Cinco mujeres buscando luz. (Teatro) ACTO SEGUNDO.
Publicado en Nov 26, 2011
Personajes:
Inés...... 30 años de edad.Irene .... 25 años de edad.Irma ..... 20 años de edad.Isabel.... 15 años de edad.Isidra ... 10 años de edad. ACTO II Cocina de una vivienda madrileña de la clase media del año 1956. Es invierno y las cinco protagonistas se encuentran sentadas alrededor de la mesa camilla donde han encendido el brasero para calentarse con el orden, en el sentido de las agujas del reloj, de Inés, Irene, Irma, Isabel e Isidra. Inés se encuentra leyendo un libro de prosa lírica en voz alta. La escuchan Irene, Irma, Isabel e Isidra. Todas ellas están de buen ver pero la más agraciada, físicamente, es Irma. Poco a poco se anima la conversación. Inés.- Y al nacer de nuevo el alba seremos pensamientos sembrados en la ancha bahía de nuestras existencias; viviendo esa especie de fantasía en donde se reúnen los duendes del tiempo para permanecer vigentes en las oquedades de nuestras propias palabras; fingiendo que somos figuras del ayer mientras formamos una espesa vida llena de rumores silenciosos. Irene.- Silenciosos. ¿Qué clase de rumores silenciosos pronunciarán por fin nuestros renaceres? Irma.- Para entendernos mejor es poder vivirlos. Isabel.- Pero vivirlos ¿con qué clase de conciencia? Isidra.- La mía está anclada en la bahía. Espero poder bogar... Inés.- En estos mares nuestros la mejor manera de ser es parecer que estamos presentes. Irene.- No seré yo una ausencia. Irma.- En cuanto a mí respecta la nada no existe. Isabel.- Dios te oiga, hermana, Dios te oiga... Isidra.- He aprendido de Dios que todo llega. Inés.- No existe la nada. Es cierto. Pero cuando bogamos hacia el horizonte debemos cuidarnos de no caer en el llanto. Irene.- ¿Y qué pueden importar una cuántas lágrimas de anhelo? Irma.- Aprendo a llorar viendo las gotas de las lluvias del otoño resbalar por el cristal de la ventana. Isabel.- Quisiera rimar mis lágrimas con acordes de un poema de Bécquer. Isidra.- Volverán del amor en tus oídos las palabras ardientes a sonar. Inés.- Si alguien nos trajera jazmines... Irene.- Yo no. Yo busco romeros para ser mayor en mis sueños. Irma.- Cuando, al despertar, vuelva mi mirada hacia el futuro habré sabido, por fin, que por el verde olivo trepa la esperanza. Isabel.- Si alguien nos trajera rosas... Isidra.- Yo busco un espacio libre para plantar mis propias amapolas. Inés.- ¿Que son las palabras que anhelamos? ¿Que son las tupidas madreselvas de silencios colgados en nuestro balcón? Irene.- No. Me niego rotundamente a esperar asomada en el balcón. Tengo prisa en saber que volverá la primavera. Irma.- Posiblemente en esa espera están todos nuestros misterios. Isabel.- Si viviera nuestra madre quizás nos podría ayudar a descubrirlos. Isidra.- No exactamente. Posiblemente nos hiciera esperar más tiempo. Inés.- Creo que estamos apresurando las horas. Os digo que las horas tienen ritmo y ese ritmo es el tictac de nuestras sensaciones. Irene.- Sensaciones, sí... pero sensaciones apoyadas en alguna feliz canción. Irma.- Yo canto a la mañana. Yo canto porque sé que el alba llega. Yo canto porque me cansé de suspirar. Isabel.- ¿Qué son los suspiros sino deseos reflejados en las miradas?. Isidra.- Si miro encuentro... en eso estoy de acuerdo conmigo misma. Inés.- ¿Que sabes tú de ti misma? ¿Qué sabemos todas de nosotras mismas? Irene.- Pues para mi manera de pensar yo sé que voy hacia el mañana. Irma.- Es necesario ir hacia el hoy; porque mañana puede ser demasiado tarde. Isabel.- O quizás demasiado pronto. Isidra.- ¿Tarde? ¿Pronto? ¿Qué tienen ambas cosas de importante? Inés.- Es difícil explicarlo; pero me atrevo a sentir que mañana las cosas serán tal como son hoy o quizás de forma totalmente diferente. Eso es lo importante. Saber descubrir que existe ese misterio. Irene.- ¿En el alba? ¿Existe ese misterio en el alba? Irma.- En el alba existe una presencia. De eso estoy segura. Isabel.- ¿Y no será una fantasía nada más? Isidra.- Me interesa la fantasía. Quiero la fantasía. Amo la fantasía. Inés.- Mirad al reloj. Tened en cuenta que todo aquello que se sueña no es imposible de alcanzarlo, pero necesitamos tener consistencia. Irene.- Yo no seguiré repitiendo siempre los mismo pasos... no... Irma.- ¿Y qué pensáis de los pasos diferentes? ¿Qué pensáis de ese caminar haciendo estelas sobre la mar? Isabel.