Tic Tac...
Publicado en Dec 02, 2011
Jueves, 13 de agosto, del 2009. Cuando abrí los ojos, ya no estaba allí. Miré en todas direcciones, pero nada le daba un indicio de qué era lo que estaba ocurriendo. No reconocía a las personas que pasaban junto a mí y ellas tampoco parecían verme. ¿Qué hacía allí? ¿Cómo había llegado hasta ese lugar? Como si se tratara de una respuesta, el sonido de una motocicleta acercándose a toda velocidad, rasgó el aire. Dos personas iban en ella. La segunda parecía tratarse de una muchacha, se sujetaba de la cintura del conductor y apoyaba su barbilla en su hombro. Quise voltear, para ver qué dirección tomaba el vehículo, pero para cuando lo intenté, otro sonido ya había rasgado el aire: un grito de espanto. Entonces el ruido del metal estrellándose me dio las respuestas que buscaba. Y no me atreví a mirar. Sábado, 25 de septiembre, 2010. El reloj de la pared marcaba casi las tres de la madrugada, pero su lámpara seguía encendida en el velador. La muchacha se hallaba acurrucada en un lado de la cama, sin atreverse a voltear por temor a comprobar lo que ya sabía: estaba sola. Kevin ya no estaba allí. ‘Te extraño, siento que no tengo una dirección. Todos mis sueños ya no son lo mismo. Nada de lo que hago tiene sentido. Cuando camino por la casa, sólo me acompaña en eco de mis pasos y ya no sé qué hacer para calmar el vacío que siento en el pecho. Te necesito. Necesito sentir tus brazos otra vez rodeándome. Por favor, ¿qué tengo que hacer para tenerte otra vez? ¿Cómo pude perder mi vida entera en una noche y continuar existiendo de esta forma? Mírame, apenas soy la sombra de lo que alguna vez fui. Esto no es vivir, mi amor. Sin ti, la vida, no es vida. Son apenas minutos que el reloj alarga innecesariamente’. Ésas habían sido las últimas palabras que había escrito en su diario esa noche, antes de abrazar la almohada y ahogar sus lágrimas en ella. El teléfono sonó, pero no quiso coger la llamada. ¿Para qué? Podría apostar que sólo se trataba de algún otro estúpido amigo intentando sacarle de allí para llevarla a algún lugar sin sentido. ¿Es que acaso no respetaban su dolor? ¿Acaso no se daban cuenta que un año no era suficiente para dejar ir a Kevin? La contestadora dio la señal y la voz de Angie se hizo oír. - Karina, sé que estás allí- reclamó, con su característica voz irritada- Es más, sé que aún estás despierta- dejó escapar un suspiro y esperó un segundo, seguramente, con la esperanza de que Kary levantara el teléfono- Bien, si no quieres hablar, no lo hagas, pero tendrás que escucharme- le advirtió, con mal humor- ¿Qué pretendes, ah? ¿Cómo no entiendes que la vida continúa? ¿Qué ganas quedándote encerrada allí? Al menos… al menos deberías retomar la Universidad, sabes que te hará bien. - Fácil decirlo cuando tienes a tu Joseph y planeas una boda, ¿no?- masculló Kary, con ironía, sin dejar de ocultar su rostro en la almohada. - Cariño, sé que te duele, pero ya es tiempo de dejarlo ir, ¿no crees? - ¿Qué sabes tú acerca del dolor?- bien, no podía ser así de injusta: Angie acababa de perder un bebé de apenas tres meses de gestación, pero… ¡argh! ¡No era lo mismo! ¡Simplemente no era lo mismo!- Sigues teniendo a Joseph. Un nuevo sollozo escapó de sus labios y del otro lado de la línea, Angie, dejó escapar otro suspiro, esta vez, resignado. - Kevin no hubiera querido esto, cariño- murmuró su amiga, y la tristeza se coló en sus palabras- Sabes que no le hubiera gustado que… - ¡NO! ¡No lo sé, maldita sea! ¡No lo sé, porque no está aquí para decírmelo! ¡No está aquí para decirme qué le gustaría hacer! ¡No está aquí para abrazarme, ni besarme, ni acompañarme en las noches!