Despedida
Publicado en Nov 24, 2011
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-        ¿Qué haces aquí?
Su voz atravesó la habitación como un susurro apenas audible, demasiado débil, y Kevin tuvo que agudizar al máximo su audición para poder captar las palabras.
-        ¿Por qué te fuiste de esa manera?- inquirió, sin responder a su pregunta- ¿Por qué no me lo dijiste aquel día?
-        ¿Y para qué?- masculló ella, con un dejo de ironía, mientras su mirada se apartaba en dirección a la ventana, para de esa forma evitar aquellos ojos verdes, pues siempre había creído que tenían la capacidad de ver incluso a través de ella y descifrarla sin mayores problemas- ¿De qué hubiera servido? ¿Acaso te hubiera gustado saber… esto?
Un suspiro escapó de los labios del muchacho, sin saber qué decir ante una situación como aquella.
No podía creer que eso estuviera ocurriendo. Su mente no alcanzaba a concebir que la vida de Kary se estuviera esfumando allí mismo ante sus ojos, sin que él pudiera hacer algo para evitarlo, para luchar, para… ¡maldita sea! ¡Para retenerla allí a su lado!
Todo cuanto podía hacer era permanecer allí a su lado, esperando…
Esperando lo inevitable.
Siendo un testigo de cómo cada vez parecía más pálida y cansada, de cómo cada vez parecía costarle aún más trabajo poder hablar, poder alimentarse, incluso… respirar.
La vida se le iba a cada segundo y se le iba sin él.
Miles de imágenes se cruzaban en su mente, agolpándose las unas con las otras y arremolinándose, consiguiendo que todo fuera aún más confuso. Pero en esas imágenes Kary no estaba así: pálida, ojerosa, conectada a máquinas y con agujas penetrando su piel para mantenerle hidratada y nutrida. No. En aquellas imágenes ella estaba llena de vida, riendo, jugando, corriendo con él a orillas del mar, chapoteando en el agua, sin que nada opacara el brillo de felicidad que resplandecía en su mirada…
-        Todas esas veces… todas aquellas salidas…- balbuceó Kevin, y, sin saber cómo continuar, se llevó las manos a la cabeza y revolvió sus rizos con desesperación- ¡Maldita sea, Karina! ¡Debiste decírmelo entonces! ¡Yo debía saberlo para cuidarte! ¡Para…!- se cubrió los ojos con las manos para que no le viera llorar, pero carecía de sentido, pues los sollozos escapaban de su garganta sin que nada pudiera evitarlo- ¿Cómo…? ¿Cómo… no se te ocurrió pensar que… todo aquello sólo te afectaría más? Yo debí…
No pudo continuar.
Sin saber cómo, había terminado con el rostro oculto contra su vientre, abrazándola por sobre las cobijas, aferrándose a ella, como si de alguna forma eso le ayudara a aferrarla también a la vida.
-        Eso me hacía feliz entonces- murmuró Kary, acariciando sus rizos con ternura y luchando para que no se le quebrara la voz- Necesitaba todo eso para mantenerme viva, te necesitaba.
Kevin alzó el rostro y se limpió las lágrimas que le impedían verle con claridad, pero todo era inútil: cada vez que las limpiaba, unas nuevas aparecían de inmediato para remplazarlas.
-        Yo debí cuidarte- repitió una vez más, intentando controlar sus sollozos- Debí…
-        Lo hiciste- lo interrumpió ella, acariciando su rostro e intentando sonreír para tranquilizarlo- Me cuidaste a tu manera, como sólo tú podías hacerlo. Y… me regalaste los mejores meses de mi vida- añadió, con un dejo de añoranza al recordar aquel tiempo que habían compartido.
-        Pero…
-        Ahora yo cuidaré de ti- continuó Kary, secándole las lágrimas con delicadeza- Pero… lo haré a mi manera, ¿está bien?
-        ¿A tu manera?- repitió Kevin, frunciendo el ceño, algo confundido.
-        Ajá- susurró ella- A mi manera, de la única forma en que podré hacerlo de ahora en adelante.
