Las nueve en punto (Diario)
Publicado en Nov 25, 2011
Son las nueve. Sólo las nueve de la noche. No acompañada de minutos ni de segundos. Limpia. Son las nueve de la noche y lo único que siento, en realidad, es este perpetuo vivir poseído por los rayos blancos y frescos de la luna tras el cristal de la caliente cafetería donde estoy sentado, solo, ante mi hoja de papel en blanco. Pensar más allá de las nueve en punto de la noche no tiene ahora sentido. Pausada el alma, detenida el alma en estas nueve horas de la noche, solo se cruza en mi memoria un vivir sin minutos ni segundos.
Se posan los rayos de la luna con su brillo blanco sobre mi hoja también blanca y se hacen despaciosas, lentamente despaciosas, las líneas que escribo sobre este inestable diagrama de sentimientos en suspenso. Hay un soplo de luz de luna en la hoja blanca de esta ascensión por la vida plana carente de minutos y carente de segundos. La sucesión de las palabras no tienen límites. Son las nueve de la noche en punto. Y lo único que cuenta, en definitiva, es la esperanza de ver el texto escrito bajo la blanca y pálida luna. Observo una escena y la transcribo: Camina un anciano encorvado con un pequeño niño de la mano. Frente a ellos, en la acera del otro lado de la calle, una mujer esbelta y bella está esperando un taxi para embarcarse hacia algún lugar de la noche. Y en este instante he notado y he dejado quedarse en mi escritura la estampa de un anciano con su nieto contrastando con la madura y esplendorosa belleza de una mujer colgándose del panorama de la noche. Son las nueve sin minutos ni segundos. Apuro mi café, recojo mi hoja en blanco y salgo hacia el destino del más allá de las nueve... por la misma avenida donde el anciano, el niño y la esbelta mujer me han hecho plasmar la escena de la vida entrecruzada.
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