Historia de Alison Lilian (Guión Literario de Cine) -6-
Publicado en Dec 28, 2011
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Alison Lilian y Joseph se encontraban ya en el Lady Bird Johnson Park.
 
- Vamos a sentarnos en el césped, Lilian.
 
- ¿Estás borracho? ¡Si nos pillan nos pueden poner una multa de órdago a la grande!
 
- No estamos haciendo nada malo y, además, todavía tengo el fajo de billetes.
 
- Pero... ¿no dices que son falsos?
 
- A veces lo falso es sólo la apariencia pero, en el fondo, puede valer.
 
- No entiendo nada de nada.
 
- Ni yo tampoco pero ¿sabes que este Parque se llama Señora Pájaro Johnson?
 
- ¡Menudo pájaro estás tu hecho!
 
- Lo que pasa es que nací en un nido cómodo.
 
- ¿Qué naciste en un nido cómodo?
 
- ¿No se llama nido cómodo a un hogar feliz?
 
- Sí. Visto desde ese punto de vista es lógico.
 
- Escucha... ¿te interesa saber la historia del Potomac?
 
- ¿Cómo sabes tú tanto del Potomac?
 
- De haber leído muschos best sellers norteamericanos.
 
- ¿Cómo es eso? Necesito una explicación para poder comprenderlo.
 
- ¿No te has dado cuenta de que en todos los best sellers de Estados Unidos aparece el río Potomac?
 
- ¡Pues es verdad! Resulta que eres más y mejor observador de lo que yo imaginaba.
 
- Pues entonces vamos a sentarnos en el césped y te lo cuento.
 
- Si no hay más remedio...
 
Efectivamente, ambos se sentaron en el césped mirando hacia el río Potomac. Él empezó a narrar la historia.
 
- El río Potomac fluye hasta la bahía de Chesapeake, y se encuentra en la costa Atlántica de los Estados Unidos. El río mide aproximadamente 665 kilómetros, con una cuenca hidrográfica de cerca de 38.000 kilómetros cuadrados. El Potomac es el cuarto río de la costa Atlántica estadounidense en términos de área drenada, y ocupa el puesto 21 en la clasificación del país. Más de 5 millones de personas viven en las orillas del río Potomac, donde las precipitaciones suministran más de 8 metros cúbicos, unos 8.000 litros de agua por persona cada año.
 
- ¿Todo eso lo tienes en tu memoria?
 
- Y algo más. Sigue escuchando. Todos esos árboles que ves ahí son cerezos.
 
- ¿Cómo distingues que son cerezos si a mí me parecen ciruelos?
 
- Según me explicó un día una amiga mía llamada Martina, el cerezo da la cereza, fruta de color roja y muy dulce, no necesita dos plantas para que dé el fruto y el ciruelo da la ciruela, de ésta hay varias clases, amarillas, negras, rojizas, todas son grandes, más que una nuez, en cambio la cereza es como la mitad de una nuez, ambas son muy ricas, contienen vitaminas y son buena para la digestión.
 
- ¿Solamente eso te explicó tu amiga Martina? ¿Y con tan poco puedes saber la diferencia entre ambos?
 
- Sé más. El cerezo es más delicado, le gusta más a los pájaros, necesita mas agua y mas horas de frio. Por eso los han plantado aquí, junto al famoso rio Potomac de los best sellers estadounidenses.
 
- ¿Eso también te lo ha explicado en alguna ocasión tu amiga Martina?
 
- Nada de celos... que sólo somos compañeros de trabajo...
 
- ¿Celos yo de esa tal Martina? Ni tengo celos de la Martina ni tampoco de la Marina.
 
- Mejor así. Te cuento que lo aprendí de haberlo leído por ahí en alguna de mis horas libres.
 
- ¿Pero tienes horas libres a pesar de tantas amigas con las que sales?
 
- Cambiemos de tema y sigamos con el famoso río Potomac de los best sellers norteamericanos.
 
- Si no hay más remedio...
 
- The Potomac Heritage National Scenic Trail es una red en desarrollo de 1,335 kilómetros de caminos y rutas que unen ambos lados del río Potomac, desde la boca en "Chesapeake Bay" hasta los "Allegheny Highlands". El corredor de la ruta revela fascinantes historias de la música de Estados Unidos, historia industrial, natural, militar y mucho más.
 
- ¡Basta, por favor! ¡No me interesa saber nada más del dichoso Potomac de los best sellers norteamericanos y, además, los best sellers norteamericanos me gustan todavía menos que las historias del río Potomac de los best sellers norteamericanos!
 
- Pero... ¿te gusta el río Potomac?
 
