Historia de Alison Lilian (Guin Literario de Cine) -2-
Publicado en Dec 28, 2011
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Aquella misma noche, en la planta 54 del Hotel Leuba de Bangkok, Alison Lilian Teenager, la jovencita periodista primaveralmente fresca como todos sus amigos y amigas la conocían, ya llevaba varias horas visando y revisando los dos lujosos, deslumbrantes y magníficamente encuadernados, plastificados y anillados, curriculums profesionales de Emilian Morrison y Maxime Morrow, sin terminar de decidirse por uno de ellos mientras hablaba para sí misma.
 
- Son espectaculares. No tienen muchas experiencias variadas pero las pocas que tienen son de muy alto nivel. En fin. Que no puedo saber cuál de ellos dos me conviene más como compañero de trabajo. Por más vueltas que doy al asunto más impresionantes me parecen... además de que son muy guapos e interesantes como personas... pero hay algo que no termina de convencerme. No sé. ¿Sería alguno de estos dos grandes reporteros a nivel mundial aportarme la suficiente calidad en este tema de los elefantes blancos de Tailandia como para que me otorguen el Pulitzer este mismo año?. Por un lado creo que sí pero si lo pienso demasiado, ¡y vaya que debo pensarlo demasiado!, esa escasez de experiencias variadas no me termina de convencer en ninguno de ellos. ¿Qué sucedería si no fuesen tan recursivos o, al menos, tan recurrentes como para poder improvisar algo interesante ante lo desconocido?. Sí. Son muy firmes y seguros de sí mismos. Pero una cosa es ser seguro y firme de sí mismo y otra saber reaccionar a tiempo ante una cuestión imprevista o improvisar algo que pueda resultar ser el reportaje y las fotografías que yo ando buscando. En realidad que tengan muchas experiencias con los elefantes blancos de Tailandia... suponiendo que sea verdad porque en esto del periodismo hay mucha mentira... ¿qué me aporta de interesante como para conseguir el Premio?.
 
Cansada de dar vueltas y más vueltas al asunto decidió tomarse un descanso. Llegaba la hora de cenar y su costumbre solía ser hacerlo en el Restaurante Distil del mismo Hotel Lebua de Bangkok. Así que dejó a un lado los dos curriculums, encendió un marlboro y, tumbándose en el cercano sofá, siguió meditanto para sí misma mientras pensaba en lo que cenaría aquella noche mientras iba soltando volutas de humo lentamente.
 
- De acuerdo... son muy guapos y muy interesantes los dos... pero no sé... les falta ese atractivo especial que distingue a los hombres geniales de quienes sólo son grandes hombres. Quizás me esté exigiendo demasiado a mí misma... quizás... pero estoy segura de que no quiero equivocarme. Sería lamentable que diese un paso en falso y... por cierto... ¿son verdaderos o son falsos estos dos periodistas?. No me refiero a que no sean reporteros porque los hechos así lo demuestran pero... ¿es cierto que son tan brillantes en sus poco variados trabajos que efectúan o hay, detrás de ellos, todo un equipo de trabajo? Porque si son ellos por sí mismos merece la pena intentarlo con uno de los dos pero si, detrás de cada uno de ellos, existe todo un montaje de personas que les hacen las labores más duras... en ese caso... ya no me parecen ni tan guapos ni tan interesantes. Bueno. Parece que la fatiga está haciendo mella en mi cerebro. Voy a darme una buena ducha y después bajaré a cenar. Más tarde tendré tiempo de saber por fin qué es lo que quiero hacer con este dichoso tema de los elefantes blancos de Tailandia. ¡Y es que ya veo elefantes blancos de Tailandia hasta nadando en la taza del café!.
 
Estaba quedándose ya adormecida y reconoció, una vez más, que era necesario darse una buena ducha para despertar sus ocho sentidos femeninos; así que se levantó lentamente del sofá, se dirigió al cenicero, depositó allí lo que restaba del marlboro y se encaminó hacia el amplio ventanal de la suite. Corrió los visillos y contempló, a través de los cristales, el paso pacífico del río Chao Phraya por la ciudad. Su mente retrocedió nuevamente. Ahora se encontraba, siendo todavía adolescente, con su inseparable amigo Joe De Julián, paseando por la orilla derecha del río Potomac, en el Lady Bird Johnson Park, frente a Tidel Basin. Era aquel fabuloso verano pasado en Washington DC.
 
