LA LUNA EN EL MES DE NOVIEMBRE
Publicado en Dec 10, 2011
Relato. (Parte II) [Para quienes aman la esperanza y la templanza del amor.]
Cuando Sergio esperó, lo hizo sabiendo que el momento apropiado llegaría. Como su cuerpo era un fluido inmaterial, la luz del día los hacía traslúcido, invisible a las banalidades de los seres humanos. El crepúsculo siempre fue su momento preferido, era ese instante en que algo le recordaba a miles de soles pasados. Los ojos de Esteban eran marrones claros como la tierra recién humedecida y sus cabellos parecían tan finos en su textura, con esa semejanza de los gratos aguaceros que la tarde solían golpear inesperadamente la piel. Recordaba lo inestable que le resultaba obviar los detalles de su existencia pasada. El tiempo ya no tenía un significado, ni era relevante estar expuesto a la intemperie, ya su piel era tornasolada, huidiza, como una fina película de aguas comprimidas por manos gigantes; aguas de un estanque que niños etéreos arrojaban piedrecillas, que al romper el espejo del cielo, en perfectas ondas inestables esparcían el polvo del universo. Sabía que estaba muerto, que el nuevo estado de su materia corporal, era una manera organizada de sentir, de percibir mundos jamás imaginados y que su naturaleza se expandía y se dilataban sus sentidos magnificados por un designio imperecedero e inexplicable. La línea del horizonte ensanchaba el drama del Cielo y de la Tierra -¿Quién se sustraería de aquella lucha milenaria?-. Sergio reparaba en aquellos detalles. Apoyó su cabeza y sus hermosos cabellos oscuros se desparramaron sobre la loza fría. Dios había permitido el paso de tres mil millones de giros a nuestro planeta y billones de auroras y ocasos se sucedieron mientras la piel dorada de Sergio permanecía inconsciente. La luna era plata brillante contra un fondo oscuro intenso, como una cortina de pana cubría el escenario del cosmos. Sintió ese toque de ternura que viene de afuera, ese algo que uno no puede discernir con plena conciencia. -¿Por qué al fin al cabo, qué es el amor?- ¡Qué alguna alma sabia me lo diga! –Inquirió para sus adentros-. Suave fue la luna magnética colgándose…Ante sus ojos fueron apareciendo los ojos de Esteban hasta quedar emparejados a una mínima distancia. Un fulgor de risas lejanas y destellos de cálida grandeza sobrevoló enredando de perfumes livianos como de la piel al ser amada por la flama. En los días subsiguientes, la luna del mes de noviembre era acompañada por místicos resplandores, que se intensificaban en las primeras horas de una primavera, acrecentaba el amor en los adolescentes. Muchos decían sentir la presencia de los amantes y al dejarse invadir por las caricias de esa luna incomparable, hasta despertar desnudos bajo un nuevo cielo preñado de estrellas incandescentes. HERNÁN ALEJANDRO LUNA FRINGES 12 de noviembre de 2011.
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