sin ttulo
Publicado en Nov 16, 2011
La luz que entraba verticalmente por el único orificio que tenía mi techo era el factor que mas me desesperaba de toda esta monótona estancia. Un espacio casi minimalista el cuál me había asignado como la prisión a mis propios miedos, el cuál estaba violado en las esquinas con recortes de las tantas noches en las que me escapaba con la ambiaguez, era lo único que consideraba como propio. De esa puertita verde hacia afuera, todo era considerado como un campo de guerra. Los pasillos que me engullían y me defecaban al gris pavimento en el cual me veía forzada a poner toda mi piel al contacto de otras figuras aparentemente similares a la mía; el ruido esquizofrénico de todas las cosas tan llenas de una vida sin sentido; El falso interés de las mentes por tus ideas, todas estas eran las cosas que no me dejaban dormir sinó hasta que se asomara el amanecer el cual comtemplaba tristemente por entre las rejas de mi jaula dorada. Mis pies estaban cansado de transitar la podredumbre que las multitudes dejaban a su paso, pero mis alas estaban maltrechas por los desperdicios que arrojaban en el cielo. Salir, siempre iba a ser exponerme, y esto era tomado como una amenaza a la cuál le tenía terror. Lo único que podía seguir haciéndo, por mi propio bien, era permanecer encerrada conmigo.
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