- Cuando sea un poco más mayor voy a especializarme en fisio culturismo.
 
- Jajajajaja... Joe... ¿para qué quieres tú hacer fisio culturismo?
 
- Para darle una paliza definitiva al gordo de Anthony Parrish.
 
- Pero... ¿qué te sucede con Anthony?
 
- Que me cae más gordo que un saco de cien quintales de patatas sin pelar.
 
- Y eso... ¿por qué?... ¿qué te ha hecho el pobre de Anthony para que siempre estés soñando con darle una paliza definitiva?
 
- Que te mira demasiado.
 
- ¿Y acaso no tengo yo derecho a que los chicos me miren?
 
- Si... todos menos Anthony Parrish...
 
- Jajajajaja.
 
De nuevo volvió a la dura realidad. Se encontró, otra vez, hablando consigo misma.
 
- ¿Qué habrá sido del simpático Joe? Cuando sus padres se fueron hasta Alabama perdí todo contacto con él. ¿Por qué no me escribió jamás una carta de cortesía?... ¿o es que estaba verdaderamente enamorado de mí?. Bien. Pudo haber sido quizás eso. Ahora lo que necesito es despertarme del todo.
 
Se apartó del amplio ventanal de la suite, se dirigió hacia el baño de su habitación privada y se introdujo en él cerrando herméticamente las cristaleras. Pocos segundos después el sonido del agua sobre su cuerpo la invitó a cantar. Recordaba una canción española que había aprendido, precisamente, del simpático y ocurrente Joe De Julián. Y comenzó a cantar...
 
- El final del verano llegó y tu partirás. Yo no sé hasta cuándo este amor recordarás.
Pero sé que en mi brazos yo te tuve ayer eso sí que nunca, nunca yo olvidaré. Dime, dime, dime, dime amor dime, dime si en verdad lo que sientes en tu corazón es amor en realidad. Nunca, nunca, nunca, nunca más sentiré tanta emoción como cuando yo te conocí
y el verano nos unió. El final del verano llegó y tu partirás. Yo no sé hasta cuando
este amor recordarás. Pero sé que en mis brazos yo te tuve ayer. Eso si que nunca,
nunca yo olvidaré. Nunca yo, olvidaré.
 
Después de bañarse, se puso el batín rosado que le había regalado su abuela hacía ya algunos años, el cual siempre llevaba con ella, y salió a la habitación. Apagó las luces y, en completa oscuridad, como estaba acostumbrada hacer desde niña, se vistió con un precioso vestido de noche de color rojo que ya tenía, desde antes, preparado sobre la cama. Encendió de nuevo la luz, se miró en el espejo y se vio a sí misma verdaderamente preciosa.
 
- ¿No será por esto por lo que tanto empeño tienen Emilian Morrison y Maxime Morrow en ser mis compañeros de trabajo?
 
Lógicamente nadie respondió, pero se le quedó la duda en el interior de su cerebro mientras bajaba las escaleras del Hotel Leuba en dirección al Restaurante Distil. Allí se encontraba ella; exactamente en State Tower, 105 Silom Road, Bangrak, Bangkok; sentada ante una apartada mesa para intentar pasar inadvertida; lo cual era imposible puesto que su extraordinaria belleza fresca y juvenil, atraía la mirada de todos los comensales y sus compañeras. Ella se encontraba absorta, con la vista fijamente posada en el gran elefante blanco que estaba bordado en el centro del mantel y pensando de qué manera podría organizar y darle sentido a todas aquellas notas escritas que había ido recogiendo, en los últimos días, sobre la vida y costumbres de los elefantes blancos de Tailandia. Así que no advirtió la presencia de aquel caballero hasta que no escuhó una voz ya muy cascada y gangosa.
 
- Señorita... eh... señorita... ¿se llama usted Alison?
 
Entonces fue cuando levantó la vista y quedó momentáneamente aterrada cuando descubrió una cara viejísima, arrugada en decenas y decenas de pliegues, a medio afeitar... que pertenecía a un caballero flaco y de carnes magras y muy secas, que en la cabeza llevaba puesto una especie de pasamontañas tibetano y cuyas oscuras miradas parecían provenir del fondo de sus hundidas cuencas. Pero pudo, al fin, dominar sus nervios.
 
