Amor de yerbal y luna
Publicado en Jul 10, 2009
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Amor de yerbal y luna
Cuento
Diego Luján Sartori
  
Cecilia era una niña quinceañera, que con su gracia juvenil perfumaba la vieja casona de campo, donde vivía sola con su padre. Era la menor de cinco hermanas, las demás ya habían formado su hogar. Cecilia asistía al 9° año en la EGB 3 rural. Su madre había fallecido hace unos años. Hacendosa, simpática, de ojos azules y cabello rubio se estaba convirtiendo en el centro de las miradas jóvenes y no tan jóvenes de toda la colonia. Era la mejor alumna, daba catequesis en la capilla, cocinaba y atendía a su padre un hombre ahora sedentario y rico, que a través de casi cincuenta años de trabajo acumuló un considerable capital y una posición económica respetable.
Carlos era tarefero, hijo y nieto de tareferos, a los 10 años abandonó la escuela, siguiendo a su familia trashumante para ganarse pan y cobijo, en los cortes de la verde hoja de la yerba. Creció al amparo del cielo en las noches claras y se abigarró aterido cuando la lluvia y el frío hundían sus garras en el precario campamento. Cuando no, sintió el mordisco bravo del hambre en su barriga. Sin embargo creció fuerte y sano, elegante, de piel cobriza y ojos negros como la noche sin luna, y una sonrisa de dientes blancos que invitaban a la alegría, dándole una simpatía particular. Contrariamente a lo que se puede imaginar la gente su familia aunque errante tras las huellas del yerbal, era sólida en el amor, sus padres una pareja sufrida, pero que se amaban y amaban a sus hijos con ternura. Sabían del esfuerzo compartido, del reviro que los unía, de la alegría de un matecocido con leche y azúcar cuando los tiempos eran buenos o con dulce de caña en los aciagos, de tener linterna y radio con pilas nuevas o alumbrarse con  lampiones de gas oil en las picadas y entretenerse solamente con los ruidos del monte cuando no. De correr alegre con sus hermanos, detrás de una pelota de cuero o una hecha de bolsitas de polietileno, porque los padres eran buenos y sabían que los brazos de los niños aumentaban la harina y mejoraba la ropa en la tarefa, siendo agradecido con sus hijos. Aunque apenas aprendían a leer y escribir, los sacaban automáticamente de la escuela formal y sistemática para que aprendieran en la escuela de la vida.
Carlitos supo, de la espera en los raídos, hasta que venga el camión, del viaje arriba de la peligrosa carga, de la paciencia para que el patrón entregara los vales y los esquivos pesos para la mercadería. La áspera caña que sus padres bebían, del desprecio de los ricos y regodearse de saber cazar tan bien, algún tatú, u otro bicho del monte que siempre terminaba en la olla del campamento o en la humilde casa del barrio pobre donde vivían, en la periferia del pueblo, sin embargo Carlitos era feliz. En los bailes camperos las chicas preferían bailar con él: chamamé, chotis, cumbia o banerón, porque era un trompo que se dormía bailando a los son de la música. Como era fuerte y robusto le hacía pata ancha a cualquiera y alpargatazos corrió a algunos puebleros, del baile, cuando la cerveza o el vino le volvían leve la paciencia.
El camión con la cuadrilla entró dando tumbos, sobre la picada. Profundas huellas eran el camino, de tanto en tanto atravesada por zanjas que a causa de torrenciales lluvias, se producían en el terreno rojo. En la carrocería un potpurrí de gente, rubios, morochos, familias enteras, aferrados a escasas pertenencias, alguno dormitaba su descanso, otros bebían, Carlitos iba sentado sobre la planchada del camión, con los pies colgando sobre el aire, mirando todo en torno suyo, con el machete sobre las piernas. Esta vez haría su propio campamento, independiente al de sus padres. El camión se detuvo, se bajó el capataz y dando órdenes dijo:
- Acomoden sus cosas y armen el campamento, mañana largamos con todo la tarefa a partir de las cinco de la mañana y me entregan todos los machetes ya. No quiero borracheras ni pelea, de ahora en más el que se emborracha o pelea se va.
Carlitos corrió solícito a entregar su machete, no quería problemas con el Patrón, además él retiró poca mercadería, para que le sobre mucho efectivo y este yerbal era de los grandes y productivo.
