Historia de Alison Lilian (Guión Literario de Cine) -4-
Publicado en Dec 28, 2011
A las tres de la tarde ya estaban reunidos Emilian Morrison, Maxime Morrow y Boniface Morris, todos impecablemente vestidos con finos y elegantes trajes importados de París cuando, en esos momentos, hizo su entrada la bellísima Alison Lilian, de sport y con minifalda. Estaba, realmente, deslumbrante.
- Hola Alison, estás increíblemente hermosa. - Un momento señor Morris... no empecemos por ahí porque sólo vengo en plan de trabajo... ¿entendido?... que parece que se le olvida a usted que es necesario ser profesional en vez de comenzar a lanzar piropos para ganarse mi preferencia. - Está bien. Siéntate... por favor... Alison Lilian se volvió a sentar frente al señor Morris mientras que, como siempre, el señor Morrison se encontraba a la derecha de éste y el señor Morrow a su izquierda. Morris siguió hablando. - Empecemos ya, por favor, si no hay ningún inconveniente. - Pues hay un gran inconveniente, señor Morris. No podemos empezar todavía. - Y ahora... ¿qué sucede, Alison? - Sucede que sólo somos cuatro y dije que teníamos que estar los cinco. - ¿Te estás refiriendo a la ausencia de Joseph? - ¿Es usted corto de entendederas o se está haciendo el listo conmigo? ¡Por supuesto que me estoy refiriendo a la ausencia de Joseph! - No le esperes. Le llamé por el teléfono celular y me dijo que no quería venir. Me dijo que le daba miedo ir a Afganistán. - Eso no es posible... - Pues dijo eso. - Y yo sigo sin creerlo. ¿De verdad llamó usted a Joseph o me quiere engañar? - No te estoy engañando. - Pues conociendo su hoja de vida resulta que ha estado en lugares más peligrosos que Afganistán... así que dudo mucho que tenga miedo en ir para allá. - Está bien. Te contaré la verdad. No es cierto que me dijera que tenía miedo de ir a Afganistán sino que cuando le dije que en caso de ir sería como compañero tuyo se negó rotundamente. - ¿Que se negó a trabajar conmigo de compañera? ¡Quién se ha creído que es!...¡¡Ahora verá ese maleducado como le canto las cuarenta!! - ¿Qué vas a hacer?. - Llamarle de inmediato. - ¡¡No!! ¡¡No hagas eso!! A alguien tan descortés es mejor no seguirle la corriente. ¿Te vas a rebajar a llamarle después de haberse negado a poder trabajar a tu lado? ¡Es mucho mejor que le olvides para siempre! No merece la pena. - ¡De eso nada! ¡A ese tipo le canto yo las cuarenta y las ochenta si es necesario! Los tres grandes y brillantes periodistas allí reunidos comenzaron a sudar a chorros. - ¿Qué les pasa a ustedes tres? ¿Es que no han visto nunca a una mujer enfadada? - No es eso, Alison. - Entonces... ¿qué es, señor Morris? ¡He dicho que le voy a cantar las cuarenta, o las ochenta, a ese desconsiderado!. - Que no, Alison, que es rebajarse demasiado. Alison Lilian se quedó unos segundos pensativa. - Escuche señor Morris... sigo sin creerme que haya rechazado esta oportunidad de ser elegido como compañero mío de trabajo... ¿sabe por qué lo digo? - Escucha, Alison. Deja el asunto como está. - No. Me parece increíble que Joseph haya rechazado esta oportunidad por una razón muy lógica. - No mezcles sentimientos con trabajo, Alison. - No estoy hablando de sentimientos sino de lógica pura. Conozco muy bien la hoja de vida de Joseph y, además, le vi cómo le insistía a usted para pedirle una oportunidad diciendo que haría cualquier trabajo que fuese necesario con tal de conseguir dicha oportunidad. Así que es imposible que haya rechazado ir a Afganistán. - Te lo creas o no te lo creas ha dicho que no. - Eso me lo tendrá que decir a mí en persona para poder creerlo. - ¡No insistas, por favor! ¡¡No le llames!! - Le llamo inmediatamente. Necesito una explicación lógica. Si se niega a aceptar esta oportunidad... ¡me va a escuchar!... ¡vaya que si me va a escuchar por desagradecido! Ante el temblor de nervios de los tres, ella tomó su celular y marcó el número de Joseph. - Hola... ¿quién es?. - ¿Quién te has creído que eres tú? - Perdone señorita... no sé con quien estoy hablando... pero yo soy un periodista. - ¿Un periodista que pide insistentemente una oportunidad para lo que sea y luego la rechaza? ¿Qué clase de periodista eres tú? - No sé de que me está usted hablando. - Para empezar te aclaro que soy Alison Lilian. - ¡Hola, Lilian! ¡Qué placer volver a oír tu voz! - ¡¡Falso!! ¡¡Más que falso!! ¡¡Hípócrita!! - Pero... ¿se puede saber por qué me insultas ahora? ¿te he hecho acaso algo malo? - Asi que... ¿no quieres tener la oportunidad de ser un candidato para ser mi compañero de trabajo en Afganistán, verdad? ¿sabes lo que te digo? - ¡No sé lo que me estás diciendo! ¿Qué es eso de ir contigo a Afganistán? No me entero de nada... - No disimules más, cara