- Sí.
 
- ¿Puedo sentarme frente a usted?
 
- Si quiere perder el tiempo...
 
- No se preocupe por la cena. Yo la invito.
 
- Si quiere perder el tiempo...
 
El viejísimo caballero no se daba por vencido.
 
- Lo primero que voy a hacer es lo que hacen los verdaderos caballeros como yo y es presentarme si usted me lo permite.
 
- Si quiere perder el tiempo...
 
El viejísimo caballero seguía insistiendo y, sin darse por derrotado, continuó.
 
- Me llamo Benoit Saint y soy francés.
 
- ¿Tal vez parisino?
 
Aquello terminó de animar al viejísimo personaje pues pensó que ya la comunicación con
Alison Lilian estaba establecida.
 
- No. No soy de París pero la conozco como la palma de mis manos y, además, conozco también casi la mitad del mundo.
 
- Entonces le queda todavía conocer la otra mitad.
 
Benoit Saint hizo una especie de mueca patética que parecía una sonrisa por la ocurrencia de Alison.
 
- Es cierto... lleva usted razón, señorita... pero ¿desea saber dónde nací yo?
 
- Si quiere perder el tiempo...
 
De nuevo debía de continuar intentando atraer la atención de ella y, sin más reparos, comenzó a iniciar una larga explicación.
 
- Soy serrano. De Blagnac. Blagnac en idioma francés y oficialmente, Blanhac en occitano, es una localidad y comuna francesa del departamento de Alto Garona, en la región de Mediodía-Pirineos.
 
- Verá, gentil caballero, yo no deseo ser descortés con usted ni mucho menos maleducada, pero no me interesa su historia personal. ¿Me comprende usted?
 
- La comprendo perfectamente, preciosa, pero no me llame de usted sino Benoit.
 
- ¡Ah, no, eso sí que no! Perdóneme usted pero por su edad podría ser hasta mi bisabuelo y no deseo ofenderle con esto; pero a las personas de tantísima edad, por respeto y por educación, yo siempre las llamo de usted. Y, si no tiene nada más que contarme puede irse ya. No se preocupe por invitarme a cenar.
 
El viejísimo Benoit no se inmutó ante aquel rechazo tan frontal y sincero.
 
- ¡Por favor, señorita!... cuando un caballero invita a una dama cumple con la invitación. ¿Podemos cenar juntos?
 
- Si quiere perder el tiempo...
 
En esos momentos llegó el camarero del restaurante.
 
- ¿En qué puedo servirles?
 
- Alison... ¿puedo escoger yo el menú por ti y por mí?
 
- Puede hacerlo pero no me tutee, por favor... porque en realidad somos dos desconocidos nada más.
 
- Espero que con el tiempo seamos algo más.
 
- Si quiere perder el tiempo...
 
- Esto... camarero... por favor sírvanos de primero un Pad Thai, de segundo un Ped Dang y para beber una botella del mejor champán francés que tengan en bodega.
 
- En cinco minutos estará servido.
 
- No. No corre ninguna prisa. Puede usted tardar cuanto quiera; porque la señorita y yo tenemos todavía mucho que hablar.
 
- Perdone, señor Saint, pero yo sí tengo bastante prisa.
 
- No se proecupe por eso. Verá que pronto nos entendemos los dos.
 
Una vez que se alejó el camarero, Alison aclaró el asunto.
 
- Otra vez perdone, señor Saint, pero no sé que ha querido decir con eso de que pronto nos vamos a entender los dos. ¿No estará pensando en lo mismo que se me ocurre pensar a mí en estos momentos?
 
Benoit Saint se dio cuenta de que había cometido un grave error al descubrir sus cartas.
 
- No, por Dios señorita, no quise decir eso... sólo quiero ayudarla en su trabajo... ¿está usted interesada en saber algo importante sobre los elefantes blancos de Tailandia?
 
- ¡¡No!!... esto... quiero decir sí... bueno... ¡ya me da lo mismo!
 
- ¿Qué le sucede? Reconozco que investigar sobre los elefantes blancos de Tailandia agota a cualquier ser humano y usted es una ser humana pero demasiado linda por cierto.
 
- No estoy dispuesta a que siga usted por ese camino.
 
Benoit Saint se daba cuenta de que estaba perdiendo en sus ocultas intenciones.
 
