría deberse a problemas de socialización o de interacción ausente o escasa en los niños y niñas. Es fundamental que el padre - madre de familia, ayude a formar la personalidad de su hijo (a), para encaminarlos hacia el éxito. En gran parte los padres de familia, tenemos en nuestras manos el poder de crear hijos con éxitos, es tiempo ya de empezar a trabajar en la construcción de una personalidad definida en los niños y niñas". ¿Qué se puedo yo añadir que resulte interesante?. Algo muy esencial: los matrimonios cristianos estamos formados por dos seres humanos (un solo hombre con una sola mujer) y sabemos ya, porque lo hemos repetido varias veces, que los seres humanos son, ante todo, seres sociables. Al menos eso deberíamos ser. Si somos seres sociables (los que no lo son es un tema aparte) necesitamos que nuestros hijos e hijas sean también sociables. Y esta es la primera tarea (quizás también la principal) que tenemos los cristianos y cristianas que llevar a cabo cuando hemos decidido tener hijos e hijas y Dios nos los ha dado. Entiendo que la socialización de los hijos no es solamente una obligación del padre y la madre conjuntamente y de manera equitativa para los dos, sino, sobre todo, un derecho que tienen nuestros hijos y nuestras hijas. Un derecho irrebatible que debemos hacerlo práctico y no meramente teórico como muchos y muchas hacen. Esa práctica de socialización de los hijos y las hijas se viene siempre abajo si no nace de la misma familia e incluso desde que los hijos y las hijas están en proceso de gestación. Por eso los derechos humanos comienzan siempre por defender los derechos de los más inocentes y los más débiles: los niños y niñas que tienen, primero, el derecho a nacer y, segundo, el derecho a conocer cómo se debe actuar dentro de la sociedad en que les ha tocado nacer. Y si esa sociedad ataca los principio humanos del derecho a la vida (el derecho a la socialización) es una sociedad injusta y hay que decirlo abiertamente: una sociedad no solo injusta sino también, y que nadie se eche hipócritamente las manos a la cabeza, una sociedad despótica... sea cual sea el régimen político que este gobernando. La política es algo que no tiene ninguna clase de privilegio para poder evitar que, en primer lugar, tengamos tantos hijos como Dios quiera que tengamos y, en segundo lugar, tengamos la libertad ganada como seres sociables que somos, a socializar a los hijos e hijas que Dios ha querido que tengamos. Una socilaización familiar es el principio de una socialización general. 19.2.- Formación del carácter individual. Libro ya citado de Gonzalo Musitu y María Jesús Cava. Páginas desde la 126 a la 132. Dice así: "La mayoría de la tipología de los estilos de socialización combinan dos dimensiones (apoyo-implicación-aceptación y control-coerción-imposición) para establecer cuatro tipos básicos de estilos de socialización. Vamos a describir con un poco más de detalles estos cuatro estilos, siguiendo el trabajo de Musitu y García, del año 2001, en lo que se refiere a las denominaciones y a las descripciones de las dos dimensiones fundamentales. En concreto, detallaremos las principales características que corresponden a un estilo parental autorizado (altamente implicado y coercitivo con el hijo o la hija), a un estilo parental indulgente (altamente implicado y poco coercitivo), a un estilo autoritario (muy poco implicado con el hijo o la hija y sí coercitivo) y a un estilo negligente (muy poco implicado y muy poco coercitivo). 1.- Estilo autorizado.- Este estilo de socialización se caracteriza por una alta aceptación/implicación y una alta coerción/imposición, es decir, los padres que utilizan mayoritariamente este estilo suelen mostrar a sus hijos e hijas su agrado cuando se comportan debidamente, y les transmiten el sentimiento de que son aceptados y respetados. En general, son buenos comunicadores y fomentan el diálogo con sus hijos e hijas. Las relaciones padres-hijos suelen ser satisfactorias. Además, estos padres y madres están dispuestos a escuchar a sus hijos e hijas e, incluso, a modificar ciertas normas familiares si los argumentos de sus hijos e hijas los consideran adecuados. Por otra parte, cuando el hijo o la hija se comporta de forma incorrecta, estos padres y madres combinan la utilización del diálogo y el razonamiento con la coerción física y verbal. Estos padres y madres, a grandes rasgos, ejercen un control firme en los puntos de divergencia, pero también utilizan el diálogo. De esta forma, reconocen sus propios derechos especiales como adultos que son, pero también los intereses y modos especiales del hijo o la hija. 2.- Estilo indulgente.- Los padres y madres que se sitúan dentro de este estilo de socialización se caracterizan por su alta implicación y aceptación del hijo o la hija, y por su bajo grado de coerción e imposición. Estos padres y madres son tan comunicativos con sus hijos e hijas como los padres y madres autorizados; pero, cuando el hijo o la hija se comportan de manera incorrecta, no suelen utilizar la coerción y la imposición, sino que únicamente utilizan el diálogo y el razonamiento como instrumentos para establecer límites a la conducta de sus hijos e hijas. De hecho, actúan con sus hijos e hijas como si se tratasen de personas maduras pero son capaces de regular por sí mismos su comportamiento, y reducen su papel de padres y madres a influir razonadamente en las consecuencias que las actuaciones inadecuadas pueden producirles. Estos padres y madres permiten al hijo o la hija regular sus propias actividades tanto como sean posibles, ayudándoles con las implicaciones y los razonamientos, pero evitando el control impositivo y coercitivo. 3.- Estilo autoritario.- Los padres y madres que se sitúan básicamente, dentro de este estilo se caracterizan por una baja implicación con sus hijos e hijas y por las pocas muestras que les dan de su aceptación como personas. Además, mantienen altos niveles de coerción e imposición. Estos padres y madres son, por tanto, muy exigentes con sus hijos e hijas y, simultáneamente, muy poco atentos y sensibles a sus necesidades y deseos. Asimismo, la comunicación es mínima y tiene una sola dirección, la que va de los padres a los hijos; y suelen expresarse en términos de demandas. Así, los mensajes verbales de los padres y madres autoritarios y autoritarias son unilaterales y tienden a ser afectivamente reprobatorios. Estos padres y madres no suelen ofrecer razones cuando emiten órdenes y lo que menos estimulan son las respuestas verbales y el diálogo ante las transgresiones y, también, son muy reticentes a modificar sus posiciones ante los argumentos de los hijos y las hijas. En realidad, valoran la obediencia como una virtud, e intentan modelar, controlar y evaluar la conducta y actitudes del hijo o la hija de acuerdo a un conjunto de normas de conducta, normalmente, de forma absoluta. Los padres y madres autoritarios y autoritarias son, además, fuertemente indiferentes a las demandas de los hijos e hijas de apoyo y atención, y utilizan con menos probabilidad el refuerzo positivo, mostrándose indiferentes ante las conductas adecuadas del hijo o la hija. 4.- Estilo negligente.- Este estilo se caracteriza por una escasa aceptación del hijo o la hija, poca implicación en su conducta y un bajo nivel de coerción e imposición de normas. Se trata, por tanto, de un estilo caracterizado por la escasez tanto de afecto como de límites (escasa supervisión y cuidado de los hijos e hijas). Los padres y madres negligentes, normalmente, otorgan demasiada responsabilidad e independencia a sus hijos e hijas tanto en los aspectos materiales como en los afectivos. Podríamos decir que estos padres y madres, más que enseñar responsabilidad, están privando a sus hijos e hijas de necesidades psicológicas fundamentales tales como el afecto, el apoyo y la supervisión. Los padres y las madres negligentes consultan poco a sus hijos e hijas acerca de las decisiones internas del hogar y les dan pocas explicaciones de las reglas familiares. Cuando los hijos e hijas se comportan de manera adecuada se mantienen indiferentes, y cuando transgreden las normas no dialogan con ellos ni tampoco restringen su conducta mediante coerción y la imposición. Estos padres y madres pueden describirse, en general, como padres y madres que apenas supervisan la conducta de sus hijos e hijas, que interactúan y dialogan poco con ellos, son poco afectivos, y están muy poco implicados en su educación. Estos padres y madres tiene serias dificultades para relacionarse con sus hijos e hijas y utilizan estrategias de socialización poco efectivas. No se trata de que sean "buenos" ni "malos", simplemente no están utilizando las estrategias adecuadas. Este estilo de socialización suele tener claros defectos negativos en los hijos e hijas. Estos padres y madres necesitan cambiar o sustituir su estilo de socialización, una tarea para la cual necesitan, normalmente, de la ayuda de profesionales. Una gran parte del interés por los estilos de socialización se explica por el deseo de conocer qué formas de socializar y de educar a los hijos e hijas son más eficaces. En consecuencia, no resulta sorprendente que un gran número de estudios sobre los estilos de socialización traten de averiguar los efectos que cada uno de ellos tiene en los hijos e hijas, qué estilos contribuyen mejor en lograr personas más adaptadas y competentes socialmente y qué estilos son los menos favorecedores de un desarrollo psicosocial adecuado. En este sentido, aunque es patente la existencia de estas diferencias, nos gustaría resaltar el hecho de que la mayoría de los padres y madres utilizan la estrategia que creen adecuada, las que han utilizado sus padres con ellos, o las que usaron en otras relaciones. Además, una vez iniciado cierto estilo, es difícil modificarlo puesto que todos los miembros de la familia, incluidos los propios hijos e hijas, se han adaptado a él. En cuanto a los trabajos concretos que han relacionado los distintos modos de socializar y educar, con sus defectos en los hijos e hijas, algunos de estos resultados indican que un estilo orientado al amor (el aspecto afectivo de la implicación) es más eficaz que un estilo orientado a la coerción para conseguir, por ejemplo, que los adolescentes interioricen un sentimiento de responsabilidad de sus propios actos. Asimismo, la utilización del razonamiento conduce a una mayor interiorización de las normas que la mera imposición. No obstante, es conveniente señalar que su relación con las dimensiones de control existen importantes diferencias culturales. Así, determinadas conductas paternas y maternas que en algunas culturas se interpretan como una clara intromisión del padre/madre y escoge la coerción; en otras, se perciben como un componente más de la preocupación y responsabilidad de los padres por los hijos. En este último caso, la ausencia de este tipo de conductas se podría interpretar por los hijos e hijas como una falta de atención e interés de los padres. Por otra parte, y además de las diferencias culturales, es evidente que el grado de control paterno, sobre todo el que se basa en la coerción, debe rebajarse con la edad del hijo o la hija. En otras palabras, determinado grado de control paterno puede ser adecuado en el caso de un niño o niña de 6 años, pero se convierte en totalmente inadecuado en un adolescente de 15. Finalmente, es evidente que las relaciones humanas y, en nuestro caso, las relaciones padres-hijos son complejas por lo que resulta verdaderamente difícil establecer una relación de causalidad. En consecuencia, no resulta fácil determinar, por ejemplo, si las características del padre autoritario hace que el hijo o la hija sean así o, por el contrario, es la forma del comportamiento del hijo o la hija. En este estilo, lo más probable es que sea la actuación conjunta de padres e hijos la artífice de la situación actual. Es lo que los teóricos del sistema denominado circularidad de relación. En general, los padres y madres tienden a atribuir a sus hijos e hijas las causas de sus problemas paternofiliales y a "ponerse como modelos" cuando las cosas van bien. Los padres deben entender que en una relación paternofilial son protagonistas todos, sin excepción, y que en lo positivo y negativo todos son responsables. A modo de conclusión, nos gustaría subrayar que la dimensión de aceptación e implicación es la clave fundamental para que la relación padres-hijos sean positivas para ambos. En cuanto a la utilización de las técnicas coercitivas su efecto parece estar condicionado a la interpretación que el hijo o la hija hagan de las mismas y, sobre todo, a la presencia o ausencia de afecto en la relación. De esta forma, si los padres y las madres muestran aceptación e implicación hacia sus hijos e hijas, las técnicas coercitivas no influirían negativamente en la relación con los padres, como tampoco en la aceptación social y personal del hijo o la hija. Sin embargo, la utilización de técnicas coercitivas, junto con una carencia de implicación y aceptación por parte de los padres y las madres, sí puede tener serias consecuencias negativas en la salud y el bienestar de los hijos e hijas. He aquí lo que cada estilo parental desarrolla en el carácter de los hijos y las hijas. Autorizado.- Los hijos y las hijas acatan las normas sociales (las han interiorizado), respetando los valores humanos y de la Naturaleza; son hábiles socialmente; tienen elevado autocontrol y autoconfianza; son competentes académicamente; tienen un buen ajuste psicosocial (pocos problemas de conducta y pocos síntomas psicopatológicos); y tienen un elevado autoconcepto familiar y académico. Indulgente.- Los hijos y las hijas aceptan normas sociales (las han interiorizado); son respetuosos con los valores humanos y de la Naturaleza; son hábiles socialmente; tienen un buen ajuste psicosocial y adecuada autoconfianza; y tienen un elevado autoconcepto familiar y académico. Auitoritario.- Los hijos y las hijas muestran cierto resentimiento hacia los padres; menor autoestima familiar; se someten a las normas sociales (pero sin interiorizarlas); manifiestan mayor predominio de los valores hedonistas y muestran más problemas de ansiedad y depresión. Negligente.- Los hijos y las hijas son más testarudos y se implican en más problemas sociales; actúan impulsivamente y mienten más; serios problemas de consumo de drogas y alcohol; bajo logro académico; tienen más problemas emocionales (miedo al abandono, falta de confianza en los demás; pensamientos suicidas; pobre personalidad; miedo irracional; ansiedad y pobres habilidades sociales). Entre los dos primeros estilos existen diferencias culturales en el tipo de socialización (autorizado e indulgente) pero en ellos la autoestima familiar y académica del hijo y la hija es más elevado. En algunas culturas, se ha constatado que la elevada coerción del estilo autorizado (combinada con elevado afecto) es la más favorable. En otras culturas, parece que el estilo indulgente es el más adecuado. Asimismo, la adecuación de un estilo más o menos coercitivo va a depender también de la edad del hijo y de la hija". A continuación, he aquí unos sabios consejos sobre el asunto de la formación del carácter individual de los hijos e hijas según David Alberto Mijares López,Director de Superación Juvenil A.C., de Monterrey: "Concepto de Carácter. 1. Definición secular. Del gr. "karacter"= grabar. Es el que se usa para estampar algo, tiene que ver con la impresión que se deja. Ej. Documento con cera y se estampa el sello para hacerles saber que tú lo escribiste. 2. Es la disposición interna de una persona para actuar de una manera moralmente buena o mala, conforme se presentan las circunstancias. Diccionario: "Fuerza ética y moral, integridad, fortaleza", "Estructura ética y moral de una persona" Todo padre y madre de familia podrá formar en carácter a sus hijos y ayudarles a resistir la presión de grupo a través de seguir los siguientes consejos Consejos para los Padres de Familia en la formación de carácter en sus hijos. 1.- Tener una visión clara del tipo de adultos que quieres que tus hijos sean.Con esta visión en mente, podrás tener mayor claridad de lo que tienes que hacer hoy para lograrlos. Si mantienes esta visión ante ti, reafirmándola de tiempo en tiempo, ya estás a más de la mitad del camino de alcanzar tu meta. 2.- Lo importante no es ser perfecto sino desear e intentar mejorar cada día.Los niños, después de todo, no están buscando el éxito o la perfección en ti. No tienen manera de evaluar estas cosas. Lo que ellos si notan y respetan cada vez más es que trates. Que verdaderamente trates de ser mejor cada vez requiere de fuerza y de mucho valor. Son tus constantes luchas las que impresionarán a tus hijos, no los resultados. 3.- Ten confianza en la autoridad que tienes como padre/madre de familia. Ser padres no es un puesto ganado por elección. A. No tienes que ser popular con tus hijos.B. Tus derechos de liderazgo vienen con el trabajo que te fue asignado. 4.- Cuando corrijas a tus hijos, refleja que estás construyendo su fuerza y su felicidad a largo plazo. En este sentido, no estarás corrigiendo por el sólo hecho de que haya paz y quietud aquí y ahora, en otras palabras, por tu propia conveniencia. 5.- Pensar a largo plazo significa trabajo duro cuando los niños son chicos, pero te recompensa cuando son grandes. En otras palabras, apúntate a ganarte el respeto de los niños, no sólo su afecto. Las lágrimas se secan, y los sentimientos que lastiman eventualmente se van, lo que debe permanecer es el respeto por las autoridades amorosas y comprometidas. Sin este respeto, tendrán problemas con todas las demás autoridades- la ley de Dios, maestros y empleados, la ley civil, y aun su propia consciencia. Esto no es ninguna exageración. Si te sientes cansado para ejercer esta autoridad, recuerda esto por el bien de los niños: la peor tiranía para tus hijos sería la inhabilidad de poder controlarse ellos mismos. 6.- Enseña a tus hijos a esperar. Una de las cosas más útiles que les puedes dar a tus hijos es un calendario. Que aprendan a marcar los eventos por venir, a darse cuenta del paso del tiempo, a ver la relación entre causa y efecto. Enséñales a ver que si no nos esforzamos por controlar los sucesos en la vida, éstos nos controlarán a nosotros. Aprenderán a ver que pueden existir malas consecuencias por descuidos nuestros. Si es posible, haz que se ganen lo que quieren tener. La recompensa no siempre viene automáticamente. En otras palabras, ayúdalos a aprender a “viajar ligeros” en la vida, confiados en sus capacidades y en la aplicación paciente de su esfuerzo. Enséñalos a ser agradecidos. Es lo básico para una vida de piedad. “Por favor” y “gracias” deben de ser palabras habituales. Los niños simplemente deben aprender a respetar los derechos y la dignidad de todos, especialmente de los que están en autoridad. 5.- Busca activamente el consejo de otros papás. Pregúntales cómo le hicieron. El hablar con otros papás es una fuente de sabiduría, o al menos de esperanza. 6.- Confía en el éxito final y pide a Dios mucho por ellos. Tu compromiso serio de formar en carácter a tus hijos es ya una victoria sustancial. La lucha por la felicidad terrenal y eterna de tus hijos es larga y ardua, pero ya has ganado la batalla decisiva de apertura. Podremos tener errores de táctica, pero no son tan importantes como el hecho de tener una clara estrategia. Siempre y cuando mantengas clara tu visión a largo plazo, podrás darte el lujo de cometer errores pequeños. Tus niños deben verte confiado en este reto, gozando de la aventura de criar una familia. Se disfruta mucho vivir con gente confiada. Por naturaleza tratamos de imitarlos. Si tus hijos te ven viviendo felizmente tu fe y con convicciones firmes y profundas, ellos tendrán un modelo para sus propias vidas como adultos. Tu propio carácter será la medida con la que juzguen a sus compañeros. 