Una rosa, blanca, magestuosa, brotó a la orilla de tu lago, todos los dias le hablabas del amor del duende y del hada, de aquellos seres que se amaron en la cueva de la cascada, del principe que lloraba ante la tumba de su amada, el era inmortal y dejaba allí su corazón y su gran espada. La rosa era feliz allí en tu lago, pero llegaste tú en una noche de luna y  la cortaste, la alejaste de aquellos cuentos que le contabas a la orilla de la mágica laguna. La colocaste dulcemente entre las paginas 15 y 16 de aquel libro de aventuras, aquel que llevabas en tus horas de momentos felices, de alegres travesuras, la rosa murió feliz ahora era parte de aquel mundo... lleno de ternura.