- Está bien. Seamos serios y correctos. ¿Le interesa algo muy importante sobre los elefantes blancos de Tailandia?
 
- Si quiere perder el tiempo...
 
- Escuche. Yo vengo, ahora mismo, del Phra Borom Maha Ratcha Wang; o sea, del Gran Palacio Real del rey Bhumibol Adulayed. El rey de Tailandia es mi amigo personal y me ha prometido que permitirá que usted visite a todos los elefantes blancos de Tailandia que tiene en sus jardines. Le contará miles de anécdotas sobre los misterios de estos elefantes y le ofrecerá la oportunidad de revisar documentaciones escritas y gráficas que nadie más que él ha consultado porque lo guarda en secreto. ¿Qué te parece, Alison?
 
- No vuelva a tutearme o tendré que despedirme de usted y de la cena.
 
- ¡No! ¡No se vaya ahora! ¡Le prometo que no volveré a tutearla, señorita Osborne Álvarez!
 
- Eso está mejor... pero... ¿cómo sabe usted quién soy yo y, sobre todo, cómo sabe que estoy trabajando en el tema de los elefantes blancos de Tailandia?
 
Benoit Saint vio otra vez que podría obtener lo que deseaba si comenzaba a hacerse el simpático con ella; pero su problema es que no sabía ser simpático en realidad y que si intentaba gastar bromas no le saldría bien pues eran más bien vulgares y sin gracia alguna para las damas. Así que decidió ser sincero.
 
- La verdad es que no tengo gracia alguna en contar cosas divertidas así que voy a explicarle el asunto con toda seriedad. ¿Le interesa conocerlo?
 
- Si quiere usted perder el tiempo...
 
En esos momentos llegaron dos lindas camareras nativas y les sirvieron la cena a ambos.
 
- Está bien... pueden ustedes ya retirarse, camareras.
 
Alison Lilian observó que tenía cierta prepotencia en el hablar y en el dar órdenes.
 
- Da la sensación de que es usted, realmente, un hombre muy experto en la vida.
 
- Sí. La verdad es que sí.
 
- ¿Y qué partes del mundo conoce usted con tantos detalles?
 
Benoit Saint se vio sorprendido y decidió no hablar de ello; así que se concentró en lo único que en realidad sabía verdaderamente.
 
- Escuche, Alison, yo soy el mejor amigo de Boniface Morris. A través de él me he enterado de quién es usted y qué está haciendo en Tailandia. Si quiere un reportaje verdaderamente digno del Pulitzer cuente conmigo. Yo le he enseñado a Boniface muchísimos trucos y trampas en esto del periodismo. Por ejemplo, yo le he enseñado a cambiar informaciones verdaderas por informaciones falsas, a inventar datos inexistentes en la realidad y, sobre todo, a trucar toda clase de fotografías. El truque me encanta una enormidad. Yo podría hacer, por usted, maravillas trucando fotografías para que consiga el Pulitzer y le acompañaría con muchísimo gusto.
 
Alison Lilian miró fijamente a los pequeños y hundidos ojos de Benoit Saint que ardían como dos ascuas del infierno.
 
- Dicen que sobre gustos no hay nada escrito pero... perdone... ya tengo otros aspirantes a ocupar ese lugar y no me gustan, para nada, ni los tramposos ni los mentirosos.
 
- Entonces... eso quiere decir...
 
- Eso quiere decir lo que le he estado diciendo desde que usted se presentó ante mí sin haberle yo llamado.
 
- Que he perdido el tiempo.
 
- Exacto. Se lo dije desde el principio. Ha perdido usted el tiempo. En realidad yo no sé si conoce usted medio mundo ni cuál es ese medio mundo que usted conoce pero no debe ser el medio mundo que yo busco.
 
Alison Lilian estaba tan molesta con aquel calavera, un simple y grosero donjuan de pacotilla que se las daba de conquistador de damas, que se levantó de inmediato y dio por terminada la cena y la charla ante el asombro y la estupefacción del viejísimo y arrugado galán francés.
 
- Muchas gracias por la cena. Estaba deliciosa.
 
- Pero... si todavía no hemos terminado...
 
- Usted y yo hemos terminado para siempre. Así que olvídese para siempre de mí.
 
- Imposible. Una vez que se la ha visto es imposible olvidarla.
 
