El Drama
Publicado en Dec 17, 2011
Todo ese drama me había otorgado la certeza, la extraña explicación de un suceso antes visto por ojos humanos. Yo venía de un viaje, espantado por noticias ambiguas de mi ex mujer. Una tierna muchachita de algún barrio lejos, que por un tiempo justo fingió quererme y luego de la zozobra y del desencanto, me olvido con más premura que fervor.
Indudablemente en la vuelta de mi viaje, recordé cuanto árbol se caía detrás de mí, sin más sombras que la de un fantasma, sin más risas que la de un diablo. Todo acontecía sistemático a otra forma de ver las cosas, cosas que por cierto al parecer ajenas al virtuosismo de las apariencias, se inclinaban al metódico plan de encaminar al desvarío a razones mas convincentes, desformando formas puras, ideas de bases confusas. De poco se vale uno para alcanzar el tonto entusiasmo de un vaso, mientras ella gasta su sexo en piezas prestadas y uno tirita en la misma sala de espera que la desolación. Afortunadamente, mis amigos habían planeado con antelación un pequeño festín de bienvenida por mi inesperado regreso. Ya había imaginado que no iba a faltar vino y dos o tres mujeres que me llamen indefectiblemente la atención. Quise comenzar por no ser apático con mis caprichos de ciruja, la noche se estacionaba en la vereda de la ciudad y en ese tiempo solía vestir con un gamulan y mis días de ocios acababan siempre en menesteres de despabilación, alternativas poco lucrativas para corazones al borde de un colapso. Así me defendí como pude, con sobradas ganas de llegar. Me acomode a la bartola sobre el asiento 34 de la línea urquiza, acosado por el excesivo volumen de una mujer provinciana, en su perfume a pan casero me rescate de algunos recuerdos de medianoche, de allá, de la otra ciudad. Cuando quisieron saber mi nombre o mi lugar en el planeta mi sombra ya estaba escurriéndose por las mismas rendijas que eligieron mis huesos para fugarse en otro vuelo… muy loco, reirá ella. Cosas de suicidas sueltos en una ciudad y una noche con amores a quemarropa. La hora justa e insalubre para que la extraña locura del viaje y la angustia intermitente de lo que fue, se inyectan en los ojos con la tenacidad de una demencia a deshora. El tipo de camisa bordo tuvo un mal presentimiento, lo advertí cuando se ataba los zapatos. Todo el mundo decía que la chica blanca del asiento 24 era fantasma, al principio nadie creyó, después todos se bajaron en un pueblo distinto. Yo seguí dos sueños más, la mina del 24 nunca había subido en realidad, poco me importo. Mi ex mujer dejo varios mensajes en una celular que cargaba para ver la hora, eran las 23:07 del mismo día y yo sólo tuve tiempo para un cigarrillo a las apuradas antes del taxi. Mis pulmones me excusaran algún día. Supongo. El curso de los subsiguientes actos se presentan en imágenes poco ilustrativas, cada idea se chocaba como mosca en el vidrio y rebotaba como razón inocua. La calle parecía vencida a mi ruedo, trasquilaba las ansías con vanos intentos al borde del sopor… mis amigos ya se reían con la tos llena de vino. No hizo falta golpear la puerta. Mi equipaje era sólo yo. Justamente ella estaba ahí, entre dos mujeres que me llamaron la atención, lo sé pero por eso comenzó el drama. Todo ese drama
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