Matinal
Publicado en Dec 14, 2011
Y cuando despierto, me encuentro con el dulce contraste de tu piel con la mía, tú tan blanco, casi lechoso frente al sol despiadado que castiga tu espalda, tus muslos, tus piernas y brazos; y yo, morena, como la canela que tanto adoras. Y mi mente vuela hasta esas horas locas que sacudieron mi cuerpo contigo sobre mí, tras de mí, dentro de mí…y me sonrío. Tu pecho baja y sube en una apacible respiración en contraste con el volcán furioso que hace un rato parecías. Tus manos yacen quietas, semicerradas sobre la almohada, me estremece recodarlas sobre mí, ansiosas, contenedoras, casi rapaces. Miro tu rostro calmo, sereno y en él, tu boca inmóvil en un rictus de niño enojado que hace poco era un devorador que me buscaba y encontraba con vehemencia. Tu sexo…tímido, ahora, reposa inocentemente toda su presencia vigorosa y hasta intimidante de hace unos instantes. Y entonces, como si hubieras sentido mis miradas recorriéndote y haciéndote mío nuevamente…despiertas y me miras como desde lejos, como reconociéndome, y me causa gracia, que no parezcas conocerme cuando has estado en cada milímetro de mi cuerpo en una inspección siempre nueva y enloquecedora para mí. Me sonríes dulcemente y me atraes hacia ti; los colores del cuarto parecen encenderse en mil matices; el volcán en actividad otra vez: Manos, boca, todo tú me recorre y se deja recorrer. Estás despierto, muy despierto y me llevas otra vez al fuego, fuego que amenaza con quemar mi piel, tu piel, más que el sol de esta mañana.
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