- Estando tú a mi lado si porque me haces recordar.
 
- ¿Algo relacionado con un verano inolvidable?
 
- Algo relacionado con alguien a quien nunca he olvidado.
 
- Está el sol radiante besando tu cuerpo mientras las nubes se abren... y en medio del mediodía tu boca, roja como las amapolas, detiene el tiempo en mi memoria. Ya, en este mediodía de fulgores, no entiendo ni comprendo nada... absolutamente nada... que no sea acariciarte con los dedos suavemente tu cuerpo... tan suavemente que podría llamarse pecado el hecho de besarte toda entera... ¿Pecado?. Eso dicen las malas lenguas.¿Pecado? le pregunto a una pareja de golondrinas que se están amando en lo alto del torreón. El canto de los jilgueros se escucha...!Cómo puede ser pecado convertirse en líquido amoroso bañando tu piel trigueña!. Hasta el trigo se ha vuelto verde de tanto sentir tus sueños... si... el trigo verde donde estamos felizmente tumbados en la fresca sombra del laurel. Cerca de nosotros, en el sauce, un pájaro carpintero trabaja... y mis dedos acompañan la sinfonía de recorrer tus labios, tu boca, tu cuello... tu esencia de mujer completa. Sigues vibrando en mi conciencia continuamente mientras los del pecado corren a llamar a sus dioses... ¿qué dioses son esos? me preguntas tú... y te miro a los ojos y sólo te respondo con un profundo beso en la boca. !Olvida!. !Olvida a los dioses ajenos que nuestro Dios hizo de tu cuerpo una manera de sentir, una manera de vivir y una manera de existir... mucho má sallá del límite de los "peleadores" que buscan un porqué para enterrarte en el fondo de mi olvido!  ¡Jamás!. Me puedo olvidar de todo... menos de besarte a ti... centímetro a centímetro toda entera. El sol se oculta y la paz reina en este lado del bosque donde no existen más que las golondrinas amándose, el ruiseñor cantando y tú y yo enlazados en una sola persona...
 
- Pero... ¿Qué dices?  ¿Te has vuelto loco de verdad?
 
- ¡Ay va!¡Perdona!  Sólo eran confesiones al mediodia nada más.
 
- ¿Y me lo estabas diciendo a mí o a alguna otra imaginaria?
 
- De imaginarias estoy suficientemente lleno. No. Estaba hablando en tiempo de futuro.
 
- ¡Anda! ¡Vamos a pasear antes de que nos descubra un poli!
 
- Está bien. Arriba... que desde arriba se ve mejor...
 
Él se levantó y le ayudó a levantarse ahora. Comenzaron a pasear y él, sin darse cuenta, se metió las manos en los bolsillos de su pantalón.
 
- ¿Siempre paseas así?
 
- Cuando estoy enamorado.
 
- Pero... bueno... ¡tú que te has creído!
 
- ¿Piensas que lo digo por ti?
 
- Ya no sé ni que pensar.
 
- Entonces no pienses y pasea sin cortarme más veces.
 
- ¿Es que pìensas decir algo más?
 
- Por supuesto que sí. Haz como que no existo y guarda silencio no vaya a ser que me vuelvas a llamar otra vez loco. La soledad del blando aire gestualiza la luz sin fin, ¿No oyes cómo te nombra? ¿No te acuerdas ya de mí? La luz voraz de lo animado de aquel suceso feliz, se marcha, se marcha, se ha marchado dejándome tu perfil y un suceso nominado en los umbrales de abril. Una ambigua elipse de luz. Un espacio por morir. Y en este lugar del olvido se marcha por el carril de los silencios nombrados bajo un ligero matiz. No escuchas, no oyes mi nombre llamándote en el sutil momento de estos espacios donde he aprendido a sentir que sólo soy un enamorado de cualquier color infantil. Aquí donde la luz sucede en un lugar mediatriz, estoy ahora embargado de aire para vivir. Y esta emoción oculta  me aleja ya más de ti.
 
- ¿De verdad todo eso es tuyo?
 
- Mío no. De mi sentimiento.
 
- ¿Y qué diferencia existe entre ambas cosas?
 
- La luz brillante de una mirada de mujer.
 
Ella se le quedó mirando fíjamente a los ojos y no dijo nada.
 
- Lilian... el compañerismo se busca, la amistad se encuentra y el amor nos sorprende... pero ninguna de estas tres cosas se debe mendigar.
 
- ¿De Antonio Machado acaso?
 
- No.
 
- Entonces... ¿Quizás de Juan Ramón Jiménez?
 