7.- Ora mucho por tus hijos. Nuestros hijos le pertenecen a Dios. Él los ama más que tú. Te los dio en préstamo. Un día los llamará a casa de nuevo. Mientras tanto, lo que te pide es que hagas tu mejor esfuerzo para criarlos. La formación de carácter es de gran prioridad en la educación de los hijos. Pongamos en práctica estos consejos y veremos la diferencia". ¿Qué podemos añadir a todo esto. Algo muy importante. Los padres y las madres que ejercitamos la firme creencia cristiana sabemos que los hijos y las hijas suponen una oportunidad de prolongar en el espacio y en el tiempo nuestro propio carisma. ¿Y qué es el carisma cristiano sino la forma de transmitir a nuestros hijos e hijas un carácter marcadamente positivo hacia este afán que consiste en vivir la vida con Liberación?. Eso es precisamente lo que Dios nos está pidiendo que grabemos en el consciente subjetivo de nuestros hijos e hijas: un carácter definido por el saber ser y el saber estar en la vida hasta el mismo infinito que hay más allá de la muerte. Grabar en el alma de nuestros hijos e hijas una forma de ser y, sobre todo, una forma de actuar que vaya mucho más allá que la forma de ser y la forma de actuar generalizadas por las modas y las costumbres pasajeras. Las modas y las costumbres pasan más lo que dejamos como huella profunda en el carácter de nuestros hijos y nuestras hijas no pasan sino que, por el contrario, se transmiten de genración en generación como sello propio de una manera de entender lo que es la existencia. Esa es, precisamente, la enorme labor y el grato ejercicio que nos toca lleva a cabo los padres y las madres que profesamos el cristianismo no religioso: dejar en el alma de nuestros descencdientes lo que de alma poseemos, lo que de personalidad poseemos, lo que de seres auténticos y sin dobleces poseemos. Cuando logramos instaurar en el corazón de nuestros hijos e hijas un carácter de nobleza estamos haciendo bien el camino que nos toca recorrer c omo padres y madres con carisma. La formación del carácter individual de nuestros hijos e hijas, cuando de padres y madres cristianos tratamos, no comienza en el nacimiento de nuestros hijos e hijas sino que comienza desde el mismo momento en que decidimos dejar de ser hombres viejos y mujeres viejas para convertirnos en hombres nuevos y mujeres nuevas. Eso es el sello personal de la autenticidad de nuestra forma de ver, entender y practicar la vida. Ese carácter individual que hace que nuestros hijos e hijas destaquen sobre el común de los mortales es propio de tener conciencia y consciencia de cuál es nuestro proyecto de vida en común; eso es lo que debemos dejar impreso y expreso, como huella indeleble, en la formación del carácter de nuestros hijos e hijas: la fidelidad a una causa que es mucho mayor que cualquier otra causa general o particular porque es la causa de Dios. Cuando conseguimos que nuestros hijos e hijas expresen esa divinidad que aceptamos a llevar dentro en el momento que nos convertimos en hombres nuevos y en mujeres nuevas es cuando hemos logrado el objetivo. Dios no pide más. Dios pide solamente lo que nosotros, voluntariamente, le ofrecimos en el momento de tener hijos. Que alojemos dentro del corazón de ellos o ellas ese ánima de saber que existimos para mucho más que para simplemente pasar el tiempo. Cuando nuestros hijos e hijas captan ese mensaje, lo interiorizan y lo hacen exclusivamente de ellos y de ellas sin importarle el qué dirán de los demás es cuando hemos logrado llevar hasta el final de la educación familiar (que dará paso después al matrimonio de ellos y ellas) esa forma de ser auténtica, sin medias tintas, sin decir hoy sí pero mañana no o mañana sí pero hoy no. Esa es la auténtica manera de transmitir, mucho más allá de cualquier postulado psicológico o cualquuier estudio social, la singular y particular manera de ser de nuestros hijos e hijas. Que nunca tengamos que dar razones a los demás seres humanos de por qué somos así sino de que los demás seres humanos sepan que somos así y n unca vamos a dejar de serlo. Dios nos presta a los hijos para que los cuidemos y los formemos dentro de familias heterosexuales de un solo hombre y una sola mujer con valores sociales no variables. Que el mundo haya convertido a la formación de los hjos e hijas en un galimatías de relatividades no nos debe de importar. Nuestro derecho (y ved que hablo de derecho y no de obligación) es el de poder educar a nuestros hijos e hijas dentro del marco de los valores físico-materiales y psíquico-espirituales de carácter meramene cristiano; sin tener que someter la personalidad de nuestros hijos e hijas alos dogmas moribundos de la mayoría de un mundo perdido en metodologías simplemente relativas. No. La formación del carácter individual de nuestros hijos e hijas no debe depender, jamás, de los caprichos de unos poderes mundanos que han introducido a las familias en la enajenación social. Nosotros sabemos claramente quiénes son nuestros hijos y nuestras hijas (no andamos perdidos como toda esa gente que navega por la vida sin saber exactamente quiénes son sus hijos y sus hijas) porque hemos dejado sellados en ellos y ellas ese carisma del que hablo: el carisma de decir así somos ahora, así seremos mañana y así vamos a seguir siendo por toda la Eternidad. Como este Ensayo va dirigido a las parejas de hombre-mujer con valores y creencias cristianas si alguna otra clase de pareja (hombre-mujer o lo que sea) no desea leerlo me es indiferente. La cuestión es que nosotros y nosotras tengamos bien claro qué somos, quiénes somos y cuáles son las condiciones que Dios nos pone para cuidar y educar a nuestros hijos pro encima de cualquier ley que dictamine el gobierno de cualquier nación y que vaya en contra de nuestros valores sociales y nuestros valores espirituales. Si el mundo quiere ir a la deriva embrollando la personalidad de sus hijos en un enjambre de relatividades que sólo sirven para destruir los códigos de las familias como tales, ese no es nuestro problema. Nuestro verdadero problema es educar a nuestros hijos e hijas desde el mismo momento en que engendramos esos hijos y esas hijas (y ved que no digo desde unos cuántos meses como itentan falsear los partidario de los abortos sino desde el mismo instante en que engendramos esos hijos y esas hijas) dentro de los valores que Nuestro Señor Jesucristo (la única Idea a la que debemos someternos y no a las ideologías que quierna imponerno nadie sean quienes sean y piensen lo que piensen). Ese es el sello inconfundible que estamos autorizados, directametne delegados por Dios y no por ningún gobierno de este mundo por muy potente que sea, para que lo imprimamos en el modo de ser y de vivir de nuestros hijos e hijas. Valores critianos irrenunciables. La máxima mundial actual es de que cada uno y cada una haga de su vida lo que su egoísmo le dicte... pero nosotros los cristianos y las cristinas que no tenemos ninguna religión salvo creen en las Promesas de Jesucristo por supuesto que no vamos a seguir esas conductas. Nuestros hijos y nuestras hijas nos piden un sello de autenticidad familiar y nuestro derecho es que no debemos someternos a ninguna ley que ataque ese sello de autenticidad familiar con el que educamos a nuestros hijos e hijas hasta que llegan a formar sus propias familias. Naturalidad auténtica es igual a familia auténtica. Y eso es lo que debemos imprimir firmemente en la forma de ser y de actuar de nuestros hijos e hijas. 19.3.- Influencias externas. Páginaa 132 a 138 del libro, ya citado anteriormente, de Gonzalo Musitu y María Jesús Cava: "Aunque el proceso de socialización se inicia, generalmente, en la familia, lo cierto es que los hijos y las hijas acceden en edades cada vez más tempranas a guarderías y escuelas infantiles. El trabajo extra doméstico de la mujer ha propiciado que muchos niños y niñas se incorporen tempranamente a instituciones edacutivas y cuidadoras, en las que entran en contacto con otros adultos, diferentes a los padres, y con otros niños y niñas. Estos otros agentes de socialización también influyen en los valores de los niños y las niñas, en el desarrollo de sus habilidades sociales y en la formación de su autoconcepto. Los distintos educadores y educadoras utilizarán, además, entidades de socialización de tipo autoritario, permisivo o autorizativo, valorarán más la competividad o la cooperación en el aula, y favorecerán en mayor o menor medida la interacción entre los alumnos y alumnas. Ciertamente, la escuela tiene asignada la función de transmitir la cultura y los conocimientos de una sociedad y, en consecuencia, su labor socializadora, expresada en el curriculum académico, es evidente. Sin embargo, la escuela también transmite valores y socialización sobre la base de lo que se ha solido denominar el curriculum oculto. Este curriculum "invisible", puesto que no está escrito en ningún sitio, se aprende en la relación con el profesor o la profesora y en la relación con los compañeros y compañeras, y se expresa en los valores que predominan en el aula: valores cooperativos y favorecedores de la integración o valores individualistas y segregacionistas. Además, la escuela puede confirmar los valores, creencias y normas de conducta de la familia o, por el contrario, los valores y competencias requeridos en la escuela puede que no sean los mismos que el niño o la niña percibe en su familia. En este sentido, son más creíbles los trabajos de Bernstein sobre los códigos lingüísticos que predominan en la escuela y que, según se trabajen, son coincidentes con los códigos de la familia de clase media. Los niños y niñas de clase social baja o de otras etnias tienen, a veces, dificultades escolares como consecuencia de la utilización en sus familias de un lenguaje y unos valores diferentes a los de la escuela. Asimismo, aquellos niños y niñas cuyas normas familiares de interacción se caracterizan por la coerción verbal y física, el recurso a la violencia para dirimir disputas, el escaso razonamiento y los bajos niveles de comunicación, suelen tener dificultades para adaptarse a la escuela. No obstante, esto no significa que la escuela no puede, en ocasiones, comprender muchas problemáticas familiares, sobre todo si se trabaja con los alumnos y las alumnas potenciando su interacción y su ajuste psicosocial. En todo caso, conviene recordar que la interacción entre familia y escuela implica una influecnia mutua. Así, la familia influye en la escuela, o más concretamente, en la adecuada adaptación del hijo o la hija a la escuela a través de su funcionamiento interno (valores familiares en relación con la educación, habilidades y competencias aprendidas en el hogar, acceso de los niños y las niñas a los libros, preocupación de los padres por el aprendizaje formal de sus hijos e hijas, etcétera). Y, también, a través de su participación activa en la escuela, acudiendo a reuniones periódicas con los profesores y profesoras y fomentando un buen nivel de comunicación con ellos y ellas. La famila y la escuela son, de hecho, dos contenidos de particular relevancia para niños y niñas adolescentes; también son, además, dos contextos que se superponen. Por ello, la comunicación entre ambos sistemas debería potenciarse, máxime si consideramos los efectos positivos que esta mejora de las relaciones tendrían para los padres, para los hijos y para los profesores. Se ha señalado con frecuencia que la participación activa de los padres en la escuela incide de forma positiva en el rendimiento académico, las habilidades sociales, la autoestima, el menor absentismo, los hábitos de estudio y las actitudes positivas hacia la escuela de los hijos e hijas. Además, los padres y las madres mejorarían de esta forma sus actitudes hacia la escuela, hacia el profesorado y hacia sí mismos. Cuando la comunicación familia-escuela es fluida, los profesores perciben también una mayor competencia en sus actitudes y un mayor compromiso con el curriculum académico en el niño o la niña. La necesidad de colaboración entre la escuela y la familia es reconocida y deseada por todos, pero también con su gran número de dificultades, especialmetne en el caso de los niños y niñas con problemas de conducta. En estos casos, afloran cuestiones tales como la territorialidad, la privacidad y la competencia de unos y otros. La comunicación parece restringirse a las dificultades del niño o la niña en el aula y, con demasiada frecuencia, los padres y las madres interpretan las sugerencias de los profesores y profesoras como una intromisión en "un terreno privado": el hogar. Los padres no aceptan de buen grado que los profesores y las profesoras les digan "cómo tienen que realizar su trabajo". Unos y otras parecen sentirse, con demasiada facilidad, amenazados y amenazadas en sus respectivos roles de padres o profesores. Seguramente, la potenciación de espacios de encuentro, de reuniones con los padres y las madres resaltando los aspectos positivos de los alumnos y las alumnas, y la superación de ciertas barreras con dificultades de comunicación, pueden ser aspectos altamente favorecedores de las relaciones entre familia y escuela y, en ocasiones, también del adecuado desarrollo psicosocial de niños y niñas adolescentes. También hay que tener presente que las relaciones entre amigos y/o amigas y compañeros de ambos géneros, en la escuela y fuera de ella, son puntos de la innegable función socializadora que desempeñan estas relaciones. Tradicionalmente, los iguales se han considerado como agentes socializadores secundarios, pero no es del todo así, puesto que la socialización mutua que se produce entre los iguales resulta fundamental para el desarrollo del niño o de la niña y de los adolescentes. En este sentido, cabe señalar que la investigación sistemática sobre las relaciones entre iguales se inició en los años 70 y 80, y su fundamento, en gran medida, con las teorías de Piaget. Piaget considera que la cooperación y la reciprocidad derivada de la relación con otros chicos y chicas de similar edad es lo que permite a los niños, niñas y adolescentes, lograr una perspectiva cognitiva más amplia sobre su propio mundo social. Así, el desarrollo del juego con los iguales ofrece una oportunidad única para establecer relaciones recíprocas e igualitarias, así como también para experimentar el conflicto y la negociación. Además, a diferencia de la relación con los adultos, en estas relaciones no hay diferencias de autoridad, conocimientos o capacidad cognitiva que impongan una estructura cualitativamente diferente a las interacciones, incluso antes de que éstas se inicien, lo que no significa que, sobre la base de las interacciones, no surjan en estos grupos estructuras de poder y jerarquías sociales. Por tanto, las relaciones que niños y adolescentes (tanto hijos como hijas) tienen con sus iguales no son un lujo superficial, sino un elemento esencial de su desarrollo social, afectivo y cognitivo. Estas relaciones, que lógicamente evolucionan con la edad, pueden potenciar el ajuste y el bienestar psicosocial en niños y adolescentes (hijos e hijas) si son positivas, o tener un efecto perjudicial si son negativas. Por ejemplo, los chicos que son activamente rechazados por sus compañeros, normalmente por sus compañeros de aula, tienen con posterioridad dificultades de integración social, baja autoestima y bajo rendimiento académico. Antes de seguir con la exposición de este asunto veamos el cuadro que se puede deducir de la trascendencia de la interacción de un chico o una chica con otros chicos y chicas. La influencia de los amigos y amigas, de las pandillas en el desarrollo social, afectivo y cognitivo de los hijos e hijas se reflejan en: 1.- El aprendizaje de actitudes valiosas e informaciones respecto del mundo que les rodea. Esta influencia es mayor si el contenido de la información es relevante para el niño/niña o el adolescente tanto hijo como hija, y si está satisfecho con el juego de amigos y amigas. 2.- La adquisición y el desarrollo de la habilidad de percibir las situaciones desde el punto de vista del otro o de la otra. Esta capacidad aleja al niño o a la niña de posiciones egocéntricas, favoreciendo de esta forma la experiencia individual de aprendizaje y el progreso de la competencia social. 3.- La formación de la identidad personal del niño o la niña. Los niños y niñas construyen su identidad a través de la imagen que reciben de sí mismos, de sí mismas, de las personas significativas con las que interactúan, entre ellas, su grupo de compañeros/as y sus amigos/as. Así, en la formación de su autoconcepto el niño y la niña se apoyan en la información que reciben de sus iguales y en la comparación directa con ellos. El grupo de compañeros y compañeras además de proporcionar al niño o la niña las informaciones sobre las que basará su autopercepción, incide en los valores a través de los cuales se van a interpretar estas informaciones. De este modo, influyen en la determinación de qué características personales se valoran positivamente y cuáles negativamente, y en qué medida se reconocen como relevantes e importantes. 4.- La adquisición de habilidades sociales, cada vez de mayor complejidad conforme aumente la edad de los niños y niñas, siendo posiblemente el contexto del grupo de compañeros o compañeras el más eficaz y más altamente motivadora para el aprendizaje y desarrollo de estas habilidades. 5.- El control de los impulsos agresivos, adquiriendo un repertorio pertinente de conductas y mecanismos reguladores de los efectos de agresividad. 6.- La continuación del proceso de socialización del rol de género que se ha iniciado en las interacciones padres-hijos. En el contexto de las relaciones entre iguales, se refuerzan socialmente aquellas conductas que son pertinentes al propio género. 7.- El consumo ilegal de drogas, las conductas alcohólicas y la conducta sexual son también influidos por el grupo de iguales siempre que, naturalmente, estos grupos aprueben o consideren atractivas tales conductas. 8.- El nivel de aspiración educativa y el logro académico son influidos por la interacción de iguales. 9.