dura. - Que te repito que no sé de qué me estás hablando. - Espera un momento, Joseph... espera solo un par de minutos nada más... no cortes la comunicación... - Por supuesto que no la voy a cortar. Ardo en deseos de saber que es todo esto y espero que no sea una broma tuya. - Yo no gasto bromas cuando se trata de trabajar. Espera un momento porque me parece que hay quienes no se han enterado de ello. Alison Lilian dejó de hablar con Joseph y se encaró con los otros tres. - Señor Morris... ¿no dijo usted que a Joseph le daba miedo ir a Afganistán como mi compañero de trabajo? - No... Alison... no te enfades, por favor... porque lo hemos hecho por tu bien. - ¿Mi bien? ¿Acaso saben ustedes tres cuál es mi bien? - Claro que lo sabemos. Tu bien es trabajar con alguien que merezca la pena para conseguir el Pulitzer. - Escuche usted, señor Morris. Alguien que ha estado en Kurdistán no tiene miedo de estar en Afganistán, ni en Beluchistán ni en todo el Industán. - ¿Es que Joseph ha estado en Kurdistán? - Si hubiese usted tenido el detalle de haber leído su curriculum, hoja de vida o lo que quiera usted llamar a sus papeles, se habría enterado de que sí. Se produjo un tenso silencio hasta que Boniface Morris pudo recuperar la palabra. - Esto... yo... no sabía... - Ustedes no saben ni tan siquiera la décima parte de lo que yo sé acerca de Joseph; pero les quiero aclarar una cosa para que no estén tan nerviosos. ¡No me impresiona, para nada, el palmarés de ese tal Joseph a la hora de elegir compañero de trabajo, así que los cuatro tienen la misma cantidad de porcentaje para conseguirlo. - ¡Uf! ¡Qué respiro! - Ahora respira usted mejor... ¿verdad, señor Morris?. Y lo mismo digo a ustedes dos. - ¿Entonces? - Entonces hasta que no esté Joseph presente esta reunión queda aplazada. - Está bien, Alison, me parece justo. - ¿Ahora le parece justo y antes no le parecía justo? - Una equivocación la tiene cualquiera... Alison Lilian ya no quiso seguir hablando más con el señor Morris y volvió a conectar con Joseph. - Hola, Joseph... ¿sigues todavía ahí? - Claro. Eso te dije y eso estoy cumpliendo. Yo siempre cumplo con lo que digo... pero no me estoy enterando de nada de lo que está ocurriendo. - No tiene importancia. ¿Cuánto puedes tardar en estar presente en el despacho del señor Morris? - Teniendo en cuenta de que estoy todavía en la cama, de que debo ducharme y de que tengo que tengo que tomar un café... una hora... en una hora puedo estar allí. - Hasta luego entonces. - ¿Pero me puedes explicar qué sucede y por qué tengo que estar allí en una hora? - Hasta luego he dicho. Alison Lilian cortó la comunicación y se volvió a dirigir a los otros tres. - Ustedes quédense aquí esperando a Joseph. En una hora estará presente. Yo, mientras tanto, me voy a hacer unas comprar que necesito. - Pero... ¿vas a salir ahora? - Por supuesto que sí. Como comprenderán no estoy dispuesta a pasar una hora aburrida viendo sus caras por muy guapos e interesantes que se crean ustedes que son. Adiós. Hasta dentro de una hora. La guapísima Alison Lilian, totalmente deslumbradora, salió del edificio acompañada de dos gigantescos guardaespaldas que había puesto a su servicio el Director Ejecutivo del Daily News de Bangkok, tomó un taxi y, junto con los gigantescos guardaespaldas, estuvo recorriendo el Mercado de Chatuchak, en la calle Thanon Phahonyoting. En el enorme mercado estuvo recorriendo decenas de puestos en los que casi no merecía la pena regatear ya que los precios eran ridículos. Por supuesto que no iba dispuesta a comprar nada, sino solamente a pasear mientras corría el tiempo; así que a las cuatro de la tarde menos diez minutos volvió a tomar un taxi y, siempre acompañada por sus gigantescos guardaespaldas, regresó al edificio del Daily News. Entró, se despidió amablemente de los guardaespaldas y se dirigió hacia el ascensor. Allí estaba, esperando, el inesperado Joseph que vestía un polo amarillo de Fred Perry y un pantalón vaquero de color negro. - Compruebo que eres muy puntual. Joseph se dio media vuelta y observó detenidamente a la deslumbrante Alison Lilian. - Cada vez que te veo eres una nueva sorpresa para mí. - ¿Se puede saber cuántas veces me has visto tú? - No importa ese dato. El dato que verdaderamente importa es que eres tú. - ¿Acaso esperabas a otra? Él contestó después de una de sus agradables sonrisas. - No. Lo que sucede es que a veces uno no puede creerse lo que ve. - ¿Por qué será que cuando sonríes me recuerdas tanto a alguien que conocí hace tiempo? El ascensor ya había llegado pero ninguno de los dos sen había dado cuenta de ello. - ¿Cuánto tiempo hace de eso? - Parece que fue ayer mismo... - Será que le quieres demasiado. - Si