Es lo que siempre quise. Estar aquí sentada en la mesa del comedor. Hago mis pinturas, termino mis dibujos, le enseño manualidades a su hermana. Y yo, pienso en lo que me asusta, que baje, que baje y me vea como antes, verlo y verme de nuevo como a esa niña que se perdió. Que perdió él y que no vuelve, esa pequeña que desapareció un día y volvió diferente. Otra vez pienso en lo que paso. Me asusta volver a ver esa luz suya. Le tengo miedo a subir las escaleras, caminar hacia su cuarto y verle allí recostado, viendo la Tv o durmiendo. Quisiera que fuera mi amigo, que olvidara todo, que no me preguntase nada, que no quisieras recordarme como antes, que no le ame y que no me mienta. Le busco como un pedazo de historia que se hace presente en la realidad de mi alma, mi reflejo contrariado. Él, mi martirio y perdición. Pienso todo esto mientras hago manualidades con su hermana, que mala amiga por estar distraída. Me corté con el alambre. No es la primera vez que me pasa por pensar en él. No es la última vez que me pasará.