Cuando el alba se desperezaba con un sol enorme en el horizonte, la gente del campamento se comenzó a levantar. Primero los mayores, hicieron fuego, mate, reviro, luego la gurisada. En pocos minutos se escucharon las órdenes del capataz y se largaron a trabajar. Carlitos, era fuerte y su trabajo rendía por el de dos. Iba y venía, sus manos diestras, arrancaban las hojas, el machete era preciso y exacto en el corte. Como no, si su vida había sido la tarefa, intercambiaba bromas con otros y al atardecer sus raídos estaban rebosando de oro verde y él calculando sus ganancias.
No era de noche aún, se lavó la cara, se peinó y decidió caminar por la chacra del propietario del inmenso yerbal. Como si acaso llegó hasta la casa enorme, prolija, con los ventanales amplios pero enrejados, con un perímetro de rejas en torno a ella, hermosos jardines, cuidadas veredas. Fue cuando vio a Cecilia. Temeroso y humilde pero decidido se acercó al lugar, golpeó las manos diciendo:
- ¡Buenas! ...
Cecilia salió a ver quien era y que quería el visitante ocasional.
Siii... Contestó - ¿busca a papá?
Carlitos, ni se inmutó respondiendo:
Me da un vaso de agua patroncita...
Como no, Sr. respondió Cecilia al verlo al Carlitos algo mayor que ella.
Ingresó a la lujosa vivienda y trajo el agua, no en un jarro de campamento, sino en un fino vaso de vidrio.
Tome señor, diciendo esto clavó sus ojos de cielo en los negros ojos de Carlitos, él bebió el agua de un solo sorbo y le devolvió la sonrisa amplia y cautivante, expresando:
Rica es el agua de los ricos...
Es la misma agua de los pobres y que Dios, nos da contestó Cecilia  sonrojada, sin dejar de mirar el rostro tan simpático del joven.
Carlitos sintió que el corazón le galopaba adentro del pecho.
Tal vez el agua es más rica, por que la servís vos patroncita.
Cecilia, no contestó se retorció con vergüenza y una sonrisa seductora, tomó el vaso de la mano del joven, sabiendo que era de la cuadrilla le preguntó:
¿Quiere más agua, señor?
No patroncita, gracias. Con la frescura de sus ojos, me pasa la sed.
Cecilia miró en torno para ver si su padre no estaba cerca y le comentó
¿Vos sos de la Cuadrilla de Edelmiro?
Si patroncita, contestó sonriente y vamos a quedarnos una semana. Me voy porque ya es de noche, linda luna, ¿no?
¡Cecilia! -gritó su padre- vení...
Ya voy papá... Chau, señor... Se despidió de Carlitos, con una sonrisa a medias.
Gracias por el agua...
Cecilia entró a la casa y su padre le reprendió:
No le des charla a esos negrros, Cecilia, son un peligro. Vos ya sabés.
Solo me pidió agua, papá. Explico la niña.
Que tome agua del arroyo, sentenció el padre.
Esa noche Carlitos, no pudo dormir bien en el campamento, su colchón era nuevo, no hacía frío... Escuchaba en la radio, música romántica, cayó una estrella y pidió sus tradicionales tres deseos: ganar $ 500 en esta tarefeada, comprarse un mocasín que había visto en la vidriera de "El Mendocino" y dar un beso, a la patroncita... se durmió.
Cecilia tenía en su mente, la sonrisa amplia de Carlitos. Y sintió lo que nunca antes había sentido al ver ningún muchacho, siquiera cuando veía al Juan que era su noviecito oficial.
Carlitos trabajó con ahínco ese día, y largó primero que todos el trabajo, pesó sus raídos, se bañó en el arroyo, se puso su camisa nueva y su pantalón vaquero negro, se ajustó el sombrero blanco de ir al baile y corrió hasta el cerro. Miró si la camioneta 4 X 4 del patrón estaba en el galpón, al no verla se dio coraje y bajó  a tropezones el cerro. Golpeó las manos y esperó.
Adentro Cecilia estaba vestida como para ir a la escuela y una sutil pintura resaltaba sus labios. Correspondió al llamado con su muletilla
- Siii, ¿quién es?. Sabiendo de antemano quién era, porque sin necesidad de mirar afuera sabía que era Carlitos, lo decía su corazón de adolescente mujer.
Soy yo, patroncita... ¿Me invita un poco del agua de los ricos?
Pero Cecilia salió con una jarra de jugo y un mate.
Si le gusta, le invito un tereré.
Gracias, contestó Carlitos, trabajé mucho hoy. Apoyándose en la verja de hierro, permaneciendo del lado de afuera. Conversaron, él:
Mejoró el tiempo, ¿no?
¡Menos mal!, así se puede cortar la yerba.
¡Cuánta plata han de ganar con la yerba!