- Te equivocas. Es de mi forma de sentir.
 
- Entonces... ¿Cuándo crees tú que me sorprenderá el amor a mí?
 
- Posiblemente cuando estés esperando que te concedan el Pulitzer. Hasta podría ser que puedas elegir entre todos los miembros del jurado.
 
- Eso no puede ser verdad. Jamás un señor mucho mayor que yo me podrá sorprender en esto del amor. Soy muy joven y sólo un joven podrá sorprenderme. Quizás hasta alguien como tú.
 
Joseph sacó su mano derecha del bolsillo de su pantalón y agarró la mano izquierda de Alison Lilian.
 
- ¡Vamos! ¡De prisa! ¡A por otro taxi!
 
- Pero... ¿Tienes acaso dinero?... ya sabes que el comandante Mac Enroe se quedó con mi bolso.
 
- No te preocupes. Me sobran algunas monedas sueltas.
 
- ¿Y para qué quieres que tomemos un taxi en estos momentos?
 
- ¡Regresamos al aeropuerto, Lilian!
 
- ¡El comandante Mac Enroque o como se llame nos dijo que estuviésemos en el aeropuerto mañana a las dos de la tarde! ¡Falta un día entero para eso!
 
- No se llama Mac Enroque.
 
- ¿Se llama Mac Enrique?
 
- ¡Jajajajaja! Se llama Mac Enroe.
 
- Bueno... pues eso... que el comandante Mac Enredadera no dijo...
 
- ¡Jajajajaja! Que no te enredes más, Lilian, con las enredaderas que bastante enredada está ya la cosa; así que se llame como quieras tú pero nos vamos al aeropuerto ahora mismo.
 
- Pero...
 
- Pero nada de nada. ¿Quieres o no quieres tener la oportunidad de conseguir el Polilla?
 
- ¡Jajajajaja! No se llama Polilla sino Pulitzer y... ¡sí!... ¡deseo ganarlo este mismo año!
 
- Entonces vamos inmediatamente al aeropuerto y tomemos el primer avión  que salga para Mogadiscio.
 
- ¿Te estás refiriendo acaso a la capital de Somala?
 
- So mala o so buena da lo mismo... pero es Somalia...
 
- ¡¡Ni drogada voy yo a Somalia!!
 
- Te vuelvo a preguntar lo mismo: ¿quieres o no quieres ese Premio?
 
- ¡Que te repito que es lo que más deseo en la vida!
 
- No seas falsa. Lo que más deseas en la vida es ser modelo publicitaria.
 
- ¿Cómo sabes tú eso? Sólo Joe sabe eso.
 
- Pero olvidas que me lo has dicho.
 
- ¿Cuándo?
 
- Recuerda...
 
- Es verdad. Se me escapó sin darme cuenta. ¡Pero no voy a Somalia porque Boniface Morris nos ha enviado a Afganistán!
 
- Y yo, en estos momentos, envío a Boniface Morris a hacer vientos.
 
- No seas cabezota. Te dijo que quería que cada día le enviases un parte de guerra desde Afganistán si quieres tus 500.000 dólares.
 
- No me interesan los 500.000 dólares a ese precio. Lo que de verdad me interesa es que triunfes.
 
- Eso lo dices de verdad o solo para aprovecharte de mi inocencia.
 
- Escucha... si vienes a Somalia conmigo te invito a comer en el aeropuerto.
 
- Eso ya está bastante mejor. Pero... ¿cómo vamos a pagar la comida y los billetes de avión si las pocas monedas que tienes las vas a gastar en el taxi?
 
Joseph volvió a sacar del bolsillo derecho de su pantalón el fajo de billetes falsos.
 
- Con esto desde luego que no.
 
Y tiró el fajo entero dentro de una papelera del parque mientras seguían caminando agarrados de las manos.
 
- Entonces... ¿dime con qué imaginas que vamos a pagar si el comandante como se llame tiene mi bolso?
 
- Olvidas que tengo esto.
 
Y Joseph sacó de su bolsillo izquierdo el talonario de cheques de la CNN.
 
- Cuando se entere el señor Morris...
 
- Cuando se entere ese señor Morris se pondrá de morros conmigo. Ya lo sé. Pero también sé que por muchos morros que ponga ya nunca me echará el guante.
 
- Tú si que le echas morro a la vida pero bien... no sé cómo lo haces ni qué tienes pero me has vuelto a convencer otra vez más. Espero que Dios nos eche una mano para poder salir vivos de Somalia.
 
- Te doy mi palabra de que, a cambio de eso, iremos los dos a Afganistán.
 
- Está bien. Me voy a fiar de tu palabra aunque...
 