Kevin sintió que el corazón se le encogía en el pecho al ver cómo la mirada de su esposa se dirigía con un dejo de tristeza hacia el techo, porque sabía bien que en realidad no hacía alusión a aquella parte de la construcción del hospital, sino a lo que estaba más allá, más arriba…
El cielo.
-        No, no, cariño- susurró, sujetando su rostro casi con desesperación, como si en cualquier momento se le fuera a ir de las manos, como si en cualquier momento alguien se la fuera a arrebatar sin más- No digas esas cosas, tú estarás bien… Encontraremos una solución para esto, ¿entendido? Buscaré especialistas, buscaré un…
Kary meneó la cabeza con tristeza y posó un dedo sobre sus labios para acallarlo.
Ella lo sabía bien y ya estaba resignada: no existía cura. Moriría dentro de pocos meses, incluso tal vez no le quedaban más que unos días.
-        ¿Harías algo por mí?- suplicó, maravillándose una vez más de lo trasparentes que resultaban aquellos ojos verdes: reflejaban tanto amor y adoración por ella, que siempre se preguntaba qué era lo que había hecho para merecerlo.
-        Lo que sea, lo que quieras, mi amor- respondió él, sin pensarlo, mientras tomaba sus manos entre las suyas y las besaba- Dime qué es lo que quieres y lo haré por ti.
-        Vete, déjame sola.
Kevin frunció el ceño.
-        ¿Necesitas descansar?- inquirió, aunque en el fondo sabía que la respuesta era otra- Si quieres dormir, puedo quedarme aquí en silencio y…
-        Vete- repitió Kary, mirándolo fijamente e intentando que aquel nudo en su garganta no desembocara en lágrimas- Vete y no vuelvas a este lugar, no quiero que…
-        No- fue la tajante respuesta de Kevin- No te dejaré ahora que por fin te he encontrado otra vez, no después de todos estos meses sin saber de ti.
Kary sabía bien que él no cambiaría de opinión así como así, sabía que se aferraría a la estúpida idea de permanecer allí con ella hasta el final, pero también sabía que no podía permitirlo, no podía permitir que él pasara por todo eso, que fuera testigo de todo aquello…
… no podía sumarle aún más dolor.
-        Cuando…- tuvo que tomar aire para despejar en algo el nudo que a cada segundo crecía más y más en su garganta-… cuando me marché de casa hace un par de meses, lo hice precisamente porque… quería ahorrarte esto.- un suspiro surgió de sus labios y miró en otra dirección- Yo fui injusta contigo, Kevin, y siempre lo supe… Fui demasiado cruel y egoísta, te necesitaba demasiado como para pensar en…
-        ¿Q-qué? ¿De qué hablas, cariño?- balbuceó él, tomando su barbilla para que lo mirara a los ojos, pero todo era inútil: Kary simplemente se empecinaba en continuar mirando en dirección a la ventanilla.
Otra vez su voz se había convertido en apenas un hilo, demasiado débil y casi inaudible.
-        Siempre… siempre lo supe- confesó ella, sin atreverse a mirarle a la cara- Siempre…- un sollozo ahogo su voz y tuvo que tomar aire para continuar-… desde mucho antes de casarnos, desde… desde que nos conocimos.
¿Qué? ¿Qué era lo que Kary estaba diciendo? ¿Cómo que…?
¡Eso era imposible! ¿Cómo que siempre lo había sabido? ¿Entonces por qué se lo había ocultado? ¿Por qué le había ocultado la existencia de aquel tumor en su cerebro que llevaba años matándole, robándole la vida?
-        Pensé… pensé que podría controlarlo, mientras salíamos- continuó Kary, cerrando los ojos con fuerza para controlar las lágrimas- Pensé que… que sería algo sin importancia, me convencí a mí misma de que sólo sería algo pasajero y que luego ambos lo olvidaríamos, pero…- la primera lágrima corrió por su mejilla, perdiéndose en su cuello hasta ir a dar a la almohada- Pero… claro, me equivoqué- se secó el rostro para que Kevin no la viera llorar y sonrió a medias al recordar cómo había sido su vida hacía apenas un año atrás.