- Entonces haga como he sido solamente un espejismo y que, en realidad, no existo. Adiós.
 
Alison Lilian, Teenager para los amigos, se dirigió al ascensor del hotel, pulsó el timbre de llamada y esperó mientras pensaba...
 
- Ese tal Benoit Saint... ¿se habrá creido acaso que es un Grande de España? Ni tan siquiera ha tenido el detalle cultural y educativo de quitarse ese extraño pasamontañas nepalí que más bien parece una alcachofa encasquetada en un cerebro de mosquito, cuando está comiendo ante otras personas.
 
Llegó el ascensor, se abrieron las puertas y se introdujo en él. Pocos segundos después ya estaba ante la entrada de su suite particular, abrió con la correspondiente tarjeta electrónica, cerró la puerta tras de sí, encendió la luz y se dirigió de nuevo hacia el sofá. Allí volvió a tumbarse cómodamente y encendió otro marlboro. Las volutas de humo significaban para ella algo así como sueños por conquistar.
 
- Cómo quisiera ya acabar con esta dichosa matraca de los elefantes blancos de Tailandia. Voy a ver las últimas notas que recogí ayer mismo.
 
Se levantó despacio y se dirigió hacia la gaveta de su mesa escritorio. Abrió el primer cajón, sacó un papel escrito a computadora y comenzó a leer.
 
- Ganesha, el elefante sagrado. Considerado como un dios, el elefante es un animal sagrado y venerado desde hace más de 5.000 años. En el nacimiento del mundo, Brahma - dios creador en la religión hindú - creó a Airavata, antepasado de los elefantes y el primero en salir de la concha fundadora del dios. Sus poderosas piernas serán los cuatro pilares que sustentarán el peso del universo. Más tarde, la montura de Indra, divinidad hindú que preside el rayo y la guerra, estará representada por un elefante. En la mitología hindú, la cabeza de elefante del dios Ganesha es el resultado de una espantosa tragedia. Hace mucho tiempo, la diosa Parvati, esposa de Shiva, dio a luz a Skanda, su primer hijo. Fue tal su alegría, que de sus senos empezó a manar leche sagrada. Con la mezcla de ese néctar divino y la pasta de sándalo con la que se untaba el cuerpo, la diosa modeló a su segundo hijo, Ganesha, a quien confió la protección de su palacio. Lleno de celo, Ganesha impidió al mismo Shiva que accediera a la morada de su esposa. Presa de una cólera terrible, Shiva cortó allí mismo la cabeza del joven testarudo. Parvati, desesperada por este acto de barbarie, amenazó con destruir todo el universo. Para apaciguar el rencor de su esposa, Shiva le prometió que cortaría la cabeza de la primera criatura que pasara cerca del palacio y la colocaría en el cuerpo del divino niño. Esa primera criatura fue un elefante que paseaba por el lugar y así es como terminó con una cabeza de elefante encima de un cuerpo de niño. Con su vientre rechoncho y su aire bonachón, suscita la simpatía popular. Protege el hogar y trae suerte en las empresas comerciales, por lo que se le suele ver en los comercios y encima de la puerta de las casas. Ganesha también es la divinidad de los estudios y de los intelectuales: es el símbolo del conocimiento, y los estudiantes indios lo invocan para aprobar sus exámenes. Asimismo, representa la armonía entre el hombre y el universo en una simbiosis perfecta. Este dios sonriente siempre aparece acompañado por su montura preferida, un ratón. La fuerza del elefante queda así asociada a la habilidad del minúsculo roedor, una alianza inédita destinada a vencer todos los obstáculos de la existencia. El aniversario del nacimiento de Ganesha se celebra con una gran fiesta anual festejada por todos los hinduistas del mundo. El Dios elefante es muy glotón, razón por la que se le presentan numerosos alimentos. Esas montañas de vituallas, que se acumulan en su honor, se transportan seguidamente hasta las orillas del océano Índico o se lanzan a las olas, para que se hundan junto a Ganesha. El elefante también tiene un papel fundador en el budismo indio. Sucedió que, quinientos años de la era cristiana, una hermosa noche de verano, la reina Maya, una virgen dotada de gran belleza, recibió la visita de un elefante blanco. El animal penetró en la cámara real llevando delicadamente en la trompa una flor de loto. Según otras versiones, la reina Maya soñó que el elefante blanco, que procedía de la Montaña de Oro, entraba en su cuerpo. Este animal onírico tenía seis colmillos, que corresponden a las seis dimensiones del espacio indostánico: arriba, abajo, atrás, adelante, izquierda y derecha. Los astrólogos del rey predijeron que Maya daría a luz un niño, que sería emperador de la tierra o redentor del género humano. Aconteció, como se sabe, lo último. Nueve meses después de ese sueño, la casta reina dio a luz a Buda en los apacibles jardines de su palacio. Desde entonces, en el sureste de Asia se venera al elefante blanco. El color blanco significa humildad y el número seis es sagrado. El elefante blanco es en realidad de un color gris claro y goza de un verdadero culto en Laos, antaño llamada "reino del millón de elefantes", en Myanmar (antigua Birmania) y en Tailandia. Los budistas de estos países consideran a los elefantes albinos, especies rarísimas que padecen una despigmentación generalizada, reencarnaciones de Buda. Por esta razón se les prodiga todo tipo de honores y tienen derecho a recibir la mayor atención por parte de los hombres. En Myanmar, el elefante blanco recibe los mejores alimentos, servidos en bandejas de oro y plata. Algunas mujeres han tenido el inmenso honor de amamantar a un elefantillo blanco. Según la leyenda, un elefante blanco que transportaba una reliquia de Buda (un diente) escogió el lugar en el que los hombres edificarían la gran pagoda Shwedagon, en Rangún, la capital de Birmania. En Tailandia, el elefante blanco fue durante mucho tiempo el símbolo que figuraba en la bandera nacional. En la actualidad todavía hay muchos tailandeses que comparan el contorno de su país con la cabeza de un elefante. Ganesha es considerado como el animal sagrado por excelencia, el elefante blanco es propiedad del rey y representa la felicidad y la prosperidad del país. Así, una de las distinciones más importantes de Tailandia es la "Orden del Elefante Blanco".
 