- La posibilidad de disponer de importantes fuentes de apoyo en situaciones de estrés, convirtiéndose los iguales en habituales confidentes y fuentes importantes de apoyo social. Finalmente, la construcción y el mantenimiento de relaciones que estos chicos y chicas se ha indicado como un indicador válido de salud psicológica. En este sentido, tanto la habilidad para desarrollar relaciones próximas, como el fundamento con éxito dentro del grupo de iguales son aspectos considerados como indicativos de competencia social y como predictores fiables del posterior ajuste. Seguimos con el asunto. Respecto a la relación familia-iguales, también en este caso se trata de dos contextos que se influyen mutuamente. Por una parte, la familia puede incidir en las relaciones del hijo o la hija con sus amigos o amigas de diferentes formas. Como señaló Dishion en 1990, el niño o la niña elabora en el contexto familiar un prototipo acerca de cómo son las relaciones sociales. Estas creencias pueden ser negativas, como la desconfianza hacia los demás, lo cual puede dificultar las relaciones del niño o de la niña con sus iguales. Además, en la familia se aprenden habilidades y competencias sociales que, posteriormente, se desarrollarán en la relación con los amigos y las amigas, pero que, inicialmente, pueden ser imprescindibles para iniciar con éxito estas relaciones. Así, aquellos niños y niñas que carecen de habilidad comunicativa, o que son especialmente violentos, pueden ser rechazados o rechazadas por sus compañeros y compañeras y tener graves dificultades para integrarse en grupos y pandillas. También, la familia puede facilitar o bloquear la relación del niño o de la niña con otros chicos y chicas de su edad. Puede permitir, por ejemplo, que los amigos y las amigas vayan a casa y que compartan con su hijo o hija cumpleaños y actividades lúdicas, o bien, puede criticar continuamente a sus amistades, prohibir la entrada en casa de los amigos y las amigas y, en cierto modo, "recluir" al niño o la niña en casa privándole/a de la interacción con sus iguales. Por otra parte, el grupo de amigos y amigas puede ser un gran apoyo para el hijo o la hija en situaciones difíciles como, por ejemplo, cuando se encuentra ante graves conflictos familiares, el inminente divorcio de los padres, o la muerte de algún familiar. Los amigos y las amigas de los hijos e hijas pueden también ampliar la red social de la familia e introducir nuevos valores. A través de sus amigos y amigas, los hijos e hijas pueden percibir que el funcionamiento de la familia no es el único posible, sino uno de los muchos existentes. Así, descubren que los padres de sus amigos y amigas reaccionan, a veces, de forma diferente (por ejemplo, razonando) ante conductas que sus padres prohiben apelando directamente a la coacción; o que mientras ellos son muy controlados por sus padres, sus amigos y amigas apenas son objeto de supervisión. La constatación de estas diferencias pueden suscitar en el hijo o la hija el deseo de introducir cambios en el funcionamiento de su propia familia. Estos cambios, lógicamente, no son fáciles y no siempre serán bien acogidos por su familia. Finalmente, en nuestra sociedad occidental y en pleno cambio de siglo, es evidente que los hijos y las hijas asimilan una gran cantidad de valores y formas de conducta a través de los medios de comunicación (televisión, radio, internet). En esta sociedad de las nuevas pantallas, en la que la imagen es un elemento indispensable, los niños y las niñas observan desde muy pequeños dibujos animados, películas y programas de televisión, e incorporan las conductas y valores que en ella observan como elementos esenciales de su personalidad. El poder de estos medios de comunicación es innegable y, de hecho, la principal polémica en nuestros días se centra en analizar el tipo de valores que estos medios están transmitiendo a nuestros hijos e hijas. En este sentido, el valor que se centra en las cuestiones puramente materiales, como el dinero, la juventud y la belleza, o la casi omnipresencia de la violencia son, probablemente, las cuestiones más debatidas. Con respecto a la glorificación del aspecto físico, se ha señalado su influencia en el incremento de casos de anorexia y bulimia; y en relación con la violencia, son clásicos los trabajos de Bandura sobre el efecto que tienen en los niños y niñas observar imágenes violentas. En sus estudios, Bandura constató que los niños y niñas que presencian este tipo de conducta tendían a repetirlos posteriormente. Sin embargo, y a pesar de que la televisión y los vídeo juegos son poderosos competidores para aquellos padres y aquellas madres que tratan de inculcar en sus hijos e hijas valores de no violencia y de tolerancia, la familia puede contribuir, en un alto grado, a matizar las influencias de los medios de comunicación. Está ampliamente demostrado que el efecto de los medios de comunicación no es el mismo en el caso de un niño o niña que esté acostumbrado desde muy pequeño/a a que sus padres les "conecten" durante largas horas ante el televisor con la finalidad de que los dejen tranquilos, que en el caso de niños o niñas que acostumbran a ver la televisión en compañía de sus padres y madres y que además éstos controlan el tipo de programas que el niño o la niña ven y el tiempo que están delante del televisor. Es indudable que en nuestros días no se puede negar a un niño o a una niña el acceso a estos medios de comunicación y, por tanto, lo más aconsejable es intentar que el niño o la niña no considera como normal lo que, con frecuencia, observa en el televisor. Así, por ejemplo, comentar y explicar al niño o a la niña con un lenguaje adecuado que la violencia no es la mejor respuesta, ni la más adecuada, aunque esté omnipresente en las series televisivas y en sus héroes favoritos, y, sobre todo, que el modelo de pensamiento familiar no incluya la clasificación de la violencia en las relaciones familiares ni su aprobación, pueden ser las mejores medidas para contrarrestar sus efectos negativos. Probablemente, una vez más, lo más importante sea no abandonar nunca el diálogo y la comunicación con los hijos e hijas y, en el caso de los más pequeños y pequeñas, disfrutar del placer de jugar con ellos y con ellas, de escucharles y de intentar entenderles". Me parece, en este sentido último, tan interesante el artículo que en Internet aparece en el blog Biblioteca Familiar que lo trasvaso textualmente en su totalidad: "¿Pueden los padres elegir la educación de sus hijos? Que los padres tienen derecho natural a la educación de sus hijos es evidente. Basta imaginarse a una madre enseñando a su hijo a formular sus primeras palabras. Los niños nacen en un estado de indigencia que reclama los cuidados de sus padres. A diferencia de lo que ocurre con la mayoría de los animales, los seres humanos dependen naturalmente de sus padres durante mucho tiempo. Un reflejo de esta realidad se observa en las legislaciones de todos los países, en donde se restringe la responsabilidad de los menores de edad y se transfiere la posibilidad civil por daños (derivada de acciones delictuosas) a los padres. La aptitud de los padres para esta tarea resulta también obvia. Basta ver el amor que todo padre le tiene a sus hijos, la íntima relación que se establece entre ellos, la inclinación natural de los hijos a buscar ayuda en sus padres, la efectiva preocupación de los padres por sacar adelante a la familia y por proporcionar a los hijos una vida mejor y una educación más esmerada. Esas realidades tan patentes sólo pueden ser negadas violentando la misma razón natural. La sabiduría popular recalca este pensamiento cuando llama “padres desnaturalizados” a aquellos que no cuidan de sus hijos (lo que constituye uno de sus deberes primarios) radica la prioridad de sus derechos en esta materia sobre los del Estado. Los padres son el principio de la generación y de la educación que la complementa, y cuando se desentienden de este urgente deber (o se les impide su ejercicio) se producen graves perjuicios y carencias, tanto en los niños, que son víctimas de diferentes grados de abandono paterno, como en la sociedad. Es importante que los padres se den cuenta de que son los primeros responsables de la educación de sus hijos y de que no pueden limitarse a delegar esta tarea a una escuela. Deben educarlos ellos mismos, saber qué se les enseña y, si se diera el caso, saber vencer su posible indiferencia y participar positivamente en la escuela. Hace cincuenta años, un padre de familia sabía lo que quería de sus hijos y en muchos casos lo conseguía. Sin embargo, hoy no existe una afinidad tan estrecha entre lo que quieren los padres y lo que hacen los hijos. Y eso se debe a que las influencias externas son muy poderosas. Nuestros hijos no sólo están influidos por nosotros, sino también por sus maestros, sus amigos, la televisión, la prensa, las revistas, el ambiente de la calle, la publicidad, las noticias nacionales e internacionales, los padres de sus amigos, etcétera. No se trata, desde luego, de proteger a los hijos evitándoles todo contacto con las influencias que pueden llegar a perjudicarlos, pero tampoco se trata de abandonarlos a ellas. Algunos padres confían en su buen ejemplo para que sus hijos se formen como ellos lo esperan. Otros, abusando de su autoridad, pretenden dominar a sus hijos y resolver el problema estableciendo un sinfín de reglas que el hijo experimenta como un encarcelamiento. En ambos casos, el joven tiende más a dejarse influir por lo externo, buscando con ello una sintonía con su estado psíquico. Si no encuentran esta sensación de seguridad en su hogar, los hijos la buscarán fuera de él. Si los padres no educan a sus hijos para que éstos encuentren en sí mismos su seguridad, entonces todas las intenciones y acciones de los primeros no harán más que provocar el efecto contrario a sus deseos. Parece, pues, que es necesario reflexionar sobre la intencionalidad de los padres. Nuestros hijos establecen todos los días múltiples relaciones, tanto humanas como con determinadas tareas. Pero, ¿hasta qué punto son educativas esas relaciones? La educación siempre supone un “más” y un “mejor”. Si pensamos en las relaciones que los hijos pueden tener con sus padres o con otras personas, veremos que las posibilidades de ser influidos por unos o por otros dependerán principalmente de tres elementos: la situación del hijo, la situación de la otra persona y las condiciones materiales propias de la situación común. ¿Qué puede significar “más” y “mejor”, en relación con las personas? El comportamiento humano refleja un modo de pensar, de sentir y de ser, y siempre está dirigido hacia algún fin, aunque el interesado no se percate de ello. Los padres, al actuar en una determinada situación, concretan sus deseos conscientes e inconscientes en alguna actividad que les permita comunicarse con sus hijos. Pero la finalidad de esta comunicación dependerá, a su vez del concepto que tengan de la vida y del hombre, y de lo que debe ser el proceso educativo. Actuar educativamente supone pues, la comunicación. Uno de los problemas que enfrentan los padres es el saber aprovechar las situaciones de convivencia con sus hijos que les permitan a éstos alcanzar ese “más” del que hablábamos. En relación con sus hijos, los padres pueden actuar en función de algún criterio o al azar, si eligen este último, su comportamiento será imprevisible: estarán influidos por el ánimo del momento, por el capricho o por el sentimiento. En consecuencia, difícilmente producirán una mejora en sus hijos. En cambio, los padres que actúan de acuerdo con algún criterio, que deciden lo que quieren hacer y lo hacen, actuarán con un estilo personal y, seguramente, si su criterio es el adecuado, lograrán la mejora que se han propuesto. Los padres que quieren educar a sus hijos, además de saber lo que significa “educación”, necesitan establecer prioridades. El peor error que puede cometer un padre es no saber si fracasó o no en la educación de sus hijos, porque no sabía lo que se proponía o no tenía intenciones definidas. Algunos jóvenes piensan que la persona que sabe lo que quiere puede ejercer coacción sobre ellos. Por eso conviene aclararles que los términos del binomio ser-hacer son inseparables. Educamos a partir de lo que somos y de lo que hacemos. Los educadores deben ser “de una pieza”: deben saber a dónde van y actuar en consecuencia. Y para ello es necesario que reflexionen previamente sobre la educación. De un modo u otro, los padres siempre van a influir. Por ser la suya la mayor influencia, debe ser la mejor. La palabra educación procede del verbo latino educare, que significa criar, alimentar, y de educere, que equivale a sacar de dentro, extraer. Educar es guiar, pero también consiste en actualizar lo que se halla potencialmente en el niño. La auténtica educación es la síntesis de lo que significan los dos verbos latinos educare y educere, referidos al educando como un sujeto que posee diversas posibilidades de recibir ayuda. Una parte considerable de la conducta de los hijos puede atribuirse a los criterios que sus padres aplicaron en su educación. ¿Qué pueden hacer los padres para prevenir a sus hijos contra las influencias negativas? En primer lugar, deben reconocer que la influencia del ambiente afecta a sus hijos tanto como a ellos mismos. En segundo lugar, hay que detectar a qué responden las influencias antieducativas. Con este fin, a continuación expondremos someramente las características de las tendencias actuales predominantes. Probablemente, la influencia más nociva es la que falsea los criterios que deben regir la vida. Hoy domina la tendencia a sobrevalorar el dinero, la novedad, el poder, las posesiones o el intelecto. Esto se refleja en los criterios que se aplican en el momento de decidir; “Elijo esta carrera porque me da más dinero”: “Hay que tener poder a toda costa”; “Salgo con tal persona para lucirla”; “Lo nuevo es lo bueno, lo antiguo es lo malo”; etcétera. En lugar de reconocer que la verdad no es algo relativo a cada individuo, sino que es algo objetivo que es preciso reconocer como tal, se habla de “mi verdad” o de “tu verdad”, lo cual es una falacia, pues la verdad no depende del parecer de las personas. Es la realidad misma la que debe conocer para no vivir en el error. Antonio Machado invitaba a buscar la verdad: “La verdad, no tu verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela.” Un padre de familia responsable rechazaría cualquier deformación que pudiera dañar a sus hijos. Sin embargo, no es fácil percatarse de esas deformaciones en una ambiente en el que prevalece la confusión. La manipulación actúa sobre el inconsciente o sobre el subconsciente. Todo cuanto vemos y oímos queda registrado en la memoria, aunque no nos percatemos de ello. ¿Hasta qué punto influye en nosotros lo que vemos y oímos? Al respecto, cualquier respuesta podría resultar imprecisa, ya que intervienen muchos elementos en ese proceso de registro. Por lo que refiere a los jóvenes, se trata de ver si han aceptado o rechazado los criterios que les han enseñado en su hogar y de averiguar si son capaces de enfrentar la realidad y de aplicar esos criterios. Para educar a los hijos, ¿basta el ejemplo de los padres? No, evidentemente. El ejemplo es imprescindible, pero además es necesario que los padres tengan la intención de lograr una mejora en los jóvenes y de contrarrestar la influencia de las malas compañías o de las ideas erradas. El ejemplo tiene mucho peso porque los hijos tienden a imitar lo que sus padres hacen, pero hay que reforzarlo con ciertas exigencias. El ejemplo tiene valor porque actúa como estímulo para los hijos, en dos sentidos. En primer lugar, como estímulo para imitar a una persona a quien el niño admirar y quiere y, en segundo lugar, como un estímulo a la reflexión. El ejemplo hará pensar a los hijos sobre el porqué de la acción, especialmente mediante la comparación del modo de actuar de sus padres con el de los padres de sus amigos. Pero quizá el valor más notable del ejemplo radique en su calidad de estímulo para superarse. Así visto, el estímulo supone que los padres tienen deficiencias, y ello a pesar de que a veces piensan que es mejor que sus hijos no conozcan sus fallas. Pero esto debe matizarse: si un padre tiene una conducta reprobable o un vicio, entonces su ejemplo será francamente negativo. Pero si tiene una deficiencia no muy grave y los hijos ven que se esfuerza por superarla, entonces pueden imitarlo en este aspecto, de modo que su ejemplo les sirve para desarrollar su fuerza de voluntad. Con todo, el ejemplo no basta por dos motivos. En primer lugar, no se trata de que los hijos imiten ciegamente a sus padres, sino que sepan hacer suyos los valores, lo cual supone luchar observando ciertos criterios. En segundo lugar, el ejemplo debe acompañarse por orientaciones razonadas y explicaciones, pues de lo contrario el hijo puede pensar que el comportamiento y las ideas de sus padres nada tienen que ver con él y con su realidad. Puede suceder que se dé cierta flexibilidad en los hijos, cualquiera que sea su edad, en el sentido de que tiendan a evaluar a los demás por lo que hacen y lo relacionen con lo que ellos han aprendido en su hogar. Así, adoptan su propia conducta como criterio para juzgar a los demás. La buena voluntad no basta. También hace falta la prudencia para orientar. El propósito es educar con los valores que participan de la verdad. La ley natural debe traducirse en criterios de actuación que nos permitan obrar de acuerdo con nuestra naturaleza, no contra ella. El problema radica en conocer cuál es la finalidad de nuestros actos, pero a este conocimiento se oponen la ignorancia y los prejuicios. Los criterios son estables y se juzga con rectitud cuando se sabe que la finalidad de la acción es correcta. Esto, a su vez, infunde paz en el corazón. Un recién casado puede trabajar mucho para sacar adelante su hogar, pero una vez que ha alcanzado cierta estabilidad puede pensar en dedicar más tiempo a la familia si sus circunstancias así se lo permiten. La revisión de la relación entre la conducta y los criterios de actuación es fundamental. Pero los criterios han de ser rectos y verdaderos, pues de lo contrario, ese examen será inútil. Las personas prudentes tienen muy desarrollada su capacidad de observación; saben escuchar y reflexionar. De esta manera, cuando tienen que enjuiciar, están en condiciones de hacerlo mejor que las personas ligeras. Las vías de mejora presuponen el ejercicio de la prudencia. Los padres pueden mejorar la vida familiar persiguiendo objetivos de mayor calidad y en abundancia. Es lógico que el padre o la madre se preocupen demasiado por los objetivos que se relacionan con la convivencia familiar, con los estudios y con la sociabilidad. Pero hay que procurar concretar estos objetivos para que exista una relación más estrecha entre la actividad circunstancial y lo que se pretende conseguir en las esferas mencionadas. Se puede mejorar persiguiendo los mismos objetivos con mayor eficacia. La eficacia es importante porque consta de tres elementos: rendimiento, satisfacción y desarrollo personal. El mejor rendimiento consiste en obtener los mejores resultados con menor esfuerzo y en menos tiempo. En otras palabras, se está hablando de un trabajo bien hecho. Si no se obtienen buenos resultados, puede disminuir la perseverancia del padre o de la madre. Precisamente por eso, la persona que se esfuerza requiere experimentar cierta satisfacción. Quien educa debe estar convencido de que lo que hace vale la pena. Trabajar bien, por ejemplo conlleva una satisfacción personal. Ésta, a su vez, permite el desarrollo personal que conduce a futuras mejoras (tercer aspecto de la eficacia). Para tener siempre presente estas posibles vías de mejora, conviene plantear el tema de las virtudes en la familia. Cada una de ellas puede proponerse como un objetivo a alcanzar. En cuanto que son manifestaciones del amor, las virtudes son intrínsecamente de mucho valor. Es necesario que el padre y/o la madre se den tiempo para estar con sus hijos y conversar con ellos. Los hijos son el centro de su vida: son más importantes que los negocios, el trabajo y el descanso. Dichas conversaciones conviene escucharlas con atención, esforzarse por comprenderlos y saber reconocer la parte de razón que pueda haber en algunas de sus rebeldías. Al mismo tiempo, hay que ayudarles a encauzar rectamente sus afanes e ilusiones, enseñarles a considerar las cosas y a razonar: Recuérdese que no se trata de imponerles una conducta, sino de mostrarles los motivos que la hacen recomendable. En una palabra, se trata de respetar su libertad, ya que no hay verdadera educación sin responsabilidad personal, y tampoco hay responsabilidad sin libertad. Los padres educan fundamentalmente con el ejemplo de su conducta. Lo que los hijos y las hijas buscan en su padre o en su madre no son sólo conocimientos más amplios que los suyos o consejos más o menos acertados, sino algo de mayor envergadura, a saber: un testimonio del valor y del sentido de la vida encarnados en una existencia concreta y confirmados en toda circunstancia. El tiempo mejor invertido es el que se emplea en convivir con los hijos. ¿Cuáles son las causas que nos motivan a hacer algo? Sin duda las necesidades, pues por ellas nos movemos para satisfacerlas. Los elementos que actúan positivamente para incrementar la motivación