HOLOCAUSTO DE LA HUMANIDAD - Capítulo VII - MI YO SUPERIOR
Publicado en Dec 05, 2011
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La Real Consciencia emerge, cuando el hombre ha dejado atrás el suplicio del ego, cuando el hombre ha desenredado de sí mismo la telaraña de la decrepitud. El Hombre Real bucea en las aguas profundas del conocimiento puro, afilando la Palabra para curar. Más allá del ocio, está la Realidad, más allá de la ilusión, está la Realidad, y allende de la ignorancia, está la Sabiduría. Todos vosotros, hermanos míos, podríais nadar en ella, si conocieseis sólo un poquito de la Verdad. La eseidad emerge cuando el hombre deja de sentirse individual, y se conecta con el universo, encontrando en el Prana, el sutil alimento que da vida a la Consciencia.
 
Los Círculos Sagrados de la Vida Pura exigen al Ñani despertar a los demás, para que su misión en la tierra sea fecunda. El Ñani debe perseverar, no sólo con palabras, sino también con hechos; sólo así, su espejo perfecto servirá para que los demás puedan reflejarse en él. Un Ñani, es el hombre sabio, es el eslabón que la Sabiduría adorna para que se entienda el Plan Divino de la Consciencia. La Consciencia manifiesta su Don de Creación y de Fuerza, cuando los sabios inyectan en las vidas de los hombres, el Conocimiento Real, afín que la Luz brille en todos los corazones honestos que buscan ser libres.
 
El Ñani entra en evolución en el momento mismo en que la Concepción da vida a su cuerpo. El Ñañi llega a la tierra para guiar a los demás hacia el Absoluto. El Ñani es el maestro interno que todos nosotros llevamos adentro, si sólo escuchásemos al Ser Real.
 
El Ñani es sólo vida, y, como es vida, ama la vida. Como es vida, no permite el aborto, porque la vida sólo quiere vivir, y la felicidad sólo quiere reír. ¿Por qué los hombres son tan grotescos para acabar con este Don maravilloso de la Perfecta Consciencia?
 
La ignorancia llegó a su fin en nosotros. Morimos y renacimos trayendo desde la Consciencia Real los libros escritos por el Gran Maestro: el Absoluto. Maestro verdadero, que no confunde a sus seguidores, que no toma atajos para llegar, porque él conoce lo correcto y no hace perder el sentido de la vida a los demás, porque Él, lo es Todo. El Hombre Iluminado es el gran sabio que ha perforado el globo del ego para sacar el aire viciado que asfixiaba su Yo Soy. Así pues, hermano, aléjate de la vida superficial y profundiza en el Yo feliz, cobijo de tu perfección.
 
Mi marido y yo desciframos el gran milagro de la Resurrección: ¡Nacer en la Iluminación!, y desde entonces, ya no somos de este mundo. Si bien es cierto que nuestros cuerpos siguen siendo los mismos, nuestra esencia ya no lo es. Retrocedimos en el tiempo, hasta entrar nuevamente en la esfera de la Concepción, y volvimos a nacer, inocentes, puros, y sabios como los bebés. La maldad ya no carcome nuestra integridad. Nuestros días, vividos en la ilusión, se despedazaron para siempre. No vivimos en el pasado, tampoco en el futuro; sólo vivimos en el eterno presente, este maravilloso aquí y ahora, que a cada segundo nos colma de gracia.
 
La puerilidad se desvaneció ante la majestuosidad del Gran Saber, Conocimiento Infinito, que nos guió a encontrarnos con la Consciencia, afín de diferenciar la Realidad de la ilusión, lo Real de lo irreal, y lo Absoluto de la dualidad. Hay dos puntos que convergen en nuestra vida perfecta: Nacer e Iluminarse; gracia poderosa que nos ha sido conferida para entregársela a nuestros hijos, para que ellos no sufran lo que mi marido y yo sufrimos en la ignorancia; para que ellos no confundan lo falso con lo Real, para que ellos no confundan lo inhumano con lo Humano, para que ellos sepan que la Luz es el Poder Absoluto que lo cambia todo en un santiamén.
 