El tiempo le parecía algo tan extraño, misterioso y valioso ahora.
¡Justo ahora que ya no lo tenía! ¡Justo ahora que se había convertido en su peor enemigo!
Sí, porque el tiempo se alzaba ante ella amenazante, intimidante, queriendo arrebatarle todo cuanto quería: el amor y la compañía de Kevin.
El tiempo para ellos ya no existía. Ya no existían las posibilidades, ya no existían las oportunidades, ni los planes, ni los sueños, ni… nada.
Simplemente todo había acabado.
-        Entonces… ¿por qué…?- comenzó a decir Kevin, pero ella lo interrumpió, continuando con su relato, como si jamás se hubiera detenido en sus pensamientos.
-        Luego ya era demasiado tarde…- suspiró, apretando los dientes para que su voz no sonara tan quebrada-… para cuando quise darme cuenta, para cuando quise retroceder y alejarme de ti, me di cuenta de que te amaba demasiado como para dejarte ir- una nueva lágrima surgió y se maldijo mentalmente por ser tan sensible, no quería complicarle aún más las cosas a Kevin en aquel momento con su llanto- Y… y entonces ocurrió lo que jamás imaginé: me pediste matrimonio.- no pudo evitar una sonrisa al recordar aquella noche mágica en que todo había ocurrido: las estrellas, el sonido del mar, la fogata ante ellos, los susurros… todo había sido tan perfecto- Y… ¡lo siento tanto, Kevin! ¡Debí decírtelo entonces! ¡Aún estábamos a tiempo! ¡Aún había tiempo para ti!- tuvo que morderse el labio para ahogar un sollozo, pero su respiración ya se había vuelto algo irregular y forzosa- Todo… todo lo que sabía en aquel momento era que lo quería: deseaba con todo mi corazón poder compartir el resto de mi vida contigo… aunque ese resto fueran sólo unos meses y lo supiera bien, así que dije ‘¿por qué no?’- se limpió las nuevas lágrimas que habían surgido de sus ojos y por fin se atrevió a mirarlo con angustia, con suplicio- Lo siento… fui egoísta, ya lo sé. Sólo pensé en mí, pensé en… en que no quería perderme la oportunidad de amar, de vivir. Sé que debí decírtelo, pero…
-        Te amo.
Como cada vez que Kevin pronunciaba aquellas palabras, los labios de Kary se curvaron en una sonrisa automática y llena de felicidad. Aunque no hubo mucho tiempo para que permaneciera allí dibujada, pues a los pocos segundos sus labios se hallaban mucho mejor ocupados por los suyos, en un beso lento, dulce y cargado de amor… Un beso que sólo él podía conseguir, un beso perfecto.
El último beso perfecto.
-        Te amo- repitió él, en un susurro, mientras juntaban sus frentes- No, cariño, no llores- suplicó, secando su rostro con algo de torpeza.
-        T-tengo miedo…
-        No debes tener miedo- aseguró Kevin, besando la punta de su nariz con ternura- Sabes que no te dejaré sola ni un segundo, sabes que…
-        Por eso tengo miedo- susurró ella, mirándole fijamente a los ojos y acariciando su rostro una y otra vez, memorizando con sus dedos cada detalle, cada centímetro de piel- No quiero que sufras. No te mereces más dolor por mi culpa…
-        Mi amor, no es…
-        No te atrevas a decir que no es mi culpa- lo interrumpió Kary, adelantándose a sus palabras- Por favor, vete.
-        No.
-        Vete.
-        No.
-        ¡Vete, maldita sea!- explotó ella, estallando en llanto- ¿¡Qué tengo que hacer para que te marches de una vez!? ¿¡Qué tengo que hacer para que no te quedes ahí viéndome morir!? ¿¡Qué acaso no te das cuenta!? ¡Voy a morir! ¡No voy a salir de ésta!