personal, son: a) El amor.b) El afán de saber.c) La confianza.d) La seguridad.e) La alegría.f) La lealtad. Son elementos negativos: a) El temor.b) El odio.c) La inseguridad.d) La mediocridad.e) La venganza.f) La pasividad. Incluye también en la motivación el estado de ánimo personal y el ambiente que nos rodea. La tendencia natural de la voluntad es la de hacer el bien, pero no siempre sabemos distinguir el bien del mal. A veces un bien aparente se nos presenta como un bien real: se trata de algo malo con respecto de bueno. Educamos a nuestros hijos cuando les ayudamos a adquirir virtudes, es decir, hábitos buenos que contribuyen a hacerlos personas más libres y responsables. Los educamos cuando los ayudamos a actuar bien y, por lo mismo, cuando logramos que se esfuercen por mejorar su comportamiento y adquirir más virtudes. Para que una persona mejore, se deben generar en ella los siguientes sentimientos positivos: a) Superación.b) Sinceridad.c) Reconocer lo que ha hecho mal y lo que ha hecho bien.d) Arrepentirse de sus errores.e) Deseo de no repetirlo.f) Confianza en sí mismo.g) Rectificación o enmienda.h) Desear empezar de nuevo. En resumen, se trata de mover la voluntad, de desear evitar que se repita la acción incorrecta, y de dar confianza para que la persona se percate de que sólo ella puede alcanzar su propia enmienda. Para que haya mejora es necesario que la persona quiera mejorar. Si no lo desea, no mejorará. El castigo puede obligar a cambiar de conducta mediante el miedo, pero no siempre logrará que se busque lo mejor. Los padres debemos ayudar a nuestros hijos a encontrar el bien verdadero. Los elogios forman parte de la educación. Reconocer y alabar algo bien hecho es, en sí mismo, un premio. El elogio refuerza el éxito. Una parte del éxito la constituye la satisfacción de haber logrado algo. A las personas les gusta que los demás reconozcan sus logros. Algunas acciones no necesitan premiarse: son gratificantes por sí mismas. He aquí algunos ejemplos: a) Superar un examen difícil.b) Un trabajo bien hecho.c) Aprender algo nuevo.d) Realizar un acto bueno.e) Sacar un premio, con esfuerzo. Sin embargo, a veces es necesario reforzar el acto positivo para consolidar la satisfacción que provoca y para recalcar su valor. Entre las ventajas del elogio destaca lo que constituye su principal misión, a saber: que enseña a descubrir la parte positiva de los demás, no sólo de sus errores. Hacer las cosas bien aumenta la confianza en uno mismo. Los éxitos en las cosas pequeñas animan a intentar las grandes y a mejorar la opinión que se tiene de sí mismo. Esto aumenta la posibilidad de obtener comportamientos adecuados tanto en los niños como en los adultos. Los proyectos y los objetivos señalan la pauta de la conducta a seguir: los resultados positivos ayudarán a perseverar. Los elogios son refuerzos que animan a hacer las cosas bien, aun cuando impliquen esfuerzo. El elogio motiva y ayuda a consolidar los actos positivos. El elogio debe ser verdadero y sincero. Algunas de las metas que se proponen mediante el uso del elogio son: a) Educar con elogios.b) Sorprender todos los días a los hijos, haciendo algo bien.c) Enseñar a los hijos a elogiar a sus hermanos y a sus padres. Así se acostumbran al reconocimiento y a lo bueno que es descubrir las cualidades positivas de los demás. Ejercicios a) Recordar las tres últimas veces que he elogiado a mis hijos.b) Si tengo más de un hijo, recordar tres elogios que amerite cada uno de ellos.c) Hacer los mismo respecto a mi cónyuge.d) Mantenerme atento para encontrar la primera oportunidad para elogiar a alguien.e) Escribe, en no más de cinco líneas, lo que más te ha llamado la atención de esta lección. Es interesante conocer las 10 recomendaciones seleccionadas por algunos grupos de trabajo sobre la familia para ayudar a mejorar a los hijos. Las 10 recomendaciones seleccionadas son las siguientes: 1. Lo principal es que tu hijo quiera cambiar o mejorar; después él mismo pondrá los medios. Pero si no logra hacerlo, entonces ayúdale a encontrar vías concretas para superarse. 2. Para que mis hijos me escuchen debo escucharlos yo primero. 3. Cuando los hijos toman parte en la toma de decisiones, es más probable que cumplan con ellas. 4. A un padre debe importarle menos lo que sucede cuando está presente que lo que sucede cuando está ausente. 5. Prestar atención es un refuerzo positivo. No prestes atención solamente a los comentarios inadecuados. 6. Humillar a un hijo tiende a hacerle reaccionar en contra. Si además, se le reprende en público, reaccionará mal. 7. La mejor ayuda para triunfar en la vida es acostumbrarse al triunfo, darle oportunidades. Pero también hay que enseñar a los hijos a perder, así como ayudarlos a intentar triunfar una y otra vez. 8. Acostúmbrate a mirar a tus hijos a los ojos, con cariño. 9. Aprende a motivar a tus hijos; hazles ver que pueden. Diles que sólo hace falta que quieran. Así ganarán confianza en sí mismos. 10. Una buena educación empieza con una buena comunicación familiar. Para ayudarles mejor, debes conocer mejor a tus hijos". Pues bien, para mí y ya hablando en primera persona, las influencias externas que impregnan en la personalidad de nuestros hijos e hijas sus sellos conductivos pueden ser de dos signos totalmente opuestos: el encuentro con la felicidad de la buena vida entendida ésta como una forma de desarrollar virtudes y práctica de valores éticos y morales; y la desgracia de caer en brazos de influencias perniciosas que les guíe a la mala vida entendida ésta como la forma de desarrollar vicios y ausencias de valores éticos y morales. Por poner un ejemplo sé el de un joven (no digo nombre ni apellidos para dejarlo en el anonimato) que por haber sido exigido demasiado en sus rendimientos académicos (que no llegó a ultimar) y por haber sido elogiado en demasía (a pesar de que era por naturaleza violento y agresivo) estuvo cayendo en el alcoholismo y el pandillerismo hasta que el padre, por aviso de la madre, se preocupó lo suficiente de cortar de raíz ese asunto poniéndole a trabajar (porque abandonaba siempre la asistencia a clases para irse al cine, a los billares o a buscar ligar con chicas callejeras). De esta manera consiguió lo que con solo palabras ya no servía. Ahora bien ese es un caso casi extremo (como por desgracia sucedió) que puede conllevar el desarrollo del odio hacia la familia (como por desgracia también sucedió). Por eso es importante saber medir lo que exigimos a nuestros hijos e hijas, valorando sus aptitudes en su verdadero valor y no sobrevalorando demasiado, y saber elogiar lo que es elogiable y reprender lo que es reprendible en los primeros años de la infancia. Hay una frase sabia que dice: "Aquellos polvos trajeron estos lodos". En definitiva, tal como educamos a los hijos desde que nacen es básico y fundamental para que nuestros hijos e hijas sean de una manera o sean de otra en la adolescencia y, sobre todo, en la juventud. 19.4.- Elección de amistades. Estrechamente ligado al asunto anterior, tratemos ahora de charlar sobre el tema de la elección de amistades cuando nuestros hijos ya tienen edad suficiente (primera juventud) para saber qué es lo que eligen como compañías de ocio o noviazgos y qué buscan con dichas compañías. La pregunta básica es, después de saber cómo se desarrolla la acción de elegir amistades por parte de nuestros hijos e hijas, si los padres y las madres deben intervenir en este proceso. Aclaro que, particularmente, opino que no deben intervenir cuando observan que sus hijos o hijas no corren peligro de ningún tipo físico, psiquico o espiritual; pero sí que deben intervenir cuando las amistades de sus hijos e hijas son peligrosas. ¿Conocen ustedes la película titulada "Amistades peligrosas"?. Pues algo parecido es la cuestión de la elección de amistades en la época juvenil. O aciertas en elegir las buenas y triunfas o te hundes y sucumbes por elegir las malas. He aquí la voz autorizada de Doña Trinidad Aparicio Pérez, psicóloga clínica y psicóloga escolar, de la Universidad de Granada, que aparece en el blog de Puleva: "Una de las grandes preocupaciones de los padres son los amigos de sus hijos y muy especialmente en la adolescencia, ya que es en esta etapa cuando los amigos adquieren mayor importancia y cuando más pueden influir en ellos. 1. ¿Qué encuentran en la pandilla de amigos? 2. Elegir bien a los amigos 3. ¿Por qué mi hijo no tiene amigos? ¿Qué encuentran en la pandilla de amigos? La pandilla. En ella encuentra el adolescente un reflejo de sus inquietudes. Para un adolescente, sus amigos son los que mejor le comprenden, con quien más se divierten y con quien comparten inquietudes y objetivos. Adquieren tal importancia que en ocasiones parecen preferirlos a su familia. La mayoría de los adolescentes tienen un grupo de amigos al que pertenecen y con el que se identifican, suelen ser grupos homogéneos con los mismos gustos, formas de vestir y de la misma edad. Se sienten muy unidos al grupo y el hecho de pertenecer a él, aumenta su confianza y autoestima ya que se siente aceptado y querido. Cuando los hijos llegan a la adolescencia tienen necesidad de distanciarse del entorno familiar para desarrollarse como persona e integrarse en la sociedad como individuo. Los amigos suponen un gran apoyo y son los que mejor le comprenden y ayudan ya que tienen los mismos sentimientos, problemas y ansiedades y el mismo deseo de alcanzar la autonomía personal. Dentro del grupo o pandilla siempre encuentra a una o dos personas con quien mantiene una relación más estrecha de amistad, y es con este amigo con quien más confianza tiene y con el que cuenta para todo. Esto ocurre sobre todo cuando se trata de chicas, que necesitan contarse todo lo que les ocurre. La amistad implica valorar al otro y aceptarlo tal y como es. Elegir bien a los amigos. La elección de los amigos es una cuestión personal, los padres deben mantenerse al margen de esta elección, pero deben mostrar interés por las amistades y observar si éstas le pueden perjudicar, ya que es en la adolescencia cuando los amigos más pueden influir, tanto positiva como negativamente en nuestros hijos. Es frecuente que los padres culpen a los amigos de comportamientos y actitudes que sus hijos no habían tenido anteriormente, sin tener en cuenta que el adolescente está creando su identidad y en ocasiones tiende a rebelarse ante lo que los padres le han enseñado. No obstante, puede ser cierto que nuestro hijo esté siendo influido negativamente por algunos amigos, lo que hay es que saber discernir si se trata de cosas pasajeras y sin importancia como puede ser formas estrafalarias de vestir, utilización de tacos en el lenguaje, etcétera, o si realmente están influyendo en aspectos importantes de su personalidad. En tal caso los padres deben actuar intentando persuadirles pero no prohibiendo, ya que prohibirle ir con un grupo concreto puede consolidar aún más la relación. Se trata de actuar de forma natural y sincera, haciéndole saber las dudas y temores que tenéis sobre esos amigos y enseñarles a no dejarse influir y a saber decir no. Esto será más fácil de conseguir si previamente ha existido una relación de confianza entre padres e hijos. ¿Por qué mi hijo no tiene amigos? El significado de la amistad y el tener amigos se establece desde la infancia. A través de los padres, de sus amigos y de la relación que tengan con ellos los niños aprenden sobre la amistad y esto va a influir en su desarrollo posterior. Al adolescente que se le ha fomentado la amistad desde la infancia, tendrá una disponibilidad y una facilidad mayor para tener amigos. No obstante la falta de amigos generalmente no se debe a un bajo concepto sobre la amistad, sino a una excesiva timidez o a una baja autoestima, que les hace sentir inferiores a los demás y pensar que no tienen nada que aportar. Otras veces no tienen amigos o no son aceptados por su actitud o por su carácter y ellos mismos no entienden por qué todos les rechazan. Son adolescentes con una personalidad orgullosa, altanera y prepotente, incapaces de aceptar alguna crítica o reconocer algún defecto. Si observamos que nuestros hijos tienen dificultad para hacer amigos, hemos de ayudarle en la medida de lo posible a tener una personalidad más abierta, más comunicativa, a ser más amable, a preocuparse por los problemas de los demás y a transmitir alegría y confianza". He aquí un curioso chat que, moderado por Fernando López Acosta, he visto en Internet: ¿Crees que los padres deben intentar hacer oir y tal vez imponer su opinión a la hora de la elección de pareja de sus hijos? ¿Dejarías que tus padres te impusieran una relación?. Permalink responde a Stein: Esta pregunta es muy muy filosófica. Realmente es complicada de contestar puesto que se dan varias situaciones en las que es complicado responder con una respuesta clara. Es posible que nosotros, desde nuestro punto de vista opinemos una cosa, sin embargo, si fuéramos ya padres y madres, a lo mejor cambiaba nuestro punto de vista. Hay que tener en cuenta los 2 puntos de vista para poder dar una opinión y una respuesta razonada. Yo, desde el punto en el que me encuentro, diría que ningún padre debería de decidir o imponer ni a sus hijos o hijas ni a nadie, cual debe de ser su pareja o como debería de ser. Yo nunca diré que un padre o una madre no aconseje a su hijo o hija a la hora de tratar con su pareja, o que le de consejos de cómo tiene que actuar en determinada ocasión. Tampoco me voy a negar a que un padre o una madre, o cualquier persona que quiera a otra no le aconseje de cómo le puede ir si no cambia de pareja, de actitud, de comportamiento… pero de ahí a que le impongan con quien deber de casarse o salir de novio me parece un poco excesivo. Hay lugares del mundo y familias en las que obligan a sus hijas o hijos a casarse con otra persona por obligación ya sea por cuestiones de dinero, conveniencia, etcétera. Es el caso de la nación de Marruecos donde el matrimonio de menores de edad, lejos de ser una excepción, pervive como una realidad a la que se ven abocadas muchas jóvenes debido a una conjunción de tradición cultural y falta de medios económicos. También existen matrimonios de conveniencia ya sea por dinero, por obtener una nacionalidad, etcétera. El problema de los llamados matrimonios de conveniencia es un fenómeno muy común en los países sometidos a fuerte inmigración y que comienza a tener bastante importancia en nuestro país que ha pasado de ser “un país de emigración al extranjero”, a ser “un país receptor de ciudadanos que llegan de otros países para vivir aquí”. Estos matrimonios se dan en unos países o en otros según el interés con el que vaya el matrimonio. Por ejemplo. En Marruecos o China, se hacen este tipo de matrimonios y casi siempre es por el interés del dinero, de casarse con gente rica, con gente que tenga mas dinero, o simplemente con gente que tenga, debido a que en los países pobres suele haber zonas muy ricas y no muy lejos se encuentran zonas tristemente empobrecidas. Estas diferencias tan drásticas, también acrecentarán este tipo de matrimonios. Los matrimonios de interés por obtener papeles se suelen realizar más frecuentemente en los países desarrollados debido a que hay mucha inmigración y ciertas parejas se casan por el simple hecho de darle los papeles o la nacionalidad a la otra persona, y también los hay donde se juntan los 2 casos de dinero y nacionalidad. Antiguamente los gitanos obligaban a sus hijas o hijos a casase con los de familias de la misma raza, simplemente por el hecho de ser gitanos. También sucedía esto antiguamente en familias ricas las llamadas “sangre azul”, que se tenían que casar con otro de sangre azul. Todos estos casos son en los que no veo bien desde mi punto de vista que los padres impongan a sus hijos las parejas que deben tener, simplemente por el mero hecho de que la otra pareja es “superior”. En mi opinión es la propia persona la que debe de elegir a su pareja simplemente porque el amor es una cosa que no se puede controlar y nada ni nadie nos debe obligar a enamorarnos o querer a alguien puesto que nosotros somos libres de elegir a la persona que queremos, la persona que nos quiera la persona que nos aporte y la persona con la que queremos compartir el resto de nuestra vida. Permalink responde a Einstein: Yo ante esta pregunta que es muy frecuente y sobre todo cuando llega la edad de la adolescencia aún más, a veces nos creemos personas adultas y no queremos escuchar a nada de lo que nos digan a nuestro alrededor. Yo pienso que a los padres hay que intentar escucharlos en que nos aconsejen respecto a una relaciòn que vamos a intentar iniciar pues ellos nos pueden aconsejar bien y pueden ver las dificultades màs pronto que nosotros. Luego las decisiones las tomaremos nosotros, pero la verdad yo he conocido amigas mias que han hecho lo que han querido, no han contado con la opiniòn de otras personas y han caido en el engaño y ahora cuándo se encuentran mal buscan la ayuda de sus padres. Pues la elección tenemos que hacerla nosotros y las decisiones que tomemos acertadas o equivocadas somos nosotros, pero pienso que para tomar antes todas estas decisiones hay que estar antes informados y pensar un poco lo que se va hacer. Pero no estoy de acuerdo que los padres son los que nos impongan sus decisiones o sus opiniones a la hora de un hijo decidir cual va a ser su pareja porque la que tiene que vivir con ella es su hijo, la que tiene que compartir y convivir es su hijo y por esto el hijo o en este caso yo el que decide mi relación. Por lo que conocemos de las noticias pues a veces hemos visto como en paises como Marruecos que es el màs cercano a nosotros los padres casan a sus hijas menores de edad por contrato, estas si son parejas impuestas y de conveniencia. El hombre paga a el padre el dinero que sea por ella en esto no hay amor, parece un contrato de compraventa como cuando se compra una vivienda o una finca y nunca se deberìa tomar por los padres esta decisión, pues si no hay amor no puede funcionar la relaciòn. Tambièn se da el caso de otros padres que han casado obligatoriamente su hija con un hombre mayor que ella que no lo querìa y el padre ha pensado en que tenía mucho dinero y la hija ha accedido a ello este caso yo conozco uno esta muchacha vivia en mi pueblo y la muchacha se casò , y a los cinco o seis meses se ve que se encontraba equivocada y no tuvo la valentia de romper esa relaciòn y divorciarse con esa persona que no querìa y llegò a suicidarse. Pues que regomello le quedarìan a sus padres para toda la vida el haber impuesto el casamiento de sus hijos. Yo de esto conozco algunos casos y no estoy de acuerdo ni tampoco funciona la relaciòn. En la pareja no hay lo que tiene que haber y es simplemente el amor cuándo este no existe no hay nada la pareja está vacía. Si hay amor todo poco a poco se va superando pero si no hay amor todo es monotonia, peleas , indiferencias, y esto no es màs que un infierno. Tambien tenemos un ejemplo de parejas de conveniencia pues los reyes que solo se casaban con gente de igual clase que ellos. Se casaban con quien le imponían y se aguantaban pero hoy vemos que no hay esta imposición pues un ejemplo de ello lo tenemos en los hijos de los reyes de España. Pienso que somos nosotros los que tenemos que tomar dichas decisiones para que nunca si nos va mal tener que culpar a nadie. Así que los errores que cometamos despues tenemos que asumirlos y hacerlos nuestros y si en un momento dado la relación no funciona pues igual que la iniciemos tendremos que tomar la decisión de separarnos para dejar de sufrir tanto nosotros como los hijos y todos los que hay a nuestro alrededor pienso que no vamos a estar viviendo en la indiferencia, en el sin sentido en el dolor y en la guerra diaria. Bueno para poder hablar de todo