Para nosotros, no hay peldaño más bajo que la ignorancia, mundo desgraciado, que todo lo invierte, para hacer creer que nacer es un pecado; mundo de infierno que crea el egoísmo, para arrancar bestialmente la vida del Verbo Hecho Carne.
 
Nosotros ya no tenemos derecho a la ilusión, puesto que nuestras rodillas ya no se tambalean ante la furia de la Verdad. Mi marido y yo, nos hemos puesto de pie, para defender la Concepción como el Principio de Luz en la Humanidad.
 
La eterna risa es nuestra amiga. El principio absoluto nos ha otorgado la separación de la dualidad. Ya no conocemos el caos, ya no conocemos las alteraciones del ego, ni el masoquismo espiritual. Sólo los bebés son nuestra dicha, y sólo a ellos pertenecemos, y sólo a ellos defendemos; es la Consciencia Pura que viene a la tierra, trayendo a los sabios, y en ellos nos fortalecemos. El bebé, es la esencia de Dios. La felicidad suprema nos ha enseñado que la dualidad sólo existe, cuando el hombre se identifica como mente y cuerpo y la tristeza es edificada en este lapsus entre la Consciencia y la inconsciencia, ranura tan ínfima que desbarata su vida, porque él es incapaz de perforar las montañas del ego.
 
Nuestros pasos dejaron de ser guiados por la inconsciencia, y emprendieron el salto al Infinito con la armadura de la Fe. Doy testimonio de nuestra vida lograda por el Parto en la Iluminación. Desde aquél entonces nuestra vida es eterna. Ya no tenemos miedo de nada, ni de nadie, pues, hemos visto los altibajos del entorno mundanal que acarrea la desdicha a los demás.
 
Unos a otros se contagian con el conocimiento brotado de las falsas enseñanzas, y yo sé que ese conocimiento no es real, no es perecedero. La dicha de conocer el Sí Mismo, sólo te la puede enseñar, aquél que haya sido capaz de trascender la ilusión, aquél que haya llegado a arrimarse en la frondosidad del Alma Pura, bebiendo la constancia y el equilibrio, para entrar en el nuevo milenio: la Era de Luz. Los astros a lo lejos continúan rotando, pero habrá un día en que la tierra se moverá 10 grados de su eje, y el Holocausto sembrará la miseria más terrible que ojos humanos hayan podido contemplar. Pero no tengas miedo: la Luz protege a los suyos; el Poder de Dios es real y existe aquí y ahora, bajo la cosecha del Yo Cristo, el Yo Sano, más allá de los menjunjes de las religiones.
 
Cristo es el Gran Yo Soy, no importa el nombre que se le dé, todos imploramos al Gran Maestro. El Yo Universal guía la superioridad del hombre hacia la superficie para que sea él el ganador de la pelea del mental contra el Yo Soy. Así pues, arrodíllate ante el altar del Yo Supremo, para encandecer la fuerza de tu Holocausto. Mientras sigues prisionero de la mentira, tu vida sólo es paja, y no olvides que el Poder viene a separar el trigo para abonarlo con la fertilidad de la Iluminación.
 
Mi autoridad es suprema; yo no actúo como individuo, el Supremo es el Absoluto. Yo escribo estas líneas como gratitud a la Iluminación, por haberme separado de la manada, y haberme erguido a la altura de sus exigencias. Dejé todo lo podrido a quien le pertenece, a la ignorancia. Dejé el color gris de la hipocresía, para vestirme de blanco, y englutir el alimento sagrado, el maná. Convido la Palabra Viva, y alerto a los dormidos que, sí, existe la Fuerza superior a todo: es el despertar de la Kundalini en la Iluminación. Nada de lo que hubiese podido pasar en tu vida se asemeja a estos golpes de furia. La muerte es dolorosa, y el Despertar aún más; cómo duele comprobar que el hombre sin consciencia rompe la Humanidad en mil pedazos. Ahora soy conocedora de mi estado Real, tangible a los ojos que ven más allá de la grosería, del miedo, y de la infelicidad. Todo lo que soy ahora, me costó disciplina y devoción. Bajo el entrenamiento del Poder, llegué a ser el soldado de la Luz. Aprendí a ser la guerrera que posee en su Ser el brillo de la Sabiduría. Para mí, los dogmas y los conceptos dejaron de existir. Al lado del Bien, sólo está la acción; actos de Poder que diferencian al Ser del No-Ser; actos de Luz que engrandecieron mi vida toda, porque mi cuerpo fue creado a la perfección, para dar a luz a todos los bebés enviados por la Consciencia a la Concepción.
 