Vio que Kevin se acercaba con la intención de abrazarle y, de seguro, de besarle también, pero lo apartó de ella con fuerza, empujándolo por los hombros y obligándole a retroceder varios pasos debido a su brusquedad.
-        ¿Acaso nadie te lo ha dicho, Kevin?- murmuró Kary, rodeándose el cuerpo con los brazos y mirando nuevamente hacia la ventana para ocultar su llanto, aunque su voz y sus sollozos la delataban por completo- Lo peor de esta enfermedad no es la muerte. Aceptaría que te quedes si sólo se tratara de esto, pero… pero no puedo aceptar que sufras aún más.
-        ¿A-aún más…?- repitió él, con un hilo de voz.
¿Qué podía ser peor que la muerte? ¿Qué?
-        Dentro de… - otra vez aquel nudo incómodo y doloroso que le impedía continuar hablando-… dentro de poco tiempo este tumor comenzará a… degenerar las funciones de mi cerebro, partiendo por las más esenciales como la memoria.
-        ¿La memoria?
La muchacha sólo asintió en silencio, incapaz de aclarar en voz alta aquello que ya sabía bien y que de seguro Kevin estaba comprendiendo por sí solo, luego de sus palabras.
Lo primero el olvidar serían los recuerdos más recientes, aquellos que su cerebro había registrado último y que no formaban parte de toda su vida.
Entre aquellos recuerdos estaba él.
Kevin.
-        Yo… yo no me daré cuenta de que me has dejado. Para mí… para mí será como si nunca hubieras existido… como si jamás hubieras formado parte de… mi vida- susurró, intentando alzar un poco más la voz, pero era imposible: el nudo hacía que las palabras apenas surgieran de su garganta- Yo… no sufriré. Ni siquiera… ni siquiera sentiré dolor porque me anestesiarán, pero…- una lágrima silenciosa corrió por su mejilla y un rayo de sol la iluminó, arrancándole extraños destellos a la gota salada-… pero tú sí. Querrás verme y no te reconoceré, querrás hablarme y me asustaré de ti, querrás abrazarme y…
Sus brazos ya estaban abrazándole.
Sin poder evitarlo, volteó y se aferró a él con fuerza, intentando grabar todos los detalles posibles en su memoria, intentando convencerse de que jamás sería capaz de olvidar algo así: su calidez, su protección, su fuerza, la ternura… él.
Alzó el rostro y le besó delicadamente, sintiendo que las lágrimas de ambos se fundían entre sus labios, saladas, cargadas de angustia.
Aquel era un beso amargo.
-        Q-quiero… quiero que te quedes con este recuerdo, ¿está bien?- suplicó, limpiándole el rostro y alzando la mirada para encontrarse con sus ojos verdes- Si… si me amas, hazlo por mí: recuérdame así. Tú que sí podrás guardar recuerdos de nuestro amor, guárdalos así: hermosos, dulces, perfectos.
-        Sabes que será perfecto como sea- repuso él, intentando persuadirle, pero sabía que sería imposible- Sabes que…
-        Pero yo quiero que sea perfecto a mi manera, por favor, ¿sí?- susurró Kary, sonriendo a medias- Quiero que cada vez que cierres los ojos escuches mi risa, no mi llanto. Quiero que recuerdes mi voz diciendo cuánto te amo, no… no alejándote con gritos, como a un extraño… Y quiero que recuerdes mi cuerpo entre tus brazos así: dócil, tierno, confiado… tuyo; no pataleando cada vez que intentes acercarte… ¿Me puedes dar ese último regalo?
Por toda respuesta obtuvo un beso silencioso, el susurro de su voz diciendo ‘te amo’ y el chirrido de la puerta cerrándose tras él, sin siquiera voltear.
Pero no le dolió que no volteara, sabía que, de haberlo hecho, ambos hubieran sido incapaces de despedirse realmente.
Era mejor así.
 
-        Aún te recuerdo- susurró él, dejando una rosa blanca sobre su lápida.
Eran sus flores preferidas.