esto hay que encontrarse en dicha circunstancia pues yo pienso que mis padres en concreto no me van a imponer con la persona que tengo que compartir mi vida porque ellos me han dicho que ellos tomaron su decisiòn pero que hay que escuchar consejos porque nuestro mundo ahora es de color de rosa y no vemos los fallos. Yo pienso que en la época que vivimos la gente no tendría que imponer nada a sus hijos yo creo que tenemos todos la formación suficiente para poder dejar a los demás de que actúen. Ahora con la gran cantidad de inmigrantes es muy curioso que los inmigrantes opten por gente de aquí para casarse, y si todo parece color de rosa hasta que se casan y cogen los papeles que son lo que ellos necesitan para quedarse en el país, una vez que se casan sobre todo la gran mayoria todo cambian y muy pronto llegan las separaciones y en esta el que se siente engañado es la persona de aquí que ha ido sano para casarse con esta persona y la persona le ha engañado. Así que hay que tener cuidado a la hora de tomar esta decisiòn y no ir a lo loco para no sentirnos después destrozados con nuestra decisiòn. Permalink responde a Owen: Pues es una pregunta difícil porque se puede mirar desde dos puntos de vista diferentes aunque ahora mismo yo solo pueda desde uno, el de adolescente. Desde mi punto de vista lo padres no deberían de imponer su opinión puesto que ellos no van a estar con la pareja de sus hijos y además viendo que eso es una elección personas de cada uno y por lo tanto no debe de influir nadie.Porque, ¿de qué sirve imponer su opinión si lo único que van a conseguir es que sus hijos no sean felices por no estar con la persona a quien realmente quieren o con quien a ellos les gustaría estar? Simplemente sus hijos no van a ser felices porque hacer que los hijos estén con quien los padres quieren es hacer que durante un tiempo o durante toda la vida convivan o estén con una persona que ellos no han elegido por decisión propia. Yo pienso que los padres tienen todo el derecho de dar su opinión pero no de imponerla en este aspecto pues no son ellos los que van a estar con esa persona. La verdad es que si me pusiera desde el otro punto de vista que es el de los padres quizás mi opinión cambiaria pero es que aun así sigo pensando que no la pueden imponer que eso es una cuestión personal de cada uno. Quizás algunos padres piensen que imponer su opinión es lo mejor para sus hijos pero lo único que creo que van a conseguir es hacer que no sean felices porque es lo que he dicho antes tiene que ser muy difícil convivir con una persona que tus padres hayan decidido o que te hayan impuesto. Yo conociendo a mis padres sé que ellos no me impondrían su opinión porque yo sé que ellos quieren que yo sea feliz y si junto a la persona que yo elija lo soy ellos también lo serán por el simple hecho de verme. Quizás les guste más o menos la pareja que yo tenga pero sé que ellos lo tratarán lo mismo que si les gustara mucho para mi porque será mi decisión. Si por ejemplo yo tuviera unos padres que me quisieran imponer una pareja, yo no lo aceptaría y se lo diría porque quien va a pasar un tiempo o quien sabe si toda la vida junto a esa persona voy a ser yo y no ellos y por tanto si me impusieran una pareja sé que no seria feliz y que antes si tuviera que estar con esa persona sé que antes o después yo cortaría esa relación. Quizás cuando yo tenga hijos lo vea de otra manera porque la verdad los padres quieren lo mejor para sus hijos, pues de eso no cabe la menor duda, pero imponiéndole una pareja a sus hijos no creo que sea lo mas conveniente pues no serán felices y quizás lo único que consigan sean enfrentamientos con sus hijos y tener una mala relación con ellos. Yo sé que en otros países y quien sabe si en el nuestro propio existen matrimonios de conveniencia incluso antes de que sus hijos hayan nacido, yo pienso que eso son costumbres en sus países, pero no creo que esas personas sean felices de estar con una persona que su padres le han impuesto pues quizás ni se conozcan hasta días antes de el matrimonio o algo por el estilo. Por eso, creo que lo mejor es dejar que cada uno esté con la persona a quien quiera le guste más o menos a los padres pues cada uno es libre de amar a quien quiera y estar con la persona a quien ama. Permalink responder a Séneca: Para empezar quiero decir que yo siempre he creído que los padres tienen todo el derecho sobre sus hijos . Supongo que a mí desde pequeña me han impuesto que tengo que obedecerlos porque ellos me están criando y me lo están intentando dar todo y más. Cuando tienes ocho o nueve años crees que ellos son como "mágicos" y que siempre tienen la razón en todo. Les haces caso a todo lo que dicen y sus decisiones son siempre para ti correctas , pero ... ¿qué ocurre cuando empiezas a crecer y cumples 16 , 17 , 20 años? No sigues pensando igual ¿verdad? Ya no son tan sabios. Crees que se equivocan en todo. No tienen idea de la fiesta, de las amistades y mucho menos del amor, o por lo menos eso piensas tú, pero ¿estás en lo cierto? Les llevas la contaria en todo y criticas su opinión en cada momento.Los adolescentes siempre pensamos que nuestros padres no tienen ni idea de nuestros problemas y no caemos en la cuenta de que ellos también pasaron por lo mismo, que han tenido nuestra edad y que han vivdo una vida de jóvenes, con los mismos problemas y las mismas dificultades y que a consecuencia ellos son expertos y nos darán siempre buenos consejos . Bueno, por ello quiero empezar a contestar la pregunta con un poco mas de profundidad. A ver voy a intentar ponerme en todas las situaciones posibles . Primero hablaré como hija. A mí no me gustaría que mis padres me impusieran a la pareja que tengo que escoger o me prohibieran vivir mi vida con una persona que yo escojo porque quiero o creo que quiero. Pienso que cada persona es libre de escoger y casarse y vivir y salir con quien le dé la gana. Si dos personas se quieren no importa nada. ¿Por qué mis padres tendrían que elegir con qué persona tengo que estar? ¿Es que son ellos acaso los que van a compartir su vida , los que van a convivir, los que van a dormir, a comer, a hacer el amor con él? . Pues no. Soy yo quien tendrá que soportar a esa persona, sus manías, sus defectos, sus peleas, así como los buenos momentos, sus besos ... ¿Cómo pretenden que yo quiera a una persona que han escogido ellos ? No. Es que no es algo lógico. Y por lo menos yo no creo conocer a alguien que haya vivido esa situación. Conozco a personas, incluso yo misma, que han vivido situaciones algo parecidas, pero no hasta el punto de que sus padres lleguen a imponer sus "deseos". Siempre se dice que los padres sólo buscan la felicidad y lo mejor para sus hijos. Pero yo creo que si eso es cierto deben respetar las decisiones que tomen y estar a su lado siempre, pase lo que pase. Pero bueno, como en todo, supongo que hay situaciones y cosas un tanto especiales y en las que se debe hacer una excepción. Por ejemplo, imaginemos que una chica está con un chico que la maltrata física y psicológicamente y los padres junto con toda la familia saben lo que está ocurriendo. Yo me pongo en esa situacion y sé que haria hasta lo imposible porque mi hija dejara a ese individuo, y yo como hija tambien dejaría que mi familia me ayudara si eso me ourriera. A lo mejor pensáis que me contradigo un poco con respecto a lo que he dicho antes, pero ya sabemos todos que depende de la situacion, si es delicada o no. Y en este caso, ese hombre no querria a tu hija y ella viviría engañada, así que creo que los padres deben intervenir por ella y hacer que abra los ojos. O por ejemplo, otra situación que pienso que sería conveniente que intervenieran los padres es, si por casualidad mi hija se casa con una persona de otra cultura y ésta quiere imponer sus leyes y sus costumbres sea como sea. Pienso que siempre se deben respetar en una pareja y debe haber cierta libertad de opinión, y si esto falla, la familia debe hacer algo. En fin supongo que es un tema dificil de tratar y habrá multitud de opiniones. Sinceramente yo no se que haría exactamente. Como ya he dicho, dependería de la situación. Permalink responder a Baggini: La verdad es que creo que los padres desde mi punto de vista no tienen por qué interferir en las relaciones de pareja de sus hijos, ya que a la hora de dar su opinión, o imponer algo se pueden equivocar y hacer mucho daño al hijo o hija y también a la pareja de estos. Ya que pueden juzgarlo de una manera realmente equivocada, y tratarlo como no se merezca. Así que yo creo que los padres no tienen por qué imponer nada en las relaciones de pareja de sus hijos o hijas, por que ellos también han sido jóvenes y claro está que tampoco les ha gustado nada que sus padres calificaran de ninguna manera a sus respectivas parejas. Pero existen ocasiones que tienen una gran parte de razón en intervenir en las relaciones de sus hijos o hijas, ya que pueden saber que la pareja que han escogido sus hijos se trata de alguna persona de mala influencia, calificado así no por su apariencia, sino por que se haya demostrado que se trata de un maltratador o que simplemente ha tenido más de un problema con la justicia, que ha terminado creándole un expediente por faltas a la justicia. En estos casos sí estuviera de acuerdo con los padres que estuviesen preocupados por la seguridad de sus hijos, ya que se exponen a un gran peligro. Porque en la sociedad de hoy en día por desgracia existen muchos tipos de personas que sólo buscan el maltrato a otras personas para sentirse bien. Pero también existe el punto de vista del hijo o hija que en la mayoría de ocasiones cree que la persona que tiene a su lado, es la persona más buena y maravillosa del mundo, y vive en un mundo donde no puede escuchar razones de que eso no es lo cierto y que está totalmente equivocada, y no quiere saber nada más que su pareja es una persona muy buena, cuando la realidad es todo lo contrario. También en estos casos los hijos pueden llegar a ponerse en contra de sus propios padres y a no tener ningún tipo de relación con ellos por el simple hecho de que a su pareja no le gusta sus padres, ya que saben que si dejan que se acerquen a su hija ésta puede entrar en razón y comprender que lo que tiene a su lado busca sólo hacerla sufrir y comprender que sus padres solo quieren su seguridad y que se preocupan bastante por ella. Pero si la hija a pesar de todo esto sigue sin entender las razones que le dan sus padres para protegerla ya no se puede hacer nada, y al fin y al cabo ella sería quien sufra las consecuencias sin que nadie la pueda ayudar. Aunque estos casos existen en gran número, también existen casos en los que los padres juzgan a la pareja de sus hijos de manera incorrecta ya que no tienen motivos para eso, por estos motivos estoy en parte en contra que los padres se interpongan en las relaciones de pareja de sus hijos, ya que si lo juzgan de manera equivocada no está bien ya que no tienen ningún tipo de fundamentos para juzgarlos así, y lo que le causan a los hijos o hijas con estas actuaciones es que la relación padre e hijo disminuya o en algunos casos sea nula. Por estos motivos muestro la respuesta a esta pregunta y creo que los padres deben medir bien sus actuaciones con la pareja de sus hijos, deben primero analizar si se trata de una buena persona, o por el contrario es una completa mala influencia para su hija y solo busca hacerla sufrir, analizado bien el tipo de persona del que se trata y juzgarlo de la manera que sea oportuna, pero nunca obligando a la hija a dejar a esa persona, ésta lo hará si lo ve realmente oportuno y necesario. Permalink responder a Beauvoir: Esta pregunta hay mucha gente que diría que sí, pero yo me opongo completamente a que mis padres me impongan lo que ellos piensan que es lo mejor para mí. No estoy nada de acuerdo con esto, ya que cada uno no escarmienta en cabeza ajena. Con esto me refiero a que yo aprenderé de mis errores cuando los tenga, si mis padres no me dejan cometer a mí misma y solo por mis propios errores, nunca podré aprender de ellos. Mis padres no me pueden obligar a hacer todo lo que a ellos les gusta. Al igual que no me pueden hacer sentir como ellos sienten, o no pueden hacer que me gusten las mismas cosas que a ellos les gusta… Es lo mismo. Si mis padres vienen y me obligan a hacer algo y no dejan que yo les proponga, o que yo les dé mis propias opiniones, yo creo que no les haría caso. Si ellos intentan imponer su voluntad sobre mí, creo que no les seguiría, y haría totalmente lo contrario, solo por el hecho de que me estuvieran obligando a hacer algo que a mí no me gusta. Mucho menos estoy de acuerdo con que los padres se interpongan entre mi pareja y yo. Si a ellos no les gusta, deben de saber respetar mi opinión. No pueden pretender que porque a ellos no les guste, por ejemplo, su manera de vestir, yo lo deje y que salga con aquel que viste siempre arreglado. Nunca. Ellos no tienen ningún derecho a imponerme quien ha de ser y quien no ha de ser mi pareja perfecta o ideal. Al igual que sus padres no se metieron en su elección, que en la mía tampoco se metan. Y si por un casual, sus padres lo hicieron, no deberían de hacerlo también conmigo, porque creo que de esa relación no saldrá nada bueno. En lo que si estoy totalmente de acuerdo es que los padres den su opinión acerca de ese muchacho. Si no le gusta, que lo digan, si les cae mal pues que lo digan también. Pero que nunca digan, como a mí no me gusta, tú lo dejas, o si no… no lo volverás a ver en tu vida. Es algo que no me parece justo para mí. Por supuesto que ellos pueden advertirme de todo aquello que ellos crean que el chaval hace o deja de hacer mal. Que me digan aquellas cosas que no les parece lógico del niño. Aunque creo que, por más que me dijeran de buenas maneras, a mi no me gustaría nada, ya que de todas maneras están interfiriendo en mi vida privada. Yo, a aquellas madres que no dejan que su hijo/a tenga novio, hablaría seriamente con ella, porque no es justo que su hija/o no pueda saber lo que es sentir el cariño de otra persona hacia ti. Aquellos padres que se meten sin ningún derecho en la vida privada de su hija, y de esa manera tan profunda, yo no se lo permitiría. Ni creo que mucha gente lo hiciera. Es algo que no comprendo cómo algunas niñas dicen que sí, que ellas si permiten que sus madres les impongan lo que tiene que hacer o dejar de hacer respecto al niño. Pues yo no lo permitiría. Como he dicho antes, yo permitiría que mis padres me dieran todos los consejos del mundo. Pero ellos también deberían de saber aceptar que yo los coja o los deje. Porque, nada más que por ser su hija, creo que habrá más de una cosa que no las haga sólo porque me lo dicen ellos. De todas maneras, mis padres no son de esos tipos de padres que intentan imponerme las cosa que a ellos les gusta o las cosas que a ellos les parece mejor para mi, ni siquiera intentan imponerme sus propios gustos, porque saben que eso no está bien. Mis padres son los tipos de padres que te dan todos los consejos del mundo, y que te hablan lo más sencillo posible para que lo entiendas. Pero que elijas lo que elijas ellos están ahí apoyándote, te equivoques o no. Porque de todas maneras, si ellos me lo impusieran, creo que saben que no serviría de mucho. Permalink responder a Pitágoras: Si tenemos en cuenta la diversidad de situaciones que pueden darse, el montón de padres que piensan distinto a otros, unos muy exigentes, otros muy permisivos, padres que apenas se preocupan por sus hijos, y otros que se preocupan demasiado, pues bueno, creo que cada caso es particular, aunque tratándolo de manera general yo entiendo que unos padres quieren lo mejor para sus hijos. En realidad lo que quieren es que ellos sean felices; la mejor sanidad, una buena salud, la mejor educación, tanto la educación en valores, como en formación académica, profesional... yo creo que eso de exigir de un momento a otro, o imponer su opinión e intentar influir decisivamente en la elección de pareja de sus hijos, eso ha sucedido porque no han educado precisamente bien en lo que decía antes, en la educación en valores, que me parece fundamental en el desarrollo de cualquier persona. Una educación que ha de cultivarse desde edades muy tempranas. Está bien que ellos den su opinión, su punto de vista, pero no llegar hasta el punto de imponer la elección de la pareja de sus hijos. Por experiencia de lo que he visto, yo creo que hay padres para todo. Aquellos que les parece mal todo, que piensan que las decisiones que pueda tomar el/ella (su hijo/a) por si mismo no acabará en otra cosa que no sea “error” y arrepentimiento en un futuro. Por ello éstos tratarán de asumir todas las decisiones que debería tomar él solo, acarrearán con todo, y esto conlleva a que el no sea lo suficientemente dependiente para en un momento dado, escoger o decidir que hacer ante cualquier situación cotidiana… y otros padres en los que los límites que han puesto a sus hijos han sido pocos o nulos, y se han despreocupado demasiado; quizás no han mostrado suficiente interés o no han dado suficiente información a sus hijos, no le han expresado su opinión o no se han parado siquiera a hablar con ellos; y esto repercute a veces en las decisiones que el/ella pueda tomar a la hora de escoger una pareja. También hay que fijarse en que no solo entra en juego la educación que se le ha dado, la información etcétera, sino también el carácter del niño/a, su propia personalidad. Hay gente que apenas sin conocimiento de lo que piensan sus padres, a pesar de que no se les ha inculcado nada bueno desde pequeños, de no tener la mejor educación que podrían haber tenido, son lo suficientemente maduros y toman sus propias decisiones, buenas decisiones. Creo que por encima de lo que los padres puedan decirle, priva su libertad, sus decisiones, las cuales acarrearán consecuencias, que deben asumir solo ellos. A parte de todo esto, estoy de acuerdo que en determinadas situaciones los padres intenten intervenir en las decisiones de pareja de sus hijos, y no porque ellos quieran tener un control absoluto y total sobre las elecciones de su hijo/a, que eso si se que se dá en determinadas situaciones y no me parece nada bien, sino porque se diera el caso de que la pareja fuera un maltratador, un pederasta, o tampoco hace falta ir tan lejos, solo con que mostrara desprecio o faltara el respeto a mi hijo/a, pues en esta situación yo también intentaría hacerle ver que no es lo mas conveniente para el/ella, y en ciertos casos, lucharía por impedir que suceda algo de lo que después pueda arrepentirse. Pero claro, todo esto son casos extremos, que como ya he dicho antes, creo que en algunas ocasiones, que no todas, se da por la mala educación sobre todo “en valores” que han recibido a lo largo de su vida. Si bien, también supongo que éste puede estar condicionado, por muchos agentes externos, como por ejemplo la escuela, los amigos etcétera, que pueden influir en muchos aspectos en la conducta de una persona, a pesar de que exista un ambiente familiar adecuado y correcto. Creo que yo intentaría educar a mi hijo de la mejor forma posible; pero si las cosas se torciesen, a pesar de todo, intentaría remediarlo lo más convenientemente posible. Permalink responde a Rómulo: Sinceramente, desde mi punto de vista pienso que los padres deben de ocuparse en parte de ese tema. Mi opinión es clara, ¿quién mejor de tu familia para aconsejarte sobre tus relaciones y parejas?. Tus padres son lo principal, por lo menos para mí lo son, no hay nada más importante en este mundo y no lo habrá, porque aunque tenga un amor no quisiera dejar de lado a la familia. Los padres son unas de las personas que han pasado por nuestra época y ellos mismo han descubierto lo que es la edad de la pubertad. Creo que pensar en la elección de