Compacta con la atmósfera de hiedra
trepa la virtud del alma
sostenida
por las manos del sueño y la esperanza.
¿Quién alcanza,
cítara eterna de la vida,
ese momento de gloria
en que pasamos del instante
y nos hacemos existencia?.
Las horas vírgenes y azules
del lago en que se hunden las miradas
son respuestas... respuestas elevadas
al continuo centelleo de mil estrellas
que van formando el sueño.
¡Mirad como se dobla el sauce
al embate del viento contra sus hojas!.
Abrid entonces ese milagro
de ser continuos en vuestra búsqueda
y dejad que se corrompa el pasado
para dar lugar a un nuevo día.
Y entonces, lejos de la envidia
que nace en el corazón malsano,
buscad el refugio del amor
para sentir de verdad lo humano.