- ¿No te vale mi palabra?
 
- No. No es eso. Es que estaba pensando otra vez en alguien que conocí en la adolescencia.
 
Él se limitó a encontrar un taxi y, una vez subidos los dos a los asientos traseros, le indicó la dirección exacta al taxista.
 
- Señor, llévenos al Hilton Washington Dulles Airport, al  13869 Park Center Road.
 
Ella volvió a quedarse asombrada mientras el taxi se puso en movimiento.
 
- No me mires de esa manera. No soy un superdotado de esos que saben las cosas sin haberlas aprendido antes. Mi trabajo me ha costado recordarlo.
 
- Una pregunta, Joseph...
 
- ¿Fácil o difícil de responder?
 
- Yo creo que curiosa nada más.
 
- Entonces puedes decírmerla.
 
- ¿Me vas a responder con sinceridad?
 
- Si puedo, sí.
 
- Es algo que me estoy preguntando a mí misma desde el primer momento en que te vi en el despacho del señor Morris y cuando estaban también presentes los señores Morrison y Morrow.
 
- Ya no recuerdo a esos tres tipejos.
 
- No es eso. Es que me estoy preguntando desde entonces ¿cómo te enteraste de que yo estaba en Bangkok?
 
- Muy sencillo. Pregunté por ti en la matriz de la CNN aquí, en los Estados Unidos. Sabía que se ubicaba en el centro de Atlanta, en el estado de Georgia, junto al Centennial Olympic Park... así que busqué en la guía telefónica y resultó que se encontraba en el 190 de la Calle Marietta, aunque su dirección postal oficial es el 1 de CNN Center. Rápidemente tomé un autobús que me llevó allí y luego me hice pasar por un reportero del New York Times que te estaba buscando para hacerte una entrevista.
 
- ¿Cómo conseguiste hacerte pasar por un periodista del New York Times?
 
- A través de mi amigo Gustave Village que me prestó su carnet profesional. Sólo tuve que cambiarle la fotografía. El carnet quedó mucho más favorecido porque soy bastante más guapo que él.
 
- No me digas...
 
- Sí te digo. Y además más atractivo porque resulta que él...
 
- ¡Jajajajaja! No sigas, por favor, te creo una vez más aunque no sé por qué.
 
- Porque en en fondo me aprecias. Y vale ya de charla porque acabamos de llegar.
 
Joseph sacó todas sus monedas y se las entregó al taxista.
 
- Sobra dinero, caballero.
 
- ¿Tiene usted hijos?
 
- Dos hijas muy pequeñas.
 
- Pues con el resto cómpreles algunos chuches.
 
- Muchas gracias, caballero. Tengo para los chuches de mis hijas y para un buen perfume de mujer para mi esposa.
 
- Que acierte usted con la marca de perfume porque ya sabe usted lo que se enfadan las mujeres si les regala uno que no sea su favorito.
 
- ¿Usted me podría recomendar alguno con la que no se vaya a enfadar?
 
- Si quiere usted dormir en casa esta noche regálele, por ejemplo, uno de Dolce and Gabanna... por aquello de lo dulce y la gana... y usted ya me entiende...
 
- Jejeje... eso haré.
 
- Venga, Joseph, que se me ha abierto el apetito.
 
El periodista de origen español salió del taxi y ayudó a salir a Alison Lilian. Se despidió cortésmente del taxita extrechándole la mano y, cogiendo nuevamente la mano izquierda de ella, ambos entraron en el Hilton Washington Dulles Airport.
 
- Es verdaderamente lujoso, Joseph.
 
- A una chavala lujosa siempre hay que invitarla a un restaurante lujoso o, si no eres capaz de hacerlo con ella, confórmate con una chavala que no sea lujosa.
 
- ¿Lo dices con doble intención?
 
- Sólo existe una intención; ahora bien, lo difícil es que te salga bien.
 
Una vez sentados frente a frente acudió un linda camarera puertorriqueña.
 
- Señorita...
 
- López. Me apellido López de la Bellacasa.
 
- Lógico. Una chica tan bella sólo puede vivir en una bella casa aunque se apellide solamente López.
 
- Deja de bromear con ella, Joseph, que estoy yo delante.
 
- Está bien. En serio. ¿Se puede pagar con un cheque?
 
- Por supuesto que sí, caballero.
 
- Entonces déme la carta.
 
- Una para usted y otra para su bellísima pareja.
 
- No. A ella no le entregue ninguna carta porque aquí, ahora, el que elije soy yo.
 
La linda camarera puertorriqueña entregó solamente una carta a él.
 