nuestras parejas es demasiado precipitado, es mejor llamarlo “elección de amistades”. Claramente no es lo mismo una amistad que decir que es un novio/a porque a nuestra edad no estamos totalmente capacitados del amor total. Así mismo, nosotros también creo que deberíamos elegir nuestras “amistades más íntimas” desde nuestra conciencia, pero basándose en la opinión de nuestros padres. Aunque a veces no lo queramos así, tus padres te regañan por no poder salir un día con la persona que más “quieres en ese momento”, porque tu padre no te deja salir con ese tipo de grupo o juventud… si, es cierto que los padres también se equivocan, pero lo que está claro, es que no son las personas que más se equivocan en este mundo, nosotros nos equivocamos muchísimo más que nadie porque somos jóvenes y de algo tenemos y debemos de aprender. Fijémonos bien en un caso muy conocido, el caso de Marta del Castillo, una chica sevillana que tenía una amistad con unas personas “aparentemente normales”, resulta que esas amistad tan “normales” para esa chica se convirtió en “una muerte horrorizada” fue golpeada, violada y nadie sabe en el lugar en el que fue arrojada. Por esta misma razón, no podemos fiarnos “ni de nuestra propia sombra”. Si esa misma noche Marta le hubiera dicho a sus padres que iba a estar simplemente con sus amigos, quizás los padres hubieran ido antes a ver lo que pasaba.Desgraciadamente los jóvenes somos así, no le damos la plena confianza a nuestros padres y si no es así, ¿qué debemos hacer? La respuesta cada uno la tiene que buscar en si mismo, meditando. Ahora bien, si nuestros padres cuidan desde muy chiquititos de nosotros y siguen cuidando de nosotros todavía, ¿qué persona nos cuidará? La persona que nos cuidará, eres tú mismo, porque si no te cuidas tú mismo nadie va a cuidar por ti. Otra cosa muy distinta es tener un “instinto” de saber elegir tus amistades, porque uno elige sus amistades en función de sus gustos y lo creo de esta manera, “los amigos se encuentran por fortuna y cuestión de destino, en realidad no los buscamos, salen del destino”. Tenemos que saber diferencias también lo que es una amistad íntima que una amistad. La amistad íntima es aquella de la que buscas en el interior de ella los gustos de dicha persona que coordinen con los tuyos, una amistad es simplemente un conjunto de cosas que se comparten en común. Por eso, una pareja es “amar a una persona plenamente” y es muy difícil elegir a la persona que parece perfecta para compartir todo lo que uno quiere. Pero…¿sólo los padres nos pueden opinar a la hora de la elección de una pareja? Pienso que no, existen personas todavía más capacitadas para ello, los abuelos. Ellos son la clave de nuestra vida, que debemos aprovechar hasta el final de sus vidas. Son las personas que te harán ver la vida de otra manera, simplemente te dirán: “hay tiempo, yo me casé a los 30 años y he sido el más feliz de mi vida” o al menos eso me dice mi abuelo siempre que hablo con él de este tema. Finalmente, yo solo pienso en una cosa, los padres sí deben de opinar e imponerse y luego los hijos que tomen su propia conciencia, aunque lo que importa ahora mismo es vivir la vida. Qué pena de algunos que ya han encontrado ese “amor que les amarga la vida” y qué suerte de algunos “que viven la vida sin que lo controle una Julieta”. Permalink responder a Calígula: ¿Creo que los padres deben intentar hacer oir y tal vez imponer su opinión a la hora de la elección de mi pareja? Está claro que los padres son una pieza fundamental en la vida de sus hijos, y sobre todo si estos son adolescentes o jóvenes como es el caso. Todos los padres siempre desean lo mejor para sus hijos y luchan para que éstos consigan sus metas en la vida y si pueden ayudarles o hacerles felices en algo lo harán sin duda, incluso se sacrificarían para ello. Tener pareja es una cuestión delicada porque es algo que condiciona plenamente tu vida y tu día a día. Quizás se de el caso que tu pareja pueda influenciarte de alguna forma, como por ejemplo tratar a tus amigos, tu ropa, la relación con tus padres... es algo normal y más a estas edades en la que todos somos un poco más influenciables. La pareja que elijas para compartir un determinado tiempo con ella, es una persona que personalmente te gusta, te atrae fisicamente y te interesa conocer mas de ella y compartir momentos juntos. Quizás el amor, o como queráis llamarle, pueda cegar a esa persona y quién mejor que los padres que como ya hemos dicho solo desean el bien de sus hijos, para aconsejarnos y darnos su punto de vista en la relación. Tenemos que tener en cuenta un aspecto muy importante. Yo veo bien que los padres intenten hacer oír su opinion sobre mi pareja y yo la respetaré, no la tendré demasiado en cuenta, pero la escucharé. Ellos darán sus alegatos de por qué no ven a mi pareja conveniente, aunque consideraría que ya soy lo suficientemente mayor como para decidir en este tipo de cosas, aunque la opinión de los padres que saben mucho más que yo puede ayudar. Pero otra cosa muy muy distinta es imponer su opinion sobre la pareja de sus hijos. Está bien que los padres impongan normas cuerdas y lógicas a sus hijos, pero no en un tema como éste, porque sólo la persona implicada en la relación sabe como se vive desde dentro, aunque la imagen que se pueda dar al exterior no sea la más adecuada. Los padres pueden aconsejar a los hijos sobre si esa pareja es la que más les convendría o si a ellos le gustaría que fuese otra persona o que cambiara sus hábitos o costumbres pero llegar al punto de imponer no, porque nadie puede separar a dos personas que quieren estar juntas, porque tienen todo el derecho a estarlo. Quizás los padres estén equivocados y lo que ven no es totalmente como ellos creen y pueden romper una relación y además si su hijo es feliz así y sabe lo que hay es él el que tiene que decidir. Si le han dado una educación correcta y la información necesaria el propio hijo sería el que acabará con la pareja si viera algo raro. En mi caso yo tengo pareja y mis padres no me han dado una opinión concreta sobre ella, sólo opinan que parece una persona maja y que haga lo que vea conveniente, pero no han llegado a imponer nada, si se diera el caso yo actuaría como yo viera bien y según mis criterios. Pero claro que mi caso es un caso normal, puede haber casos más complicados en donde una persona de la pareja esté metida en asuntos de droga, prostitución.. o cualquier asunto relacionado con esto que puede ser peligroso para la otra persona. En ese caso los padres deberían tener una charla muy seria con su hijo o hija e indicarles segun ellos cual sería el camino correcto e intentar que abriera los ojos. Eso ya depende de la educación que haya tenido cada uno y de la relación con sus padres. En definitiva, hacer oír su opinion sí, y además es algo que deberían hacer todos aunque después sus hijos hagan lo que quieran, pero imponer no. Permalink responder a Augusto: Sin analizar la pregunta lentamente, yo pienso que los padres no deberían decidir nunca por sus hijos, por supuesto podrían opinar y aconsejar pero nunca imponer nada, ya que cada ser humano es "libre" por naturaleza , o así lo pienso yo. Los padres deberían de pensar que sus hijos son felices con esas personas y que quieren pasar una etapa de su vida con ellos. Lo que nunca deben hacer los padres es pensar que sus hijos en realidad no están enamorados, porque lo que pueden hacer es equivocarse totalmente. Lo que los padres no entienden, es que nosotros necesitamos crecer, y no podemos crecer si no cometemos errores. A veces los padres se niegan a una relación simple y por el mero echo de que piensan que sus hijos son muy pequeños , pero… ¿acaso el amor tiene edad? Y lo que es más importante… ¿acaso ellos no se enamoraron con 16 años? Aunque lo nieguen , seguro que empezaron a tener sentimientos… Además también tenemos que cometer errores, tenemos que cometer nuestros propios errores, aprender que no se puede confiar en todo el mundo, y aprender que las intenciones de todo el mundo no son buenas siempre y que a veces la otra persona dice estar enamorada y no es así… A veces hacen sufrir, pero es necesario que lo experimentemos y que cometamos nuestros propios errores. Tampoco estoy de acuerdo con que los padres impongan un novio a su hija/ o, y si está enamorado de otra persona… ¿qué?. A ellos nos le hubiera gustado que sus padres le impusieran la pareja, el amor es libre y así debe de ser, es decisión de cada persona, además que los propios padres pueden estar equivocados e imponerle una pareja a su hija/o que sea todo lo equivocado a lo que esperan… además ¿ y si tu hijo/a está enamorado de otra persona, y si tú estas echando a perder su vida? No sería justo, y por eso mismo eso no debe ser así. Si a mí me impusieran una pareja, directamente pensaría que mis padres no quieren lo mejor para mi, sino lo mejor para ellos. Seguramente esa pareja sería lo que ellos esperarían de mi, alguien rico, con dinero y con un buen trabajo, pero no les importaría nada lo que yo de verdad quiero. Sinceramente, hoy en día los padres no suelen influir demasiado en las relaciones de sus hijos, ya que somos más liberales, como tiene que ser. No es nada justo tomar decisiones por los demás. Hay decisiones que deben ser propias y privadas, ya que como dice una canción "la vida es demasiado dura como para estar al lado de quien no quieres" y también como para estar lejos de la persona que amas siendo correspondida y simplemente porque tus padres no están de acuerdo. Hay que saber diferenciar el límite de las cosas y el aconsejar a un hijo sobre un tema , y no querer imponer nuestras propias ideas y nuestras propias aspiraciones de pareja a nuestros hijos. Lo mejor de todo sería preocuparse por nuestros hijos de forma que , cuando necesiten compartir la mejor alegría, los padres estén ahí para disfrutar como ellos, cuando estén para llorar, y se comparta con los padres, ellos te apoyen y no juzguen, simplemente den ánimos, igual que los hijos estamos así con ellos. La pareja es algo íntimo y personal… que a veces se elige muy a la ligera… Pero si de verdad crees en el amor, es necesario equivocarse para llegar a la persona correcta. Hay otras personas que creen en el amor, pero no creen que sea para siempre, y por eso cambian de pareja con mucha facilidad, pero eso es decisión suya y es su vida. Cada uno tiene que vivir su propia vida… y que los demás no la vivan por ti. Permalink responde a Nerón: La verdad es que, sinceramente creo que no. Aún por supuesto tienen que dar su opinión acerca de esta persona, pero no deben juzgar a nadie por su apariencia, y mucho menos por su edad o raza. Yo creo que cada uno somos libres y responsables de nuestras elecciones, por lo que me parece fatalque los padres se interpongan antes las decisiones parentales de sus hijos. Puesto que ¿ellos se meten en medio en el tema de los estudios? Muchas veces, y muchos de los padres, no lo hacen, por lo que me parecería totalmente una injusticia que en este caso si lo hicieran. Además de ello, no podemos meter a todas las personas en el mismo saco, ¿qué quiero decir con esto?. Pues que un negro por ser negro no tiene porque ser malo, o un moro por ser moro tampoco tiene porque ser de un modo u otro. Puesto que las noticias se controlan demasiado, y cuando un moro mata a alguiendice un moro, y no dice una persona. Pero al igual que hay moros mala gente, hay españoles mala gente. Y en la mayoría de las ocasiones nuestros padres no tienen estas cosas en cuenta, que aunque ellos no quieran hacernos daño o prohibirnos algo, pues hacen que nos sentamos mal respecto a nuestros sentimientos. A pesar de ello, me parece fundamental que los padres, como nuestros padres que son tengan derecho a dar su opinión acerca de nuestra pareja, porque...¿quién mejor que ellos? Nadie. Por eso, les respeto, respeto su opinión y sus consejos, lo único que pido a cambio es que al igual que yo, ellos respeten mis decisiones, y mis elecciones acerca de mis parejas, y ya no sólo en el ámbito emocional, sino en todos los sentidos disponibles en el mundo. Porque a pesar de todo somos libres, porque somos personas y no objetos. No se nos puede manipular así como así, sino que debemos limitarnos a comprender que cada uno escoge lo que realmente cree que le va a beneficiar, y lo más importante, aquello que de verdad le va a hacer feliz. Ellos deben pensar que si nosotros hemos escogido ese camino ha sido porque algo nos ha impulsado a hacerlo, por lo que me parecería algo cruel que no lo respetaran, porque sería algoque nunca llegaría a entender. Por ahora, mis padres sólo han intervenido en una de mis relaciones, y la verdad es que no se equivocaron pues el chaval era... super infiel, pero bueno. Me gusta equivocarme, para la próxima vez andarme con más cuidado, es algo que necesito experimentar para poder llegar un día a aprender de mis equivocaciones. Aunque a pesar de todo, necesito muchas veces sus consejos, porque a veces, casi siempre, me ayudan a abrir los ojos, en la mayoria de las situaciones, y eso me hace sentir tan bien... Me faltarían vidas para darles las gracias, para desmotrarles que a pesar de que muchas veces me dé coraje que opinen sobre mi vida, sobre lo que tengo que hacer, sobre mis juntas, y sobre mis parejas... muchas veces al igual que me cabreo, me alegro de recibir esos consejos, y esas palabras de consuelo cuando las cosas me salen al revés de como yo quería. Les necesito para seguir adelante, pero quiero ser libre a la vez. Es una seriede contraposiciones, pero la verdad es que me gusta. Porque eso significa de un modo u otro que estoy viva y tengo sentimientos. Que los quiero, pero que a la vez pienso como todos los adolescentes, que los padres para lo mínimo deben meterse en nuestras vidas. A pesar de todo ello, muchas gracias papá y mamá, os necesito en mi día a día al igual que vosotros me necesitáis a mí diariamente. Permalink responde a Tiberio: Primero antes que todo tendríamos que preguntarnos ¿qué es un padre o una madre? Si son las personas que nos han dado la vida, las personas que nos han creado, pero… ¿tienen derecho por ello a ser nuestros dueños y a controlarnos la vida? Yo pienso que un padre sin duda es la persona a la cual debemos más respeto, simplemente por el hecho de ser eso, un padre o una madre. Sin embargo también pienso que el respeto no está ligado al que tengan el derecho de controlar nuestra vida. Está claro que ellos velan por nuestra seguridad, se preocupan por nosotros, no quieren que nos ocurra nada, pero también nosotros tenemos derecho a cometer nuestros errores y a vivir nuestra vida, porque al fin y al cabo es eso, nuestra vida no la suya. Hoy en día hay muchos padres que se preocupan tanto de la vida de sus hijos que descuidan la suya propia, miran tanto por la relación de sus hijos, pretenden que su hijo o hija tenga un novio modélico, y no se dan cuenta de que prohibiéndoles el derecho de elección lo único que consiguen es que su hijo se vuelva más rebelde, más introvertido, menos comunicativo con ellos, porque les estás quitando lo más sagrado que es el derecho a la elección. Me parece una falta de respeto muy grave los padres que creen que por el simple hecho de tener un hijo ya piensan que pueden hacer y deshacer en el entorno de su hijo a su antojo y tanto en cuanto que el hijo le tiene que tener un respeto a sus padres, pienso que sus padres también se lo tienen que tener a él. Primero a nadie le gusta que le impongan nada, porque eso de imponer me parece una medida bastante dictatorial, y más en el hecho de la elección de una pareja que ciertamente es algo muy personal, no todas las personas tenemos el mismo gusto y lo que les guste a tus padres no es lo mismo que te puede gustar a ti o al revés. Segundo, me parece un error que los padres se metan en una cosa como esa porque metes a tu hijo en una presión innecesaria, puesto que ellos saben que sus padres están pendientes y se sienten presionados en una relación que debe de fluir sin ninguna complicación más allá de las propias de una relación entre dos personas. Y tercero, si ya una relación normal entre 2 personas es difícil puesto que hay muchas cosas que pueden ocurrir que deteriore la cohesión entre las 2, imaginaros el caos que puede ser que anden metidos 2 personas más por cada lugar de la pareja. Sin más termino como casi siempre en estos trabajos con una especie de reflexión personal, pienso que los padres se deberían centrar más en intentar educar bien a sus hijos en los sentidos de que aprendan a valorar a las personas, para que puedan aprender a elegir lo que les conviene y lo que no, que aprendan a saber elegir bien lo que quieren aún sabiendo que se pueden equivocar y que es normal errar en la vida, que no todos somos perfectos y podemos escoger a alguien que no sea la persona más correcta para nosotros, sin embargo los sentimientos y el más complejo de todos que es el amor como se suele decir tiene razones que la razón no entiende y todos los padres deberían tener muy en cuenta esa frase. Que no se obcequen en tener a sus hijos bajo control en sus relaciones y que les apoyen y que les enseñen todo lo bueno que tiene el amor y las relaciones y que ya ellos decidan qué es y qué no es lo que les conviene". Ahora, una vez escuchada las voces de los adolescentes y jóvenes, voy a volver a generalizar sobre el tema. Para ello me apoyo primeramente, antes de dar mi opinión, en el presente texto de internet que publica el Diario El Universal, de México, bajo el título de "La amistad, una linda elección": "Algunos definen a la amistad como un vínculo antiguo que tiene un fuerte contenido ético, y subraya que ninguna forma de amor respeta tanto la libertad del otro. Sólo basta despertar simpatía o agrado en una persona para que surja la amistad, un encuentro individual o colectivo que constituye una de las relaciones afectivas más importantes de toda persona. La amistad es un vínculo que encierra tantas interrogantes que el sociólogo italiano Francesco Alberoni lo tomó como tema para un libro en el que descifra los enigmas de esta forma de amor. En “La Amistad”, Alberoni afirma: “Es la forma ética del eros, porque, a diferencia de los otros tipos de amor, a los amigos se les elige y se tiene frente a ellos un comportamiento moral". Sin embargo, a medida que pasan los años, la vida, nosotros mismos y nuestras amistades, cambiamos: la familia, el trabajo, la escuela y demás circunstancias van modificando las relaciones. Desde que socializamos con los demás, propiciamos la amistad y así surge el descubrimiento de un vínculo que sostiene su base en la empatía, la comunicación y el respeto. Algunos definen a la amistad como un vínculo antiguo que tiene un fuerte contenido ético, y subraya que ninguna forma de amor respeta tanto la libertad del otro. Así también compara las diferencias entre el enamoramiento y la amistad: en esta última, el tiempo es un factor determinante. El tiempo del enamoramiento es denso, continuo; la amistad es una filigrana de encuentros. Tanto el amor como la amistad se eligen, lo cual no significa que siempre sean verdaderos y éticos y al igual que toda relación personal pueden fracturarse, desvanecerse y hasta desaparecer si no se resuelven las crisis que atraviesen. Una amistad verdadera se basa en la igualdad, el desinterés, la franqueza, la confianza y el gusto por estar cómodos entre dos personas o un grupo y muere cuando se defrauda a alguno de sus miembros, produciendo desilusión. Las amistades más sinceras generalmente se dan durante la adolescencia y la juventud pues hay una mayor convivencia y unión entre los estudiantes, donde se fortalecen valores como la confianza, a diferencia del ambiente en un medio laboral. Asimismo añadió que un error muy frecuente es la idea de pensar