no le quisiera demasiado... no me acordaría de él. Joseph descubrió, por fin, que el ascensor estaba esperando y abrió la puerta. - Tú primero, por favor. - Gracias. Compruebo también que no eres tan maleducado como a primera vista das a entender. - Para entender es mejor primero descubrir... - ¿Descubrir? ¿Qué tengo yo que descubrir? - Posiblemente la mejor manera de hacer un trabajo sensacional de acorde con tu naturaleza. - ¿Eso es un piropo o te tengo que dar las gracias? - No perdamos más tiempo. Entra que ya nos estarán esperando mordiéndose las uñas. Alison Lilian entró en el ascensor y después lo hizo Joseph quien, tras pulsar el correspondiente botón de la planta donde estaba situado el despacho provisional de Boniface Morris, siguió hablando. - Hace calor... ¿verdad?. - ¡Uf! ¡Mucho más calor del que crees tú! Sin cruzar más palabras con ella, guardó silencio y, al llegar a su destino, abrió de nuevo la puerta del ascensor. - Tú primero, por favor. - Solo quiero que sepas una cosa. Porque te muestres amable no quiere decir que tengas más oportunidades que los demás. - Pero... entonces... ¿es cierto que tengo una oportunidad? - Sí. De guardar silencio hasta que te pregunte. Joseph abrió la puerta del despacho de Morris, dejó pasar primero a ella y, al entrar, vio cómo los tres allí reunidos palidecían visiblemente. - ¿Acaso han visto ustedes a un fantasma? - No, Joseph, lo que sucede es que no estás realmente presentable. - No sabía yo, señor Morris, que estar realmente presentable sólo consiste en tener tanto dinero como para vestir trajes confeccionados en París. Sin decir nada más, Joseph ayudó galantemente a Alison para que se sentase en su lugar y él volvió a coger la silla que sobraba y a situarse a la derecha de ella. - No es justo... - No es justo... ¿el qué?... Emilian Morrison. - Que tengas la suerte de sentarte al lado de ella. - Un momento. Un momento, por favor. El hecho de que le permita que se siente a mi lado no le da ninguna ventaja sobre los demás. - Eso espero. - Señor Morrow. Descubro, una vez más, que no es usted tan tímido como decía. - Bien. Dejemos de discutir y vayamos al asunto que nos ha reunido aquí. - Muy bien dicho, señor Morris. Que se note su autoridad. - No quiero bromas, Joseph, no en este momento. - Es que no lo digo de broma. Para tranquilizar la tensión del ambiente a Alison se le ocurrió una brillante idea. - Señor Morris... ¿podría usted hacer que trajesen una botella de champán para poder brindar los cinco por el futuro de cada uno de nosotros? - ¡Eso está hecho! ¡Más pronto que canta un gallo pido la botella! - ¿No habrá querido usted decir más pronto que un gallo cante tres veces? - Deja ya las bromas, Joseph. - Insisto en que no estoy gastando ninguna broma. Tres veces cantó el gallo cuando Jesucristo se lo avisó a Pedro. - Pero... ¿se puede saber de qué hemos venido a hablar aquí? - Señor Morrison... yo no he venido a hablar de nada... lo que sucede es que esta preciosa periodista me ha pedido que venga... pero me parece que tengo poco que decir porque, al parecer y recalco lo de al parecer, ustedes tres ya están los suficientemente alistados como para irse de placer a dar unas vueltas por Afganistán. - Guarda silencio, Joseph, por favor. - Está bien. Porque me lo pide esta linda periodista guardaré silencio. - Quiero decir hasta que te toque el turno. - ¿Es que esto es la feria de los caballitos y hay que esperar a que uno se baje para que el otro se suba? - Que no está la tarde para bromas... - Que le repito, Emilian Morrison, que yo no estoy gastando ninguna clase de broma porque soy así desde que nací y viviré para siempre así. Si a usted le gusta también me gusta a mí y si a usted le ha dejado de gustar a mí me sigue gustando. - ¿Estás refiriéndote a mí o a tu manera de ser? - Me estoy refiriendo a lo que me estoy refiriendo y que, al parecer, estos tres caballeros aquí reunidos y a pesar de sus elegantísimos trajes, no saben ni conocen. - ¡Ya está bien! Guardemos todos silencio mientras pido la botella de champán. Boniface Morris pulsó un timbre y de inmediato apareció en la puerta Diana. - Diana... por favor... consíguenos una botella de champán. Todos guardaron un tenso silencio, pero mientras Morrison se retorcía las manos de lo nervioso que se encontraba, Morrow se atusaba su cabello pelirrojo y Morris no sabía para donde mirar, Alison Lilian se miraba al espejito que había sacado de su bolso de mano y Joseph se afanaba por descubrir qué tipo de madera era aquella con la que estaba fabricada la mesa. Hasta que volvió Diana. - Aquí está la botella y cinco vasos, jefe... ¿algo más? - De momento nada más, Diana... salvo que me hagas el favor de escanciar champán en