No tanta, ahora que todo está tan caro, los únicos que ganan son los
tareferos. Riéndose le miraba coqueta.
La noche ya le ganaba la apuesta al día y se sentaba en su sitio. Carlitos vio las luces de la camioneta y exclamó:
Cecilia, viene tu papá, mejor me voy...
¿Venís mañana?
A la tardecita como hoy... Chau
Chauuu... Un alargado y meloso saludo de Cecilia, le golpeó en los oídos  hasta la próxima tarde.
Al llegar al campamento el capataz le espetó
Mirá Carlitos, no andes dando vuelta por ahí, porque si se roban algo te van a culpar a vos.
¡Tranquilo patrón! Solo fui a tomar un poco de rica agua de los ricos.
A Carlitos se le hizo largo el día y bajó corriendo el cerro hacia la casa del patrón. Esta vez Cecilia ya esperaba afuera con el tereré y unas masas que ella mismo había preparado.
Haciéndose del distraído Carlitos dijo:
Buenas... Se puede...
Cecilia salió nerviosa y le dijo pasá...
Carlitos subió a la vereda y se sentó en una silla.
Conversaron, tomaron mate, se rieron y hasta ella le invitó las masas, diciéndole que las había preparado para él.
Carlitos sentía que el mundo era suyo y a cada mate que recibía y entregaba, sus manos duras y callosas, acariciaban las de ella.
El patrón llegó gritando.
Necesita algo, joven.
Carlitos quedó aturdido y saltó fuera del perímetro de la casa.
No patrón, quería tomar agua nomás.
Mirá agua, tenés en el arroyo. Acá venís solamente si el capataz te manda o yo te llamo, la tenés clara ¿no?
¡Si patrón! Respondió nervioso el joven.
Cecilia intervino
Papá, yo le invité.
Hiciste mal... Estos negrros son peligrosos. Y a veces roban.
Carlitos se sintió muy mal
- ¡No soy ladrón, señor!
Yo no sé... Contestó el patrón. Mejor andate al campamento.
Carlitos salió corriendo y Cecilia se fue adentro, preparó la cena y se acostó.
El muchacho urdió un plan para ver a Cecilia. Le dijo al capataz que no
trabajaría, que iría a la escuela a ver si hay lugar para su hermano, a quien traería a la tarefa. El capataz no dudó en autorizarle este tipo de trámite eran normales.
Salió temprano, al rato comenzó a encontrarse con los niños y adolescentes que marchaban a la escuela rural, no tardó en ver a Cecilia. La esperó diciendo jocoso:
¿Me invitás un poco de rica agua de los ricos?, Cecilia sonrió. Hablaron y él le dijo, hoy a la noche te espero afuera, al borde la cerca, ¿venís?
Si a las 22.00 Hs. le contestó coqueta ella. Estaré allí.
Carlitos averiguó con el Director, sobre si había lugar para su hermano. El maestro lo reconoció y recordó que hacía muchos años, el estuvo como alumno allí.
Volvió, trabajó toda la tarde hasta que la noche, era noche, ya. Pesó los raídos, se baño y vistió. Recién se dio cuenta que no tenía reloj. Se asustó, no quería llegar tarde a la cita de su vida. Salió corriendo, bajó a los tumbos el cerro y se escondió tras los árboles. La casa grande se fue llamando a silencio y las luces se apagaron, esperó ansioso el momento. Cuando de pronto vio que Cecilia salió afuera, sin encender las luces. En el cielo, una luna inmensa, acariciaba el yerbal, ebrio de rocío. Y Carlitos besaba a Cecilia, como quien besa a una reina inmaculada. El muchacho espió la luna y le pareció que le sonría. Abrazó a la niña y cuando la noche promediaba su camino al alba, se marchó con el corazón repleto de una especial alegría.
Todos los días ocurría el encuentro. El amor se acrecentaba y... los cuerpos se hallaron más allá de los besos y las caricias. Pero hubo una noche en que algo pasó
Quién anda ahí, gritó el patrón. Cecilia se deslizó hacia su pieza. Carlitos  corrió hacia el cerro.
Lo dicho, el negrro viene a robar. Tomó la escopeta, de la chimenea y disparó. Carlitos sintió un golpe en la espalda, diciendo
Ayyy, el viejo de m... y mordió el polvo. Al otro día el capataz lo encontró cerca del arroyo, con los ojos fijos mirando el espejo de agua, que aún retenía en su cristalino reflejo la gracia de su sonrisa.
Pasaron las nueve lunas y la casa grande se llenó de alegría, un niño de ojos negros como la noche y una sonrisa amplia como el sol, corretea el patio, diciendo:
- ¿Me da rica agua de los ricos mamá? Sentado frente a la chimenea, el patrón dice, el Negrro de porquería, no había venido a robar.
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Descripción