Nada más terminada la lectura, Alison oyó una especie de ruido seco, como si algún bulto hubiese caído de repente al suelo, y levántandose del sofá, algo nerviosa, dejó el marlboro en el cenicero y se dirigió a la habitación privada; encendió el conmutadro de luz y descubrió que había sido una falsa alarma. Nada ni nadie extraño estaba en la habitación. Discurrió, acertadamente, que aquel ruido había debido provenir de la calle. Pero ni tan siquiera tenía ganas de comprobarlo... así que se dirigió de nuevo a la sala. Esta vez se acercó al mueble bar y se sirvió un martini dulce. Con el martini en su mano derecha fue hasta el escritorio y se sentó para revisar de nuevo los curriculums de Emilian Morrison y Maxime Morrow. Dejó el martini muy cerca del lote de papeles que tenía previsto arrojar a la basura.
 
- Quiero triunfar. Necesito triunfar y creo que estos dos periodistas son lo que busco. Pero... ¿a cuál de ellos elegir como compañero? La verdad es que los dos son, realmente, muy conocidos y famosos en el mundo entero. Lo que yo llamo dos verdaderos pesos pesados; quizás hasta demasiado pesados para mí. En realidad soy solamente una jovencísima periodista y estos dos deben ya tener mucha carrera corrida. Bueno... si me fijo bien en sus deslumbrantes curriculums pues resulta que no. Sigo insistiendo en que no me convencen las pocas actividades que vienen escritas en sus curriculums. ¿Por qué será que cuando pienso en alguno de ellos me veo a mí misma sentada, durante toda la jornada laboral, ante una mesa, recortando noticias provenientes de las agencias de información y convirtiéndolas en notas comprensibles? ¿Es eso lo que yo quiero? Desde luego que no. Me falta por averiguar algo. ¡Ah, ya sé lo que me falta! ¿Dónde habré dejado las dichosas cinco hojas dobladas en cuatro partes que ese tal y extraño Joseph presentó como su curriculum? ¡Jajajajaja! La verdad es que fue gracioso el asunto; sobre todo cuando vi la cara que se le puso a Boniface Morris. Pero... ¿dónde las habré tirado?
 
No tardó mucho en encontrarlas, puesto que se encontraban, al lado del martini y encima del montón de papeles destinados a ir a la basura.
 
- Menos mal que todavía no las he tirado. En fin. Voy a ver que ha escrito en ellas. Por supuesto que quizás sea perder el tiempo, pero como no tengo otra cosa más que hacer investigaré en ellas.
 