los cinco vasos. Eso hizo Diana y después salió del despacho cerrando minuciosamente la puerta. - Bueno. Empecemos por usted mismo, señor Morris. ¿Qué puede usted aportarme de interesante para que yo pueda conseguir un reportaje digno del Pulitzer. - Puedo poner a tu disposición todo el archivo que la CNN tiene sobre Afganistán. Tu labor sólo consistiría en elegir la documentación que más te sirva para impactar a la humanidad entera y escribir unas pocas hojas allí mismo, en Afganistá, pero fuera de todo peligro; porque estarás protegida por los militares de los Estados Unidos y los voluntarios de la Cruz Roja. - Interesante. Me parece muy interesante. ¿Y usted, señor Morrow? - Yo soy mucho más modesto... pero el Times también posee un verdadero arsenal de fotografías inéditas y nunca publicadas sobre Afganistán. Puedes elegir las más impactantes para obtener el Pulitzer mientras estás conmigo en Afganistán. Yo te atudaré a saber elegir cuáles son las más adecuadas, Soy experto en fotografías de prensa. - Interesante. Me parece interesante. ¿Y usted, señor Morrison? - Yo te prometo que soy el más adecuado. Tengo tanta experiencia en realizar reportajes inverosímiles que, con la ayuda de todo mi equipo de verdaderos expertos, conseguirás una filmación continuada de algo sorprendente que ocurra allí mismo, en el propio Afganistán, pero protegidos nosotros dos en la línea de retaguardia. Conmigo el Pulitzer lo tienes asegurado porque, además, conozco muy bien a los componentes del jurado y me deben muchos favores, así que no tendrás que hacer más esfuerzo que verlo por ti misma desde un lugar de honor. - Interesante. Me parece interesante. ¿Y tú, Joseph? - Yo no te puedo prometer nada más que una sola cosa; que trabajando a mi lado, de igual a igual y sin ventaja para ninguno de los dos, tendrás una experiencia inolvidable para el resto de tu vida. Después, si la quieres aprovechar para ganar el Premio Pulitzer eso sólo es parte de tu libertad; conmigo serás libre de hacer lo que desees. No me corresponde a mí juzgar tu trabajo; porque si te has molestado en leer mi curriculum, o mejor dicho mi hoja de vida, te habrás dado cuenta de que soy también un periodista freelance al igual que tú. Como ves yo trabajo siempre a solas conmigo mismo, no tengo ningún equipo de colaboradores que me ayuden y, además, no conozco a ninguno de los miembros del jurado del Premio Poulitzer ni de ninguna otra clase de premios grandes o pequeños... pero te puedo asegurar que la experiencia que vivas no la olvidarás jamás e insisto en que si quieres aprovecharla para conseguir el Pulitzer sólo es asunto de tu propia libertad. La libertad es lo que más admiro en un ser humano y, si además, ese ser humano es una periodista tan preciosa y tan inteligente como eres tú pues doble libertad; la de todos y la tuya misma. Alison Lilian quedó, por un momento, desconcertada... pero pronto reaccionó. - ¿Qué con todo eso? ¿Acaso piensas que me has deslumbrado? - Ni tengo deseo alguno en deslumbrarte ni he intentado nunca jamás deslumbrar a nadie. Una cosa he aprendido del ejercicio de la prosefión: que todo lo que haces debe ser todo lo que deseas hacer... mucho más allá de ir dejando por ahí la fama de ser el mejor. Por eso quizás no te convenga que yo trabaje a tu lado. - Eso quiere decir que ya tenemos a uno eliminado. - ¡Un momento, señor Emilian Morrison, no hable demasiado pronto! Yo no he eliminado todavía a ninguno de ustedes cuatro. Pero tengo una idea que quiero llevar a cabo. Deseo conocer cuales son sus signos del zodiaco. He de avisarles que yo soy Cáncer y como usted, señor Emilian Morrison, es el que tiene tantas ganas de hablar el primero... empecemos por saber cuál es su horóscopo mientras voy anotándolos en mi block sólo para que no se me olviden nunca. ¿Puedo saber de qué signo es usted, señor Emilian Morrison?. - Por supuesto que sí que puedes, guapísima. Yo soy Escorpión. Un verdadero y macho Escorpión. - ¡Vaya! ¡Excelente! ¡Resulta que el señor Emilian Morrison es un verdadero y macho Escorpión! Eso a mí me interesa mucho, de verdad que me interesa mucho... porque necesito a un verdadero hombre a mi lado. ¿Y usted, señor Maxime Morrow?... ¿de qué signo del zodiaco es usted? - Esto... yo no llego a tanto... en realidad confieso que sólo soy un simple Piscis nada más. - ¿Dice usted un simple Piscis nada más?. ¡Me encantan los hombres tímidos que, además, se muestran humildes!. Creo que Piscis no me viene nada mal... pero veamos ahora de qué signo es usted, jefe... o sea, señor Boniface Morris. - Yo tengo el gusto y el honor de hacerte saber que soy Tauro a carta cabal. - ¡Muy caballeroso por su parte, señor Boniface Morris!... ¿o desea que