Mi dulce profecía engrandece la Maternidad. Mi Conocimiento rebosa de gratitud al acto de Luz que la Iluminación me otorgó: el Nacimiento maravilloso, que me regaló el Don de crear, y el Don de amar. Alejada de lo impuro, rescaté a mi Ser Puro, convirtiéndome en una madre valerosa, que ha de proseguir a través del infinito, enseñando a los demás la Realidad Suprema. Los fuertes vientos del mental quisieron destrozar mi fe en el Yo Supremo... iluminarme fue cruel. Mis dudas, haciendo de las suyas, crecían como dragones, sofocando mi fuerza para tumbarme en el vacío del miedo; mi mente rebotaba como loca, no entendía lo que le estaba pasando; yo sólo sabía que La Fuerza estaba ahí para sacarla de mi camino. Mi cuerpo carnal temblaba como un junco al viento. Las raíces de mi ignorancia no querían surgir de las profundidades de la inferioridad. Cuanto más atacaba el Poder, más furiosa se volvía mi mente; ella sabía que iba perdiendo su poderío de maldad sobre mí. Las punzadas del Despertar eran como agujas candentes que se introducían a lo largo de mi columna vertebral, produciéndome un dolor tan agudo, tan insondable, y tan intenso, que a cada pinchazo me moría. Cada pensamiento que brotaba de mi cabeza, el Poder lo convertía en el VER. Aprendí a VER con mi Voluntad. Aprendí a sentir el dolor en el centro de mi cuerpo. Mi ombligo era la ventana al mundo, y, a todas sus miserias. El ombligo es el centro vital de donde emanan, la percepción, la voluntad, pero también la lujuria, el caos, la somnolencia, la ingratitud; todas las virtudes y todos los defectos emanan de las entrañas. Así fue como aprendí a separarme de la dualidad, entendiendo, que debía remendar la Energía Suprema, para que las constelaciones del Mal no me encontrasen en el infinito.
 
La dádiva del Amor es este manuscrito, para todos aquellos que empiezan una vida espiritual, para que no se anden por las ramas, y lleguen rápido a la raíz del entendimiento del sufrimiento. Para todos ellos he puesto mi alma en estas letras, y en las enseñanzas, tal cual, el Poder de la Luz me las dio a mí, porque nada debo quitar, y nada debo agregar, para que la fuerza de la Iluminación se transmita de generación en generación. 
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Miembro desde: Dec 05, 2011
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Descripción

Sin duda las enseñanzas de Carol de Bowé son un bálsamo sanador en nuestra vida. La autora invita, en esta obra, a penetrar en el Yo Sagrado que late en cada uno de nosotros, revelando aquí el último mandamiento de la Luz...

Palabras Clave: Yo Sagrado Iluminación Ser Yo Soy Don de Sanación Shakti Ñani Kundalini Auto-realización ser superior Nacer Nacimiento Parto natural activo vertical en cuclillas derecho de nacer

Categoría: Ensayos

Subcategoría: Filosofía


Creditos: Carol de Bowé

Derechos de Autor: Carol de Bowé

Enlace: www.nacimientovivo.org


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raymundo

Intersante y muy culto tema publicado, felicitaciones y saludos cordiales.
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August 01, 2012
 

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busy