Alison Lilian tomó las cinco hojas dobladas en cuatro partes y escritas a mano por las dos caras con sumo cuidado, ya que la única grapa que sujetaba a las hojas estaba a punto de desprenderse de lo mal cosida que estaba. Desdobló las cinco hojas y se animó a comenzar a leer.
 
- Ni tan siquiera ha tenido la molestia de poner una fotografía suya. Pero bien... voy a ver que ha escrito este extraño personaje que es español pero se hace llamar simplemente Joseph. ¡Vaya letra! Creo que casi nadie en el mundo sería capaz de leer lo que pone aquí... y... sin embargo... ¡qué extraño!... ¡yo puedo entenderlo todo! Leo perfectamente lo que ha escrito.
 
Durante los largos minutos que estuvo leyendo el "curriculum" de Joseph no dejaba de sorprenderse. Estaba atónita ante lo que descubría punto tras punto.
 
- ¡Dios mío! ¿Es posible esto? Con lo joven que es todavía... ¿cómo ha podido tener tantas experiencias profesionales en Periodismo y en Literatura?. Hasta a mí, que ya nada me sorprende a pesar de mi poca edad, me deja pasmada. ¿Será verdad todo lo que viene aquí escrito? ¿Será verdad o será pura imaginación?. Casi no puedo creerme lo que dice pero... la verdad... es que dá hasta detalles que demuestran que puede ser cierto. Bueno. Si ha tenido tantas experiencias en medios de comunicación interesantes... ¿por qué le dijo a Boniface que era periodista de Cerros Verdes? ¿Qué clase de periódico es ese tal Cerros Verdes que ni Boniface Morris conoce? No lo entiendo. Podía haberse presentado diciendo algo más importante. Voy a ver dónde viene eso de Cerros Verdes.
 
Alison Lilian tuvo que leerse las cinco hojas completas, por los dos lados, hasta que al fin, en el último punto del "curriculum" encontró lo que buscaba.
 
- ¡Pero si es un periódico infantil! ¿Será por eso por lo que le dijo al señor Morris que era para pequeños y no para mayores? Sigo sin entender por qué razón dio esta referencia teniendo en cuenta toda la larga trayectoria profesional que acabo de leer y que todavía sigo sin creermela del todo aunque puede ser verdad o, al menos, mucho de cierto puede haber en todo esto. ¿Será que es una especie de Peter Pan que no desea hacerse mayor y por eso se enorgullece de Cerros Verdes? La verdad es que para compañero de trabajo me parece que es demasiado peligroso unirse a él. Pero, por otro lado, no sólo me parece muy atractivo sino que leyendo toda su experiencia hasta me parece más guapo e interesante que Emilian Morrison, Maxim Morrow e incluso Boniface Morris e inluso los tres juntos. Hasta me parece más emocionanto todo lo que ha vivido que los otros tres. Vamos a ver si ha puesto algún teléfono de contacto.
 
No tardó tampoco en descubrir que sí... que el periodista español que se hacía llamar Joseph había dejado escrito el número de un teléfono celular. Así que, después de quedar un buen rato pensativa, Alison Lilian tomó su celular y marcó un número. Pero no era a Joseph a quien llamaba.
 
- Hola. ¿Quién me molesta a estas altas horas de la noche? Espero que sea para algo muy importante.
 
- Hola, Phanokorn, soy tu amiga Alison Teeneager... Alison Lilian Osborne Álvarez. Siento molestarte a estas horas pero es muy importante el asunto.
 
- Hola Teenager. ¿Qué te sucede? Te noto muy preocupada.
 
- Que necesito tomar una decisión trascendental para mi vida. Es necesario que me ayudes porque estoy hecha un verdadero lío. Es para un asunto relacionado con mi deseo de alcanzar el Premio Pulitzer. Necesito que quedemos juntos para desayunar mañana en el Restaurante Distil del Hotel Leuba.
 
- No te preocupes, Alison Teenager... ¡a las nueve de la mañana estaré allí contigo para que me cuentes!.
 
Tras dar las gracias a su amigo Phanokorn, Alison Lilian cortó la comunicación.
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Descripción

Guin Literario de Cine.

Palabras Clave: Arte Cine Literatura Relato.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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