que una buena amistad es cuando nos ocupamos más de las necesidades ajenas que de las propias para ser más dignos de aprecio (codependencia). Desde la infancia, la amistad marca nuestra vida y se convierte en uno de los lazos afectivos más importantes que desarrollamos en nuestra existencia. Sin embargo, conforme el tiempo transcurre, estos lazos atraviesan diferentes etapas. En la escuela los niños descubren la amistad por primera vez, pero esta no nace de una simple rutina, sino del compartir el gusto por el juego y la diversión con los compañeros. A esa edad la amistad es vital, creativa y arriesgada, porque supone compañía para todo, como señala “El compañero de juegos no es el amigo somnoliento de las tardes de ocio, sino un ser abierto al mundo con toda su imaginación”. La llegada de la adolescencia establece una serie de cambios biológicos, sicológicos y sexuales. En esta etapa la amistad adquiere una importancia relevante. En la búsqueda constante de su propia identidad el adolescente encuentra en el amigo la diferenciación e identificación, una especie de reflejo para conocerse a sí mismo. Al igual que para los niños, el centro de estudios es uno de los lugares más comunes para que los jóvenes hagan nuevas amistades, formando grupos donde todos comparten intereses e ideas similares, entre los cuales, están el sentimiento de igualdad y de pertenencia. En la vida adulta, las amistades se tornan más maduras y a veces distantes, como resultado de varios cambios en las personas, como las actividades laborales y las relaciones sentimentales, pues el amor y la pareja implican mayor tiempo e intimidad. Los adultos tienen encuentros más esporádicos, prefieren la tranquilidad a los estados eufóricos y activos que se tienen en la juventud. Todo cambia con las relaciones profesionales y sociales y cuando nos enfocamos a lo laboral tendemos a descuidar y no darle su importancia a lo demás. Aunque es muy común que la vida se caracteriza por un conflicto profundo entre personalización e impersonalidad, beneficio anónimo y proveniente de una persona de valor, es muy común que las personas vacilen respecto a que el mundo está lleno de rivalidad, obstáculos y envidia. Pero las formas en que la amistad se manifiesta varían con el tiempo. Para poder juzgar si en el mundo moderno existen formas ejemplares de ella, debemos abandonar toda comparación con los mitos del pasado y observar la realidad con ojos atentos y sin prejuicios". Y he aquí un texto propiamente cristiano y basado en la Sagrada Biblia: "Tenemos que relacionarnos con toda clase de personas: colegas y compañeros de trabajo, compañeros o aliados en una causa, vecinos y conocidos, parientes y amigos. ¿Qué hace diferentes de los demás a los amigos? ¿Qué significa tener amigos? ¿Qué clase de amistades deberíamos buscar y cultivar? El libro de Proverbios, más que cualquier otro libro de la Biblia, nos instruye acerca de los amigos. Por ejemplo: "Las riquezas traen muchos amigos" (Proverbios 19:4). Podemos suponer qué clase de amigos probablemente sean. "Amigo hay más unido que un hermano" (Proverbios 18:24). A veces tenemos necesidad de amigos así. Los amigos son algo más que colegas o compañeros de trabajo. Son diferentes de nuestros vecinos y conocidos. Tampoco son escogidos para nosotros como lo son los familiares. Los amigos son personas con las que compartimos voluntariamente parte de nuestra vida: crean responsabilidades y plantean demandas. Nosotros mismos escogemos los amigos, y existen razones para la elección que hacemos. El objetivo de las amistades es el de beneficiar a los dos amigos en aquellas áreas donde hay intereses mutuos o propósitos y deseos comunes. Hay personas cuya amistad no deberíamos cultivar, sin importarnos lo mucho que nos interesen en ciertos aspectos. Tales personas son descritas en forma detallada en 1 Corintios 6:9,10: "No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios." Estos son amigos indeseables. Recuerde la prevención: "Las malas conversaciones [amistades] corrompen las buenas costumbres" (1 Corintios 15:33). Nadie puede jugar con el fuego sin quemarse. Por otra parte, hay amistades altamente deseables: "El que anda con sabios, sabio será" (Proverbios 13:20). "Anda" denota una dirección y destino comunes. Las amistades indican el rumbo que está tomando nuestra vida, y es el camino al reino de Dios el que debería determinar nuestras amistades. Debemos escoger nuestros amigos de acuerdo con los principios bíblicos, porque de otra manera corremos riesgos graves. Esto es verdad para todos nosotros, pero lo es más para aquellos que están escogiendo su compañero de vida. Matrimonio solamente en el Señor es el mandato bíblico. Algo distinto de esto hará más difícil nuestro camino en Cristo, para decir lo menos. Peor aún, puede conducirnos al naufragio espiritual. En todas las sendas de la vida deberíamos recordar la advertencia del Espíritu por medio de Pablo: "No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso" (2 Corintios 6:14-18). La mayor parte de las personas que conocemos no aceptan la autoridad de la palabra de Dios, ni siquiera en parte, y las que aceptan algunas partes se encuentran a oscuras en lo que se refiere a la operación de la mano divina en los asuntos del mundo. Posiblemente tengan una "apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella" (2 Timoteo 3:5). El apóstol Pablo amonesta a Timoteo que se aparte de estos. Muchas de estas personas llevan una vida muy activa y logran muchas cosas; pero no aman al Señor Jesucristo. Algunos afirman que lo aman, pero no aceptan la autoridad absoluta de su palabra cuando dice: "Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que os mando" (Juan 15:14). ¿Cómo puede alguno de nosotros formar amistades dignas con aquellos que no aman al Señor Jesucristo? ¿Cómo pueden los jóvenes en el umbral de la vida darse el lujo de enamorarse de alguien que no conoce ni ama al Salvador? En todas estas cosas tenemos libertad para escoger lo que haremos. En respuesta a su llamado, hemos escogido seguir a Cristo. ¿Cómo podríamos contemplar la posibilidad de apartarnos de aquellos ideales y valores por acompañarnos de amigos que no los defienden ni respetan? Clubes y grupos mundanos, amigos y pasatiempos sociales, pueden conducirnos a aquel país adonde viajó el Hijo Pródigo que abandonó a su padre "y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra" (Lucas 15:15). Separarse por causa de la verdad no es aislarse. Significa asociarse con las personas adecuadas para fines correctos y en el momento apropiado. De lo contrario cosecharemos los frutos de la advertencia que por medio de Santiago nos hace Dios: "¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios" (Santiago 4:4). Pero Jesús, quien dio su vida por sus amigos, declara: "Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer" (Juan 15:15)". Este texto ha sido traducido del inglés por Nehemías Chávez Zelaya y publicado, en internet, por la Misión Bíblica Cristadelfiana. Nosotros somos padres cristianos y madres cristianas así que, con el derecho que nos otorga Dios Padre, quien nos ha prestado a nuestros hijos e hijas para que los criemos, eduquemos y defendamos de cualquier peligro ajeno, estamos obligados a intervenir en el caso de que observemos que algunos de nuestros hijos o hijas están a punto de caer en graves peligros, antes de ser adultos, por elegir amistades peligrosas. No es sólo un deber de los esposos cristianos (padre y madre) el vigilar a nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes, hasta que tienen al menos 20 años de edad o hasta que sigan dependiendo de nosotros, seleccionando la clase de amistades que eligen y si vemos que esas amistades no son las convenientes porque están faltas de ética personal y de moral en sus conductas es nuestro derecho (y los hijos e hijas deben entenderlo les guste o no les guste en principio) apartar dichas amistades de ellos y ellas. No importa si, al principio, los más reticentes de nuestros hijos e hijas no lo comprendan. Demos tiempo al tiempo y verán cómo al final se dan cuenta de que hicimos lo correcto. En sentido contrario, cuando las amistades no son peligrosas no sólo no debemos evitar que convivan con ellos y ellas sino que debemos apoyar dichas amistades a través de invitaciones a nuestro propio hogar para conocerlos moejor, dejar que nuestros hijos e hijas salgan con ellos para actividades sanas y descartadas de cualquier vicio, etcétera. Luego, en el medio cristiano, los padres y las madres debemos estar siempre atentos a las clases de amigos y amigas con las que se relacionan nuestros hijos e hijas hasta edad adulta o hasta que dejan de depender económicamente y socialmente de nosotros. A veces hay hijos o hijas que deben ser vigiladas hasta edades muy elevadas porque no tienen suficiente personalidad para saber decir sí y saber decir no (recordad lo que dijimos sobre este asunto) y a veces hay hijos e hijas que, desde que son adolescentes de 14 o 15 años ya saben elegir perfectamente la clase de amigos y amigas con los que interactúan. La edad es, en este asunto, muy relativa... pero la atención que tengamos que poner sobre este asunto es absoluta y tenemos el derecho inalienable e irrenunciable de ayudar a nuestros hijos e hijas a que compartan sus vidas con amigos y amigas que no sean peligrosos ni peligrosas tanto en lo físico, en lo psíquico y en lo espiritual. 19.5.- Hijos insociables y drogas. "Ante las inquietudes que nos han hecho llegar padres de familia respecto a que sus hijos se están volviendo insociables y batallan para despegarlos de las computadores, Noticiero Banderita del Aire realizó una encuesta entre padres de familia con hijos desde 8 hasta loos 20 años de edad que tienen acceso a internet. Cuestionamos si han notado que sus hijos y otros jóvenes se han vuelto insociables por el uso excesivo de las redes sociales en internet y la respuesta generalizada fue que sí. Los padres de familia coinciden en que los muchachos dedican desde 5 hasta 8 horas diarias al internet y que, efectivamente, se han vuelto insociables, incluso notan que no responden cuando se les habla porque están inmersos en el facebook, otras redes sociales o perdidos en las páginas de internet. Incluso cuando la familia sale de casa a dar un paseo, a surtir la despensa u otro lugar, prefieren quedarse para seguir platicando en la red con sus amigos y a veces con gente que ni conocen. Además señalaron que los jóvenes presumen de tener cientos de amigos en facebook pero son incapaces de saludar al vecino" (texto sacado de internet). Ahora bien, pasemos a definir, llegados a este punto, qué es un hijo insociable o también denominado antisocial. Para eso consultamos Wikipedia. "La sociopatía, también conocida como trastorno de personalidad antisocial (TPA), es una patología de índole psíquico que deriva en que las personas que la padecen pierden la noción de la importancia de las normas sociales, como son las leyes y los derechos individuales. Si bien, generalmente, puede ser detectada a partir de los 18 años de edad, se estima que los síntomas y características vienen desarrollándose desde la adolescencia. Antes de los 15 años debe detectarse una sintomatología similar pero no tan acentuada, se trata del trastorno disocial de la personalidad. Los sociópatas son personas que padecen un mal de índole psiquiátrico, un grave cuadro de personalidad antisocial que les hace rehuir a las normas preestablecidas; no saben o no pueden adaptarse a ellas. Por esto que, a pesar de que saben que están haciendo un mal, actúan por impulso para alcanzar lo que desean, cometiendo en muchos casos delitos graves. Es común que se confunda a la sociopatía con otras patologías de la misma clase, como podrían ser la conducta criminal, la antisocial o la psicopatía. Pero son trastornos, aunque relacionados, de diferentes características, con otros tratamientos y consecuencias. Dado a estudios realizados por profesionales y doctores de la conducta antisocial, en casos relacionados a un trastorno antisocial de la personalidad se ha estipulado, de antemano, la dificultad de identificar en el individuo este trastorno. Reconsiderando así la falta de atención por medio de agentes externos, (ya sea educadores, padres de familia, etc.) estas conductas se han dejado pasar por alto muchas de sus características para lograr una identificación de este trastorno en el individuo. Así que para poder lograr la identificación de este trastorno existen factores con los que se tendrá que trabajar. Comenzando primeramente con la comparación de la conducta normal, ya que estas conductas antisociales suelen surgir eventualmente en el desarrollo normal (incluyendo la variación de sexo), matizando los altos índices de conducta antisocial en niños y adolescentes que conllevan un desarrollo o patrón de cambio normal en su vida. Un ejemplo de este argumento está presente en los estudios que hicieron Achenbach y Edelbrock (1981) quienes observaron altos índices (desde un 20-50 por 100) de conductas antisociales específicas en niños de 4 a 16 años, tales como: destrucción y desobediencia en el hogar. Por otro lado estos indicios son relativamente variantes, ya que por su significado histórico-cultural y geográfico no pueden ser eje de generalización, no obstante la comparecencia de estos rasgos de conductas sí son común en las etapas de desarrollo normal. La diversidad de sexo es también un factor que influye en las conductas antisociales como etapa del desarrollo (Kazdin, Alan E. & Buela-Casal, Gualberto, 1994). En suma, para la identificación de las conductas antisociales hay que tener en presencia las normas de conductas en el desarrollo normal, rechazando la certeza en que por peleas y/o distracciones se destine un cuadro clínico en ese individuo, sin antes tomar en cuenta su edad y sexo. Por medio del marco de evidencias de las conductas patentizadas en el individuo, se puede catalogar la magnitud en la persona. Según Kazdin & Buela-Casal en su estudio, se encuentran evidencias primordiales que son de guía para poder identificar como algún trastorno clínico en la personalidad del individuo una de estas son la frecuencia e intensidad de conductas. También, en las acciones antisociales hay conductas de “baja frecuencia y alta intensidad” (Kazdin, Alan E. & Buela-Casal, Gualberto, 1994), dando a entender que el significado se determina por el alto alcance del producto de tal conducta que la frecuencia de la conducta durante el desarrollo normal en el individuo (ej.: niño). Otra de las características que se observa es la repetición, la longanimidad y magnitud de la conducta en el individuo es, según los estudios realizados por los autores mencionados, una guía para poder definir niveles de la conducta antisocial. Como ejemplo tenemos la conducta de aislamiento, esta conducta puede que no llame la atención a externos, pero su tiempo, es decir, su extensión si conlleva un alto valor. Por tanto, en estos estudios, las características presentes son combinadas con el proceso de determinación en índices clínicos de la conducta antisocial. Quiere decir (según estudios), los niños que presenten todos estos manifiestos como: gravedad en la conducta, frecuencia, y variantes, no son justificados como para algún tratamiento clínico, ya que por su desarrollo de identificación de la conducta está en combinación con su desarrollo normal. Se estima que este trastorno es causado por una variedad de factores. Muchos son de índole genético, pero también el entorno de la persona, especialmente el de los familiares directos, tiene mucha importancia en su posterior desarrollo. Los investigadores también consideran que existen factores biológicos que pueden contribuir en su progreso. La manifestación de procesos químicos anormales en el sistema nervioso y posibles daños en las partes del cerebro que atañen a la toma de decisiones pueden llegar a despertar un comportamiento impulsivo y agresivo. El abuso de estupefacientes también puede ser una de las causas de TPA. Si bien la sociopatía es más común entre los hombres que en las mujeres, no existen barreras de ninguna clase para padecerlo. Pero para ser diagnosticado, la persona debe tener al menos 18 años de edad aunque, por lo menos, desde los 15 años ya puede presentar algunos síntomas para que el trastorno sea dictaminado con precisión. Entre las características más comunes del TPA se encuentran la ausencia de empatía y remordimiento, también una visión de la autoestima distorsionada, una constante búsqueda de nuevas sensaciones (que pueden llegar a extremos insólitos), la deshumanización de la víctima o la falta de preocupación a las consecuencias. El egocentrismo, la megalomanía, la falta de responsabilidad, la extroversión, el exceso de hedonismo, altos niveles de impulsividad, o la motivación por experimentar sensaciones de control y poder también son muy comunes. Este tipo de psicosis no se relaciona con ataques de pánico o con esquizofrenia. Dentro de los síntomas comunes que puede prevalecer en la conducta antisocial antes dicho, también se encuentra el síndrome de aislamiento. Este síndrome es también nombrado como huida o evitación, en este síndrome es caracterizado por su peculiaridad de aislamiento, pero es uno que se manifiesta como una tendencia a evadir o evitar relaciones y/o contacto con las exigencias sociales. Esta conducta consta de lo reservado y lo introvertido que puede ser un individuo dentro de la misma sociedad y quienes les rodean. Según los estudios realizados estos individuos sufren la crítica, el rechazo, o desprecio de la sociedad, por tanto por medio de esa incomodidad utilizan un método de defensa para evitar esas dificultades; precisamente, enfrentan problemas para las relaciones interpersonales. Como es descrito en estos estudios de la conducta, estos individuos enfrentan una lucha constante para salir de sí mismos y expandirse a las relaciones sociales. Esta conducta no solamente se caracteriza de una negación total a las relaciones interpersonales de los individuos, sino que por su constante lucha se salir de sí mismos, ellos realmente tienen un deseo de poder lograr dichas relaciones, estas relaciones solo se dan con personas que ellos sientan empatía. Esta lucha entre el deseo y el temor ocasionan en estos individuos una frustración hasta sentirse fracasados. Por tanto, esta frustración puede traer consigo el refugio en la fantasía como la introversión. Según Quintana, Guillermo (1996) utiliza a Millon como recurso a la identificación de los diferentes tipos de evitación en la conducta. Asimismo, Quintana (1996) parte con la premisa que de acuerdo a Millon hay dos clases principales de evitación, ellas son: la evitación social activa y la evitación social pasiva. La activa se define como por el temor de ser rechazado, alto será el índice de evitación, esto es por la desconfianza en sí mismo, o sea un aislamiento forzado por inseguridad; la pasiva es descrita por incapacidades emocionales. Por tanto, el mecanismo de defensa de estos individuos es aferrarse a un mundo de fantasías y a su propia fantasía interpersonal. Durante la etapa de desarrollo las tendencias que pueden reflejarse tienden a ser de evitación o aislamiento, y no extensas. Cuando estas etapas de conductas dejan de ser parte del desarrollo, la situación se agrava cuando estas conductas afectan al manejo y funcionamiento del niño, como resultados se muestran en otros (padres, maestros, etc.) en esta situación amerita la participación de evaluaciones clínicas. Por consiguiente, se encuentran ciertos y primarios factores de los trastornos de conducta que redundarán como influyentes a la conducta social en niños y adolescentes. Tales factores principales son: el contexto familiar, las condiciones ambientales y medios tecnológicos