le llame jefe?... Bien. Muy bien. Eso de Tauro me viene de maravilla. Así que ya queda el último. ¿Puedo saber cuál es tu horóscopo, Joseph? - Perdona, no es por molestarte ni hacerte enfadar de nuevo aunque cuando te enfadas resultas más sexy; pero dejando todo esto de lo atractiva que eres y de qu, además, resultas ser una inquietante Cáncer... yo no creo para nada en los horóscopos. - No es tan importante que tú lo creas o no lo creas. Si en realidad buscas una oportunidad de trabajar conmigo, cosa que veo cada vez más difícil por cierto... ¿no tendrías el detalle caballeroso de decirme a qué signo del zodíaco perteneces? - Me gustaría saber para qué quieres nuestros signos zodiacales. - Por aquello de la compatibilidad o la incompatibilidad de caracteres y personalidades. - ¿De verdad crees que en el zodíaco y en los horóscopos se puede descubrir eso? - No deseo descubrir ninguna carta en este juego de prioridades pero insisto de nuevo en pedirte que tengas la caballerosidad de decirme tu signo. - Como da lo mismo uno que otro apunta si quieres, por ejemplo, Capricornio. - Pero... ¿eres de verdad o no eres de verdad Capricornio? - Como tienes tantas intuiciones femeninas adivina tú si es cierto o no lo es. - Quiero creer que es cierto por dos razones: la primera de ellas es que, si no has mentido en tu hoja de vida, naciste bajo el signo de Capricornio y la segunda de ellas es que también era Capricornio alguien a quien hace ya bastantes años que no le veo. Así que anoto Capricornio y ahora, discúlpenme los cuatro pretendientes a trabajar al lado de la princesita de sus sueños, porque me voy al hotel donde me hospedo para estudiar los cuatro signos. Así que buenas tardes a todos porque ya se ha acabado la sesión. - Pero... ¿te vas a ir sin haber elegido todavía a tu compañero de trabajo? - No se proecupe tanto, jefe... porque usted dijo que mañana debo salir de Tailandia y eso mismo va a suceder si Dios no lo impide. - Esta chica me va a destrozar los nervios. - ¡Cálmese, señor Boniface Morris, porque podría ser que fuese usted el que más posibilidades tiene de ser el elegido!. Adiós a todos. Hasta mañana. Alison Lilian se levantó, se acercó a la puerta, abríó, salió tranquilamente y se encaminó hacia el ascensor. Bajó a la primera planta del edificio Daily New de Bangkok, cruzó la sala de recepción y uno de sus guardaespaldas llamó a un taxi. Una vez en el taxi, ella sola, comenzó a meditar mientras seguía tomando notas en su block. - Si deseo conseguir alcanzar el Premio Pulitzer este año mismo necesito que me acompañe el mejor de todos. Pero el mejor de todos quizás no sea el que más garantías de éxito me ofrezca porque yo me pregunto una cosa: ¿qué me pedirán a cambio? Lo que no estoy dispuesta es a pagar precio alguno. Si uno de ellos quiere ser mi compañero de trabajo que lo sea solamente sin interés alguno... y me parece que todos ellos tienen algún interés y no precisamente simple sino compuesto. Emilian Morrison puede ser el más sólido porque su revista está especializada pero... ¿me interesa especializarme en una sola cosa? Por otro lado Maxime Morrow parece más tímido y a mí los tímidos me caen bien pero... ¿en realidad es tímido o solamente un acomplejado? No me interesaría trabajar con un acomplejado a mi lado. Creo que el que más garantías me ofrece es Boniface Morris. Quizás sea él el más preparado y... ¿Joseph?... ¿qué ocurre con Joseph?. Nada más llegar al Hotel Leuba no tardó mucho en estar ya en su suite privada. Entró y, sin pausa alguna, marcó un número de teléfono celular. - Hola... ¿quién es? - Phranokorn... ¡te necesito! - ¿Qué sucede, Teenager? ¿Te ha surgido alguna complicación? - Me han surgido cuatro complicaciones y necesito que vengas para asesorarme sobre algo que quiero llevar a cabo. - No será otra de tus descabelladas ideas... ¿verdad? - No. No es tan descabellada. Pero necesito que me ayudes urgentemente, amigo del alma. - No te preocupes. ¿Dónde estás? - En el Hotel Leuba. - En pocos minutos estoy allí. Efectivamente, a los pocos minutos Phranokorn llamaba a la puerta de la suite. - Pasa, amigo, pasa. La puerta está abierta. Ella se encontraba sentada en el sofá y su amigo tailandés se sentó frente a ella, en un cómodo butacón. - ¿Qué ha pasado? ¿En qué lío te has metido ahora? - Mira esto. Ella le entregó su block de notas. - ¿Todo esto qué es? - Lo que he podido descubrir de cada uno de los cuatro aspirantes a ser mi compañero de trabajo. Pero no es necesario que lo repases; fíjate sólo en la última página. - ¿Qué es esto? ¿A quiénes pertenecen estos signos zodiacales? - Uno es el mío y los otros cuatro son de ellos. - ¿Para qué quieres esto? - Para saber con cual de ellos tengo