Carlos era tarefero, hijo y nieto de tareferos, a los 10 aos abandon la escuela, siguiendo a su familia trashumante para ganarse pan y cobijo, en los cortes de la verde hoja de la yerba. Creci al amparo del cielo en las noches claras y se abigarr aterido cuando la lluvia y el fro hundan sus garras en el precario campamento. Cuando no, sinti el mordisco bravo del hambre en su barriga. Sin embargo creci fuerte y sano, elegante, de piel cobriza y ojos negros como la noche sin luna

Palabras Clave: Misiones yerbal tarefa amor rico pobre desprecio encuentro de razas

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Derechos de Autor: Diego Lujn Sartori

Enlace: dielusa@hotmail.com


Comentarios (2)add comment
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Carina Bianco

QUERIDO DIEGO... ME INVITASTES A LEER ESTA MARAVILLOSA HISTORIA DE AMOR, SIN SABER QUE ME HARÍAS RECORDAR MUCHOS MOMENTOS HERMOSOS DE MI VIDA... ES COMO SI UN ÁNGEL TE HUBIERA HECHO ESCRIBIR LA INVITACION...
PRIMERO QUIERO QUE SEPAS QUE ME LLENÉ DE AMOR EL ALMA CON CADA LETRA QUE ESCRIBISTES...
EN SEGUNDO LUGAR AMO EL CAMPO, Y MI COMPAÑERO ACTUAL EN ESTA VIDA ES DE UN PUEBLO MUY PEQUEÑO DE ARGENTINA LLAMADO TEDIN URIBURU...
QUIERO DECIRTE QUE VIVI TU HISTORIA COMO ALGO FANTASTICO. ME HICISTES ACORDAR DE MIS ENCUENTROS NOCTURNOS EN MEDIO DE LA NOCHE, ESE SILENCIO DE LA MADRUGADA...
GRACIAS DIEGO... SIN SABERLO, ME HICISTES SENTIR PLENAMENTE CONMOVIDA... EXCELENTE TU HISTORIA Y NO TENGO LA MANERA DE EXPLICARTE LA PUREZA QUE EXISTE EN LOS AMORES DE CAMPO...
TODO LO DE LOS BAILES, TODO LO QUE EN ELLOS OCURRE, LO DE LAS BEBIDAS ES REAL...
ALGUN DIA TE VOY A CONTAR CON UN ESCRITO QUE DE HECHO EMPECE HACE VARIO TIEMPO COMO LO VIVI YO... ABRAZOS DIEGO!!!!!! GRACIAS POR ESTA HISTORIA TAN HERMOSA... LAMENTO EL FINAL... MUY TRISTE... PERO ES HERMOSO!!!!
Responder
August 14, 2009
 

Delfy

hermoso y cautivador relato!!
felicidades
delfy
Responder
August 07, 2009
 

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busy