- ¿Y eso no es machismo, Joseph?
 
- No. Eso se llama caballerosidad, gentileza y amabilidad, el orden  de los factores no altera el producto, porque ahora yo cojo la carta y te la entrego a ti y tú decides lo que quieres que comamos... aunque algunos digan que esto es ser un mandarina o no tener pantalones.
 
- ¿Puedo elegir yo lo que quiera?
 
- Escucha, Lilian... una de las cosas que más admiro en la vida es la libertad; así que eres libre de elegir lo que quieras para los dos.
 
- Entonces, señorita López... ¿por cierto es usted de Puerto Rico?
 
- Exacto. De San Juan.
 
- Pues sea usted de San Juan, de San Pablo, de San Pedro, o de San Apapucio...
 
- ¡Cuidado con los celos, Lilian!
 
- No te metas donde nadie te llama, Joseph ... y usted  haga el favor de traernos salmón ahumado, un buen plato de frijoles y uno de esos famosos postres de manzana que tanto salen en la películas del Oeste y que nunca se los comen y no sé por qué los hacen para luego desperdiciarlos.
 
- ¡Jajajajaja!
 
- Que no te rías, Joseph, que estoy haciendo un pedido serio y además hablo en serio.
 
La linda señorita puertorriqueña López de la Bellacasa anotó el pedido y se fue no sin antes dirigirle la palabra a él.
 
- ¿A usted también?
 
- A mí también... ¿qué?.
 
- Que si también le gusta.
 
- ¿Se está usted refiriendo a ella?
 
- Puede llamarme Jenny.
 
- ¡Que traiga usted ya lo mismo para los dos!... ¿o no entiende usted el español?
 
- Llamándome Jennyfer López de la Bellacasa sería un pecado no saberlo.
 
- Pues también es pecado...
 
- ¡Vale, vale! ¡Nada de peleas! ¡A mí también me gusta!
 
- ¿Cuál de las dos más, Joseph?
 
- ¿Podemos o no podemos comer ya?
 
- Si sigues hablando más de la cuenta, la que come sola soy yo.
 
- Pero si yo no estoy diciendo nada...
 
Por fin la señorita López se alejó hacia la cocina.
 
- Oye, Joseph... ¿tienes hermanos?
 
- No.
 
- Entonces... ¿eres hijo único?
 
- Tampoco.
 
- No lo entiendo.
 
- No tengo hermanos varones pero tengo una hermana.
 
- Es curioso... eso mismo me decía siempre Joe... pero la diferencia es que Joe tenía tres hermanos varones además de una hermana.
 
- ¿Por qué decía que sólo tenía una hermana?
 
- Poque sus hermanos le decepcionaron y le traicionaron tanto que prefirió ya no considerarlos hermanos... pero por su hermana era capaz de dar la vida...
 
- Curioso ese tal Joe.
 
- Pues tú me recuerdas mucho a él. Además los dos sois cristianos.
 
- ¿Y no le has olvidado todavía?
 
- Cometí graves errores con él. Tenía la misma forma de mirar y sonreír que tienes tú y también solía pasear, muchas veces, por la orilla de los ríos siempre con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón. Me equivoqué y ahora me arrepiento cuando ya es demasiado tarde.
 
- ¿Qué quieres decir con que te equivocaste?
 
- Que no supe que también yo le amaba a él.
 
- Entonces.. ¿por qué no vas a buscarle?
 
- Imposible. Un día fui tan cruel con él que decidió marcharse para siempre de Madrid. Fui una estúpida. Le hice tanto daño que aunque le encontrara, aunque dudo que le pueda encontrar algún día todavía soltero, jamás me perdonará... así que no lo voy a intentar porque sería perder el tiempo.
 
- El tiempo se pierde y se gana sólo cuando se juega con él. Por eso yo respeto mucho al tiempo, no juego con él y así consigo derrotarle.
 
- ¿Qué puedo hacer, Joseph?
 
- Dicen que las estrellas son las únicas que saben ver llorar a los hombres cuando son verdaderos hombres. Pero no te preocupes  porque estoy seguro de que Joe sabe lo que es vivir...
 
- Pero entonces...
 
- Una vez una chavala embrolladora me estuvo haciendo la vida imposible así que tuve que contarle más de cuadro verdades sinceras para acabar con aquel mal rollo.
 
- ¿Y cómo respondió ella?
 
-Me dijo que ella tenía las amistades que quería y que hacía con su vida lo que le daba la real gana.
 
- ¿Y tú que constestaste?
 
