Los tiempos cambian
Publicado en Jul 10, 2009
¡Ay, cómo llovía el otro día! Tenía una cita y ningún vehículo disponible. El Chevrolet Malibú de papá lo estaba usando él, y el Honda Civic, su dueña: mi mamá (no confundir Honda Civic automático con gomera, la que usan los chicos de las villas). No tenía más movilidad que taxis. No encontré ninguno por la lluvia de mierda y tuve que rebajarme al colectivo. Esta vez sí que vi rarezas. Chiquitos con casquetes en la coronilla, con las consabidas hebillas de mujer para sostener; pero lo más raro de todo lo que vi, fue que por delante de las orejas, les caían mechones de pelo enroscado que parecían pendejos colgando la oreja. ¡Qué gente más rara! En una determinada parada bajaron todos, por suerte, y alcancé a ver que entraban en un edificio (ni idea del nombre). Estaba como protegido por una columnas fálicas, bien tiesas (a algo le deben tener miedo, algo habrán hecho, pensé). Debo confesar para ser honesta, que me excitó ver las columnas. Bueno........., entraban todos detrás de un payaso, y las mujeres con las polleras hasta los tobillos, con los engendros de las patillas tomados de las manos. El payaso tenía una capa cruzada de color blanco o crudo, con rayas azules en todos los sentidos, además de flecos colgando como penes muertos. Donde entraban parecía ser una iglesia, pero no tenía cruz, entonces no era la iglesia de mi Dios. Empecé a recordar algo que había leído, creo que el payaso se llama beduino o rabino, no tengo la menor idea. Fue todo muy rápido porque el colectivo arrancó al cambio de semáforo y seguimos raudamente hacia mi destino. Lo que recuerdo es que cuando llegué a mi cita, descompuesta de los nervios que me ocasionaron todas estas vistas deplorables, tuve un desmayo, o menos tal vez, un vahído mejor dicho. Ahí nomás me trasladaron a la Suizo Argentina, y cuando desperté en la sala de recuperación, volví a desmayarme, al ver un sujeto vestido de blanco y con un sombrero de copa alta, como los del colectivo. Cuando vuelvo a despertar, me encuentro atada y gritando a grito pelado, clamando por mis padres. Pedía que por favor me llevaran a la posta sanitaria de la villa 31, antes de ser atendida por un "bicho pelado". Decime vos: ¿No es preferible que te viole un tipo groso de la villa, antes que un "bicho pelado"? Porque ese quería violarme. En un momento de lucidez en la Suizo Argentina, por una enfermera me enteré, que la clínica era propiedad de ellos. Aunque había también médicos que no lo eran, a mí me tocó uno de galera. ¿Qué hice para merecer tanto bochorno? Yo, María Belén Monteagudo Tejedor. Antes la muerte o la villa 31.
María Marta Eliggi, Octubre, 2006 P.D.: Por supuesto que es toda una sátira, no DICRIMINO a NADIE.
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