- exclamó Kary, explotando y lanzando el teléfono hasta el otro lado de la habitación, donde se hizo trizas en el suelo- No está, no está aquí conmigo- repetía una y otra vez, sin dejar las lágrimas. Una brisa de aire se coló por la ventana del balcón, entreabierta. Viernes, 05 de noviembre del 2010. ‘Hoy creí verte en la calle, ¿sabes? Iba a cruzar, pensando en que hoy es tu cumpleaños, no me fijé y… casi me atropellan, pero justo entonces creí verte y quise seguirte. Cuando llegué al parque, me di cuenta que sólo había sido mi imaginación. Me siento sola. Quiero verte otra vez. ¿Por qué tuviste que dejarme, ah? ¿Por qué no luchaste para quedarte conmigo? Hay veces en que siento que te odio porque te atreviste a dejarme sola. Me lo habías prometido. Prometiste que jamás me dejarías’. Sin querer escribir más, dejó el diario sobre el velador y se encogió en su lado de la cama. Esa noche ni siquiera habría lágrimas. Odiaba demasiado al mundo, odiaba demasiado cada segundo que transcurría en él, como para desear llorar. Todos aquellos malditos segundos estaban acabando con ella de la peor forma, pues iban unos tras otros recordándole lo sola que estaba. Viernes, 05 de noviembre del 2010. ¡Y jamás lo he hecho! ¿Acaso no te das cuenta de que estoy aquí a cada segundo? ¿Acaso no me sientes a tu lado? Hoy sí me viste. Fui yo quien te detuvo. Fui yo quien… ¡argh! ¡Estoy aquí, maldita sea! ¿Cómo no lo ves? ¿Crees que yo elegí esto? ¿Crees que para mí no es una tortura verte así y no poder hacer nada para consolarte? Pero te encerraste en ti misma. Te cerraste al mundo y a las oportunidades. Ya no eres más que un reloj contando los segundos que pasan, sin hacer nada por vivirlos. Y… a cada segundo que pasa, dejas de ser mi Kary. Noche del viernes, 31 de diciembre del 2010. 10, 9, 8… Desde allí podía escuchar cómo todos sus vecinos contaban los segundos que quedaban para pasar al siguiente año, reunidos en la calle. … 7, 6, 5… ¿Por qué no se irían a molestar a otro lado? ¿Acaso no entendían que había personas que necesitaban dormir? … 4, 3… Tic- tac… Tic- tac… Las manecillas del reloj colgado en la pared, parecían resonar por toda la habitación, más fuerte que nunca. ¿Ahora hasta su propia casa le torturaba? … 2, 1… Un gran alboroto en la calle le dio la bienvenida al nuevo año, mientras Kary ocultaba su cabeza bajo las almohadas y gruñía entre dientes. Estúpido tiempo sin importancia. Sábado, 16 de abril del 2011. Otra vez la contestadora. - Kary… ¿vendrás?- la voz de Angie sonaba cansada del otro lado de la línea, como si ya no quisiera insistir más sobre el tema, y, aún así, no se daba por vencida- Necesito que me confirmes o… - un suspiro- Cariño, no quiero tener que colocar a otra persona en ese lugar, sabes que…- dejó la frase en el aire, sin saber cómo continuar- Es un niño hermoso, ven, ¿quieres? - Merece una madrina mejor- murmuró Kary, dejando su taza de café sobre el velador y buscando unas pastillas para dormir en el cajón- Ve y busca a otra. - ¿Al menos me estás escuchando?- murmuró su amiga, intentando no sonar irritada- Kary, por favor, ven, ¿sí? Kale quiere conocerte, es un bebé maravilloso. Quiero que seas su madrina. Te esperamos mañana. El tono marcó que la ‘conversación’ ya había terminado y Kary dejó escapar un suspiro. ¿Madrina? ¿En qué cabeza entraba nombrarle madrina a ella de un bebé? Claro, luego de tanto tiempo, casi había olvidado que Angie estaba algo zafada de la cabeza. De otra forma, jamás hubiera nombrado madrina de su primer bebé a una persona que no veía hace casi dos años. Ni siquiera había asistido a su boda. Sábado, 16 de abril del 2011. Irás a ese bautizo, aunque tenga que llevarte a la rastra. ¿Qué pretendes, ah? ¿Quedarte aquí hasta que seas una anciana si ver nada de la vida? Ya me tienes harto. Saldrás de aquí, a como dé lugar. Domingo, 17 de abril del 2011. ¡Argh! ¿Por qué entraba viento por la ventana a esa hora? Con un gruñido, Kary se incorporó sobre la cama y miró en la dirección en que se hallaba el balcón, sólo para encontrarse con que todo estaba tal como ella lo había dejado en la noche: cerrado. Ni una sola brisa de viento agitaba las cortinas. ¿Qué? ¿Acaso se estaba volviendo loca? Lo que le faltaba era comenzar a alucinar con cosas que en realidad no ocurrían, pensó con ironía, mientas se colocaba en pie para asegurarse que no existiera una rendija por la cual se colara el aire. Nada. Si seguía así, terminaría un hospital psiquiátrico, estaba segura. Estaba recién amaneciendo, por lo que se dispuso a regresar a la cama y cubrirse con las cobijas, pero justo cuando puso la mano sobre las mantas para apartarlas, nuevamente se hizo sentir aquella extraña brisa. - ¿Pero qué rayos…?