Estaba el sol bostezando, desmayando, en el horizonte. Fue un instante, un momento precioso que no fuese por los sueños reclamantes de la luna, hubiese sido eterno y no acabar nunca, no hacia falta nada, el sonido en el viento no era otro que el del silencio, un ave planeaba como un baile moribundo,, un cigarro, un suspiro, y un recuerdo; nada era necesario más de lo que ya había, si hubiese algo más estaría de sobra, las sobras se tiran al suelo, y aquel banquete visual era la paz que se escurría  desde las venas hasta un corazón acelerado por la emoción,  me decía adiós el astro rey, me decía: "ven, o quédate y no me vuelvas a ver", no me atreví, no supe qué hacer, ¿cómo hacerlo?, ni siquiera me moví, no parpadee, no quise perderme la despedida más cálida en mi miserable vida; lo hubieras visto, sentido, te hubiera infectado de su enfermedad maldita, como a mí, la fiebre lunática, solo obsérvame, la demencia es el síntoma que más se nota, pero la que más desgarra, es la soledad, aumenta y avanza como gangrena, y éste síntoma, no se percibe, a veces yo mismo lo ignoro, y otros tantos, tantos que..., me obligan a desgarrar mis sentimientos, y qué importa, si es lo que pagaré por ese instante, está bien, nunca fui más sincero, nunca fui más feliz, siempre me gustaron los amaneceres, pero solo son expectativa, un momento estático donde no hay esencia, sin embargo..., un atardecer, es el momento culminante, es lo que siempre esperé vivir al comenzar un día, disfrutar ese instante, fue lo único bueno y valioso que realicé en mi existencia, lo que le dio color y sabor distinto a los probados o vistos anteriormente, en el pasado, ensordecedor, aún así, no soporto el hueso ni la carne ésta enfermedad; así fue como me gané el derecho, así fue como merecí mi tumba, donde vibra mi esencia, que no olvida, el sol adormilado, igual que yo.      Cirano.