- Que eso era libertad, que podía hacer lo que quisiera con su libertad, pero que todos sufrimos consecuecias con el uso de nuestra libertad. Así que le dije que se alejara para siempre de mi lado, que me olvidara y que algún día se daría cuenta de si yo era amigo o no era amigo  y si los que había elegido eran como yo o no servían para ser amigos. En definitiva me quité a una pesada de encima.
 
- Pero yo... ¿qué hago ahora?
 
- Antes te dije que eras libre y ahora te hablo de liberación. Por eso te libero de la obligación de venir conmigo a Somalia. Dime cuál es la cantidad que tengo que poner en este cheque para que tengas dinero suficiente antes de que el comandante Mac Enroe te devuelva el bolso y libérate de mí.  Vete mañana a Afganistán para que conquistes el Pulitzer porque conmigo lo vas a tener mucho más difícil. Yo, al fin y al cabo, sólo soy un freelance nada más...
 
- Me voy a Somalia contigo.
 
- Quédate con el cheque y úsalo como quieras. Tendrás que comprar dos maletas y llenarlas con lo que consideres necesario para nuestra estancia en Somalia. Será un largo viaje...
 
- ¿Qué es un largo viaje?
 
- No es lo que muchos creen. No se trata de mayor o menor distancia. Un largo viaje, para mí, es aquel en el que se aprenden muchas cosas, aunque ni tan siquiera salgamos de nuestra propia casa. ¿Sabes que en una ocasión hice un largo viaje por toda una región a través de sus ríos sin salir para nada del salón de mi hogar?
 
- ¿Y fue un viaje real?
 
- Tan real como que luego pude comprobar, cuando estuve por allí, que había acertado.
 
La señorita López llegó con un carrito donde llevaba la comida pedida por Alison Lilian. Sirvió la mesa y se volvió a alejar. Alison Lilian cogió el cheque de la CNN que le ofrecía Joseph y se lo guardó en el bolsillo trasero de su pantalón de color blanco.
 
- Al señor Morris le va a entrar un verdadero berrinche pero en esta vida quien ambiciona demasiado suele terminar escaldado y sin ganancia.
 
- ¡Jajajajaja! Lo siento por Diana...
 
- No te preocupes por ella, Joseph, posiblemente le hayas hecho un favor sin darte cuenta.
 
- Pues pensándolo bien, llevas razón Lilian, es mucho mejor para ella trabajar para alguien que sea más interesante.
 
Comenzaron a comer.
 
- ¿Qué es para ti lo más interesante que puede haber en la vida?
 
- Posiblemente, Lilian, estar sentado frente a alguien que te hace vivir.
 
- Dame una definición de vida.
 
- Tengo varias; pero a ver si te sirve esta. Es algo extensa pero como tenemos mucho tiempo por delante te la voy a contar:  Oigo que habla la vida de cosas enmarcadas en el reloj de la cocina. Estoy desayunando mientras escucho la música del transistor. Escucho los sonidos del tiempo enhebrado en el trajinar de la consciencia. Pienso si somos enteramente conscientes de nuestra propia realidad en este girar del tiempo en que nos proponemos descubrir un sentido nuevo al comenzar el día. Hoy no tengo el periódico delante de mí así que la vida, ahora, en este mismo instante, me comunica con el silencio y las notas musicales que escucho distraídamente mientras desayuno. No hay nadie a mi lado. Nadie excepto Toby que está jugando con su pelota de plástico. Los demás han salido de la casa con diversas funciones por hacer y entonces pienso en mi función ahora, en este momento en que oigo que habla la vida. Si por un momento me encontrara en medio de un transitar perplejo entre personas que vienen y van con sus afanes a cuestas, yo sería un miembro más de esa comunidad anónima que monta en un autobús, que circula por una avenida, que entra en una oficina a resolver algún papeleo, que sube por las escaleras de un edificio o está dentro de un ascensor junto a un grupo de personas que no se conocen ni se miran. Sin embargo no estoy allí, sino aquí, en este espacio circular en que Toby se recrea plácidamente con su pelota de plástico y la música me envuelve lentamente. Entonces abro mi consciencia para oir que me habla la vida. Y me doy cuenta de que soy una referencia plena para Toby y para el transistor. Bien. Pienso que los minutos en que nos descubrimos a nosotros mismos como referencias de algo o de alguien son verdaderamente intensos si nos detenemos un momento para pensar en ellos. En algún momento del día todos y cada uno de nosotros y nosotras somos referencias pasajeras para algo o para alguien que está a nuestro alrededor. Y son esos momentos (horas o minutos) en que nos convertimos en puntos esenciales para quienes nos toman como referencia circunstancial, los momentos en que podemos decir que sí, que oímos hablar a la vida para decirnos que estamos presentes y tenemos importancia. La verdadera importancia de un ser humano radica en esos momentos en que nos convertimos en referencias concretas y nos individualizan las circunstancias separándonos de la masificación general. Dentro de unos minutos saldré a la calle y me convertiré en un transeunte que pasea en medio del abigarrado espectro de miles de personas sin más coyuntura que un ligero mirarse sin más, o entraré en un ascensor y me mezclaré en un pequeño grupo de personas que no nos vemos ni nos sentimos... pero ahora soy yo para Toby y el transistor una referencia vital de suma importancia. Toby juega a la pelota pero sabe que yo estoy contemplando su juego y soy significativo para él. El transistor no es un ser vivo pero está funcionando porque estoy yo aquí, lo he encendido y le he otorgado la importancia vital para la que fue creado. Es por eso por lo que oigo que habla la vida mientras desayuno en este espacio de pensamientos que me hacen producir una sensación de trascendencia. Tengo que contarlo. Tengo que decir a las personas que cuando somos referencias trascendentales para algo o para alguien es cuando en realidad estamos oyendo a la vida.
 