- Si pudiera existir una vida diferente la viviría como vivo esta. Isidra.- Dejadme soñar, por favor, dejadme soñar... Inés.- Hasta los remotos infinitos del sueño pueden ser alcanzados si queréis madurar con el alba. Irene.- ¿Y despojarnos de qué? Irma.- De lo inane. De lo fútil. De lo yermo. Isabel.- ¿Como si fuéramos damas diferentes a las garcilorquianas? Isidra.- Tú lo has dicho. Inés.- Decimos demasiadas cosas esta noche. ¿Cuántas de ellas podremos cumplir? Irene.- Todas las que nos hagan salvar los abismos. Irma.- Yo no tengo miedo a los abismos. Lo que temo es saber qué hay más allá de ellos. Isabel.- El alba todavía no llega. Eso al menos es lo que siento, aunque escucho sus rumores. Isidra.- ¿Alguna de vosotras me puede explicar qué son los abismos que citáis? Inés.- Como dijo Concepción Arenal, la pasión para el hombre es un torrente; para la mujer, un abismo. Irene.- Sin embargo no es cierto siempre; porque existe una pasión que se queda dentro del alma. Irma.- De acuerdo. Y si existe una pasión dentro del alma... ¿qué tiene eso de misterio? Isabel.- La sensación de que somos libres. Isidra.- Yo eso lo entiendo... al menos entiendo que encender el alma supone encender una esperanza. Inés.- Comprenderlo a tiempo. Ese es el problema. Ese es el verdadero enigma de nosotras las mujeres. Irene.- Yo voy hacia un enigma pero... ¿hacia cuál de todos ellos? Irma.- El mejor enigma de nosotras las mujeres es que no lo conocemos hasta que sabemos más de él. Isabel.- Entonces... ¿por dónde empezar a descifrarlo?. Isidra.- Supongo que por dónde se empieza a sentirlo... Inés.- Se nos irá muriendo la noche y al alba podremos entender que empezar a sentirlo es empezar a vivirlo. Irene.- Una propuesta sin engaño. Irma.- Una proyección sin desventura. Isabel.- Un poco de saber qué somos. Isidra.- Quizás... tal vez una sola sensación de libertad. Inés.- He vivido mis sueños pensando siempre en ella... en esa libertad encadenada a mi propia conciencia. Irene.- Posiblemente sea lo más sublime que nos pueda suceder. Irma.- El amor es un sentimiento sublime... es bello cuando lo tienes cerca pero es como una espina que te clava en el corazón cuando está lejos... así hoy mi corazón llora porque el amor de mi vida está lejos de mí... y al parecer es imposible. Es anónimo y no me está sucediendo... pero me sirve para aprender... Isabel. Aprender entendiendo lo que se siente es la forma más completa que conozco para ser mujer de verdad. Isidra.- Y la más compleja para mi entendimiento. Inés.- No deis nunca un sueño por cumplido hasta que aprendáis a sentirlo clavado en el corazón. Irene.- Demasiado doloroso. Irma.- Demasiado sincero. Isabel.- Demasiado profundo. Isidra.- Demasiado fuerte. Inés.- Escuchad algo. Ahí afuera, en el exterior, existe otro mundo. Irene.- ¿Y qué podemos temer de ese mundo ajeno? Irma.- Creo que quiere decir que el abismo pertenece a esa otra dimensión. Isabel.- Si no queremos creer en el abismo... el abismo desaparece... Isidra.- Quizás llevéis razón pero la razón no me es suficiente. Inés.- Y así las horas... y así los días... y así la bruma de saber que lo que sabemos no nos es todavía suficiente. Irene.- Entonces tendremos que inventarnos otra forma de pensar. Irma.- Innecesario. Las mujeres somos ese enigma que estamos siempre buscando. ¿No os dais cuenta que eso es por lo que más nos valoran? Isabel.- Es cierto. Bien pensado no necesitamos transformarnos en enigmas porque nosotras somos los enigmas. Isidra.- ¿Y si yo deseo otra magia diferente? Inés.- Una verdadera mujer nunca destruye su sentimiento; si acaso lo transforma para ser más verdadero. Irene.- Podríamos estar hablando horas enteras sobre ello... pero lo mejor es saber que los sabemos. Irma.- Y que a veces lo mostramos para ser más felices y a veces lo ocultamos para no perder la felicidad. Isabel.- Sí... pero... ¿y después?... ¿qué viene después? Isidra.- Creo que la sensación de ser sublimes. Inés.- Llegados a esto sólo nos quedan las respuestas del alba. Irene.- Espero que sea lo que necesito. Irma.- Podría ser más si no lo vivimos con dudas. Isabel.- Sin dudarlo. No es posible ser feliz si lo dudamos. Isidra.- Cierto. He aprendido que dudar es caer en el abismo de los sin fe. FIN DEL SEGUNDO ACTO.
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