Corría sin parar por aquellas nubes, la soledad y el orgullo del corazón no permitían que sus recuerdos en forma de espirales volaran en aquellas burbujas de colores tan intensos.  Aquella foto que vagaba por su rostro lo hizo cerrar su mente por siempre, corría y corría como los caballos galope, tenía la insensata sensación de querer crear, crear algo nuevo, tanto así que no le importaba si fuese una pintura o el mismo mar.  Sentía en su interior esa tristeza que suelen sentir las rosas rojo escarlata que nacen solo en las fantasías de la imaginación.
Quizo parar, quiso volver y saber que cosas había dejado atrás, aquella imagen que vió, un sombrero morado perteneciente a la dulce miel que se desprende entre el cielo y las colinas, lo hizo arrepentirse. Sintió por primera vez que habían fuegos artificiales en su pecho, su corazón no paraba de latir fuertemente. Tragó saliba  y el dolor que tuvo que soportar no fue menos doloroso que el de tener cristales rotos en su garganta misma.
Intentaba contenerse, sabía que si gritaba aquel dolor se intensificaría, no tenía salida, no podía escapar de aquel mundo que el mismo había creado y del cual se juró nunca más salir. Sentía aquella desesperación que siente un mudo al querer gritar, aquella desesperación que es casi incontenible y que solo se vuelve apacible cuando todo en tu interior deja de vivir....
                                                                                                                 Lyon!