Lilian volvió a quedarse mirándole a la vida y murmuró.
 
- Ya me lo decía mi gran amigo tailandés.
 
- ¿Qué?
 
- Nada. Estaba pensando en que alguien me advirtió que no trabajara a tu lado si quería conseguir el Premio Pulitzer porque me harías pensar, reflexionar y sentir.
 
- ¿Y eso te da miedo?
 
- No. Me estimula para intentar hacerlo mejor y demostar a Phranokorn que se equivoca cuando habla de ti.
 
- ¿Y de ti? ¿Se equivoca cuando habla de ti?
 
- Muchas más veces de las que él cree.
 
- Hay quienes creen que saben más que la persona de la que creen que lo saben todo.
 
- Jajajajaja... buena manera de decir que la ignorancia es atrevida.
 
- La estupidez humana es infinita, Lilian.
 
- ¿Has conocido tú alguna vez a algún estúpido?
 
- Para ser un gran periodista hay que conocer de todo un poco.
 
- Eso quiere decir que sí... ¿verdad?.
 
- Eso quiere decir que es cierto que existen hombres estúpìdos lo mismo que exiten mujeres nobles.
 
- Muy interesante.
 
- Quizás sea muy interesante; pero de lo que no dudo es de que es muy real.
 
- Otra pregunta, Joseph. ¿Quién es Toby?.
 
- Un ser vivo.
 
- ¿Algo así como un amigo llamado Tobías?.
 
- Algo así, pero más pequeño.
 
- ¿Por qué te gusta tanto todo lo que es pequeño?
 
- Porque no hay, por ejemplo, un pájaro más libre que el gorrión. Si te das cuenta casi nadie se fija en un gorrión. De ahí le viene su grandeza.
 
- Eres un periodista gorrión.
 
- Pues muchas gracias por decir eso de mí. Lo que nunca soy es un periodista que se cree el ave del paraíso. También Benjamín Carrión era una persona gorrión.
 
- ¿Cómo sabes tú eso?
 
- Porque aprendí a escribir de él mucho más de lo que parece.
 
- Entre el parecer y el ser... ¡cuánta diferencia existe, Joseph!
 
- Quizás porque la grandeza consiste solamente en ser sin parecerlo.
 
Alison Lilian miró la esfera del reloj de Joseph.
 
- ¿Es esa la hora exacta?
 
- Sí. Es la hora exacta de comenzar a caminar.
 
- Hay más de cuatro kilómetros de distancia hasta llegar al aeropuerto.
 
- Si no deseas caminar puedes tomar un taxi y me esperas en la puerta de llegadas.
 
- Ni hablar. Me interesa más caminar a tu lado que ir dentro de un taxi hablando cosas insustanciales.
 
- Se dice cosas sin trascendencia.
 
- ¿Y no es lo mismo?
 
- No, Lilian. Debes aprender que todas las cosas que se hablan tienen su propia sustancia; pero lo que diferencia a las cosas que hablamos es saber si son trascendentes o intrascendentes. Nunca jamás escribas algo que no signifique otra cosa más que rellenar cuartillas sin trascendencia alguna. Te lo aconsejo por si todavía sigues pensando en el Pulitzer.
 
- Claro que sigo pensando en ese gran premio.
 
- ¿Y no te parece que el gran premio que más te mereces es algo mucho más trascendente?
 
- Como qué.
 
- Como cumplir con ese sueño que tienes desde la primera infancia.
 
- Quizás.
 