- masculló, rodeándose con los brazos y mirando otra vez en dirección a la ventana. Nada. Sí, estaba perdiendo la razón, dictaminó llevándose una mano a la cabeza. Entonces, cuando su mirada barrió la habitación, dio con el parte de bautizo que le había enviado Angie. ¿Cómo había llegado hasta allí? Estaba segura de haberlo guardado en la parte alta del armario, junto con las demás cosas olvidadas. Intentó ignorar el hecho y regresar a la cama, pero entonces se dio cuenta que algo asomaba bajo la invitación. Una fotografía. Y no cualquier fotografía. Era la que se habían sacado Kevin y ella el día en que se habían comprometido; estaban en aquella playa solitaria, ella besaba su mejilla y él miraba a la cámara sin dejar de sonreír; no podía existir en el mundo una pareja más feliz que ellos en aquel minuto. Luego, su boda, había sido discreta; no muchos invitados, sólo algunos familiares y amigos. Entre ellos, Angie. Un suspiro surgió de sus labios. Debía estar loca para hacer algo así. - ¡Kary! – de pronto, una cabellera castaña le impedía ver y unos brazos delicados le abrazaban con torpeza- ¡Dios! ¡No puedo creer que estés aquí finalmente!- sí, Angie continuaba tan loca como antes, sentenció Kary, devolviéndole el abrazo con algo de incomodidad- Joe quería matarme porque no había querido pedirle a nadie más que ocupara tu lugar, mantenía la esperanza de que llegaras a tiempo. - Pues… aquí estoy, ¿no?- respondió Kary, algo avergonzada, pues de repente se daba cuenta que no había llevado un presente para su futuro ahijado. Allí ya había un gran montón de obsequios. Ella era, probablemente, la única capaz de olvidar algo así. - Sí, sí, sí- exclamó su amiga, con notable buen humor, mientras la arrastraba entre los invitados- Ven, te presentaré a Kale, es el bebé más hermoso que de seguro has visto. Aunque su ánimo no era el mejor, después de todo, Kary no pudo evitar sonreír al ver el entusiasmo y la ternura con que su amiga hablaba de su bebé. Se imaginaba que ella hubiera sido igual de haber tenido un hijo o hija con Kevin, pero, claro, ni siquiera eso tenía. Ni siquiera eso le había dejado. Últimamente, había llegado a la conclusión que odiaba a Kevin. Lo odiaba por dejarle allí. Porque la había olvidado allí, no la había llevado con él, y la había abandonado en la soledad, aún cuando había prometido ante Dios que jamás le defraudaría. Tontas promesas sin sentido. Jamás debería haber confiado su corazón en una sola persona. Jamás debería haberle entregado todo. - Míralo- murmuró Angie, tomando con cuidado al pequeño bebé entre sus brazos- Míralo y dime si no es el bebé más hermoso que has visto en toda tu vida. Contrario a lo que su amiga le había pedido, Kary no centró su atención en el pequeño, sino en ella. Se preguntó si, de haberse encontrado Kevin allí, ella también hubiera tenido las mejillas sonrosadas de aquella forma, si sus ojos también hubieran brillado en todo momento, si sus labios hubiesen parecido curvados en una sonrisa, aún cuando no sonreía, si hubiera desbordado toda aquella paz y tranquilidad que su amiga desprendía hasta por los poros. Y conocía bien la respuesta. Sí. Si Kevin se hubiera encontrado allí, todo eso sería posible. Pero él no estaba, jamás lo estaría otra vez. - ¿Aún duerme ese perezoso?- Joe, el esposo de Angie, había aparecido tras ella y había depositado un beso tierno en su hombro- ¿Acaso no piensa saludar a todos sus invitados?