más compatibilidad. - ¡¡Tira inmediatamente esta hoja a la basura!! - ¿Es qué no sirve el zodiaco para averiguar lo de la compatibilidad entre un hombre y una mujer? - ¡Eso es una mentira con la que algunos tienen montados sus negocios a costa de los ignorantes y tú eres lo suficientemente inteligente como para no creer en estas tonterías! Si intentas descubrir con cual de ellos tienes más compatibilidad te aeseguro que esto del zodiaco y los horóscopos solo van a servirte para hacerte más jaleo en el cerebro! - Entonces... ¿tu afirmas que eso sólo es un fraude? - Un fraude, una basura, una forma de engañar a las personas de buen corazón. Si no lo tiras tú a la basura lo haré yo por ti. - Bien. Tíralo a la basura; pero ¿cómo logro saber a quién debo elegir de compañero de trabajo? - La compatibilidad entre un hombre y una mujer es muy importante, pero no se encuentra en ninguna clase de los tontos libros del zodiaco ni mucho menos en la mayúscula tontería de sus interpretaciones y de esta ridiculez a la que llaman horóscopos. Se basa, principalmente, en la empatía. - ¿Y cómo consigo yo saber con quién tengo más empatía? - Me parece que eres lo suficientemente despierta como para darte cuenta de ello pero si quieres mi ayuda... ¿hay algún Capricornio entre ellos? - Sí. - Pues yo creo que, si tú eres Cáncer, debes elegirle a él. - Pero... ¿sabes lo que estás diciendo? - Todo menos una tontería. - ¿Sabes quién es el Capricornio de los cuatro? ¡Es Joseph! - ¡Caramba!... ¡y yo hablando tan mal de él! - Lo que no comprendo es por qué dices que Capricornio es con quien más empatía tengo y con quien tengo más compatibilidad. - No es por el zodiaco ni zarandajas relacionadas con los mundos de los horóscopos. ¿Tú no sabes que el Trópico de Cáncer y el Trópico de Capricornio están a la misma distancia de la línea ecuatorial de la Tierra? - Pero... ¡te estás refieriendo a Joseph como pareja mía y resulta que es en quien menos estoy pensando! - Dudo que me estés diciendo tu verdad. No es lo mismo la verdad que dices que la verdad que piensas. - Te voy a confesar algo. Nunca jamás he creído en los signos zodiacales ni en horóscopos. Estoy de acuerdo contigo que sólo es basura. - Entonces... ¿por qué lo has hecho? - Porque quería saber cómo reaccionaba cada uno de ellos y así poder descubrir quiénes son en realidad. - ¿Alguno de ellos te habló de tu libertad? - Uno de ellos me habló de la libertad de todos y de mi propia libertad. Fue el único que lo hizo. - Entonces no lo dudes. Eligele a él. - Pero es que resulta que ese es... ¡Joseph!. - Dios mío... y yo que te aconsejé que nunca fueses compañera de él... - Por eso estoy pensando en elegir a Boniface Morris. Al fin y al cabo es, de momento, mi jefe y el que me está dando la oportunidad. - Escucha, Alison Lilian. Ahora no te hablo como amigo sino como experto en la vida. Si quieres verdaderamente triunfar obteniendo el Pulitzer ten cuidado.... - ¿De quién?. - De no elegir lo que parezca más seguro. Casi nunca lo más seguro es lo más verdadero. - Está bien. Gracias por tus consejos. Ahora necesito pensar a solas. Ambos se levantaron y ella se despidió de su gran amigo tailandés dándole un apretón de manos porque nunca besaba a nadie. Y, a los pocos minutos después, marcó el número del celular de Boniface Morris. - ¡Aquí el director de la CNN! ¿Quién eres tú? - Alison Lilian. - ¡¡Lo sabía!! ¡¡Sabía que me elegirías a mi!! ¡¡Te aseguro que con mis poderes en la CNN tienes asegurado el Pulitzer de este año!! - Usted sólo espéreme en su despacho mañana a las diez de la mañana. - ¡¡Lo sabía!! Ella cortó la comunicación y, de inmediato, llamó al úmero del celular de Joseph - Aquí un aburrido que no sabe que hacer esta noche. ¿Quien osa interrumpir mi aburrimiento? - ¡Jajajajaja! Soy Alison Lilian - ¡Atiza! ¡Zambomba! ¡Estoy perdido! - ¡Jajajajaja! ¿Quieres cenar conmigo esta noche, so aburrido? - Por querer quiero pero por poder no puedo. - ¡Jajajajaja! ¿Qué es eso de que no puedes con una chica como yo? - No... quiero decir que si te tengo que invitar a cenar me es del todo imposible porque los bolsillos de mi pantalón están llenos de telarañas así que tendré que asaltar un comercio y, la verdad, en estos días están super vigilados por tíos más bien mastodónticos pero... bueno... lo intentaré. - ¡Jajajajaja! No tienes que asaltar ningún comecio. ¿Para qué crees que existimos las princesas? - ¿Para tener esclavos? - ¡Jajajajaja! ¿Tú estarías dispuesto a ser mi esclavo esta noche? - A cambio de qué. - A cambio de que esta noche, aunque sólo sea por una vez en tu vida, pierdas tu libertad. - Sólo acepto si es una libertad condicionada... porque al fin y al cabo es la más hermosa de las libertades. - ¿Y