como factores que pueden ser de influencia a un alto índice en la conducta antisocial. Comenzando con el contexto familiar en los niños, según los estudios, la conducta antisocial está relacionada con el comportamiento de los padres de este niño o joven. Este comportamiento puede estar sujeto a alguna conducta delictiva y alcoholismo del padre como también la infidelidad y/o conflictos personales entre la relación. Como segundo argumento las condiciones ambientales o contexto en el hogar de ese niño son papel de riesgo para una conducta antisocial mayor en el trastorno, esto se le incluirá las relaciones que tienen ellos con sus padres. Como último factor se tiene a los medios tecnológicos como factores de riesgos en el niño. Dentro de los medios tecnológicos se tiene al internet, teléfono y videojuegos, según los estudios de varios científicos, y mediante investigaciones realizadas, constituyeron a los medios tecnológicos como posibles culpables de los comportamientos que se generan en adolescentes y niños. Llevando a los niños y adolescentes a aislarse por medio del uso excesivo de los medios tecnológicos, trayendo una gravedad en el asunto antisocial. Las personas con trastorno de personalidad antisocial no logran admitir que están frente a un problema que debe ser tratado (egosintonía). Es por ello que es fundamental que exista un estímulo externo que les permita aceptar dicha condición. Puede venir desde la propia familia como también desde la justicia, que le ordene un tratamiento en vistas de los problemas que le puede acarrear. Este trastorno puede agravarse, en algunos casos, especialmente cuando la persona a tratar tiene como hábito el consumo de drogas. Muchos tipos de terapia pueden colaborar a sobrellevar de mejor modo la enfermedad. La terapia grupal puede ser clave para hacer entender a la persona que puede interactuar con los demás sin necesidad de violencia o desprecio. La terapia de comportamiento cognitivo y la terapia de modificación pueden contribuir a alterar los patrones problemáticos de pensamiento que el tratado posee y a estimular los comportamientos positivos en sociedad. Dentro de la órbita psiquiátrica, los medicamentos se usan para combatir síntomas específicos, como la agresividad y la irritabilidad. Los fármacos conocidos como “antipsicóticos” han demostrado tener éxito en el tratamiento del trastorno. Si bien se presupone que el TPA es una enfermedad crónica, algunos síntomas -especialmente el comportamiento criminal- pueden ir disminuyendo con lentitud con el paso del tiempo y un tratamiento adecuado". Se ha citado al consumo de drogas como una de las actividades más llevadas a cabo por los insociables (o antisociales) y de ello trata el siguiente texto también descrito en internet: "Son alarmantes las cifras que muestran las instituciones de salud, con respecto a que cada v ez son más niños y sobre todo más jóvenes cuando comienzan a hacer uso de las drogas: empiezan a drogarse a edades tempranas que van desde los 10 a los 12 años. Pero los 10 y los 14 años constit que constituyen un nuevo mercado para las adicciones, y desde esa edad usan inhalables, cocaína, metafentaminas y heroína. Como padres de familia debemos actuar ya, y comenzar a hablarles de manera más amplia y abierta, claro que dependiendo de la edad de los hijos, sobre las drogas y sus efectos. Tal vez algunos padres crean que no es adecuado hacerlo, otros que no es necesario porque es imposible que sus hijos tengan relación con sustancias ilegales y otros ni siquiera saben cómo hacerlo o les da miedo hablar con sus hijos sobre el tema. Los tiempos han cambiado, nuestros hijos no crecen y se desarrollan como oos niños de antes, asimismo el ambiente familiar ya no se da igual que en el pasado, por lo tanto hay que dejar a un lado todas esas ideas que nos obstaculizan el contacto con los hijos y no tener que esperar hasta el momento en que piense que su hijo tiene un problema, para poder actuar. Las drogas son cualquier sustancia natural o química que al ser introducida en nuestro organismo producen ciertos cambios físicos, emocionales o mentales. El consumo sin límites de las drogas pueden llevar a una adicción o dependencia tanto física como emocional. La dependencia física a una droga es un hábito formado físicamente por el cual el cuerpo crea una necesidad física de una droga, de forma que su ausencia repentina da lugar a ciertos síntomas de abstinencia. Dependencia piscológica es el desarrollo de una necesidad psicológica persistente, algunas veces lleva a tener convulsiones por la ausencia de ingerir dicha droga. Las drogas de las que se suele abusar más se pueden agrupar en varias categorías: narcóticos, estimulantes, depresores, alucinógenos, marihuana e inhalantes. Y no olvide que el alcohol y la nicotina (tabaco) aunque permitidas también son drogas. Hable a sus hijos sobre el tema y mantenga una constante y abierta comunicación con ellos, si no sabe cómo hacerlo, a continuación le orientaremos del cómo abarcar el tema de axcuerdo a sus edades, cómo prevenirlos y hasta cómo detectar si su hijo consume drogas. Los padres creen, con frecuencia, que quienes les ofrecen las drogas a sus hijos y les presionan para consumirla son los amigos o narcotraficantes (es más posible que sean los primeros), sin embargo los niños dicen que se deciden consumir drogas porque: están aburridos y buscan algo en qué entretenerse; para sentirse bien; para olvidarse de sus problemas y relajarse; por diversión; por curiosidad, donde entra la famosa frase "para ver qué se siente"; para vivir una aventura, que implica prohibición y peligro; aliviar su dolor; porque quieren sentirse mayores; como una forma de ser independientes y libres; por querer pertenecer a ciertos grupos y sentirse "en onda". Lo primero que debe hacer al confirmar qu esu hijo consume drogas e sevitar alarmarse, entrar en pánico y lo que es más grave negarlo. El coraje, resentimiento, las culpas de sentirse que ha fracasado como padre, son algunas de las reacciones comunes. Cálmese para que pueda analizar la situación y poder buscar la ayuda que necesita para detenerlo. Evite culparse a sí mismo del problema. No se enfrente a su hijo sobre todo si está bajo los efectos de las dorgas, espere a que esté sobrio. Posteriormente, con calma y objetividad, hable con él sobre sus sospechas. Esta situación no es nada fácil, así que si antes necesita caminar y tomar un poco de aire, hágalo, luego comience la conversación. Cuando hable con su hijo, asegurese de que a él le quede bien claro su oposición al uso de drogas, establezca normas familiares, y cerciórese de que lo entienda, también hágale saber que ante una violación de las reglas, deberá imponer y mantener las normas disciplinarias decididas por la familia. No ceda ante la promesa de su hijo de que no volverá a hacero. Que no le dé pena o vergüenza la situación, afréntela y acñerquese a la gente especializada en el tema, quienes le guiarán de la mejor forma para combatir el problema. Puede comenzar por exponerlo a su pediatra o médico familiar, seguramente él le dirá a quién debe recurrir. ¿Cómo evitar que su hijo consuma drogas? Dele a sus hijos mucho amor, atención y cuidados. Participe en su educación. Incúlqueles valores firmes y adecuados. Mantenga una constante y abierta comunicación con sus hijos. Hábleles sobre las consecuencias de usar alcohol, tabaco y otras drogas. Escuche a sus hijos, tómese un tiempo para que le cuenten sobre lo que piensan y les pasa en su vida cotidiana. Sepa identificar cuándo sus hijos están pasando por un momento difícil de manera que les pueda brindar su apoyo o buscar ayuda especializada. Esté muy al pendiente de su grupo de amigos e infórmese de quiénes son sus padres. Hágalos sentir cuán valiosos son para usted y enséñelos a valorarse a sí mismos. Sea un buen ejemplo para ellos. Enseñe a sus hijos a ser seguros y firmes en sus decisiones, capaces de afrontar cualquier presión de sus compañeros. Establezca normas dentro de la familia sobre las drogas y el alcohol. Fomente las actividades sanas, deportivas y recreativas. Póngales límites para ver la TV y los vídeos musicales. Con los jóvenes converse sobre la publicidad y el mercado del alcohol y tabaco. Agrúpese con otros padres para pedir que en su comunidad se hagan campañas frecuentes contra las adicciones. Apoye las normas y leyes que podrían hacer de su comunidad un ambiente más seguro, más sano, y con desafíos positivos. Solicite ayuda si tiene algún problema relacionado con el alcohol o las drogas. Hay algunos factores de riesgo para el consumo de drogas como cognitivos, con relación al desarrollo y rasgos de personalidad o temperamento individual, factores familiares, sociales y culturales. Se dice que la mayor influencia y más temprana hacia el consumo del tabaco, alcohol u otras drogas provienen del medio familiar. El que los padres rechacen a su hijos, el exceso o el deficiente control familiar, los divorcios conflictivos y el ambiente de familias disfuncionales con antecedentes de abuso, provocan que el niño o adolescente tengan una escasa autoestima, un bajo rendimiento escolar, falta de expectativas e ideales, lo que los hace más vulnerables y con mayor probabilidad de que se acerquen a las drogas. Se considera también que ciertas alteraciones en la conducta manifestadas desde que el niño era muy pequeño y que los padres no supieron atender correctamente, progresan en la adolescencia hacia síntomas más severos como el robo, la conducta agresiva o el abuso de drogas. Los niños que tienen amigos que consumen drogas tienen más probabilidades de drogarse. La adicción a las drogas ha sido estudiada también desde el punto de vista genético. Investigaciones realizadas en niños adoptados, que son hijos de padres biológicos alcohólicos, determinaron que presentaban un mayor riesgo de desarrollar dependencia del alcohol. Los hijos de padres alcohólicos poseen un elevado riesgo de manifestar problemas conductuales, psicológicos, cognitivos, así como también desarrollar alteraciones por déficit neurofisiológicos. ¿Como saber si mi hijo consume drogas? Para saberlo, hay síntomas que le pueden indicar que las está usando: Aparece y desaparece en intervalos regulares sin razón aparente, presentando cambios del comportamiento. Está bajando poco a poco en el rendimiento escolar. No cumple con los deberes y obligaciones, alterando la disciplina del núcleo familiar. Presenta cambios de carácter y violentas crisis de mal humor. Roba dinero u objetos en el colegio y el hogar. Pide dinero prestado frecuentemente. Ya no tiene los mismos amigos. Le ha encontrado cápsulas, tabletas u otras sustancias no indicadas por el médico. Usa un lenguaje extraño y diferente.Gasta demasiado dinero sin explicación aparente. Existen también síntomas físicos que confirman el consumo de drogas: Confusión, crisis de miedo, mal aliento, tos continua, necesidad imperiosa de consumir dulces, desorientación, congestión de nariz, ojos y garganta, habla mucho, presenta temblores". Muy bien, pero ¿cómo hablamos de drogas con los hijos?. He aquí la respuesta según explica alguien por internet: Hablar de drogas a los niños de acuerdo a la edad Antes de entrar a la escuela.- En esta etapa los niños están ansiosos por conocer, les gusta saber de reglas y seguirlas, quieren saber su opinión sobre lo "bueno" y lo "malo". Aunque en esta edad ya pueden entender que fumar es malo para su salud, todavía no están listos para absorber datos más complicados sobre el alcohol, el tabaco y otras drogas. Así que la mejor manera de hacerles ver sus efectos negativos es con ejemplos: a la hora de darle un medicamento para cualquier malestar o si está bajo tratamiento médico, aproveche el momento y hábleles sobre los beneficios y el uso adecuado de estas drogas. En ese momento, usted le está proporcionando un contexto que le indica cómo hacer uso de las drogas de una manera responsable. Si usted ve en la televisión, en el cine o un anuncio en la calle a un personaje fumando o bebiendo, aproveche la ocasión y hable con su hijo sobre los cigarrillos, la adicción a la nicotina, al alcohol y sobre los efectos que tienen en el cuerpo de una persona. Esto puede generar una conversación acerca de otras drogas y sobre el daño que causan. Del preescolar a tercer Grado(5- 8).- A esta edad ya les puede explicar sobre lo que son el alcohol, el tabaco y las drogas, sus consecuencias, y que hay personas que las usan aunque les hagan daño. Explíqueles cómo puede llegar a ser tan malo, aquello que nos sirva para vivir o nos mantenga sanos, como son los alimentos o medicamentos recetados por el doctor. Dígales como las drogas cambian el funcionamiento de nuestro cuerpo y mente, el que éstas pueden enfermar gravemente y hasta matar a quien las consuma. Explíqueles lo que es una adicción y cómo es el comportamiento de una persona adicta, asi también hágales saber que las drogas provocan esa dependencia muy mala y difícil de romper. Especifique muy bien y de manera clara y comprensiva para su hijo cómo hacen sentir las drogas a la gente, el riesgo de tomar una dosis excesiva y los daños permanentes que la droga causa a largo plazo. Cuarto a Sexto Grados (9-11 años).- Éste es un período en el cual los niños todavía desean hablar abiertamente con sus padres sobre temas delicados, asi que aproveche la ocasión y converse con ellos preguntándoles qué piensan sobre las drogas. Aunque su pregunta no desencadene inmediatamente en una plática, usted ha hecho que sus hijos se queden pensando en el tema. A la hora de que su hijo quiera hablar sobre su pregunta, muéstrese receptivo, abierto y dispuesto a tratar el tema y escuchar con mucha atención y respeto sus opiniones, de esta manera ellos estarán más dispuestos a acercarse a usted en un futuro para obtener ayuda o consejos. Infórmese y tome nota de los gustos de su hijo, si por ejemplo le gustan mucho los deportes, puede abordar el tema de las drogas y los riesgos de su consumo, hablándole sobre el uso de los esteriodes y sus efectos en los atletas. Hábleles sobre los efectos inmediatos que tienen el alcohol, el tabaco y otras drogas en las distintas partes del cuerpo, incluyendo los riesgos de un coma o una sobredosis fatal. Mencióneles las consecuencias a largo plazo de consumir drogas entre ellas la adicción, provocando que quines las usan pierdan el control total de sus vidas. El por qué las drogas son muy peligrosas sobre todo para las niños y jóvenes, quienes apenas se están desarrollando. Los problemas que causan el consumo de alcohol, tabaco y drogas ilegales, tanto para el que las cosume, como a su familia, la sociedad y en todo el mundo. Secundaria (12-14 años).- La adolescencia es una etapa algo difícil, es confusa y estresante; los chicos presentan cambios de humor repentinos e inseguridades, ya que están tratando de entender quiénes son y cómo pertenecer a determinados grupos, al mismo tiempo que luchan por su individualidad. En estas edades es cuando más cerca están de las drogas y con mayor probabilidad de usarlas, también hay que tomar muy en cuenta que las están usando en lugares donde se supone son seguros como la escuela, en casa y en casas de amigos. En esta etapa los adolescentes presentan cierta rebeldía contra los padres, sin embargo ellos aún siguen influyendo inmensamente en sus decisiones, entre ellas el no consumir drogas. Esta decisión que a fin de cuenta va a tomar el adolescente, debe estar respaldada con información sobre las consecuencias inmediatas y a largo plazo, del uso del alcohol, tabaco y otras drogas, como por ejemplo: El fumar causa mal aliento, mancha los dientes y su olor se penetra en la ropa y el cabello. Su desarrollo físico y mental se limita y deteriora con el consumo de las drogas. El consumo de drogas desencadena múltiples enfermedades, por ejemplo en el caso de fumar hay riesgo de padecer cáncer pulmonar y enfisema por fumar o las lesiones que sufre el hígado por tomar demasiado. El daño cerebral, la pérdida de memoria, el coma o la muerte, son también consecuencias de la adicción a las drogas. Preparatoria(15-17 años).- Para que los muchachos de esta edad, sean más concientes sobre las drogas y sus efectos, necesitas más que de simples mensajes; se requiere que sus padres hablen con ellos y le hagan entender que cualquiera se puede convertir en un adicto y que hasta los que no son adictos pueden acabar con problemas severos y permanentes. Es muy valioso también el que los jóvenes vean y escuchen el testimonio de personas de su edad, que han sido atrapados por la drogas; que a través de sus pláticas les hagan ver cómo han sufrido y cómo las drogas han arruinado su vida. La mayoría de los muchachos en este etapa, ya comienzan a pensar en su futuro así es que es muy probable que presten mayor atención. Ya es momento también de hablarles sobre el aspecto legal y monetario, en relación a los accidentes automovilísticos ocasionados bajo la influencia de las drogas, explíqueles el tiempo que deben permanecer en la cárcel y lo que cuesta , provocar un accidente, sin dejar de lado la posibilidad de que ellos u otra persona puedan resultar seriamente lesionadas o que mueran. Establezca por escrito las reglas que deben seguir sus hijos cuando salgan y utilicen el coche, como por ejemplo horas de salida y llegada, el que los chicos tengan muy presente el estar en contacto con los padres en caso de llegar más tarde o no dejarlos conducir por un tiempo si usted se entera de que alguien ha usado drogas o ha estado bebiendo alcohol en su automóvil mientras sus hijos conducían, etcétera". Termino citando, de mi propia cosecha, una idea que se me viene en estos momentos a la memoria. Es en las ocasiones en que los jóvenes y las jovencitas acuden a ciertas fiestas sociales (ya que el ser sociables en esas edades es lo normal) cuando importa mucho haberles aleccionado hasta que lo hayan interiorizado en su conciencia que pueden decir que sí o pueden decir que no; porque ya llevan bien aprendido lo que supone decir ambas cosas ante la disyuntiva de ser "como los demás" o tener tan arraigada personalidad que pueden rechazar sin ninguna clase de problemas la oferta que le hacen los amigos o amigas para fumar tragándose el humo, beber cantidades excesivas de alcohol, iniciarse en el consumo de droga o mantener relaciones sexuales fuera de todo control y sin ningún tipo de seguridad. Con mi propia experiencia puedo afirmar y afirmo que con una personalidad bien afirmada desde la infancia no se tiene ningún problema en decir que no a todo eso. Es cierto que algunos compañeros o compañeras (que no son amistades sinceras por lo tanto) se mofarán y se reirán por haber dicho que no... pero "arrieros somos y en el camino nos encontraremos" (como dice la sabia frase) cuando ellos se encuentren con graves enfermedades casi incurables y hasta mortales y nosotros estemos más sanos que nunca y dispuestos ya a vivir en plenitud la vida de los adultos. Por cierto, para finalizar este asunto con una curiosidad informo lo siguiente sobre la citada frase: Esta vieja locución castellana (cuya acepción completa es “arrieros somos y en el camino nos encontraremos”), procedente de la terminología del mundo rural de tiempos pasados, significa advertencia o velada amenaza a una persona que ha infligido un daño sobre la posibilidad de devolver, a la menor ocasión, la ofensa recibida, aunque no necesariamente en forma de venganza, sino porque la vida da muchas vueltas y coloca a cada uno en su sitio. La frase tiene su origen en los antiguos arrieros o personas que trajinaban con bestias de carga de la región leonesa de la Maragatería, que solían mercadear entre los pueblos de la zona y utilizaban esa frase cuando se sentían estafados por algún comerciante.
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