- murmuró, rodeando la cintura de su esposa con un brazo y alargando el otro para acariciar el rostro del bebé- Todos vinieron a verle, y él no ha visto a nadie. Bastó ese cuadro: ver a Joe y Angie riendo con ternura, contemplando a su pequeño bebé con adoración, para comprender que no podría soportarlo. No podría soportar toda una ceremonia, con celebración incluida, sin sentir que ella era una imagen en blanco y negro, entre todos aquellos invitados relucientes. Y, sin más, echó a correr. Escuchó la voz de su amiga, intentando detenerle, pero no quiso obedecer. No, no sería lo suficientemente egoísta como para arruinar su día. Y eso sería precisamente lo que conseguiría quedándose allí. Sin pensarlo, salió de la iglesia corriendo. El sonido de sus pasos en las escalinatas de piedra le recordaron al reloj de su pared, ése que había pasado tardes enteras contemplando, sólo que iba un poco más acelerado y dispar. No sabía qué ocurría con ella, por qué de pronto sentía aquella necesidad de alejarse de aquel lugar. Quería irse lejos de allí, lejos de todos. No podía continuar allí, sin sentir que se desmoronaba por dentro. Quería comenzar otra vez. Necesitaba comenzar otra vez. Ahora se daba cuenta que… un día despertaría y las oportunidades se habrían ido, todo habría acabado… …y ahogó un grito cuando un auto frenó abruptamente. Unos brazos le habían detenido justo a tiempo. Esos mismos brazos le estrechaban con una delicada fuerza contra el cuerpo de su dueño. Quiso abrir los ojos y comprobar que nada malo le hubiera ocurrido, pero él se lo impidió. - No, no mires- suplicó él, con un dejo de ternura y… ¿tristeza?- No tienes que mirar, tendrás miedo. - P-pero… - no pudo continuar, de repente, se sentía entumecida y se rodeó el cuerpo con los brazos, frotándose los costados, intentando ahuyentar aquella extraña sensación. - Tranquila, el frío también se irá pronto. - ¿Cómo sabes que tengo frío? - Porque yo también lo tuve cuando ocurrió. Recién entonces, Kary alzó el rostro y pudo ver a quien le había rescatado. Era Kevin. Un momento, ¿Kevin? ¿Cómo podía estar Kevin allí? ¿Cómo podía verle, si él estaba…? - Te dije que no miraras- la regañó él, al ver la expresión en su rostro cuando volteó y vio su propio cuerpo allí tendido. - P-pero… ¿cómo…? ¿qué…?- Kary no sabía qué se suponía que debía hacer o preguntar en realidad- ¿Cómo es que estás aquí? ¿Cómo es que puedo verte? Una sonrisa a medias curvó los labios de Kevin, mientras sus dedos acariciaban aquella piel que hacía tiempo le estaba prohibido tocar. Sin poder evitarlo, Kary cerró los ojos al sentir su roce. - ¿De verdad creíste que te abandonaría sólo porque no podías verme?- inquirió él, con un dejo de tristeza- ¿Tan poco confiabas en mí? - ¿Qué? No, no, no, claro que no- balbuceó Kary, abriendo los ojos, con expresión asustada, y aferrándose a él con fuerza- Es sólo que… no sabía qué hacer, cómo… cómo continuar adelante sin ti, sin tu compañía y… - Lo sé, lo sé- aseguró Kevin, estrechándole contra su cuerpo con cuidado y besando su frente- Tenías miedo. Siempre tuviste miedo, pero… tus sueños siguen ahí, cariño, esperando por ti. - ¿Siguen? Pero… - Aún puedes elegir, mi amor- murmuró él, apartándole de sí un poco para mirarle a los ojos- Puedes quedarte, si así lo deseas. Y, antes de que digas cualquier cosa, quiero que sepas que no estarás sola, ¿entendido? Jamás pienses que estarás sola porque… - No es lo mismo- repuso Kary, sin dejarle continuar- No puedo verte, no puedo escuchar tus pasos, no puedo sentir tus caricias, ni… - Aún hay algo preparado para ti- le interrumpió Kevin- Hay unos niños preciosos y esa familia que siempre soñaste. - ¿Cómo que…? - No puedo contarte más, pero debes decidir pronto, el tiempo no son segundos interminables, tal como creías. Una sonrisa avergonzada surgió en los labios de Kary. - Lo he hecho fatal, ¿no? Por toda respuesta, Kevin soltó una risita entre dientes y cerró los ojos antes de rozar ligeramente sus labios. No era precisamente un beso. Al menos, no de la forma en que ella los recordaba, pero sí había bastado para llenarle de paz otra vez; aquella tranquilidad que había creído perder para siempre, había regresado con aquel ligero soplo de su aliento que le había