cuál es tu condición? - Soltero. - No. Que te pregunto que qué condición pones. - Espero que tú la aceptes. - Depende de lo que sea. - Solamente que me dejes escribir algo en una servilleta. - ¡Pero Joseph... que vamos a un restaurante de lujo! - Por eso mismo. - A veces parece que te entiendo del todo y a veces parece que no te entiendo nada. - A mi me pasa lo contrario. A veces parece que no te entiendo nada y a veces parece que te entiendo del todo. - Esta bien. Eso ya lo discutiremos mientras cenamos. ¿Te viene bien a las diez de la noche en el Restaurante del Hotel Marriott? - ¡Arrea! ¡Intentaré conseguir que me deje pasar el gorila! - No te preocupes por el gorila. Le diré que te deje pasar. - Bien. No sé si es una broma tuya pero allí estaré. A las diez menos cuarto de la noche ya estaba Joseph ante la puerta del Restaurante Marriott de Bangkok vestido con una camiseta de baloncesto, con el número 8 en la espalda, de color roja, pantalón corto de color azul y sandalias sin calcetines. - ¿A dónde va usted? ¡Vestido de esa manera no puede entrar! - Pues a mí me ha dicho Lilian que me deje pasar. - ¿Se está refiriendo usted a Alison Lilian?. ¿De qué la conoce usted si se puede saber? - ¿Se puede saber de qué la conoce usted también? - Es la periodista que, a nivel mundial, tiene el futuro más brillante. - Pues entonces deje de preguntarme cosas absurdas y déjeme pasar. El portero del restaurante le miró de arriba a abajo y de abajo a araiba. - No lo dude más. Se lo voy a decir yo. 1,80 y en condiciones normales. El portero se enrojeció. - Ande... déjeme pasar... y olvide que existo. Mire para otro lado si es necesario. El portero no tuvo más remedio que dejarle pasar. Joseph no pasó precisamente inadvertido para nadie de las personas allí presentes. Y un cuarto de hora después hizo su entrada triunfal la bellísima Alison Lilian quien con su conjunto de polo y pantalón de color blanco impoluto aparecía más hermosa que nunca. Mas cuando vio a Joseph, que la esperaba de pie, en el mostrador del bar, tomando un gin tonic, casi le da un desmayo. - Pero... ¿cómo te atreves a venir aquí vestido de esa forma? - ¡Y menos mal que me he podido vestir! - Pero... ¿qué me estás queriendo decir? - Te digo que menos mal que me he podido vestir. - Eso ya lo he oído. Lo que quiero oír es qué significa. - Significa que la poca ropa de vestir bien que tengo está en estos momentos en la lavadora y no la tendré disponible hasta mañana. Por eso... menos mal que me quedaba esto todavía limpio. Pero si te da vergüenza puedo irme por el mismo lado por donde he venido si es que el gorila de la puerta me deja salir. - Si a ti no te da vergüenza, que eres el que vistes de esa manera, menos vergüenza me da a mí. Así que vamos a por una mesa. Una vez ya sentados, frente a frente, Joseph inició la conversación que tanto temía. - ¿Has elegido ya? - Mira, Joseph... lo que quiero ahora es cenar. Ya hablaremos después. Joseph intentó disimular... - No. Si yo lo que decía es que si has elegido ya el menú. - ¿De verdad eres así o siempre te haces el gracioso? - Escucha y escucha bien. - Siempre escucho bien lo que me dicen. - Pues entonces me evitas tener que decirte que eres la chica más bonita que conozco en mi vida. - ¿Y cuánta vida tienes tú como para afirmar eso? - Si contamos los años bisiestos tengo la suficiente para saber lo que digo. - ¿Puedes estar callado mientras cenamos? Prefiero meditar mientras lo hago. - Bueno. No puedo hablar pero... ¿puedo estar pensando? - Eso es imposible prohibírtelo. - Pues como no me lo prohibes no voy a pensar durante toda la cena. - ¿Siempre eres igual de rebelde? - No. Con las chicas que no me gustan soy mucho más rebelde todavía. - ¡Jajajajaja! No me hagas más reír que estoy seria. - Yo soy mucho más serio que tú si me lo propongo pero es que proponerse ser más seria que tú es casi un imposible y por eso ni lo intento no vaya a fracasar en el esfuerzo. - Por favor... cállate que estoy nerviosa... - De acuerdo. Entonces yo también estoy nervioso y así estamos a la par. - Que te calles por favor. La cena transcurrió en un completo silencio entre los dos, cada uno pensando en la mejor manera de poder dirigirse al otro, hasta que una vez terminado el postre y el café, Joseph cogió una de las servilletas que había sobre la mesa. - Pero... ¿qué vas a hacer ahora? - Cumplir con la condición que tú dijiste que aceptarías. - ¿De verdad te vas a poner a escribir ahora que yo quiero hablar? - Es solo un espacio de tiempo tan pequeño que ni tan siquiera lo van a tener en cuenta los del meridiano de Greenwich a la hora de adelantar o atrasar los relojes de medio mundo. - ¿No estás loco de verdad?. - Según se mire... pero