-        Recuerdo tu risa, tu voz diciendo que me amas, tu cuerpo frágil y confiado durmiendo entre mis brazos…
‘Y yo a ti, cariño. Jamás podría olvidarte, jamás podría dejarte’
-        Tal vez debí quedarme allí contigo- murmuró Kevin, sintiendo que una lágrima silenciosa corría por su mejilla y se perdía en su cuello- Debí cuidar de ti, debí estar ahí.
‘No eras tú quien debía permanecer allí. Ahora es mi turno de protegerte, como tú lo hiciste conmigo un día. Estoy aquí, te cuido. Dije que lo haría a mi manera, ¿recuerdas?’
-        ¿Eres feliz allí donde estás?- preguntó él, acariciando las letras cursivas que inscribían su nombre en la fría piedra- ¿Estás tranquila allí donde estás?
‘Estoy a tu lado, ¿acaso no te das cuenta? Estoy segura de que en el fondo puedes sentirme’
-        Te extraño. Te necesito. Estoy solo.
‘No lo estás, yo estoy aquí’
-        Te amo. Aún te amo, jamás podría dejar de hacerlo.
‘Lo sé, pero la vida continúa. Tú continúas viviendo, tienes oportunidades, tienes sueños, ve por ellos’
-        Si al menos pudiera sentirte por última vez, si al menos pudiera saber que estás bien.
‘Lo estoy, sólo confía’.
-        ¿Te veré otra vez?
‘Aún falta para eso’
-        ¿Estás ahí?
‘Siempre, jamás podría dejarte. Te amo, te amo, te amo. Desde aquí te cuido. Desde aquí he visto cuánto sufres, pero me alegra saber que lo haces porque significa que sigues ahí: vivo. Cada noche te veo recorrer el departamento, tomar tu guitarra y tocar nuestra canción. Cada mañana te acompaño a tomar café y veo mi taza vacía junto a la tuya. Cada vez que suspiras, allí estoy. Cada vez que lloras, soy yo quien te consuela. Cada vez que caminas por los parques vacíos y cruzas sin darte cuenta, soy quien te detiene justo a tiempo. Estoy cada día y seguiré estándolo, porque ahora soy tu ángel, mi amor’
-        ¿Aún me amas?
‘Más que nunca, más que a nadie’
-        Ya no volveré- murmuró Kevin, colocándose en pie- Lo siento, pero… ya no puedo.
‘Es lo mejor, lo sé. Pero no te preocupes, tontito, no me estás fallando y tampoco me perderás, yo estaré siempre contigo. Siempre’.
-        Perdóname, ¿sí? Perdóname por dejarte sola otra vez.
‘No estoy sola, aún te tengo’
-        Ahora seré yo quien esté solo.
‘Ella está cerca, sólo debes mirar a tu alrededor’
-        Adiós- susurró él, incorporándose y sacudiendo por inercia sus rodillas, allí donde su jeans había estado en contacto con el césped.
A unas lápidas de allí, una mujer joven (no debía superar los veinticinco años) leía un libro de cuentos sobre una tumba pequeña, de seguro se trataba de su hijo.
Quiso pasar silenciosamente de largo, pero entonces un extraño viento se levantó y le arrebató el pequeño y ajado libro de cuentos de las manos, por lo que se apresuró a ayudarle y alcanzárselo.
-        Kevin- se presentó, sonriendo a medias y extendiendo su mano.
-        Angela- respondió la mujer, estrechando delicadamente su extremidad y luego estrechando el libro contra su pecho, como si le protegiera- Gracias.
-        De nada.
Sin más, continuó con su camino, pero volteó a un par de metros, sólo para encontrarse con una profunda mirada castaña que también le seguía con un dejo de curiosidad.
‘No estás solo. Ella está ahí y yo estoy aquí. Jamás te dejaré, lo juro’.
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Foto del autor Angela Alejandra Contreras Torres
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Descripción

Mini fic creado por mí.

Palabras Clave: Kevin Kary

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Fanfictions


Derechos de Autor: Angie Contreras


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