llegado hasta los pulmones, como si por fin se hubiera quitado todo aquel dolor de encima. - A las personas buenas, le ocurren cosas buenas- susurró él, aún sobre sus labios- Tú me dijiste eso un día- le recordó, acomodándole un mechón de cabello- Ahora… sé buena chica y ve por ellas, ¿está bien? - Tengo miedo. - Estaré siempre ahí. - ¿Lo prometes? - Lo juro- afirmó él, y, entonces, extendió aquellas enormes alas blancas que había mantenido ocultas tras su espalda- Jamás te he dejado y jamás lo haré. Kary sonrió. - Siempre debí haber sospechado que terminarías así- bromeó, meneando la cabeza- ¿Entonces? ¿Prometes también que habrán niños? - Serán dos, pero ya no puedo dar más detalles. - Si no hay niños, estás muerto. - Ya había olvidado tu burdo sentido del humor- ironizó Kevin, rodando los ojos- Tú sólo ve. - Te amo. - Y yo, siempre. Miércoles, 12 de diciembre del 2012. Las risas inundaban el lugar. Le costaba trabajo respirar y luchaba con manotazos para librarse de él. - ¡Suéltame! ¡Taylor, suéltame!- exclamó Kary, con voz ahogada, debido a las carcajadas que surgían de su garganta- ¡Suéltame! - Nada de eso- repuso él, atrapándola mejor contra el colchón y rozando su nariz- Y ya deja de gritar, despertarás a Kale, y, entonces, Joe y Angie, nunca más nos dejarán cuidar de él. - Entonces deja de hacerme cosquillas- reclamó ella, intentando respirar otra vez con calma- Será TU culpa si nuestro ahijado despierta a media noche y no vuelve a dormirse. Taylor rodó los ojos y se acomodó a su lado, abrazándole por fin con ternura. - Aceptar ser el padrino de ese pequeño, definitivamente ha sido la mejor decisión que he tomado en la vida- murmuró, enlazando sus dedos y alzando el rostro para depositar un beso en su mejilla- Aún no puedo creer que te conociera en una ambulancia, no sabes el susto que me llevé cuando pensé que el amor de mi vida se moriría, sin siquiera tener oportunidad de declararle mi amor eterno. Kary sonrió con un dejo de diversión, pero luego suspiró y beso su coronilla, en cuanto él apoyó su cabeza en su pecho. - Jamás olvidaré ese día- aseguró, acariciando su espalda desnuda con delicadeza- Aquel día sólo ocurrieron cosas buenas. - ¿Llamas bueno a casi morir?- inquirió él, con un dejo de ironía- Sí, tal vez aquel golpe te dejó así. - No te burles- reclamó Kary, golpeándolo delicadamente- Hablaba en serio. Él frunció un poco el ceño, sin comprender del todo de qué rayos le hablaba Kary, pero se limitó a guardar silencio. Sabía que había cosas que jamás llegaría a entender, pero que era mejor dejar así. Ambos tenían una historia, pero la única que a él le importaba, era la que habían comenzado juntos. La que había comenzado aquel día, cuando le había visto tendida en el suelo y había sabido que tenía que ayudarle a vivir, porque su vida sería para él. - Tal vez tienes razón- aceptó, luego de varios minutos en silencio- Después de todo, aquel día te conocí, ¿no? Y…- apartó un poco su cabeza de su pecho para poder mirarle a la cara-… eso es lo mejor que me ha ocurrido en la vida. Kary sonrió con ternura y alcanzó sus labios para besarle. Agradecía la oportunidad de continuar allí. Agradecía cada minuto, cada segundo insignificante, porque tenía motivos para vivir. Dos grandes motivos. - Hay algo que aún no sabes- murmuró sobre los labios de Taylor, con algo de nerviosismo- Quería esperar a navidad para contarte, pero… - Estás embarazada- adivinó él, rozando su nariz y acariciando su vientre con ternura, por sobre la sábana blanca que cubría su piel- Estás esperando nuestro primer bebé. - ¿Cómo lo sabes?- inquirió Kary, mirándole con los ojos entrecerrados. - Lo soñé hace un par de días. ‘Kevin’, masculló ella mentalmente. Nada se le pasaba a ese ángel guardián intruso. Podrías, al menos, dejarme esta sorpresa a mí, ¿no crees? Pero así no hubiera sido divertido para mí. Desde que Taylor llegó, casi no tengo trabajo. Suerte que ahora llegará ese bebé, así podré cuidarle.
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