ahora mira para otro lado porque me pones nervioso y quiero estar tranquilo porque yo cuando estoy tranquilo pues no tengo nervios y entonces al no estar nervioso puedo... - ¡Calla ya por favor y escribe si te la real gana!. Joseph sacó un bolígrafo del bolsillo trasero de su pantalón corto deportivo y comenzó a escribir. En un minuto aproximadamente había terminado y le pasó la servilleta escrita a Alison Lilian. - Lee, por favor. Ella cogió la servilleta y comenzó a leer. - Y mientras esté vivo te seguiré llamando Ternura... Y mientras me quede un hálito de existencia te seguiré llamando Ternura... Y cuando me llegue la muerte te seguiré llamando Ternura... Y más allá de la muerte te seguiré llamando Ternura... Y durante toda la eternidad te seguiré llamando Ternura... Y más allá de la eternidad te seguiré llamando Ternura... Y en la nada más abosluta te seguiré llamando Ternura... Y en el todo más infinito te seguiré llamando Ternura... Y cuando mi cuerpo se deshaga en billones de átomos minúsculos te seguiré llamando Ternura con cada uno de esos minúsculos átomos... Y cuando ya los déspotas de este mundo hayan prohibido por ley cualquier manifestación de amor te seguiré llamando Ternura... y cuando el amor no exista porque lo habrán aniquilado te seguiré llamando Ternura... Y con la plena libertad de expresión que me da el derecho de haber nacido te juro que no deseo cambiar aunque todos, absolutamente todos, hayan cambiado... para seguir llamándote Siempre Siempre Siempre... Ternura Ternura y Ternura. El inicio de unas lágirmas hacían brillar más los hermosos y grandes ojos de Alison Lilian quien besó la servilleta dejando la huella de sus rojos labios en la misma y se la guardó en su bolso en el mismo instante en que se dirigía hacia ellos un camarero con unas espaldas más anchas que las de Schwartzeneger y un rostro más fiero que el de un luchador de catch dispuesto a pulverizar a su enemigo. Portaba una bandeja con algún papel en ella. - Esto... ¿cuántos platos tienen ustedes esta noche para lavar? El camarero sonrió. - No se preocupe, caballero, porque están ustedes invitados por la casa y, además, esto es de regalo. El camarero cogió con su mano izquierda los dos boletos que estaban encima de la bandeja y se los entregó a Joseph. Eran dos entradas gratuitas para la discoteca del Bed Supperclub Sukhumvit Soi 11 Klongtoey-nua, Wattana. - ¿Te interesa? - No, Joseph... quiero decirte algo... - Está bien. Decir algo siempre supone algo más que no decir nada. - Quiero que no te sientas mal por ello. - A mí la cena me ha sentado de maravilla así que lo que tengas que decirme no me va a cortar la digestión ni las ganas de vivir. - Me alegro que te lo tomes así porque he pensado que el mejor compañero de trabajo que puedo conseguir para ganar el Pulitzer es el señor Morris. - No importa. - ¿No importa? - Perdona... estaba hablando en tiempo pasado... - ¿Entonces? - Entonces toma estos dos boletos para entrar gratuitameente en la discoteca y vete a bailar con tu jefe. - No es mi jefe. - Pero es quien manda sobre ti. - Nadie manda sobre mí. Soy libre para elegir como compañero de trabajo a quien quiera. - Y también eres libre de elegir como compañero de baile a quien te de la real gana. Así que no lo pienses más. Toma los billetes y yo... pues eso... a dormir tranquilo que mañana tengo que viajar. - ¡No voy a ir a bailar con nadie!... y además te quiero pedir otra cosa. . ¿Otra condición más? Eso no estaba estipulado en el contrato. - ¿Crees que esto me lo tomo yo a broma? - Por eso digo. - Pues antes de decir nada más dime si quieres estar mañana presente en el despacho del señor Morris. - ¿Para qué? Resulta que a mí por las mañanas me duele la cabeza de tanto pensar y como pienso demasiado por eso me equivoco tantas veces. - Sólo te estoy rogando que estés mañana presente en el despacho del señor Morris a las once de la mañana. - Imposible. A las once de la mañana siempre me da por cantar y hasta que no termino de cantar no hago otra cosa de mayor provecho. Espero que te haya aprovechado bien la cena. - Estoy hablando en serio. ¿No dijiste que harías lo que yo quisiera? Te lo estoy pidiendo por favor. - Está bien... ¿para qué tengo que ir yo? - Quiero comprobar si un hombre es capaz de aceptar su derrota en vivo y en directo. - Vale. Estaré allí. Al fin y al cabo ya sabía yo que el tal Morris no me iba a dar una oportunidad. - ¿Afirmas que de verdad vas a estar allí? - No pienso todavía irme a ningún otro planeta así que allí estaré. Ambos se levantaron de sus sillas; Alison Lilia rompió las dos entradas gratuitas para la discoteca y solo dijo. - Vamos. Adelante.
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