- Bien. No contestes con un sí o con un no... al menos de momento vale eso de quizás. Y conociendo lo del gorrión... ¿quieres caminar conmigo?.
 
- A donde quiera que tú vayas yo iré contigo.
 
- Menos en Afganistán.
 
- ¿Por qué no allí?
 
- Porque al que han nombrado corresponsal de guerra ha sido sólo a mí.
 
- Me pregunto todavía por qué.
 
- Yo sólo puedo tener intuiciones pero Dios sabe siempre la verdad. Y ahora es mejor que nos vayamos porque tienes que hacer muchas compras.
 
Joseph llamó a la linda camarera.
 
- Señorita...
 
Ella acudió rápidamente.
 
- ¿Cuánto es todo?
 
- La cuenta asciende a cien dólares.
 
- ¿Le gusta a usted redondear no es cierto?
 
- Es que... en realidad...
 
- No se preocupe. Tome un cheque por cien dólares y lo que sobre que sirva para algo que le haga despertar su conciencia. Por ejemplo un reloj de marca que le haga siempre despertar su conciencia después de haber dormido tranquilamente. Debe usted saber que para dormir bien lo mejor es no tener conciencia... ¿o es al revés?.
 
- Vámonos ya, Joseph... no merece la pena seguir exdplicando nada...
 
- Es cierto. Tome usted dos cheques de cien dólares cada uno. El primero para su Jefe. El segundo para usted. Y así quedamos todos igualados. Unos por hacerse el vivo y otros simplemente por vivir.
 
Ahora fue Alison Lilian la que agarró la mano izquierda de Joseph y tiró de él hasta salir fuera del restaurante.
 
- Bueno. Vamos a caminar, compañero. Sólo son cuatro kilómetros nada más.
 
- En realidad son cuatro kilómetros más ochocientos metros, lo que equivale a tres millas... y es que en la vida lo exacto es ir más allá de lo que en principio pensamos... para poder obtener el éxito. ¿Sabes lo que decía  James Allen  sobre el éxito? Dijo lo siguiente: Para obtener el éxito verdadero hágase estas cuatro preguntas: ¿Por qué? ¿Por qué no? ¿Por qué no yo? ¿Por qué no ahora?.
 
Comenzaron a caminar unidos por sus manos.
 
- Oye, Joseph... ¿quién era James Allen?
 
- James Alfred Van Allen fue un físico estadounidense. Y hablando de físicos... tú tienes mejor físico que el que tenía él.
 
- ¡Jajajajaja! Ahora caminemos en silencio por favor.
 
- Dice la famosa canción que es demasiado aburrido seguir y seguir la senda, andar y andar los caminos sin nadie que te entretenga.
 
- Pero necesito pensar...
 
- Si es así el silencio sirve.
 
Ya no volvieron a decir palabra alguna hasta que llegaron al aeropuerto. Ella se dirigió a uno de los que transportan maletas.
 
- ¿Sabe usted si hay tiendas aquí dentro?
 
- Sí. En todos los aeropuertos hay tiendas.
 
- Entonces no me diga nada más.
 
- Pues con mucho gusto le diría yo algunas cosas lindas...
 
- Pero resulta que voy acompañada de un experto en artes marciales.
 
- No digas cosas que no sabes porque, algunas veces, acertarás.
 
- ¿He acertado en este caso?
 
- En este caso sí has acertado,
 
- Perdone, caballero...
 
- Que le perdone su señora esposa porque yo tengo otras cosas más importantes que hacer si Dios no lo impide.
 
Media hora más tarde se acercaron, con dos maletas repletas de compras, a la oficina de American Air Lines.
 
- Dos billetes para el primer avión que salga hacia Mogadiscio.
 
- Tiene usted suerte. Hay un vuelo previsto para dentro de unos veinte minutos pero debe darse prisa.
 
- ¿Puedo pagar con un cheque?
 
- Si es de una empresa importante y reconocida, sí.
 
- ¿Le vale uno de la CNN?
 
- Por supuesto que sí. La CNN es un orgullo para Estados Unidos.
 
- Pues ya está. Ponga usted misma el precio que yo pongo la firma.
 
Joseph firmó el cheque, la azafata de la oficina puso el precio y le entregó lo dos billetes. Y minutos después ya estaban sentados en sus asientos dentro del avión.
 
- Ya está. ¡Salimos para Somalia!
 
- Que Dios se apiade de nosotros. ¡En qué problemas me metes, Joseph!
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Foto del autor José Orero De Julián
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Descripción

Guión Literario de Cine.

Palabras Clave: Arte Cine Literatura Relato.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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